Un verdadero pastor es un don del Señor. Los servicios que realiza en la iglesia apuntan a edificar y fortalecer a los creyentes. Es posible que no todos los ministros evangélicos celebren en forma adecuada sus reuniones. Porque según Efesios 4:11, 12, sólo “algunos” son investidos con la capacidad de llevar a cabo los notables deberes del pastorado.
Los buenos pastores son enviados por Dios a su iglesia. Disfrutan de una estrecha proximidad con el Señor. “Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten de ciencia y de inteligencia” (Jer. 3:15). Los pastores que viven cerca de Dios le dan a la iglesia el alimento espiritual más apropiado para el crecimiento y desarrollo del creyente. Únicamente cuando diariamente salen de la presencia de Dios con renovada provisión podrán alimentar a la iglesia con “ciencia” e “inteligencia” impartidas por el Espíritu Santo y entibiada con el amor del cielo. Entonces el cuerpo de creyentes no carecerá de nada (véase Jer. 23:4).
Como la obra de los sencillos pastores orientales, la obra del pastor de otros tiempos era relativamente simple. Alimentaba, guiaba y protegía al rebaño. Lo alimentaba con “conocimiento” o “ciencia” en su calidad de predicador y maestro; lo alimentaba con “entendimiento” o “inteligencia” como consejero y guía; lo alimentaba conforme a la voluntad de Dios como defensor de la verdadera fe.
Sin embargo, el tiempo y los cambios experimentados por la organización de la iglesia han intensificado y complicado los deberes del pastor moderno. Según recientes informaciones publicadas en revistas religiosas y seculares, se espera que el pastor tenga alguna pericia en una gama continuamente creciente de asuntos religiosos y seculares. Cada día se piensa más en este hombre notable como administrador, organizador, predicador, sacerdote, maestro, consejero y entendido en relaciones públicas.
Como administrador se espera que sepa supervisar el plantel de la iglesia y su mantenimiento en buenas condiciones. Debe dar instrucciones en lo que atañe a las finanzas de la iglesia.
Como organizador debe poder desarrollar y vigilar el funcionamiento de numerosos departamentos y grupos auxiliares de la iglesia. Debe darle impulso dinámico a la escuela sabática, a la actividad misionera, a la sociedad de JMV, a las Dorcas, a los grupos de temperancia y de libertad religiosa. Además debe ser especialista en el importante arte de reunir fondos. No sólo debe saber adonde está el dinero, sino también cómo conseguirlo. Debe soportar el peso de la Recolección, idear campañas, atender a los gastos de iglesia y a varias otras necesidades financieras.
Como pastor atiende al bienestar espiritual, social y a veces doméstico de su grey. Visita y aconseja a los enfermos y a los que no pueden salir de sus casas, a los indisciplinados y los delincuentes, a los que tienen toda clase de problemas.
Si sus feligreses son más de quinientos, entonces los problemas que surgen en las áreas mencionadas hacen que un solo hombre sea insuficiente para atenderlos. A medida que aumenta su congregación su eficiencia como pastor va disminuyendo proporcionalmente en lo que atañe a la atención personal de su grey.
Como predicador, este hombre multifacético prepara y presenta sus mensajes para guiar al creyente en sus relaciones con su Dios y sus semejantes, en sus doctrinas religiosas y en la práctica de ellas, en los procedimientos de organización, y en el mejoramiento de las pautas de conducta de la comunidad.
Como sacerdote administra los sacramentos y los ritos de la iglesia, celebra funerales, dedica a los niños, realiza bautismos, aconseja a los esposos y hace solemnes sus bodas.
Como maestro dirige y supervisa la educación en su iglesia. A menudo es el presidente de la junta de la escuela de la iglesia. Es el maestro de las clases de religión. Debe iniciar o dar cursillos bíblicos, instrucción bautismal; debe aconsejar acerca de las actividades de los jóvenes, de las Dorcas y de otros departamentos; y además debe proporcionar el impulso necesario para que esas actividades funcionen eficientemente.
Finalmente, como encargado de relaciones públicas se convierte en un nexo entre su iglesia y los asuntos cívicos de la comunidad. No se espera que actúe como político, y sin embargo no debe permanecer ajeno al mejoramiento de la comunidad. Se espera que preste ayuda a las instituciones cívicas, sociales, de salud, de bienestar y de investigación. Una actitud asumida sin tacto, una manifestación de indiferencia o antagonismo en cualquiera de las esferas mencionadas, y su dirección eficaz en la comunidad quedará seriamente afectada.
Orad por vuestro pastor
En realidad se espera mucho de este hombre múltiple, vuestro pastor. El necesita vuestras oraciones. Su congregación espera que sea un buen predicador, administrador, organizador, amigo y consejero. La comunidad espera que sea un ciudadano ejemplar y que promueva su mejoramiento. Su asociación espera que sea un experto promotor de blancos, tanto en la ganancia de almas como en las finanzas. El mismo quiere ser un predicador excepcional, un maestro y un consejero de calidad. Su Señor espera que alimente y pastoree a la grey, que busque a los perdidos, que visite a los enfermos, a los huérfanos, y que libere a los prisioneros del pecado.
En resumen, este hombre con exceso de trabajo debe poseer la fe de Abrahán para salir de su tierra natal —y a menudo alejarse de su familia— mientras va de asociación en asociación. Debe tener el espíritu de sacrificio de Isaac, aun cuando él sea el único “camero” del “zarzal”. Debe llevar su carga abnegadamente con la paciencia de Job. Debe presidir sobre su iglesia con la astucia de David. Debe tener la visión de Daniel en sus juntas y comisiones. Necesita la sabiduría de Salomón para resolver los numerosos problemas de la iglesia. Necesita el amor y la comprensión del apóstol Juan cuando aconseja a su grey. Debe predicar como Jeremías. Debe reunir y administrar el dinero ¡de la iglesia como los siete diáconos de la iglesia primitiva. Debe afirmar “la fe que ha sido dada una vez a los santos” como lo hizo Pablo, aun cuando sea azotado 40 veces menos una. Debe ganar conversos como Pedro y los otros apóstoles en el Pentecostés.
Si sobrevive, tendrá una iglesia próspera, una corona de vida con muchas estrellas, y un lugar con los patriarcas, los profetas y los apóstoles junto al trono de su Señor.
¡No compadezca a su pastor —ore por él!
Sobre el autor: Secretario asociado del Depto. Regional de la Asociación General