Lo que el pastor debe tomar en cuenta para ayudar en tiempos de crisis

Cierto día recibí una llamada del personal de emergencia del hospital y salí apresurado. Al llegar me encontré con una mujer completamente abatida emocionalmente. Entre sollozos contó su historia: de repente, sin previo aviso, su esposo había caído hacia atrás y había muerto. Habló de cuánto tiempo habían estado casados, dónde vivían ahora sus hijos, y cómo se habían trasladado a esa comunidad hacía poco tiempo. Ella y su esposo nunca habían hablado de lo que harían en caso de que le ocurriera algo a uno de ellos. No tenían ni pastor, ni iglesia. Su único amigo era un compañero de trabajo de la fábrica. 

El doctor entró y dijo: “Lo siento. Hicimos todo lo posible”. 

¿Cuál sería el mensaje del pastor para una mujer no creyente de 52 años que se encuentra hundida en el dolor de la muerte y la soledad? 

En menos de tres años su matrimonio se había deteriorado. Habían descubierto que el noviazgo es una cosa y el matrimonio otra totalmente diferente. Ambos eran brillantes, independientes, competitivos, y completamente indispuestos a cooperar mutuamente. 

Ni siquiera podían hablar inteligentemente acerca de por qué habían ido a ver al pastor, sin hundirse en una cáustica pelea. La revancha fulguró, los temperamentos relampaguearon. Las palabras punzantes e hirientes se convirtieron en gritos y acusaciones. 

¿Qué puede hacer el pastor por una pareja que sufre una crisis de relación? 

Un padre salió al campo a cazar con sus dos hijos adolescentes. Al llegar se sentaron a descansar. Mientras uno de los muchachos colocaba su rifle en el suelo, el arma se disparó accidentalmente e hirió al padre. Inmediatamente los muchachos lo llevaron a la camioneta. Mientras uno llevaba en su regazo la cabeza sangrante del padre, el otro tomó el volante y condujo hacia el hospital. 

La cirugía estaba en proceso cuando el pastor llegó. Se sentó con los muchachos, les ayudó a llamar por teléfono a la madre que estaba a centenares de kilómetros de distancia, y se encargó de contarle a la señora la terrible historia. 

Después que los médicos les comunicaron la terrible noticia, el pastor llevó a los muchachos a su casa. La esposa del pastor lavó la sangre del padre impregnada en la ropa de los muchachos y esperaron la llegada de la madre. 

¿Qué puede hacer un pastor para consolar a los hijos dolientes que se sienten culpables y airados, perdidos y solitarios? 

Los pastores confrontan diversos tipos de crisis con mucha frecuencia. Violencia familiar, abuso y negligencia, amenaza o consumación de suicidio, emergencias médicas, accidentes, depresiones, dificultades financieras, tensiones entre padres e hijos, y otras crisis semejantes que reclaman su atención personal y profesional. 

¿Cómo pueden los pastores identificar los momentos de crisis? ¿Hay elementos comunes en todas las situaciones de crisis? ¿Qué tipos de recursos especiales poseen los pastores para hacerle frente a los momentos de crisis? ¿Qué habilidades y principios bíblicos podrían aplicarse efectivamente para disminuir el dolor de los que sufren? 

Momentos de crisis 

Algunos han descrito una crisis como una oportunidad enmascarada. Si bien puede desestabilizar el presente y presentarlo como un fracaso, también ofrece la oportunidad para lograr un crecimiento significativo. El ideograma chino para “crisis” es una combinación de dos caracteres: uno que significa “peligro”, y otro que significa “oportunidad”. ¡Qué exacta definición! 

A pesar de todas las definiciones de los libros de texto, cada individuo debe definir para sí mismo lo que es una crisis. Todos tenemos límites y sensibilidades diferentes. Para algunos, los accidentes son terriblemente dramáticos, aun cuando no están personalmente involucrados. Otros tienen la capacidad de distanciarse del shock para funcionar bastante bien bajo la “crisis” de un accidente. Algunos no pueden soportar la tensión del conflicto interpersonal, mientras que otros son perfectamente capaces de mantener la compostura y facilitar la negociación y la solución del problema. 

Las tolerancias individuales al estrés varían mucho y también las crisis varían con el tiempo. En una ocasión puede uno hacerle frente a la pérdida y al cambio con poca desorientación, pero en otra, o en diferentes circunstancias, puede ser que no podamos hacerle frente al más pequeño drama. 

Siendo que existen singulares diferencias de persona a persona así como diversas ocasiones, debemos aceptar las percepciones de aquellos que están en crisis como válidas y reales a pesar de las formas disímiles en que las percibimos. 

Elementos comunes de una crisis 

Quienes están en crisis, independientemente de la causa, experimentan reacciones similares. La intensidad de ellas depende de la severidad de la crisis y de sus propias sensibilidades, así como de sus habilidades para hallar soluciones. Sufren, en cierto grado, la mayoría de los siguientes elementos. 

