Cuando el Señor llamó a sus discípulos, éstos dejaron todo lo que estaban haciendo y le siguieron. El relato sagrado dice de los pescadores a quienes llamó: “Y al punto, dejando sus redes, le siguieron” (Mar. 1:18, VM). No se sugiere aquí que los discípulos empezaron a dividir su tiempo entre seguir al Maestro y la pesca. Sólo al desanimarse, cuando les faltó fe en el Maestro, volvieron los antiguos pescadores a dedicarse a su ocupación original. La intención del Señor era que de allí en adelante todas sus habilidades, tiempo y energías se dedicasen a la elevada vocación del Cielo —pescar hombres para el reino de Dios. Esta debía ser una tarea de tiempo completo. No iban a tener tiempo para ninguna otra cosa; no debían ser hombres de lealtad dividida. Dijeron con verdad: “He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido”.
Al escribir a su compañero más joven en la obra, el apóstol Pablo hace una declaración patética en 2 Timoteo 4:10: “Porque Demas me ha desamparado, amando este siglo”. Se trataba de un hombre de lealtad dividida. Había escuchado y sentido la fuerza del llamado divino a servir, y lo aceptó. Pero tenía intereses mundanos que no podía olvidar del todo. No sabemos en qué consistían esos intereses. Sin embargo, es evidente que no llegó a ser un hombre de propósito único, y finalmente lo más pequeño lo desvió de lo más grande.
Una de las artimañas más exitosas del enemigo para neutralizar la efectividad y utilidad de un obrero es llevarlo a dividir su atención. Esta división de tiempo y de atención entre su llamado espiritual y los intereses materiales, deshizo a muchos obreros que en sus comienzos habían ejercido una influencia poderosa sobre la causa de Dios. El apóstol Pablo estaba muy preocupado porque Timoteo, a quien amaba tiernamente, no se convirtiera en un ministro encumbrado cuyo celo y devoción por la obra de Dios fueran mitigados por el amor a las ganancias materiales. Por eso le escribió estas palabras resonantes: “Ninguno que milita se embaraza en los negocios de la vida; a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Tim. 2:4). Al referirse a este texto, el comentador Adán Clarke dice lo siguiente;
“A los legionarios romanos no se les permitía ocuparse en agricultura, comercio, empleos mecánicos ni ninguna otra cosa que pudiera ser incompatible con su vocación. (Roma conocía el valor de los soldados cabalmente dedicados a su llamado). En épocas diferentes, muchos cánones fueron hechos para evitar que los eclesiásticos se ocuparan de trabajos seculares. El que predica el Evangelio concienzudamente y desea dar una prueba cabal de su ministerio, no necesita tener otro trabajo. Debe dedicarse solamente a esta tarea, a fin de que todos puedan beneficiarse con su actitud”.
El asunto de las actividades marginales no parece ser un fenómeno limitado a nuestra época. Este “entremetimiento” de parte de los eclesiásticos parece haber afectado a la iglesia cristiana de años anteriores. Es un espectáculo triste, en cualquier época, ver a alguien que se ha colocado la armadura espiritual correspondiente a un soldado de Cristo, envuelto en los negocios de esta vida en detrimento de su milicia espiritual. El llamamiento de Dios es una tarea de tiempo íntegro. Al escribir a Timoteo en otro lugar, el apóstol dice, después de mencionar sus responsabilidades de obrero evangélico: “Medita en estas cosas, ocúpate enteramente de ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Mira, por ti mismo, y por la enseñanza; persevera en estas cosas; porque haciendo esto, a ti mismo te salvarás, y también a los que te oyen” (1 Tim. 4:15, 16. VM. La cursiva es nuestra).
No sólo Dios, sino también los que lo escuchan esperan que el obrero evangélico se limite a su trabajo específico. Si no lo hace, lo advierten y sufren la influencia de su conducta. La gente no puede comprender cómo un obrero adventista puede emplear parle de su tiempo en la proclamación de la inminencia de la venida del Señor y ¡dedicar el resto para prepararse para una estada indefinida y cómoda en este mundo, que, según su predicación, está destinado a una pronta y completa destrucción!
No se puede afirmar honradamente que las entradas denominacionales de los obreros sean insuficientes y (pie necesiten suplirlas mediante actividades marginales. Con el magnífico plan que sigue nuestra iglesia para el sostén de sus obreros, éstos no tienen la menor excusa para enredare en actividades marginales. Hasta donde se pueda ver y tomando en consideración todos los factores, los obreros adventistas (le otros países también están bien atendidos. La Hna. White escribió lo siguiente, años antes de que nuestro excelente plan para el mantenimiento de los obreros estuviese tan adelantado como lo está ahora:
“En cuanto a las cosas temporales, ellos [los obreros] tienen una porción mejor que su Señor y sus discípulos escogidos, a quienes envió a salvar a los perdidos” (Testimonies, tomo 2, pág. 345).
