La influencia del capellán en la formación espiritual de los alumnos

La División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en su concilio quinquenal celebrado del 3 al 7 de noviembre de 2015, estableció el cuidado de las generaciones más jóvenes como uno de sus énfasis de trabajo.[1] Esta decisión fue una respuesta a la apostasía de las generaciones más jóvenes observada en los registros de la secretaría de la DSA.

Al comentar los informes estadísticos de 2015, el pastor Erton Köhler, en ese entonces presidente de la DSA, mencionó que “los niños, adolescentes y jóvenes son la mayoría de nuestros miembros, la mayoría de nuestros bautismos y la mayoría de nuestras pérdidas. En 2015, representaron un poco más del 55 % de nuestros miembros, el 70 % de nuestros bautismos y casi el 68 % de nuestras pérdidas”.[2]

En la misma ocasión, Helder Roger, vicepresidente de la DSA en ese momento, dijo que “la ola que vació las iglesias en Europa y Estados Unidos se está moviendo hacia Sudamérica. La Iglesia Adventista sigue atrayendo a niños y jóvenes, pero también está perdiendo a muchos de ellos”.[3]

Casi seis años después, durante una reunión de la Junta Directiva de la DSA celebrada del 6 al 10 de julio de 2021, se decidió mantener el énfasis en la atención a las nuevas generaciones. Un informe que analizaba las entradas y salidas de miembros en el decenio 2011-2020 revelaba que las estadísticas seguían siendo alarmantes: “Cuando el análisis se hace en la franja etaria específica de 17 a 30 años (jóvenes), entonces las pérdidas superan a las ganancias de miembros. Son 674.408 los que abandonaron la comunidad adventista contra 534.136 que se convirtieron en miembros en el mismo período. Un saldo negativo del 26,3 %”.[4] Ante este panorama, la necesidad de invertir en el cuidado de las nuevas generaciones se hace aún más evidente. Al fin y al cabo, “cualquier iglesia está a una sola generación de la extinción. Los jóvenes de la iglesia son su mayor riqueza y esperanza”.[5]

La contribución del pastor educativo

Para enfrentar esta realidad, la Educación Adventista debe desempeñar un papel crucial. Se planearon diversas acciones y el papel del pastor educativo pasó a primer plano. Considerando que la “materia prima” del trabajo del pastor educativo son los legítimos representantes de las nuevas generaciones, es natural esperar que sus esfuerzos resulten en impactos significativos en esta área.

En este contexto, surge la pregunta: ¿Cómo puede el pastor educativo conquistar y mantener en la fe a las nuevas generaciones? Para responder a esta pregunta, propongo que los siguientes elementos caractericen la praxis ministerial de un pastor educativo adventista.

Centrarse en el objetivo principal de la educación

Toda escuela debe cumplir una serie de objetivos, muchos de los cuales vienen determinados por el gobierno del país en el que se establece, como el plan de estudios básico de las asignaturas. Además, existen exigencias relacionadas con la calidad de la enseñanza, el crecimiento de la matrícula y la cualificación del personal, entre otras. Cada uno de estos desafíos puede repercutir en el éxito o el fracaso de la escuela, razón por la cual existen líderes responsables de estas cuestiones.

Sin embargo, por encima de estas responsabilidades, hay una meta principal que debe guiar y unir los esfuerzos de todos en una escuela adventista: fuimos establecidos por Dios para salvar educando. Elena de White escribió: “En el sentido más elevado, la obra de la educación y la de la redención son una”.[6] Y si hay alguien dentro de la escuela que tiene el privilegio y la responsabilidad de mantener el enfoque en esta meta principal, es el pastor educativo. Su planificación del trabajo y sus acciones deben reflejar este compromiso, uniendo los esfuerzos de todos en pos de este propósito.

Sin embargo, hay algo aún más importante para destacar. El conocimiento de Dios, basado en la Palabra, debe proceder de una relación personal con Cristo. De lo contrario, se corre el riesgo de que los alumnos solo adquieran conocimientos teóricos de la Biblia, sin experimentar el poder transformador del Evangelio. “El objetivo principal de la educación en la escuela, el hogar y la iglesia es conducir a las personas a una relación salvífica con Jesucristo”.[7]

Al comprender esto más profundamente, empecé a dar prioridad a la relación con Jesús en mi ministerio de capellanía. Me alegró especialmente el testimonio de un alumno de secundaria que aprendió a orar abriendo su “corazón a Dios como a un amigo”.[8] A partir de ahí, empecé a dedicar más tiempo a enseñar el alimento espiritual de la Palabra, porque “esta palabra imparte poder; engendra vida. […] Trae consigo la vida del Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a crear el alma a imagen de Dios”.[9]

Centrarse en el grupo prioritario

En 2025, la educación adventista en Sudamérica alcanzó el hito de 300.000 estudiantes matriculados, un logro histórico. Sin embargo, “solo” alrededor de 50.000 de estos estudiantes son adventistas del séptimo día. A grandes rasgos, la proporción es de 85/15, lo que convierte a los estudiantes adventistas en una minoría dentro de la red.

