La conversión y el bautismo pueden cambiar la dirección de la vida, pero el alma puede aumentar en poder y fortaleza únicamente mediante el continuo proceso de santificación. Así dominará las heredadas tendencias al mal y los malos hábitos adquiridos.

La fidelidad practicada después del arrepentimiento pone a los cristianos dentro de la aceptación del Señor, pero sus emociones requieren una decidida dirección espiritual. Así como Jesús, el Buen Pastor, pudo decir: “Conozco mis ovejas” (Juan 10:14), también el pastor debe procurar conocer a cada uno de los miembros de su iglesia. El verdadero cuidado pastoral, con el conocimiento de las necesidades individuales de la grey y los remedios adecuados, edifica una iglesia vigorosa y afianza la obra. Pablo, al recordarle esto a Timoteo, procuró alentarlo a conocer personalmente a sus co-obreros y a sus miembros. Llamó su atención a varios nombres: Figello. Hermógenes, Onesíforo, Himeneo y Fileto (2 Tim. 1:15, 16; 2:17); Demas, Lucas, Marcos, Tychico, Alejandro, Prisca, Aquila, Onesíforo, Erasto, Eubulo, Prudente, Lino y Claudia (2 Tim. 4:10-21). En la epístola de Pablo a los Romanos se registran más de 30 nombres (Rom. 16:1-27).

¿Por qué conservó Dios estos nombres en las Escrituras? Una razón es que su lectura con los comentarios que Pablo hace de ellos revela numerosos indicios que son de la mayor importancia para la comprensión de la actitud de Pablo hacia sus colaboradores, los miembros de la iglesia y la obra como un todo. Pablo llama a cada uno por su nombre específico. Y al escribirle a Timoteo, no economiza pergamino, sino que incluye los numerosos nombres. Cada uno le parece importante, y a cada uno añade sus afectuosos comentarios. Cuán expresivamente revelan estos nombres el afecto que sentía el apóstol hacia sus co-obreros y miembros de iglesia. El verdadero ministro que observa la salud espiritual de su grey de la manera en que el médico cristiano vigila a sus pacientes, manifestará hacia ellos un afecto genuino.

¿Es verdad que para muchos de nosotros “el precio de la redención es demasiado costoso”? (según la versión francesa de Salmo 49:8). Paradójicamente, ¿procuramos enorgullecemos del Evangelio, por una parte, y por la otra nos avergonzamos del afecto espiritual genuino que engendra hacia los semejantes?

El afecto cristiano

Jesús amó a todos los hombres, aun en su agonía (Juan 13:1). Instituyó la Cena del Señor como un servicio de amor entre el Salvador y los salvados. Jesús nunca se avergonzó de sus puros sentimientos de afecto. Los apóstoles se avergonzaron del cariño de las madres que llevaron sus hijitos a Jesús para que los bendijera (Mat. 19:13). Necesitamos el tacto de Jesús: acariciar la cabeza de un niño, dar un cálido apretón de manos, tener una mirada de simpatía. Hoy se necesitan el ungüento y el perfume de las vidas cristianas amantes, porque si dejamos de derramar la dulzura de la amistad, podemos estar defraudando un alma anhelosa o quebrando una caña cascada (Isa. 42:3). Por no desarrollar el afecto natural de la amistad cristiana genuina, podemos abandonar un alma al mundo de los afectos pecaminosos e innaturales.

Cuán diferentes de las que observaban los fariseos eran las enseñanzas y actitudes de Jesús hacia los hombres. Ellos se esforzaban por exponer la hermosura exterior de los hombres y las cosas. Ansiaba el buen funcionamiento de las cosas, pero sin realizar una aplicación personal de toda la ley. La misericordia y la fe habían sido desterradas de sus disposiciones. ¿Qué otra cosa fuera de la crítica podía esperar, aun de los buenos miembros de iglesia? Debemos cuidarnos, no sea que sigamos en los pasos de una dirección tan defectuosa. A medida que se intensifican los días de prueba, cuán importante es que los pastores conozcan a sus miembros, para que en el momento de necesidad personal puedan saber cómo ayudarlos.

