Un pastor de larga experiencia presenta cinco señales distintivas de un ministerio auténtico
Antes de que podamos comprender qué es un ministerio auténtico, necesitamos analizar tres grandes obstáculos que hay en el camino hacia el ministerio.
♦ Primero, un sentido de llamado. Un estudiante puede decidir inscribirse en una universidad y tomar un curso de teología. Muchos años de experiencia han revelado que casi cualquiera puede hacer eso. Algunos de nosotros, cuando fuimos al colegio, tuvimos la impresión de que se suponía que una gran luz había resplandecido en nuestras conciencias o que un repique de campanas resonaba en nuestras cabezas, para convencemos de que habíamos sido llamados al ministerio. Muchos de nosotros nos poníamos nerviosos porque no habíamos experimentado nada parecido a eso. El único llamado que algunos de nosotros podíamos señalar era que habíamos tratado seriamente de considerar varias otras vocaciones y todas ellas habían sido descartadas.
¿Qué es, entonces, un llamado al ministerio? Cuando los estudiantes le preguntaron al finado pastor H. M. S. Richards (padre), del programa radial La Voz de la Esperanza (en inglés), si les aconsejaba estudiar teología, les dijo: “No, si pueden evitarlo”. Con eso quería decir que si usted ha sido llamado al ministerio no podrá evitar llegar a ser un ministro.
Un predicador de antaño solía decir: “Yo llegué a ser un ministro del evangelio simplemente porque, o llegaba a serlo, o estaba perdido eternamente. No quiero decir con esto que soy salvo porque predico el evangelio. Soy salvo simplemente gracias a la sangre expiatoria de Jesucristo y solamente por eso. Pero el hacerme cristiano y aceptarle a él como mi Salvador estaba relacionado con la predicación del evangelio. Durante muchos años había yo rehusado hacerme cristiano porque no quería predicar el evangelio, y yo sentía que si me hacía cristiano, debía predicar. La noche que entregué mi vida a Dios no dije, “aceptaré a Cristo” o “abandonaré mis pecados”. Dije: “Predicaré”.[1]
Si usted anda forcejeando por allí, considerando, probando, tratando de hacer cualquier otra cosa, y todavía está allí esa persistente y silenciosa convicción de que debe ser un ministro, bien puede ser que haya sido llevado a ese punto de decisión por Alguien superior a usted o a mí.
♦ El segundo obstáculo para llegar a ser un ministro es recibir una invitación al ministerio de la iglesia organizada. Una vez más, el tiempo y la experiencia han demostrado que todo tipo de personas ha recibido invitaciones de la iglesia para ser ministros. Es probable que cualquiera pueda negociar este obstáculo también.
♦ El tercer obstáculo es Dios mismo, que está junto a nosotros en una forma única, a medida que nuestro llamado llega a ser una realidad reconocida. Este obstáculo se presenta cuando una persona es ordenada al ministerio del evangelio, puesta aparte mediante la imposición de manos. Este es un momento solemne.
Nunca olvidaré algunas de las palabras del predicador el día de mi ordenación. Una de las cosas que dijo fue: “Será un gran día para los adventistas del séptimo día cuando la gente, al oír ese nombre, en vez de decir ‘Oh, ustedes son la gente que guarda el sábado en vez del domingo y que no come carne de cerdo’, diga: ‘Oh, ustedes son el pueblo que levanta a Jesús y tiene una estrecha relación con Dios’. Será un gran día para los adventistas cuando eso ocurra”.
Habiendo mencionado los principales obstáculos que se presentan en el camino al ministerio, estamos listos para considerar cinco características distintivas de un ministerio auténtico.
El ministerio auténtico es indispensable
Para el ministerio del evangelio genuino es crucial la comprensión de que los ministros no son simples vendedores de la organización. Somos ministros de Jesucristo. Norval Pcase lo ha dicho muy bien: “Es fácil para la religión convertirse en un gran negocio, en el cual los dirigentes de la iglesia actúan como administradores más que como guías espirituales; y los pastores degradados al nivel de vendedores de la organización; y los miembros y el público sirviendo como clientes… el único remedio para eso es un énfasis constante en Cristo y las grandes verdades inspiradas del evangelio”.[2]
Algunos de nosotros hemos sido perturbados por aquellos que tienen una idea errónea de lo que significa progresar y tener éxito. El camino que conduce al éxito o hacia arriba no es estar detrás de un escritorio en algún lugar. El camino que conduce hacia arriba es donde está la gente. Como H. M. S. Richards (padre) decía en su oración: “Señor, sálvanos de empequeñecemos al convertirnos en grandes ejecutivos”. Actualmente la iglesia está preocupada por la organización. Hay instituciones médicas y educativas, hay expansión mundial, edificios de iglesia, preocupación por llenar las bancas y por el evangelismo. Todas estas empresas son buenas, pero siempre estamos amenazados por la posibilidad de que Cristo esté parado fuera de la puerta de los edificios que hemos construido y en el trasfondo impreciso de nuestras estructuras organizacionales.
