La expectativa de que el pastor sea el único ganador de almas en la iglesia es antibíblica.

Sobre el autor: Profesor de Nuevo Testamento en el Avondale College, Cooranbong, Australia.

Hace algunos años, pasé por un duro período como “Llanero solitario” en mi ministerio. Trabajaba activamente haciendo evangelización en la ciudad de Auckland, dirigiendo un programa tras otro. Tuve el privilegio de dirigir una serie de programas de profunda necesidad para diferentes comunidades en toda la ciudad. Si bien el programa era gratificante, los programas de seguimiento requerían mucho tiempo. Después de dirigir tres programas uno tras otro, inicié una serie de reuniones en una ciudad vecina. Este ministerio implicaba viajar ida y vuelta por un mes, salir de casa a las 4 horas, realizar las reuniones, y regresar a casa a las 22.

Con tanto trabajo, aun así trataba de dedicar tiempo a mi esposa y a mis hijitos. Mi esposa nunca se quejó de mi sobrecarga; reconocía que yo estaba trabajando “para el Señor”. Sin embargo, llegué a estar tan enfrascado en el ministerio que mi tiempo con ellos se resintió, comencé a sufrir de agotamiento, y mis modales no eran los mejores. Cuando aquel año llegaba a su fin, un día, mi esposa y yo hicimos un inventario de nuestras vidas en una conversación ocasional que me abrió los ojos. El tiempo en familia y con nuestros seres queridos realmente nos importaba, pero no habíamos visto a nuestros parientes en todo un año, por tantas ocupaciones. Ni siquiera organicé una salida con mi esposa ese año.

Los pastores, a menudo, asumimos el papel del “Llanero solitario”. Creemos que la iglesia no avanzará a menos que estemos al frente de cada junta, de cada función, en cada reunión. Aunque estamos rodeados de personas, trabajamos en solitario. No es solo que la iglesia se vuelve dependiente del pastor, sino también, a menudo, los pastores dependemos de la iglesia para nuestro sentido de realización laboral. Aquel año, yo fracasé en mi papel de capacitador.

Por cierto, ser “capacitador” (katartismós) es una parte importante del papel y la función del pastor. Esta palabra griega, que solo se encuentra en Efesios 4:12 se la traduce de diferentes maneras: “perfeccionar” (RVR 60); “recto ordenamiento” (BJ); o “capacitar” (NVI).[1] Efesios 4:11 al 13 dice: “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (NVI).[2] Veremos el uso de esta palabra en la Escritura, para poder comprender más plenamente su significado, y luego extraeremos las implicancias para el pastor.

MANDATO BÍBLICO El verbo katartizõ, que se encuentra 17 veces en la LXX, puede significar “establecer” (Sal. 74:16); “equipar o restaurar” (Sal. 68:9); y “completar y terminar” (Esd. 4:12, 13). La palabra aparece 13 veces en el Nuevo Testamento, y puede significar “restaurar o reparar” redes de pesca (Mat. 4:21); “restaurar a un hermano caído” (Gál. 6:1); “preparar” (Rom. 9:22; Heb. 10:5); y “poner en orden, completar, proveer” (1 Tes. 3:10; 1 Cor. 1:10). La palabra sugiere hacer que algo funcione de la manera para la cual fue diseñado, pasar algo de la ineficacia a la eficacia.[3]

El concepto profundo y complejo de katartismós sugiere enérgicamente que los pastores son incapaces de llevar adelante en solitario todo lo que se requiere para cumplir esta función central. Toda la iglesia necesita cumplir con este ideal, pero el pastor debe guiar, motivar, demostrar y capacitar a la congregación para iniciar, desarrollar y producir un ministerio capacitador en la iglesia local.[4] Cuando el pastor cumple el papel de capacitador, el cuerpo de Cristo se moviliza mediante el poder del Espíritu, y la iglesia misma se convierte en un agente capacitador.

