El don de lenguas y el espíritu de profecía

Después de haber examinado en detalle cada uno de los textos del Nuevo Testamento que aluden al don de lenguas, queremos ahora considerar la enseñanza del espíritu de profecía sobre el mismo asunto. Como ya hemos visto, en parte por lo menos, esta enseñanza no solo confirma la interpretación de los diversos textos bíblicos estudiados, sino que, además, nos permite comprender el sentido y el valor de las manifestaciones de éxtasis multiplicadas en nuestros días por el movimiento carismático.

Rayos de luz sobre un problema difícil

No volveremos a los comentarios de Elena G. de White concernientes a los pasajes de Marcos 16:17 y Hechos 2:4 y 19:6, tal como los encontramos en El Deseado de Todas las Gentes, pag. 761, y Los Hechos de los Apóstoles, pags. 32, 33 y 229. Ya los hemos citado cuando estudiamos esos textos. (Véase el número de marzo-abril de 1975, pags. 18, 19.) Recordemos, simplemente, que en cada uno de esos comentarios el don de lenguas está considerado como el don de hablar idiomas extranjeros, ya sea como consecuencia de una intervención “milagrosa” del Espíritu de Dios -como en el Pentecostés-, o como fruto de una manifestación “natural” del don de hablar “diversas lenguas” -como probablemente fue lo que ocurrió en Cesarea, Éfeso y Corinto.

En efecto, según la Sra. de White, el don de lenguas no exige obligadamente una manifestación milagrosa del tipo de la de Pentecostés. El don de lenguas, como los otros dones del Espíritu, puede muy bien manifestarse en forma completamente natural, a semejanza de los dones que han recibido “los que ayudan, los que administran”, mencionados por Pablo justamente antes de “los que tienen don de lenguas” (1 Cor. 12:28). Veamos lo que dice la Hna. White: “Hay entre nosotros quienes, sin el trabajo y la demora de aprender un idioma extranjero, podrían prepararse para proclamar la verdad en otras naciones. En la iglesia primitiva, los misioneros eran dotados milagrosamente de un conocimiento de las lenguas en las cuales debían predicar las inescrutables riquezas de Cristo. Y si entonces Dios estaba dispuesto a ayudar así a sus siervos, ¿podemos dudar de que su bendición descansara sobre nuestros esfuerzos para preparar a los que poseen naturalmente idiomas extranjeros, y que, con el debido estimulo llevarían a sus compatriotas el conocimiento de la verdad?” (La Educación Cristiana, pag. 447).

He aquí un punto de vista generalmente descuidado o ignorado por los que tratan de comprender que es exactamente el don de lenguas. Casi invariablemente se piensa en seguida en el don de hablar milagrosamente “otras lenguas” sin haber tenido que aprenderlas, o en la facultad de hablar en lenguas en estado de éxtasis. Precisamente, una de las características de los dones del Espíritu es lo natural, y no lo milagroso o lo extraordinario. Los dones del Espíritu se reconocen por sus frutos, por su utilidad prestada a la comunidad. Es el gran principio enunciado por Pablo en 1 Corintios 12, 13 y 14 para juzgar los dones en general, y el don de lenguas en particular; y es también el principio aplicado por la Hna. White en diversos pasajes donde se refiere a esos capítulos.

Aludiendo a 1 Corintios 14:14-16, ella escribe: “Vi que todos deben cantar con el espíritu, y también con el entendimiento. A Dios no le agrada la confusión de voces y la discordia. Siempre le agrada más lo correcto que lo erróneo. Y cuanto más correcto y armonioso sea el canto del pueblo de Dios, tanto más glorificado será el Señor, beneficiada la iglesia y afectados favorablemente los incrédulos” (Joyas de los Testimonies, tomo 1, pags. 45, 46).

En otro libro encontramos una aplicación de las declaraciones hechas en 1 Corintios 14:7-12 y 13-19: “El principio presentado por Pablo acerca del don de lenguas, se aplica igualmente al uso de la voz en la oración y en la reunión de testimonies” (Consejos para los Maestros, pag. 231). “En todos nuestros servicios religiosos debemos procurar conducirnos de tal manera que ello edifique a los demás, obrando en la medida que está a nuestro alcance para la perfección de la iglesia” (Ibid.). Y a continuación cita 1 Corintios 14:13-19.

En otro pasaje la Hna. White aplica directamente algunos pensamientos contenidos en 1 Corintios 14:22-25 al falso don de lenguas, tal como lo practicaban ciertos adventistas de sus días. “Algunos se regocijan de que tienen los dones que otros no tienen. Dios quiera librar a su pueblo de tales dones. ¿Qué hacen estos dones por ellos? ¿Se unen en la fe por el ejercicio de estos dones? ¿Y convencen acaso a los incrédulos de que Dios está en verdad con ellos? Cuando estos seres discordantes, que sostienen sus diferentes opiniones, se reúnen y manifiestan considerable excitación y se expresan en lengua desconocida, dejan brillar de tal manera su luz que los incrédulos dicen: Esta gente no está cuerda; esta arrebatada por una falsa excitación, y sabemos que no tiene la verdad’ ” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pag. 168).