Desorientación. Los que experimentan una crisis sentirán desorientación y pérdida de contacto con la realidad. Las personas que han sufrido un accidente pueden vagar sin rumbo alrededor del escenario. Quienes enfrentan la muerte de un amigo o pariente pueden negar la realidad de la muerte. Algunos hasta pueden olvidar el día y la hora. Otros olvidan comer, beber y realizar las tareas y responsabilidades rutinarias. 

Estrés mental. La crisis afecta la capacidad para pensar. Aquellos que toman decisiones mientras están bajo los efectos de una crisis a menudo desconocen parte considerable de los hechos. Las soluciones rápidas pueden parecer más atractivas que las lentas y cuidadosas, incluso para aquellos que por lo general son meticulosos. Las personas decididas pueden parecer paralizadas, incapaces de tomar la más sencilla decisión. 

Algunos procurarán sepultar su verdadera respuesta a la crisis y escapar de la terrible realidad, tratando de ser muy racionales en sus explicaciones. 

Estrés emocional. El estrés emocional se demuestra en diferentes formas. Algunos se vuelven muy expresivos, mientras que otros parecen fríos y retraídos. La mayoría pasará por las etapas clásicas del proceso del dolor y la recuperación.1 Inicialmente el shock y la negación de la realidad son los más notables y absorben el interés primario de los consejeros en el momento de la crisis misma. 

Síntomas físicos. Los síntomas físicos pueden variar de persona a persona y de una situación a otra. El llanto, el lamento, el silencio, la actividad física frenética, o la debilidad y el desmayo, expresan el torbellino interno y la desestabilización de una persona en crisis. 

Las necesidades de una persona en crisis 

La mayoría de los que pasan por un trance difícil necesitan una persona ajena a la crisis en quien apoyarse a causa de la gama de reacciones, mentales y emocionales que experimentan. Deben poder confiar en alguien para que los ayude a salir del trauma. Las siguientes son algunas de sus necesidades más significativas. 

Esperanza. Para aquellos que creen, Dios es la fuente última de refugio. Puede ser que en medio de la tragedia tengan dudas y preguntas, pero su experiencia y su fe permanecen firmes. Los pastores, como representantes de Dios, son un recuerdo viviente de la esperanza y mediadores de la confianza espiritual. Puede ser que, incluso para los incrédulos, el pastor sea un símbolo de esa esperanza. Si bien su experiencia pasada puede darle un asidero para levantar a los que se encuentran en situación difícil, la confianza en Dios del pastor puede surgir de la forma en que ha ayudado a otros a salir de la desesperación. 

Ayuda. La esperanza es la necesidad más grande de la humanidad y el único que está capacitado para suplirla es Dios. Pero aquellos que experimentan crisis también necesitan ayuda visible, ayuda humana Una persona bajo esa experiencia necesita compañía. La pérdida y el temor son elementos infaltables en toda crisis, y la mayoría los enfrenta mejor cuando se encuentra en compañía de otros. La gente con quien se encuentra más íntimamente unida es la mejor, pero incluso un extraño es mejor que nada 

Si bien hay quienes responden a la crisis haciéndose cargo de la situación, la mayoría necesita que alguien haga las decisiones inmediatas por ellos. La desorientación, la confusión mental, y la angustia emocional y física inhiben la capacidad para manejar la situación del momento. Usted, como alguien que se encuentra en tierra firme, puede ser una tabla salvavidas para que se haga lo que debe hacerse. 

Hace poco le diagnosticaron a un amigo un tumor cerebral. El médico discutió con él todas las opciones que tenía para tratarse y sugirió varios especialistas a quienes podría consultar antes de hacer una decisión. ¡Tenía que hacer tantas decisiones sobre cosas que conocía tan poco! Yo le pregunté: “¿Te habría gustado que el médico dijera, ‘esta es la situación, y esto es lo que debe hacerse’?” “Sí -dijo-, habría sido mucho más fácil”. 

Esto no sugiere que hemos de usurpar el control. El autocontrol es importante para los que están en crisis, mientras más podamos hacer para que recuperen el control, tanto mejor. Pero puede ser que hayan olvidado algunos asuntos esenciales o no estar conscientes de las necesidades prioritarias por atender. Por ejemplo, puede ser que no hayan notificado la muerte del familiar a los parientes más cercanos, o a la compañía de seguros, con respecto al accidente. Puede ser que no sepan dónde pasarán la noche, o qué hospital o agencia funeraria desearían utilizar. 

Todo esto no significa que nosotros hemos de saber todo lo que una situación de crisis demanda. Pero la presencia de ánimo debe ser constante para buscar las respuestas o para referirlas a quienes pueden darlas. Buscar a quienes pueden ayudar o caminar con una persona traumatizada rumbo a una entrevista es reconfortante. Cuando las consultas y referencias a otros profesionales o personas que pueden hacerse cargo de la situación se hace personalmente, aumenta la confianza en nosotros en vez de disminuirla. 