Ante este hecho, el pastor educativo podría creer que su misión más importante sería evangelizar al 80 % de los alumnos no adventistas. Aunque esta misión es sin duda noble, no debería ser su prioridad.

Cuando evaluamos el origen y el propósito establecidos por Dios para la educación adventista, nos damos cuenta de que la razón de nuestra existencia siempre ha sido cuidar a los niños de la iglesia. Fuimos establecidos para proveer un ambiente de protección espiritual y doctrinal para nuestros niños. Cada institución educativa adventista debe proporcionar un ambiente seguro y favorable para el desarrollo espiritual de los niños de la iglesia. Por lo tanto, el ministerio del pastor educativo no puede llevarse a cabo en disonancia con esta misión primordial.

Confieso que tardé en darme cuenta de ello. En los primeros años de mi ministerio, pedía a los estudiantes adventistas que no entorpecieran mis esfuerzos evangelizadores hacia sus compañeros no adventistas. A algunos incluso les dije que, si era necesario, “pasaría por encima de ellos” para cumplir mi misión.

Afortunadamente, Dios me abrió los ojos, me perdonó y me dio una segunda oportunidad. Reevalué mis objetivos ministeriales y, siguiendo la revelación del Espíritu de Profecía, fijé como prioridad el cuidado de los niños de la iglesia. Pedí sabiduría a Dios y decidí firmemente que si había una persona con este claro propósito, sería yo.

Empecé a buscar estudiantes adventistas y a decirles que había sido enviado por la iglesia para ocuparme de cada uno de ellos. Con acciones planificadas e intencionales, intenté acercarme a ellos, conocerlos, discipularlos e involucrarlos en la misión.

Esta firmeza de propósito no debe verse como discriminación o desprecio hacia otros alumnos. Necesitamos sabiduría para “hacer estas cosas sin omitir aquellas” (Mat. 23:23, RVA-2015). El énfasis en el cuidado de los niños de la iglesia no debe eclipsar los proyectos de evangelización del pastor educativo.

La buena noticia es que, al tiempo que nos mantenemos firmes en este compromiso, también llevamos a cabo un tipo específico de evangelización. Según George Knight, “las escuelas cristianas son una agencia evangelizadora, dado que su principal propósito incluye llevar a los alumnos a una relación salvadora con Jesucristo. […] Tiene tanto un papel conservador, porque brinda una atmósfera protectora para el crecimiento cristiano, y un papel revolucionario, ya que busca desarrollar agentes evangelizadores de varios tipos para la iglesia”.[10]

Centrarse en la estrategia de trabajo

Aunque todos coinciden en que el alejamiento de las nuevas generacionesde las iglesias no se debe a una única razón, David Kinnaman considera que el motivo que desencadena todo el proceso es la debilidad de nuestro discipulado. En su libro Geracao Perdida, él enfatiza que “el problema de la desvinculación es, en esencia, un problema de desarrollo de la fe; para utilizar un lenguaje religioso, es un problema de discipulado. La Iglesia no está preparando adecuadamente a la próxima generación para seguir fielmente a Cristo en una cultura que cambia rápidamente”.[11]

Entre sus varios deberes, el pastor educativo corre el riesgo de diluir sus esfuerzos, sin poder consolidar su influencia sobre su rebaño. Cuando esto ocurre, vale la pena aprender de Aquel que, incluso rodeado de multitudes y con la mayor misión jamás encomendada a nadie, eligió el discipulado como estrategia.

Con poco tiempo para su ministerio público, Jesús se dedicó a preparar a sus doce discípulos. Aunque predicaba, curaba y enseñaba incansablemente (Mat. 9:35), su atención se centró siempre en el discipulado.

Este ejemplo de Jesús sería motivo suficiente para cualquier pastor, pero su relevancia se hace aún mayor si tenemos en cuenta que la mayoría de los discípulos eran jóvenes. Jesús eligió de entre las nuevas generaciones a quienes, fortalecidos por el Espíritu Santo y movidos por un profundo amor al Salvador, sacudirían el mundo.