Hay algunos de nosotros que fuimos convertidos después que llegamos a ser ministros. Siempre recordaré a una piadosa anciana en mi primera iglesia que venía regularmente hasta la puerta de la iglesia a agradecerme por mi sermón. Luego añadía: “Será maravilloso el día cuando usted llegue a conocer a Jesús”. ¡Es una experiencia dolorosa y abrumadora escuchar algo así! Pero era lo que yo necesitaba para ayudarme a comprender la diferencia que existe entre ser simplemente un supervendedor de la organización y un ministro genuino de Jesucristo.
Conocer a Jesús es algo que jamás podremos enfatizar demasiado. Si hay en nosotros algún deseo, si miramos ansiosamente hacia el cielo, y tenemos una respuesta de amor en nuestros corazones hacia Aquel que nos amó primero, sea ese deseo grande o pequeño, debemos seguir esa señal y continuar permitiendo que el Espíritu Santo haga su obra (quizá a través de nuestros propios miembros de iglesia) hasta que nos encontremos arrodillados al pie de la cruz. Es el lugar más elevado que podemos alcanzan arrodillados humildemente al pie de la cruz.
Conocer los esenciales
Lo primero que debo saber si quiero estar seguro de que soy un ministro auténtico del evangelio es que he encontrado la salvación. Esto significa que he experimentado el poder regenerador del Espíritu Santo y que estoy convertido. Debo saber, por mi propia experiencia, que Jesús siempre acepta a cualquiera que viene a él, no importa quién sea, qué haya hecho o dónde haya estado (Juan 6:37).
Es cierto que probablemente no podamos trazar exactamente las circunstancias que condujeron a nuestra salvación en Cristo, pero podemos saber si hemos sido convertidos o no. Podemos saber si Jesús es el foco y el centro absoluto de nuestra vida (1 Juan 5:11, 12). Podemos saber si tenemos un profundo interés en la Biblia (1 Ped. 2:2). Podemos saber si tenemos una vida significativa de oración (Juan 17:3). Podemos saber si una vida privada diaria con Dios es la prioridad suprema de nuestra vida (Luc. 9:23). Podemos saber si tenemos paz con Dios (Rom. 5:1). Podemos saber si tenemos un ardiente deseo de compartir las buenas nuevas (Mar. 5:19). Podemos saber si nos amamos unos a otros (1 Juan 4:7; Juan 13:35).
Otra cosa que debemos saber si deseamos estar seguros de que somos ministros auténticos del evangelio es que estamos siendo salvados. La vida cristiana y el ministerio son mucho más que simplemente venir a Cristo. Está además el importante asunto de permanecer realmente en Cristo. “El que tiene al Hijo tiene la vida” (1 Juan 5:11,12) y aquel que no tiene una continua relación con el Hijo, no tiene la vida. Pablo usa un lenguaje un tanto fuerte para decimos que conocer a Cristo sobre una base permanente lo es todo. Todas las demás cosas que pensamos no tienen más valor que la “basura” (Fil. 3:8).
La tercera cosa que debemos saber si queremos estar seguros de que somos ministros genuinos del evangelio es que iremos con Jesús cuando él venga. Cuando estamos seguros de esto, nos entran fervientes deseos de comunicarlo a otros. 1 Juan 2:28 se ha convertido últimamente en mi texto favorito. ¡Léalo! ¡Compártalo con otros! ¡Anúncielo desde los tejados! ¡La certeza de que sólo nos quedan unos pocos años sobre el planeta tierra es una fantástica noticia que la gente necesita escuchar!
Mantener las prioridades con acierto
¿Qué en cuanto a la vida y nuestro trabajo diario como ministros? Algunos de nosotros hemos visto útil dividir el día en cuatro partes. De 6.00 a 10.00 de la mañana, tiempo para estudio, oración y meditación. De 10.00 a 2.00, que es el centro del día, tiempo para administrar las cosas pequeñas, escribir cartas, afilar lápices, etc. De 2.00 a 6.00 de la tarde visitación y estudios bíblicos, y de 6.00 a 10.00 de la noche reuniones y/o más visitación y estudios bíblicos.