El pastor, que es el principal agente de cambio bajo la dirección del Espíritu, necesita ser un líder que tenga una visión de lo que Dios puede hacer en la iglesia local y a través de ella. El pastor no debiera trabajar como “Llanero solitario” o como gerente sino, más bien, como pastor capacitador. El pastor que trabaja con el modelo de “Llanero solitario” o gerente no podrá sobrellevar o proveer de la visión y el liderazgo para hacer crecer y liderar la iglesia local. El modelo de katartismós se basa no solo sobre las prácticas ministeriales de Jesús y de Pablo, sino también sobre la historia de Éxodo 18, en la que Moisés asigna líderes a grupos de diez, de cien y de mil. La idea detrás de este concepto es sencilla: los pastores atienden a ovejas individuales, mientras que los pastores capacitadores atienden a los que cuidan ovejas.[5] Si bien esto es cierto, debemos recordar que Jesús participó en el ministerio individual sin la presencia de sus discípulos. Por lo tanto, habrá ocasiones en las cuales el pastor participará del ministerio personal. Sin embargo, el modo de pensar preponderante en muchas iglesias es que el pastor debe cumplir con los deberes del ministerio, especialmente la visitación y los estudios bíblicos. La expectativa de que el pastor sea el único ganador de almas en la iglesia no es bíblica y es contraproducente. No obstante, esta mentalidad está profundamente arraigada. Mientras el pastor cuida de las ovejas y las guía a verdes pastos, las ovejas dan a luz a otras ovejas. Mientras el pastor capacita a los miembros, la iglesia se convierte en un centro de capacitación para el ministerio.[6] Los pastores capacitan a los miembros cuando son eficientes en el cuerpo de Cristo y utilizan sus dones espirituales y los guían hacia la madurez (Efe. 4:14), la espiritualidad (vers. 15) y la unidad (vers. 16).

Implicancias para el ministerio pastoral y evangélico

La visión, la capacidad ministerial y la eficiencia evangelística de una congregación tienen su apogeo y su decadencia en el liderazgo. Los líderes ineficientes se corresponden con ministerios ineficaces. En dos de las iglesias en las que mi esposa y yo trabajamos, había ancianos que habían estado liderando durante una cantidad de años. Eran hombres buenos… a los que se les habían agotado las ideas. Yo todavía confiaba y valoraba su liderazgo, pero sabía que debía formar futuros líderes. A través de la junta de nombramientos, hice que se nombraran dos nuevos proancianos. Eran hombres más jóvenes, que amaban al Señor y su obra. Me reuní con ellos por un período de algunos meses, durante los cuales los capacité y luego les asigné roles en los que pudieran atender nuevos ministerios en desarrollo.[7]

Procurar multiplicar el ministerio invirtiendo en unos pocos

La Biblia debiera ser el “libro del mensaje” y “el libro del método”.[8] Al invertir su vida en aquellos doce discípulos, especialmente en esos tres (Pedro, Santiago y Juan), Jesús nos da el método de cómo embarcarnos en un ministerio fructífero.[9]

Así, los pastores katartismós reunirán a algunos pocos, y les enseñarán y los capacitarán por un año para ser obreros eficientes para el Señor. El pastor, luego, puede tener un grupo de liderazgo y un grupo de discipulado para capacitar. El pastor elige, con oración, el grupo de discipulado después de consultar con los ancianos y con la junta de iglesia, muchos de los que pueden ser parte del grupo de discipulado o de capacitación. El pastor se reúne semanalmente con el grupo para orar, estudiar la Palabra, para camaradería, y articula claramente una visión de discipulado para el grupo. Después de un año, cada persona del grupo, luego de orar, se conecta con otras dos personas para formar un trío de discipulado. Después de dos años, los que fueron capacitados continúan estableciendo tríos de discipulado. El pastor supervisa todos los tríos; continúa reuniéndose con el grupo original, quizás una vez por trimestre; y luego agranda el grupo a medida que el trío de discipulado avanza en su tercer y cuarto años.[10] El propósito de estos tríos, o grupos, de discipulado es para que la iglesia llegue a ser una eficaz agencia de discipulado, y señale al carácter de Jesús para desafiar a la iglesia a ir y hacer discípulos (ver Mat. 28:19).

Además, dentro de estas estructuras de discipulado se cumplirán tanto la Gran Comisión como la Carta Magna. La Gran Comisión es el mandato de Cristo de ir y hacer discípulos (vers. 19, 20), mientras la Carta Magna es el mandato de Cristo de cuidar de sus ovejas (Juan 21:16). Una exhorta a la iglesia local a hacer discípulos; la otra, a cuidar de esos discípulos.[11] Tanto la Comisión como la Carta siguen siendo conducidas en el contexto de vivir, experimentar y proclamar el evangelio eterno (Apoc. 14:6-12).

