La religión y la psicología al concentrar esfuerzos para asesorar y ayudar al necesitado tienen puntos de coincidencia y de divergencia. El autor procura ayudamos a entender los límites del asesoramiento pastoral y la dimensión de la labor psicológica y psiquiátrica en la abnegada tarea de servir.

Desde nuestra perspectiva profesional, consideramos que el que presta un servicio psicológico a otra persona debe tener ciertas características personales que también deberían estar presentes en el pastor consejero que brinda ayuda espiritual. Cari Rogers, un importante psicólogo clínico norteamericano, demostró que el crecimiento o la mejoría emocional tiende a producirse en el asesoramiento cuando se manifiestan en el asesor las siguientes cualidades:[1]

a) Autenticidad. Es ser como uno es, sin “máscaras”; es la sinceridad genuina. Es conducirse con otra persona como se es en el propio yo. Es percibir los sentimientos propios (del asesor) y expresarlos, si es que esto es conveniente. El Dr. Shafer comenta: “Ponerse una máscara, o manifestar interés cuando estamos interesados, puede ser rápidamente percibido, y destruye tanto la confianza como la confidencia”.[2]

b) Consideración positiva. Son las genuinas actitudes afectuosas, de aceptación y de preocupación hacia la persona que acude a nosotros en busca de ayuda. Hay un interés que no es posesivo ni dominante. Significa aceptar a la otra persona y respetarla, aunque sus puntos de vista sean diferentes de los nuestros. Es tener una actitud sin críticas ni prejuicios.

c) Empatía. Esta palabra deriva del término alemán Einfühlung, que significa “sentir dentro”. Deriva del griego pathos que, cuando va acompañado del prefijo “in”, describe un sentimiento fuerte y profundo, semejante al sufrimiento. Es diferente a la “simpatía”, que tiene el significado de “sentir con”. Empatía está mas bien orientada hacia un sentimiento de profunda identificación de ambas personalidades. Rogers lo define así:.. (es) percibir el mundo interior de los sentidos personales e íntimos del paciente, como si fuesen los propios, pero sin olvidar jamás la cualidad de ‘como si’ ”.[3]

Ya hablamos de la necesidad del pastor de reconocer sus límites en el asesoramiento, y de la orientación del paciente hacia un profesional adecuado. Comentaré ahora a quién, cómo y hacia quién orientar. Con respecto a la persona a quien orientar, será necesario que el pastor tenga un mínimo conocimiento de psicopatología, a fin de detectar ciertas señales graves, como ser personas deprimidas con riesgo de suicidio. Hay buenos libros que hablan resumidamente de los principales cuadros psiquiátricos, y el pastor debería estudiarlos. Si el aconsejado tiene problemas físicos, debería orientárselo a buscar ayuda médica. No debemos correr el riesgo de diagnosticar que los malestares físicos de la persona son motivados por actitudes neuróticas sin que exista un compromiso físico real, sin recomendarle un examen médico. El malestar puede ser real aunque tenga un fondo emocional, por lo que necesitará los cuidados médicos, pues puede haber una lesión física.

Ya hablamos de los casos de los impulsos psicóticos que pueden ser confundidos con posesión diabólica. Hay ciertas psicosis y determinados conflictos neuróticos que, al principio, manifiestan síntomas místicos con contenidos espirituales, que se pueden confundir con problemas espirituales. Una buena entrevista con la persona y con los familiares dará una visión más global del problema, facilitando un diagnóstico correcto. Ya atendimos a personas con conflictos neuróticos cuyos problemas estaban relacionados con temas religiosos que, al lego y al consejero inexperiente, le daban la impresión de que se trataba de problemas espirituales, y así lo creía la persona.

Es importante reconocer que no es sabio que aceptemos el compromiso de ayudar en un asesoramiento que requiere entrevistas frecuentes a personas con las que no nos sentimos cómodos. Aunque no lo digamos, nuestros sentimientos surgen de varias formas en nuestra relación con el otro y la productividad del trabajo asistencial se establecerá, más o menos, en proporción a nuestra mayor o menor empatía, autenticidad y trato positivo. No tenemos obligación de sentirnos bien con todos. En estos casos, lo mejor es orientar a la persona hacia otro pastor. También puede ser que no nos sintamos bien con una persona que despierta conflictos en nosotros. En este caso debemos ser bien conscientes de esto y, posiblemente, también debiéramos tratarnos psicológicamente.

