Una receta para organizar un equipo ministerial eficaz

Tenía 65 años. Décadas dedicadas al hábito de fumar le habían producido un tumor en la laringe. Se le extirpó de la laringe, y quedó sin poder hablar. El amplificador de plástico que le pusimos sólo lograba traducir algunos ruidos guturales y sonidos ininteligibles. Pero el cáncer había hecho metástasis y, en su marcha inexorable, rodeó e invadió el esófago, de manera que el paciente no podía deglutir. Insertamos, entonces, un tubo de alimentación en el estómago a través del abdomen, y tratamos de proporcionarle alimentación adecuada.

A medida que pasaban los días, su deterioro físico era evidente; aumentó su necesidad de analgésicos, a pesar de lo cual los dolores parecían invencibles. Cada mañana, yo me dirigía a la unidad de Terapia intensiva con la fatal esperanza de encontrar una cama vacía y un mensaje de parte de la guardia de la noche indicando que el paciente había “fallecido en paz” Cada vez que transcurría un día, yo -un joven interno idealista y exuberante- comenzaba a darme cuenta de las limitaciones de la medicina moderna.

Después de visitar a los pacientes cierto día, volví a la cama de ese paciente y abrí las cortinas. La mirada desesperada de mi paciente contaba con el apoyo de una serie de patéticos gruñidos. Le pregunté con dificultad “¿Hay algo que lo está molestando?”

Sus ojos azul acero se cubrieron de lágrimas mientras trataba de decirme que no estaba listo todavía para morir, y que no había logrado aún la victoria sobre la culpa y el temor. Compartí con él los sencillos pasos de la confesión, el perdón, la aceptación de Jesús como Salvador personal y la salvación, que es plena y gratuita. Lloramos y oramos juntos.

Su dolor físico desapareció; se quedó dormido por primera vez en muchos días. Seis horas después, había fallecido.

¿Qué necesitaba él realmente?

¿Qué necesitaba este paciente realmente! ¿Analgésicos? Sí. ¿Baño e higiene? Por supuesto. ¿Nutrición? Claro que sí. Pero, más importante que todo eso, necesitaba paz interior y seguridad espiritual.

En un reciente artículo en el Journal of the American College of Surgeons [Periódico de la Facultad Norteamericana de Cirugía] se hacía referencia a la necesidad de personas capaces de empatizar con los pacientes terminales.[1] Además de la terapia relacionada directamente con el diagnóstico, debería prestarse cuidadosa atención a la escucha, la comprensión y la ayuda.

¿Están capacitados los médicos para manejar estos aspectos del cuidado íntegro de un paciente? Se ha sugerido, en forma incisiva, que “la empatía puede y debe ser el final y el comienzo de todos los que atienden

pacientes terminales”.[2] En su lucha contra el reloj, la creciente carga sobre los pacientes y la mayor atención médica necesaria, ¿ayudan al médico? ¿Hay algún patrón al respecto, algún ejemplo?

Por supuesto. “Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme’ ”.[3]

Los médicos y los pastores deben trabajar juntos

Sin duda, los médicos solos pueden aplicar principios espirituales al intentar sanar y al aplicar terapéuticas; pero una labor combinada puede potenciar ese ministerio cuando el médico trabaja en íntima colaboración con el pastor.

La comisión bíblica implica un ministerio combinado. “Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios” (Mar. 3:14, 15). El ministerio combinado también aparece en la frase de Lucas 9:2: “Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos”.

¡Qué pronto nos absorbe la profundidad de las necesidades del mundo! Sucede que, en las profesiones dedicadas al auxilio del prójimo, es difícil limitar la cantidad de personas que se deben atender y, para el caso, la cantidad de pacientes que se deben ver.

Tenemos que estar en guardia contra la trampa implícita en las adulaciones acerca de cuánto trabajamos o en creer que la gente sencillamente no puede prescindir de nuestros servicios. Es importante que se nos aprecie, pero igualmente importante es que no mordamos el anzuelo del engrandecimiento de nuestro propio ego, que nos acercará cada vez más al vórtice del exceso de compromisos, a quemar la vela por las dos puntas y a terminar prestando un servicio ineficiente.

Cómo poner en marcha esta combinación: doctor, pastor

Es importante poner en marcha combinaciones que funcionen, y una que ya ha sido probada es ésta: la del doctor junto con el pastor. Esta colaboración ejerce una tremenda influencia tanto dentro como fuera de la iglesia.

Esta combinación ha funcionado bien en el pasado, y el transcurso del tiempo lo ha confirmado; incluye intervenciones e iniciativas relativas al estilo de vida.

Aspectos concretos que se pueden beneficiar gracias a la intervención de un médico dedicado son, por ejemplo, los programas para el control del peso y el manejo del estrés. Los planes para dejar de fumar disfrutan de mayor credibilidad cuando participan en ellos profesionales de la salud.

Los médicos cristianos pueden participar en planes de educación y prevención relativos al consumo de alcohol, tabaco y drogas, y a menudo están equipados para hacerlo. Los médicos también pueden apoyar el ministerio en favor de las damas mediante la presentación de temas que tienen que ver con la salud femenina; los programas de cambio de dieta y eliminación de factores de riesgo se pueden ver muy favorecidos si participa en ellos un médico. Todas estas iniciativas pueden ser benéficas no sólo para la iglesia sino para la comunidad también.

Al viajar por el oeste de los Estados Unidos, tuve la maravillosa experiencia de ver directamente cómo funcionan varios de estos equipos de médicos y pastores. Todos ellos compartían una característica muy evidente: un chispeante concepto de que formaban parte de un equipo y un celo sin reservas por el servicio de Cristo.