Toque. La mayoría de las personas traumatizadas se benefician con el toque físico personal. Este les permite conectarse con el mundo real, les recuerda que no están solos y es un símbolo de interés y bienestar. Sin embargo, uno necesita ser cuidadoso y precavido pues un simple toque puede ser malinterpretado. Deje abierta la puerta, permanezca en la compañía de otros, extreme sus cuidados para evitar que lo malentiendan.2 

Actuar tranquilamente. La crisis demanda una acción rápida y serena. La rapidez puede evitar mayores daños, y salvar a los que están heridos. Las patrullas de caminos de emergencia primero ponen señales para evitar que los otros vehículos choquen con los mismos heridos. El terapeuta marital interrumpe rápidamente a las parejas que han comenzado a herirse mutuamente con palabras. La respuesta rápida a una solicitud de ayuda que no es una emergencia, aun cuando sólo sea para hacer una cita futura, crea esperanza. 

Los que quieren ayudar deben permanecer calmados. Si se alteran también, quienes están en crisis perderán confianza en ellos. 

La acción es crucial. En el momento de una crisis severa los que la sufren quedan paralizados y pierden conciencia del presente. El saber que otros están haciéndose cargo de los asuntos más urgentes, es reconfortante para ellos. Confían en los demás y, durante un período de tiempo, se vuelven dependientes. Cuando emergen del shock inicial, el mantenerse ocupados les ayuda a vencer los sentimientos de desamparo. Muchos anhelan hacer algo, aun cuando sea sencillo y sin importancia. La actividad es útil. 

Habilidades y principios bíblicos 

Detrás y más allá de las técnicas y habilidades que aprendemos como profesionales existen varias verdades fundamentales. Pasarlas por alto, perderlas de vista, o abusar de ellas es empañar nuestra identidad y embotar nuestra efectividad como pastores. 

Si la persona que está en crisis necesitara sólo habilidades profesionales, amigos que se preocuparan por ella y una familia amante, entonces no lo necesitarían a usted. Nuestra presencia pastoral proclama que el calor y las habilidades humanas son insuficientes para satisfacer las profundas necesidades de las personas. Cuando nos confrontamos con la realidad del trauma humano, los buenos amigos o los profesionales bien preparados sólo tratan los síntomas y proveen soluciones temporales. La esperanza permanente sólo procede del Dios eterno (véase Sal. 121:1, 2). 

¿No tenemos derecho a esperar que los pastores fueran campeones de la confianza para venir en ayuda de aquellos que están en crisis para que se rindan a Dios? Predicamos y enseñamos la importancia de dar todo a Dios. ¡Cuán importante es este mensaje para los que están en crisis! Los seres humanos pueden malgastar una vida entera intentando cambiar lo que no pueden controlar. Un paso vital en el proceso de recuperación de una crisis es aceptarla, sea que nos guste o no. Como lo dice tan claramente esa famosa oración, deberíamos pedir a Dios el valor para cambiar las cosas que podemos cambiar, la serenidad para aceptar lo que no podemos cambiar, y la sabiduría para conocer la diferencia. 

Jesús el consejero modelo en tiempo de crisis 

Cuando Lázaro murió, Jesús mostró la interacción de la familia humana, habilidades como consejero en tiempo de crisis y ayuda divina. Cuando llegó a Betania, saludó a Marta con la promesa: “Resucitará tu hermano” (Juan 11:23). Marta se dolió intelectualmente. Ella estaba atrapada en la lucha por encontrar razones para lo ocurrido y su significado. Jesús resolvió sus dudas y confirmó su esperanza. 

Cuando María vino a Jesús se encontraba en profunda conmoción emocional. Jesús compartió sus emociones y lloró (Juan 11:35). 

El pastor no tiene por qué pedir disculpas si derrama lágrimas de simpatía. Es posible que no todos los pastores lloren visiblemente, pero todo pastor debería llorar interiormente, debería llorar con todos los que lloran y sufrir con todos los que sufren. ¡Esas corrientes de simpatía dicen mucho más que un millar de palabras! 

Jesús compartió el drama pero no se dejó vencer por él. Detrás de sus lágrimas nunca perdió de vista quién era y por qué estaba allí. Si la pena nos domina, no podemos proveer ayuda profesional. 

Jesús mantuvo una conciencia clara y constante de las necesidades humanas y las suplió. Sacando fuerza de los recursos de su propia fe, se convirtió en la fuente de esperanza y victoria para la gente. 

Dios creó a los seres humanos con inteligencia y empatía. Descubrió y desarrolló habilidades psicológicas y relaciónales para permitimos trabajar dentro de los límites de su mundo creado. Dios ofrece ayuda más allá de la realidad y la esperanza a través de su poder y sus promesas. La gente tiene derecho a esperar tanto habilidad como esperanza de parte de nosotros los que pretendemos ministrar en nombre de Dios.  

Sobre el autor: El Dr. Darold Bigger, pastor de éxito durante muchos años, es profesor asociado de Religión y Trabajo Social, en Walla Walla College, College Place Washington.