Es posible que ante todo esto un ministro diga: “¿Qué clase de vida es esa? ¿Dieciséis horas de trabajo al día?” Por supuesto, un ministro toma tiempo de esas cuatro secciones para comer, para la familia, y para hacer ejercicio. La organización diaria nos salva de afilar lápices todo el día en vez de hacer esa importante visita al hospital. También he encontrado que para mi iglesia es importante saber que yo paso la primera parte del día permitiendo que mi alma se equilibre con mi cuerpo.
Otra cosa muy importante es estar profundamente agradecidos por estar en la obra del ministerio. Si estamos involucrados en la obra de Dios, estamos empeñados en la única obra que nos impulsará a caer de rodillas, lo cual es una gran bendición. Si alguien desea saber de verdad lo que dice la Lección de la Escuela Sabática, lo que necesita hacer es estudiarla para enseñarla. Si queremos saber de verdad lo que la Biblia dice, nos dedicaremos a ser ministros del evangelio y entonces será necesario saber lo que dice realmente. Si deseamos saber cómo tener una profunda experiencia con Dios, nos involucraremos tiempo completo en su obra y, a causa de esta experiencia, seremos atraídos a Dios. No puede haber una situación más triste y sin esperanza que estar en el ministerio evangélico y no conocer a Dios. Tarde o temprano ocurrirá una de dos cosas: desertaremos o entraremos en una comunión estrecha con él y con los demás.
Conocer a la gente profundamente
El ministerio auténtico requiere conocer a otros mucho más profundamente que por la simple charla casual. Nuestro mundo está lleno de gente que no conoce nada más que eso. Hay tres clases de comunicación: de boca a boca, de cabeza a cabeza y de corazón a corazón. La comunicación de boca a boca es la charla trivial:
– Hola.
– ¿cómo estás?
– Muy bien
– Nos vemos.
Cosa que no vale mucho.
El segundo nivel de comunicación va más allá. Se dirige a la cabeza, es más filosófico:
– ¿Qué piensas de lo que ocurre en el Medio Oriente?
– ¿Qué piensas de las elecciones?
– Oh, ¿eso crees?
– Bueno, esto es lo que yo pienso…
Así nos comunicamos con la cabeza.
El nivel más profundo de comunicación, donde está verdaderamente la vida, es la comunicación de corazón a corazón. Aquí la gente puede hablar con sus semejantes acerca de su salud y de las cosas espirituales. Si usted está involucrado en la obra del ministerio, debería utilizar el nivel más profundo de comunicación. ¡Es emocionante y significativo!
Reconocer la recompensa
El salario del ministro es mucho más que dinero. El día de pago llega cuando alguien le dice:” Gracias por llevarme a Jesús”. La paga se recibe cuando una persona viene a usted y lo maldice porque usted representa a Dios y ella lo odia a él. ¡Pero vuelve de nuevo, vez tras vez, sólo para maldecirlo una vez más! Usted ve que poquito a poquito se va desmoronando. Ve al Espíritu haciendo su obra. Luego ocurre que un día esta persona se le acerca y le dice:
– Ya dejé la droga.
Y usted responde:
– Alabado sea Dios.
Pero ella replica:
– ¡No, no alabe a Dios!
¡Yo solo lo hice!
Y usted se excusa diciendo:
– Discúlpeme.
Usted sigue orando, y observando. Entonces un día viene otra vez y declara:
– Está bien, me doy por vencido, no puedo seguir solo.
Necesito a Dios.
Y usted le pregunta:
– ¿Podemos orar esta vez?
Y ella responde:
– Está bien.
Entonces los dos se arrodillan y oran, y después de decir amén, la persona dice:
-Gracias. Esto es maravilloso.
Y el proceso continúa hasta que finalmente un día usted la conduce hasta las aguas del bautismo. ¡Ese es el verdadero día de pago! Todo el dinero del mundo no podría pagar el precio de esa maravillosa experiencia.
Esto es lo único que cuenta. Esto es ministerio auténtico.
Sobre el autor: Morris Venden es pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Azure Hills, en Grand Terrace, CA., EUA.
Referencias:
[1] R. R. A. Torrey, The Holy Spirit: Who He Is, and What He Does (New Jersey: Fleming H. Revell Co., 1927), pág. 36.
[2] Norval Pease, By Faith Alone (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publishing Association, 1962), pág. 222.