Conclusión

Cosechamos lo que sembramos. Si solo sembramos métodos que den como resultado educación pero no transformación, veremos resultados pobres en nuestro pueblo. Capacitar es mucho más que predicar en sábado y enseñar la Biblia a mitad de semana; tiene que incluir la aplicación y la transformación de nuestra vida y en la vida de las personas a quienes ministramos. Los pastores deben continuar ministrando, porque el ministerio pertenece a todo el pueblo de Dios.

Sobre el autor: Profesor de Nuevo Testamento en el Avondale College, Cooranbong, Australia.


Referencias

[1] Francis Foulkes, Ephesians, Tyndale New Testament Commentaries (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1989), p. 128.

[2] Según Markus Barth, Ephesians: Introduction, Translation and Commentary on Chapters 4-6, Anchor Bible 34A (Garden City, NY: Doubleday, 1974), p. 478, es un locus classicus que señala la coherencia del origen, el orden y el destino de la iglesia. Efesios 4:12 dice “a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo” (NVI). Los eruditos que apoyan la NVI incluyen a Barth, Ephesians, pp. 478-481; E. Best, A Critical and Exegetical Commentary on Ephesians (Edinburgh: T & T Clark, 1998), pp. 395-399; y H. W. Hoehner, Ephesians: An Exegetical Commentary (Grand Rapids: Baker, 2002), pp. 547-551.

[3] Hoehner, Ephesians: An Exegetical Commentary, p. 550. En síntesis, encontramos tres formas principales en las que se usa la palabra katartizõ en la Escritura:

a. Reparar/restaurar (Esd. 4:12, 16; 5:3, 9; Sal. 68:9; Mat. 4:21; Mar. 1:19; Gál. 6:1; 1 Tes. 3:10).

b. Establecer/poner los cimientos (Éxo. 15:17; Sal. 8:2; 17:5; 74:16; 89:37; Heb. 11:5).

c. Preparar/capacitar (Luc. 6:40; Rom. 9:23; Efe. 4:12; Heb. 10:5).

[4] Esta lectura corporativa de Efesios sugiere que toda la iglesia debe llegar a ser un agente capacitador. Martin Kitchen afirma: “Toda la epístola se centra en la naturaleza corporativa de origen, existencia y conducta cristianos”. Ephesians, New Testament Readings (London: Routledge, 1994), p. 119. Ver además Thomas R. Yoder Neufeld, Ephesians, Believers Church Bible Commentary (Waterloo, Ontario: Herald Press, 2002).

[5] Joel Comiskey, Leadership Explosion (Houston: Touch Publications, 2000), p. 106.

[6] Russell Burrill, Revolution in the Church: Unleashing the Awesome Power of Lay Ministry (Fallbrook, CA: Hart Research Center, 1993), p. 29.

[7] Greg Ogden afirma: “La forma en la que el Señor obra es a través de la encarnación: la vida le saca brillo a la vida. Transmitimos la semejanza de Cristo mediante nuestro ejemplo”, Discipleship Essentials (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2007), p. 21. (Ver 1 Cor. 4:16; 1 Tes. 1:6).

[8] Greg Ogden, Transforming Discipleship: Making Disciples a Few at a Time (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2003), p. 60.

[9] Robert Coleman afirma: “La mejor obra siempre se hace con unos pocos. Es mejor dedicar como un año a uno o dos hombres que aprendan lo que significa conquistar para Cristo que pasar toda una vida con una congregación que solo mantiene el programa en marcha”. The Master Plan of Discipleship (Old Tappan, NJ: Revell, 1963), p. 117.

[10] Ver el extraordinario libro de Greg Ogden, Transforming Discipleship.

[11] Melvin J. Steinbron, The Lay Driven Church (Ventura, CA: Regal, 1997), p. 67. Para comprender mejor el concepto de capacitación, ver R. Paul Stevens y Phil Collins, The Equipping Pastor (New York: Alban Institute, 1993), pp. 128-130. Ellos afirman que los pastores debieran (1) trabajar con toda la iglesia y con personas individuales según se requiera. También permitir que el grupo capacite a otros. (2) Cultivar una interdependencia saludable entre los miembros. La capacitación es un ministerio relacional, no un programa. Implica edificar la vida y la familia de la gente. Y (3) guiar el proceso de discipulado y no solo a las personas.