¿Cómo podemos orientar a otra persona? Naturalmente que al pastor le preocupa qué sentirá una persona a la que se le dice que debe buscar un profesional en salud mental: un psicólogo o un psiquiatra. ¿Se sentirá rechazada? ¿Creerá que está loca porque se le aconseja que consulte a un psiquiatra o a un psicólogo? Esto dependerá, primero, lógicamente, de nuestros propios conceptos sobre nuestra necesidad de la ayuda de estos profesionales. Si acepto que necesito un tratamiento psicológico de un modo tan natural como si fuera un tratamiento ginecológico, pediátrico, quirúrgico, odontológico, etc., ¡entonces no resultará difícil la orientación! En segundo lugar, dependerá de la manera como explicamos a la persona nuestras limitaciones, demostrando la necesidad de un tratamiento profesional especializado. El Dr. Shafer, psicólogo clínico adventista al que ya citamos en el artículo anterior, se refiere a algunos aspectos orientadores de Clinebell que pueden ayudar en el proceso de orientación.[4]

1. Crear una expectativa de orientación. Cuando el asesoramiento pastoral es divulgado en la iglesia, es bueno mencionar que una de sus funciones es ayudar a las personas a encontrar la asistencia especializada y competente.

2. Mencione una posibilidad enseguida. En cualquier encuentro en el que se sospeche que una orientación puede ser necesaria, es bueno tocar este asunto tan pronto como sea posible. Si demora en hablar del tema, aumentan las posibilidades de que haya un sentimiento de rechazo. Clinebell sugiere que si no hay una mejoría significativa en cuatro u ocho sesiones, la persona debiera ser orientada hacia el tratamiento psiquiátrico o psicológico.

3. Transmita confianza a la persona que piensa orientar en el aconsejamiento. Ayuda mucho saber que usted la conoce bien y confía en ella.

4. La orientación involucra trabajar con emociones que impiden acudir al especialista. Hay temores, mala información y diversas resistencias emocionales que necesitan ser identificadas y solucionadas. Es de gran ayuda pedir que la persona le informe luego cómo le va en el tratamiento para el que se la está orientando. Esto asegura el continuo interés del asesor en darle la mejor ayuda disponible.

5. Si es posible, la persona debería ser alentada a establecer su propia consulta. Algunas veces, el pastor puede sacarle una consulta, especialmente, a una persona que por diversas razones no estuviere apta para hacerlo.

6. La persona que buscó su orientación pastoral debe saber que usted continuará cuidándola luego de la orientación. Esto la ayudará a reducir sentimientos de rechazo y de miedo por pérdida de apoyo. Es esencial que la persona orientada hacia el asesoramiento o la psicoterapia, no continúe con el asesoramiento pastoral, luego de iniciado el tratamiento. Es contraproducente que haya más de un consejero a la vez. Si hubiera necesidad de internación, el pastor puede ser la clave que facilite el proceso. Si la persona se resiste a una internación que es necesaria, el pastor deberá estar informado de cómo funciona este tipo de admisión en un sanatorio (u hospital) de su comunidad y quién es el profesional con el que habrá de hacer contacto en tales ocasiones. Durante la internación será importante la visita del pastor, tanto como su atención al apoyar a la familia del paciente.

Muchos temores surgen en la mente del que necesita ayuda profesional para sus problemas psicológicos. ¿Será que el profesional es competente? ¿No estará solamente interesado en ganar dinero? ¿No influirá con “consejos mundanos” para que el paciente abandone la iglesia? ¿Intentará seducirlo? ¿Hará que el paciente dependa de él? A causa de estos y de otros miedos y conceptos erróneos, muchos buscan primero al pastor y después a la persona que el pastor le indica. Lamentablemente, muchos pastores son desconfiados y están tan desinformados y confundidos como sus miembros de iglesia en cuanto a encontrar un profesional en salud mental que pueda ser recomendado con confianza.[5] La mayoría de estos miedos son infundados a causa de la ética profesional de la que ya hablamos, pero en la que abundaríamos con este comentario del Dr. Shafer: “Profesionales calificados han dedicado muchos años al estudio y preparación de estas especialidades de introspección y a la habilidad de ayudar a las personas. Más allá de esto,’ el profesional en salud mental, legítimo y calificado, respetará las escalas de valores y creencias personales del individuo. El puede preguntar acerca de ellas y lo que significan para la persona, pero también aprendió que estos valores y creencias religiosas pueden ser una fuente importante de ayuda en la vida del ser humano. También podrá percibir que, algunas veces, una persona puede usar su religión de modos que no son saludables. En esta situación intentará, legítimamente, ayudar al individuo a crecer y a usar su religión más constructivamente. Y aquí es donde el diálogo con el especialista en salud mental puede ser útil”.[6]

¡Naturalmente, no todo profesional sigue correctamente el código de ética! Entonces, ¿cómo se puede saber cuándo un profesional es confiable? Dejemos que el mismo Dr. Shafer nos lo explique: “Para descubrir cuál es el clínico en el que se puede confiar y relacionar con él como especialista en salud mental que vive en la zona, es apropiado que usted se presente como pastor y sea muy franco y directo sobre sus intereses y preocupaciones. Los buenos clínicos (psicólogos y psiquiatras) recibirán su franqueza y le devolverán el favor. No tema discutir abiertamente sus escalas de valores y creencias y su propia necesidad de una relación de colaboración con quienes usted se siente cómodo. Verifique cuál es la orientación teórica general del especialista, y cómo enfrenta los diferentes problemas, cómo se siente al colaborar con un pastor. No tema relacionarse con diferentes especialistas de su zona, porque de este modo podrá buscar y escoger aquel con quien se sienta más compatible”.[7]