El pastor de la escuela debe seguir el mismo camino y, como Jesús, dar los siguientes pasos:

1. Mirar a sus alumnos y, aun reconociendo sus imperfecciones, ver todo lo que pueden llegar a ser mediante el poder del Evangelio. Elena de White escribió: “En cada ser humano percibía posibilidades infinitas. Veía a los hombres según podrían ser transfigurados por su gracia. […] Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. Al saludarlos con confianza, inspiraba confianza. Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y caídas se percataban de que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consideración. En más de un corazón que parecía muerto a todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida”.[12]

2. Cultivar relaciones genuinas con los estudiantes, compartiendo la propia vida al transmitir las enseñanzas. Elena de White comentó: “A ellos [los discípulos], más que a nadie, les concedió la ventaja de su compañía. Por medio de su relación personal dejó su sello en estos colaboradores escogidos. […]

“Solamente por medio de una comunión tal –la comunión de la mente con la mente, del corazón con el corazón, de lo humano con lo divino–, se puede transmitir esa energía vivificadora, transmisión que constituye la obra de la verdadera educación. Solo la vida engendra vida. […]

“[Los discípulos] estaban con él en la casa, junto a la mesa, en la intimidad, en el campo. o acompañaban en sus viajes, compartían sus pruebas y tareas y, hasta donde podían, participaban de su trabajo”.[13]

3. Sembrar la semilla del evangelio con gran fe, confiando en que dará fruto para la eternidad. Elena de White dijo: “Quizá durante algún tiempo la buena semilla permanezca inadvertida en un corazón frío, egoísta y mundano, sin dar evidencia de que se ha arraigado en él; pero más adelante, cuando el Espíritu de Dios alienta en su alma, brota la semilla oculta, y al fin da fruto para la gloria de Dios. En la obra de nuestra vida no sabemos qué prosperará, si esto o aquello. No es una cuestión que nos toque resolver. Debemos hacer nuestro trabajo y dejar a Dios los resultados”.[14]

Conclusión

Ante el hecho de que el cristianismo occidental se enfrenta a uno de sus mayores desafíos históricos, con miles de iglesias que cierran sus puertas y denominaciones en peligro de desaparecer, es urgente que los pastores adventistas den prioridad al cuidado de las generaciones más jóvenes.

En este contexto, el pastor educativo adventista se destaca como un actor clave en la batalla. Su ministerio está totalmente enfocado en las nuevas generaciones, con objetivos centrados en ganar y retener para Cristo a niños, jóvenes y adolescentes. Sus sueños e ideales están alineados con los pasos del Maestro, y toda su práctica ministerial está dedicada a ayudar a la iglesia a cuidar de las nuevas generaciones.

Sobre el autor: Capellán de la Casa Publicadora Brasileira


Referencias

[1] Felipe Lemos, “Jovens Sugerem aos Líderes Adventistas Como Tornar Igreja Mais Relevante”, Noticias Adventistas, disponible en: link.cpb.com.br/1ff1e8 (consultado el 17/3/2025).

[2] Erton Köhler, “Uma Igreja Para a Maioria”, Revista Adventista, disponible en: link.cpb.com.br/48c1fb (consultado el 17/3/2025).

[3] Márcio Tonetti, “Relevante Para as Novas Gerações”, Revista Adventista, disponible en: link.cpb.com.br/c1c2ff (consultado el 17/3/2025).

[4] Felipe Lemos, “Liderança Adventista Encara Desafio de Atrair e Manter Novas Gerações”, Noticias Adventistas, disponible en: link.cpb.com.br/500f31 (consultado el 17/3/2025).

[5] Barry Gane, O Caminho de Volta (Casa Publicadora Brasileira, 2013), p. 14.

[6] Elena de White, La educación (ACES, 2009), p. 30.

[7] George R. Knight, Educación para la eternidad: Filosofía de la educación adventista (ACES, 2017), pp. 86, 87.

[8] Elena de White, El camino a Cristo (ACES, 2022), p. 92.

[9] White, Educación, p. 126.

[10] George R. Knight, Mitos de la educación adventista (APIA, 2017), pp. 69, 70.

[11] David Kinnaman, Geracao Perdida (Universidade da Família, 2014), p. 22.

[12] White, La educación, p. 80.

[13] White, La educación, pp. 84, 85.

[14] Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro (ACES, 2011), p. 45.