Algunas conversiones a Cristo han sido fruto de esta combinación, y en esos casos los pacientes han solicitado la intervención del pastor; no de cualquier pastor, sino del que estaba asociado con el médico. A menudo, esos intereses eternos se han despertado como consecuencia de la oración elevada por el médico antes de una intervención quirúrgica, o porque el médico respondió amablemente a una llamada telefónica en horas de la madrugada.

Un ingrediente importante

Un ingrediente importante para el buen funcionamiento del equipo constituido por el médico y el pastor es que haya una amplia comunicación entre ambos.

El temario debe ser claro y los objetivos deben estar bien definidos. En estas circunstancias, los médicos y los pastores no se deben considerar amenazas mutuas sino aliados. Al combinar y multiplicar sus talentos y habilidades, los resultados pueden ser asombrosos.

En las dos iglesias en las que hemos tenido el privilegio de servir, hemos formado un equipo, y hemos ejercido un ministerio combinado que ha producido bendiciones que sólo podemos atribuir a Dios. Hemos presenciado que ha habido desarrollo espiritual en la Escuela Sabática, las reuniones de oración y la asistencia a la iglesia.

En una iglesia, este ministerio combinado ha estado en funcionamiento durante más de veinte años. Vimos un crecimiento sustancial en el número de miembros de la congregación, como asimismo en la aceptación de nuestra iglesia por parte de la comunidad. Una segunda iglesia se fundó en esa zona casi al mismo tiempo. El prejuicio había sido muy fuerte allí anteriormente; por quince años, el permiso para abrirla se rechazó en forma sistemática.

El ministerio combinado y la práctica de la medicina cristiana ayudaron a quebrar el prejuicio. No sólo creció la iglesia, sino también la envergadura del equipo pastor-médico; ha habido una constante y consistente influencia cristiana en toda la comunidad. Esto resultó en invitaciones a predicar en iglesias de otras denominaciones, y consultas y oraciones con dirigentes locales y de la comunidad.

Hay otros aspectos importantes relacionados con el tema del equipo del pastor y el médico. Éste llega a desempeñar un papel integral en la obra de ganar almas y hacer discípulos. Al mismo tiempo, se pueden mantener a raya las sutiles distracciones (y a veces no tan sutiles) de la intensa vida del consultorio.

Un factor importante relativo a una asistencia a la iglesia permanente y productiva es la conciencia de que ése es el lugar y de que usted es útil. Esto, a su vez, fomenta un renovado interés en el crecimiento espiritual personal; algo que necesitamos tanto los médicos como los pastores.

La necesidad de dirección espiritual para los pacientes terminales

En su artículo titulado “Las necesidades espirituales de los pacientes moribundos”, Daniel Hinshaw describe la renovada necesidad que la gente siente y expresa cuando se trata de reclamar y reafirmar los valores espirituales en presencia de la muerte. A continuación, alude con elegancia a los diversos aspectos de las necesidades espirituales del paciente moribundo y de sus familiares. Es necesario que conozcamos los sufrimientos psíquicos y espirituales con el fin de poder aliviarlos.

Al hacerlo, Hinshaw afirma que una de las herramientas eficaces consiste en disponer de una especie de historia clínica pero espiritual, que incluya preguntas como ésta: “¿Tiene usted fe en Dios?” Sigue diciendo que un aspecto central de este plan es manifestar respeto por los valores del paciente, por su autonomía y su vulnerabilidad, y conviene derivarlos a los capellanes o a los directores espirituales cuando corresponda y con el consentimiento del paciente. Tal vez, el principio más importante para el encargado de esto es que se conozca a sí mismo (o a sí misma). “Usted no puede ayudar espiritualmente a un paciente si no es capaz de ayudarse a sí mismo”.[4]

El cuidado de un paciente terminal se puede potenciar si existe una colaboración apropiada y sensible entre el médico y el pastor. Los pronósticos pueden cruzarse con las expectativas, y la colaboración entre el pastor y el médico puede facilitar el complejo proceso que enfrenta un paciente terminal.

El pastor está equipado como nadie para atender los aspectos espirituales del paciente y los miembros de su familia, y esto ciertamente garantiza el éxito de cara a la eternidad.

No me cabe duda de que un ministerio combinado es eficaz. Después de todo, sus orígenes son la inspiración divina y el ejemplo. ¿Lo aplicaremos más ampliamente y con entusiasmo?

“La obra misionera médica ha sido diseñada por Dios mismo […]. Los que colaboran con Dios en el esfuerzo de salvar, trabajando como Cristo trabajaba, tendrán pleno éxito”.[5]

Como pastor, ¿por qué no comparte este artículo con su médico amigo; y si es médico, con su pastor amigo?; y vea el horizonte que abrirá esto para ambos?

Sobre el autor: Médico y pastor ordenado. Es director asociado del Ministerio de Salud de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.


Referencias

[1] Daniel B. Hinshaw, “The Spiritual Needs of the Dying Patient” [Las necesidades espirituales del paciente terminal], Journal of the American College of Surgeons [Periódico de la Facultad Norteamericana de Cirugía], 195, N° 4 (octubre de 2002), pp. 565- 568.

[2] Ibíd.

[3] Elena G. de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: ACES, 1975), p. 102.

[4] Hinshaw, Ibíd.

[5] Hinshaw, Medical Ministry [Ministerio médico] (Nampa, Idaho: Pacific Press Pub. Assn., 1932), p. 131.