En el tomo 5, pág. 531, leemos:
“El ministro debería guardarse especialmente de cualquier enredo mundanal y unirse a la Fuente de todo poder para representar correctamente lo que significa ser cristiano. Debe desprenderse de todo lo que podría desviar su mente de Dios y la gran tarea para el tiempo presente”.
En los escritos del espíritu de profecía hay muchas referencias como ésta que instan a los obreros a dejar cualquier actividad que podría desviar su atención de la gran tarea a que fueron llamados y a la cual deben dedicarse cabalmente. En el tomo 2, pág. 623 de Testimonies encontramos la siguiente declaración escrita para un obrero que encontraba tiempo para dedicar a las actividades marginales:
“Usted está sacrificando su reputación y su influencia en aras de un espíritu avaro. La preciosa causa de Dios está sufriendo reproche debido a que este espíritu se ha apoderado ¿e sus ministros. Usted está enceguecido y no ve cuán particularmente ofensivas son para Dios estas cosas. Si ha decidido salir de la obra y obtener todo lo que pueda del mundo, hágalo, pero no bajo el manto de la predicación de Cristo. Su tiempo o está dedicado a la causa de Dios o no lo está. Ha considerado sus propios intereses como lo más importante. El tiempo que debiera dedicar a la causa de Dios lo está dedicando a sus intereses personales, y recibe de la tesorería de Dios recursos que no ha ganado”.
De Obreros Evangélicos, págs. 354 y 355, extraemos las siguientes declaraciones:
“El ministro necesita todas sus energías para su alta vocación. Sus mejores facultades pertenecen a Dios. No debe envolverse en especulaciones ni en ningún otro negocio que pueda apartarlo de su gran obra. ‘Ninguno que milita —declaró Pablo— se embaraza en los negocios de la vida; a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado’. Así recalcó el apóstol la necesidad del ministro de consagrarse sin reserva al servicio del Señor.
“El ministro enteramente consagrado a Dios rehúsa ocuparse en negocios que podrían impedirle dedicarse por completo a su sagrada vocación… Satanás presentó este móvil a Cristo, sabiendo que si lo aceptaba, el mundo nunca sería redimido. De diversas maneras presenta la misma tentación a los ministros de Dios hoy día, sabiendo que los que son engañados por ella traicionarán su cometido”.
Estas declaraciones de la pluma inspirada son claras y explícitas. No necesitan mucho comentario. Los hombres y las mujeres llamados a trabajar en esta causa deben ser obreros de lealtad indivisa. Si hacen su trabajo con fidelidad, no tendrán tiempo para actividades marginales. Con el apóstol Pablo dirán: “Una cosa hago”. En el primer versículo de su epístola a la iglesia de Roma, se refiere explícitamente a sus obligaciones como las entiende en relación con Cristo y su causa: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el Evangelio de Dios”. Pablo fue un obrero evangélico de tiempo completo. Dedicó todo su tiempo a ’a proclamación del Evangelio y creía que el plan evangélico suplía las necesidades del que se dedicaba a esa tarea. Dijo: “Los que anuncian el Evangelio, que vivan del Evangelio”; por eso se consideraba apartado para predicar las buenas nuevas de Dios.
En los Reglamentos de la Asociación General, página 77, aparece la siguiente declaración:
“1. Los obreros de nuestras asociaciones e instituciones debieran abstenerse de toda actividad marginal lucrativa y dedicarse por completo a la obra denominacional y el ministerio del Evangelio”.
Y en el Libro de Reglamentos de la División Sudamericana, pág. 61, encontramos lo siguiente:
“El obrero no debiera ocuparse en otros trabajos fuera del de su empleo en la obra sin hacer plenos arreglos con la junta de su asociación o misión. Si recibe pago por trabajos hechos fuera de la obra, debe informarlo al tesorero del campo como ingreso para la organización. Esto incluye remuneraciones por servicios médicos u otros servicios remunerables”.
Poco antes de fallecer uno de nuestros obreros veteranos, que había dedicado más de medio siglo de servicio a la causa, la Asociación General le pidió que llenara cierto cuestionario. Una de las preguntas que debía contestar era: “¿A qué otras actividades se dedicó además de la obra denominacional?” La respuesta fue; “Nunca me dediqué a otro trabajo que el del Señor”. ¡Qué declaración magnífica de parte de un obrero adventista al final de su carrera terrenal! Una persona tal es ciertamente un dedicado siervo de Jesús, apartado para el Evangelio de Cristo. Que nosotros también podamos ser obreros de esa excelente categoría.