Supongamos que la música es un medio para alcanzar un fin: el fin de subyugar y enternecer las almas de los hombres con el objeto de prepararlos para recibir la semilla de I la verdad. La música instrumental sagrada habilita el suelo del alma para el mensaje. En Colosenses 3:16 leemos: “Enseñándoos… unos a los otros con salmos e himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor.”
Una iglesia que canta es una iglesia que trabaja y viceversa. Una iglesia que canta también es una iglesia triunfante. Se dice que Lutero cautivaba los corazones de su pueblo más por sus cantos que por su predicación. Se refiere a que el éxito de la Iglesia Metodista se debió tanto a los cantos de los Wesley como a su predicación y habilidad organizadora. El canto dispone al alma para actuar, para arriesgarse, para obrar. Cromwell guiaba a sus hombres a la batalla cantando himnos de liberación.
“Mientras cantaban, marchaban; mientras marchaban, peleaban; mientras peleaban, ganaban.”
En los días de la guerra civil de los Estados Unidos algunos pensaron que sería posible economizar los gastos que demandaban las bandas de música. Dieron de baja a muchos músicos, pero los soldados comenzaron a retroceder en las batallas. Todos clamaban: “¡No tenemos suficientes bandas de música!” De inmediato repusieron algunas, y como resultado, obtuvieron nuevas victorias.
¿Quién tiene más motivos para cantar que un cristiano? Los obreros gozosos de la causa de Dios siempre atraen más conversos que aquellos que se limitan a predicar calamidades futuras. El apóstol Pablo declara que podemos estar tristes, y sin embargo que podemos regocijarnos. En nuestra marcha para prevenir y ganar a un mundo confundido, el canto nos ayudará mucho.
“Mientras cantamos, marchamos; mientras marchamos, trabajamos; mientras trabajamos, ganamos, y finalmente triunfaremos en gloria.”
Por supuesto que la música nunca ocupará el mismo lugar que la palabra hablada. Los músicos que saben cómo despertar las emociones y conmover profundamente, son un medio admirable para llevar a los hombres a la decisión.
Muchos reconocen la falta de verdaderos directores de coro. ¿De dónde los conseguiremos si no es en nuestras escuelas e iglesias? Cuán importante es que los departamentos de música asuman con seriedad la responsabilidad de preparar obreros que ganarán almas con su música. Cuando la gente asista a nuestras reuniones, la palabra hablada convencerá; pero sólo el Espíritu Santo tiene poder para convertirlos. Y a menudo el Espíritu habla a través de la música. En consecuencia, la música es algo vital en una serie de conferencias. El director de música debe planear con mucho cuidado su programa, y debe hacerlo en colaboración con el ministro y la organista. Debe estudiar los temas a presentarse.
Otra cosa importante es contar con un coro bien disciplinado. El coro puede hacer mucho para ahorrarle un esfuerzo innecesario al batutero, quien debe dedicarse más bien a mantener el espíritu de culto, alabanza y oración. Es indispensable que elija los cantos con cuidado, para satisfacer y agradar. Si la tonalidad de un himno se hace pasar suavemente a la del siguiente, se añadirá mucho a la efectividad del programa de cantos. Para variar el programa, el batutero puede relatar ocasionalmente la historia de algún himno, mientras la organista modula la tonalidad del himno que se cantará a continuación. El director de canto debiera conocer los himnos de memoria, para mantener los ojos en la audiencia y no en el himnario. Los cantantes de ópera nunca se fijan en la partitura, porque saben el papel que desempeñan. Y así debiera ser siempre.
El cielo se regocija ante un jubiloso servicio de canto, y los ángeles mezclan sus voces con las nuestras cuando con renovado gozo cantamos “un nuevo cántico” al Señor.
Sobre el autor: Pastor jubilado de la Asociación de Florida, EE. UU.