¿Qué diríamos del pastor que dedicase todo su tiempo a la preparación de buenos sermones y no visitase a los miembros, ni diese estudios bíblicos, ni impulsase la actividad misionera laica, ni acompañase a los jóvenes en sus actividades?

 La obra del pastor de la iglesia o del distrito es polifacética. Aunque es natural esperar que cada pastor tenga más interés en (o mayores aptitudes para) uno o más aspectos de su tarea, el buen éxito lo acompañará en la medida en que él sepa conducir todo su programa en forma equilibrada.

 El pastor es un mini-presidente. En su iglesia o distrito tiene que velar por las mismas áreas que cuida su presidente de asociación o misión. ¿Qué concepto nos merecería un presidente que sólo se interesara en apoyar el trabajo del director del departamento de escuela sabática?

El pastor local es también un administrador. Él también tiene su secretario, su tesorero y sus directores de departamentos. Los tiene (o debiera tenerlos) en: escuela sabática, jóvenes, radio, relaciones públicas, asistencia social, temperancia, educación, publicaciones, mayordomía, actividades laicas, etc. La única diferencia fundamental entre sus “departamentales” y los del presidente de la asociación, es que los suyos son generalmente laicos. Pero todos tienen la misma responsabilidad de hacer avanzar en forma equilibrada la labor de la iglesia, en su respectivo nivel. Y es deber del pastor velar porque cada uno conozca bien sus responsabilidades y las cumpla.

UN CASO ESPECÍFICO

 Cierto día los directores del Departamento de Educación de la asociación, de la unión y la división fueron a visitar una escuela de iglesia. La escuela estaba sucia, con revoque caído, varios vidrios rotos y clamando por pintura. El patio tampoco alentaba la formación de hábitos de limpieza y orden entre los jóvenes alumnos. Creyendo que su oportunidad había llegado, el pastor les informó a los visitantes que ya era tiempo de que ellos hicieran algo para sacar a esa escuela de su triste situación. (De paso, ¿qué pensaríamos del sentido de responsabilidad de un presidente de asociación que le informara al de la división que ya es tiempo de que la división ponga en orden el colegio secundario de la Asociación?)

 Pasaron algunos meses. El pastor fue trasladado y otro pastor llegó hasta esa iglesia. En pocas semanas, con la entusiasta colaboración de los hermanos, la escuela estaba reparada, pintada y con vidrios nuevamente en sus ventanas, el patio estaba limpio y arreglado y se hablaba de la necesidad de construir pronto una o dos aulas más. (Y, entre paréntesis, también se estaba reparando el edificio de la iglesia, se había celebrado una extraordinaria semana de oración, los jóvenes habían descubierto que el pastor sabía acompañarlos y apoyarlos, y las demás actividades de la iglesia vibraban con nuevo entusiasmo).

 ¿Qué había ocurrido? Básicamente una sola cosa: el nuevo pastor tenía una visión más equilibrada de su ministerio y trataba de llevarla a la práctica.

EL PASTOR Y LA EDUCACIÓN

 Y ya que mencionamos un ejemplo relacionado con la educación, digamos algo más. Ante todo, aclaremos que la responsabilidad educacional en nuestra iglesia se distribuye normalmente de la siguiente manera:

—La escuela primaria (básica, fundamental) es sostenida por la iglesia local, o por un grupo de iglesias de una misma ciudad o localidad.

—El colegio secundario es sostenido por la asociación o misión.

—El colegio superior es sostenido por la unión.

 Para darle mayor estabilidad a nuestro programa educacional, las organizaciones superiores asumen la responsabilidad de controlar, en forma escalonada también, nuestras escuelas y colegios. Inclusive colaboran financieramente cuando es necesario. Pero la responsabilidad básica por cada escuela y colegio está en manos de la organización ya indicada.

 Estamos realizando un estudio de ciertas tendencias de la educación adventista en la División Sudamericana. Oportunamente publicaremos algo con datos bien específicos. Pero ya podemos anticipar que nos preocupa seriamente el descubrir que en 1972 tenemos menos niños y jóvenes adventistas en nuestras instituciones, en relación con el número de miembros de iglesia, que en 1965, para poner una fecha. Lo grave de esto es que el problema se está acentuando, en lugar de ir disminuyendo con los años.

 Creemos que debemos seguir poniendo gran énfasis en nuestras campañas de evangelización. La iglesia necesita crecer. Pero nuestro ministerio debe ser equilibrado. ¿Que estamos haciendo por todos los niños y jóvenes que van entrando en la iglesia? ¿Estamos levantando escuelas para ellos? ¿Estamos interesándonos en que nuestra iglesia local destine parte de su presupuesto anual a ayudar a los jóvenes que deben ir a nuestros colegios secundarios y superiores y no pueden? Si no nos responsabilizamos nosotros, como pastores del rebaño, ¿quién atenderá estas necesidades de nuestros corderos?

 “Al paso que deberíamos hacer serios esfuerzos en favor de las masas que nos rodean, e impulsar la obra en campos extranjeros, ninguna cantidad de trabajo puede disculparnos por descuidar la educación de nuestros niños y jóvenes (La Educación Cristiana, pág. 129).