Un trato prudente con los contrarios

En 1 Timoteo 5:22 Pablo amonesta a los creyentes a no imponer con ligereza las manos sobre ninguno. No es correcto eliminar a un miembro de la junta de la iglesia por la única razón de que no está en todo de acuerdo con los demás. Es mejor dejar a tal miembro que participe en las tareas de la iglesia que darle lugar a que las critique. Si corre peligro debido a sus ideas particulares, la separación de la iglesia y de sus tareas puede perderlo definitivamente. Una expresión de confianza en su sinceridad y devoción puede ganarlo. El pastor, al escuchar sus argumentos, puede dar con la clave de su corazón. Abandonarlo no lo cambiará, sino que lo afirmará más en su actitud equivocada. El amor cristiano apacigua los corazones.

El toque personal del amor

En su Evangelio, Lucas anota muchos detalles esenciales acerca del toque personal del ministerio de amor de Cristo. Relata cómo, antes de la negación de Pedro, Jesús oró por él. También nos cuenta que fue Jesús el que llamó a Zaqueo del árbol para decirle: “Hoy es necesario que posee en tu casa” (Luc. 19:5). Este hombre pudo haber sido despreciado por sus compatriotas, tanto por su profesión de publican© como por su pequeña talla. En nuestro lenguaje moderno diríamos que Zaqueo adolecía de un complejo de inferioridad, que no le permitía exponerse a las miradas de la multitud, poniéndose en primera fila. Jesús comprendió su actitud. Su psicología pastoral fue de gran valor en este caso, en el que produjo un cambio de vida.

Enalteced vuestra vocación

El mundo moderno espera la demostración del Espíritu de Jesús en las vidas de sus seguidores. Ensalcemos sus principios cristianos. Enaltezca el pastor su vocación ministerial y su consagrado servicio de amor (Rom. 11:13). En una época como la presente, cada obrero debe estudiar la manera de presentarse “a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). Es necesario que los pastores, como médicos espirituales, apliquen los remedios celestiales a la enfermedad de que padece la iglesia (1 Cor. 11:30). En el nombre del Señor y con su poder deben fortalecer a, las debilitadas familias que permanecen vacías y sin fruto en el conocimiento de Cristo y de su justicia.

Pastores, enalteced vuestra vocación. Ensanchad vuestro corazón. Aguzad vuestro intelecto. Profundizad vuestras convicciones. Aumentad vuestro amor. Sobre todo, ensalzad vuestro ministerio. El pueblo remanente de Dios debe unirse en amor cristiano. No debe excluir a nadie. “Ninguno piense mal en su corazón contra su hermano” (Zac. 7:10). Deben desechar todo concepto de idolatría, justicia propia, toda lucha y discordia. No deben regocijarse ante la iniquidad de ninguno. El pastor es la persona clave, el médico-pastor, que debe vigilar para extirpar toda actitud incorrecta. Mediante su propio ejemplo puede demostrar que “el amor nunca se acaba” (1 Cor. 13:8, VM), que “la caridad… no piensa el mal”, sino que “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor. 13:4, 5, 7). Cada verdadero médico-pastor, por precepto y ejemplo, procurará guiar a su grey y magnificar el amor por la fraternidad y la comunión con Cristo.

Los pastores necesitamos orar constantemente para que seamos no únicamente santos y justos, sino también bondadosos y amantes. No hay una verdadera fraternidad sin el espíritu de soportar recíprocamente las aflicciones y las tristezas (Isa. 53:4). Las consideraciones egoístas y las luchas aun por causa de la justicia pueden descarriar a las almas y deformar la verdad. Los seres humanos no son meras herramientas o instrumentos que puedan apartarse o desecharse a voluntad. Aunque un obrero que trata con los miembros de la grey no puede alcanzar la estatura de Jesús, no por eso debiera dejar de imitarlo negándose a sí mismo, aun hasta anonadarse (Fil. 2:5-7), a fin de sobrellevar las cargas de su congregación y cumplir así “la ley de Cristo’ (Gál. 6:2).

El cristianismo farisaico de los teólogos-abogados no solucionará los problemas del corazón de la generación actual. La búsqueda incesante que hace el hombre moderno de psicólogos, educadores, médicos y psicoterapeutas constituye un desafío para los médicos-pastores de la Iglesia Adventista. No hay otros hombres que hayan sido tan bendecidos con los principios de la curación mental, física y espiritual. Volvamos a estudiar con oración estos remedios restablecedores de la vida, y ministremos de manera que el bálsamo de Galaad pueda restaurar la salud del pueblo de Dios, física, mental y espiritualmente.