El pastor y su familia no están menos exentos de conflictos sicológicos que las demás personas. De hecho, ellos pueden sufrir todas las tensiones comunes a las demás familias. Pero, ¿a quién debe buscar el pastor cuando él es el que tiene problemas personales? No es muy cómodo buscar ayuda de alguien de la misma asociación o misión. También puede ser desafortunado buscar la asistencia de un médico de su iglesia. Por otra parte, si busca la ayuda de otro pastor se puede enfrentar con la competencia o con la insuficiencia de su preparación para actuar como asesor. Nuevamente veamos lo que dice Shafer sobre esto: “Aparentemente, el psicólogo clínico cristiano es una fuente de ayuda natural y apropiada para el pastor y su familia, y en sus relaciones de colaboración es posible que se puedan brindar mutua comprensión y apoyo”.[8]

Somos seres humanos con diferentes carencias. A pesar de la fe en Jesús, que nos puede dar cierta calidad de paz interior, podemos experimentar sufrimientos emocionales, para los que hay tratamiento. El ser humano necesita compartir sus alegrías y sus tristezas con otro ser humano. Podemos exagerar en el asunto de tener fe en Dios queriendo que El resuelva todo en nuestra vida, evitando lanzarnos en manos de instrumentos humanos adecuados en busca de alivio del sufrimiento psicológico. El pastor Norval Pease comenta: “Algunos cristianos consideran que jamás debieran hablar a otros sobre sus propios problemas, sino que deben trasladarlos al Señor. Lamentablemente, esto puede ser llevado a un extremo. Consecuentemente, muchas personas se desesperan porque necesitan hablar con otro ser humano. Podemos recibir auxilio de otra persona que nos comparte pruebas, preocupaciones y debilidades que nos son comunes”.[9]

El apóstol Pablo tenía fe en Dios. Él se afianzaba en Cristo y decía: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Sin embargo, no percibimos el versículo que viene a continuación, y que nos demuestra cuán bueno es recibir ayuda humana. Vea cómo, en el versículo 14, Pablo habla del alivio que se obtiene cuando podemos compartir nuestros sufrimientos con otro ser humano. Jesús mismo sentía la necesidad de compartir con otros. El no solamente buscaba al Padre y al Espíritu Santo. Compartía muchas cosas con los hombres. Elena G. de White dice: “El corazón humano anhela simpatía en el sufrimiento. Este anhelo lo sintió Cristo en las profundidades de su ser. En la suprema agonía de su alma, vino a sus discípulos con un anhelante deseo de oír algunas palabras de consuelo”.[10]

De este modo, nuestra función como pastores consejeros, sicólogos clínicos o psiquiatras es sublime. Es muy necesaria esta labor en un mundo progresivamente alienante. El trabajo en equipo se torna cada vez más necesario. Necesitamos abrir más nuestra mente, perfeccionarnos más en nuestros estudios científicos, más allá de lo espiritual, con el fin de capacitarnos y estar más calificados para el servicio de ayudar a las mentes preocupadas y conflictuadas. “La cultura de la mente es lo que, como pueblo necesitamos y lo que debemos poseer a fin de llenar las demandas de la época”.[11]

El pastor, quiéralo o no, cumple una labor profesional en la salud mental. Por eso debe prepararse mejor para ejercer tal función como asesor general y mantener una relación profesional con especialistas en salud mental de la zona en que reside. Debe reconocer los límites de su función y saber orientar a las personas. Necesita estar bien ajustado emocionalmente, o buscar ayuda profesional, si es que fuera necesario.

“Se necesitan pastores que, bajo la dirección del Príncipe de los pastores, busquen a los perdidos y extraviados. Esto significa soportar molestias físicas y sacrificar la comodidad… Significa una tierna solicitud para con los que yerran, una compasión y tolerancia divinas. Significa tener un oído que pueda escuchar con simpatía lamentables yerros, degradación, desesperación y miseria”.[12]


Referencias

[1] Cari Rogers y Barry Stevens, De Pessoa para Pessoa (San Pablo, Livraria Pioneira Editora, 1978), págs. 60, 62.

[2] Vernon W. Shafer, “A Shared Ministry, The Relationship of the Clinical Psychologist and the Pastor Counselor”, en Adventist Concepts of Psychology (Washington D.C., Departamento de Educación, Asociación General, 1977), pág. 107.

[3] Cari Rogers, id., pág. 107.

[4] Vernon W. Shafer, id., págs. 110, 111.

[5] Ibid., pág. 113.

[6] Ibid., pág. 114.

[7] Ibid., págs. 114, 115.

[8] Ibid., pág. 116.

[9]  Norval Pease, Liçáo da Escola Sabatina (ediçáo do profesor, tercer trimestre de 1980), pág. 110.

[10] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, pág. 639.

[11] Elena G. de White, Servicio cristiano, pág. 277.

[12]  Elena G. de White, Obreros evangélicos, pág. 192.