En fin, en diversas ocasiones la Sra. de White aplica la expresión “lengua desconocida”, que se encuentra en la versión King James, para traducir la expresión “hablar en lengua” (en singular) de 1 Corintios 14, a aquellos que en sus días hablaban en lenguas mientras se hallaban en éxtasis. “Algunas de esas personas tienen manifestaciones de lo que llaman dones, y dicen que el Señor las ha colocado en la iglesia. Hablan en una jerigonza incomprensible que llaman la lengua desconocida, y que lo es no solo para el hombre, sino para el Señor y todo el cielo. Estos dones son fabricados por hombres y mujeres ayudados por el gran engañador” (Id., pag. 161).

Reconocemos que estos pasajes que tienen relación con la primera epístola de Pablo a los corintios no pueden ser considerados como comentarios del texto sagrado. Son más bien aplicaciones prácticas a ciertas situaciones particulares del tiempo de la Hna. White. Es interesante verificar, sin embargo, que cada una de estas aplicaciones concuerda con el pensamiento de Pablo, que quería rectificar el error, denunciar el abuso y condenar ciertas prácticas, a fin de que se haga “todo para edificación” (1 Cor. 14:26). Es particularmente significativo comprobar que la Hna. White emplea la expresión “hablar en lengua” en singular, sistemáticamente traducida “lengua desconocida” en la versión que ella utilizaba con preferencia, para denunciar el falso don de lenguas, las lenguas habladas en estado de éxtasis.

De todos modos, estas pocas declaraciones arrojan suficiente luz sobre este difícil problema, para que conozcamos la position precisa de la Sra. White. Para ella existe ciertamente un don de lenguas que permite predicar el Evangelio en todas las lenguas de la tierra a fin de que cada uno lo comprenda en su propio idioma. Pero también existe, para ella, una falsificación del don verdadero. Desde los orígenes de este movimiento, ella fue testigo ocular de ciertas manifestaciones relativas al uso de lenguas desconocidas, y las denunció sin demora, y luego las combatió de acuerdo con las revelaciones que le dio el Señor.

El hablar en estado de éxtasis en la naciente Iglesia Adventista

En una serie de siete artículos aparecidos en la Review and Herald del 15 de marzo al 26 de abril de 1973, el pastor Arturo L. White se refiere a las diversas manifestaciones de este tipo que ocurrieron en las primeras comunidades adventistas. Describe particular- mente la actitud de la Hna. White frente a ellas, recordando las instrucciones recibidas al respecto y el papel que desempeñó para impedir su desarrollo. La esencia de lo que sigue proviene de esos artículos.

Para comprender como aparecieron esas manifestaciones en el seno de la Iglesia Adventista desde los primeros arios de su existencia, debemos decir que “el hablar en lengua desconocida” estaba muy difundido en los medios evangélicos de los años 1830 a 1840. Numerosos grupos religiosos salidos de la Reforma, por otra parte, han conocido este fenómeno: los anabaptistas, hugonotes, cuáqueros, metodistas, hermanos moravos, mormones e incluso los jansenistas. No debe extrañarnos, entonces, que ciertas almas particularmente celosas hayan introducido este género de manifestaciones en las primeras comunidades adventistas. Muchos de estos casos han sido fielmente registrados por testigos dignos de confianza, y algunos de ellos han sido incluso objeto de mención en nuestros mismos periódicos: The Present Truth y la Review and Herald.

El documento más antiguo que tenemos referente a lenguas habladas en estado de éxtasis, describe lo ocurrido de esta forma: “Nosotros también podemos dar testimonio de manifestaciones del don de lenguas. Estábamos en una reunión en Paris, Maine, probablemente en 1847 o 1848. Era una reunión regular. Estaban presentes los esposos White, así como los Hnos. Ralph y Chamberlain, de Connecticut, y otros. Mientras se desarrollaba la reunión, el Espíritu de Dios se manifestó de una manera especial. El Hno. Ralph se puso a hablar en lengua desconocida. Su mensaje estaba dirigido al Hno. J. N. Andrews, y dijo que el Señor lo llamaba al ministerio evangélico, y que él debía prepararse para asumirlo. El Hno. E. L. H. Chamberlain se levantó en seguida y dio la interpretación de lo que se había dicho” (Documento N° 311, que se halla en los archives de los Fideicomisarios del Patrimonio de Elena G. de White).

El Hno. Hiram Edson refiere un caso similar. Este hombre digno de confianza fue el primero que comprendió el significado de la visión de los 2.300 días. Testigo del suceso, escribió: “Dios manifestó su poder con evidencia, y el Hno. Ralph hablo en una lengua nueva, dando la interpretación con poder y demostración del espíritu Santo”. En el mismo informe, publicado en The Present Truth, de diciembre de 1849, se da cuenta también de ciertos detalles de una visión de la Hna. White en relación con la misma preocupación que animaba al Hno. Ralph. Sin embargo, en cuanto a la manifestación del supuesto don de hablar en lengua desconocida, la Hna. White no quedó convencida.

El 19 de agosto de 1851 Jaime White publica en la Review and Herald una carta de la Hna. F. M. Shimmer. Este relato abarca no solamente lo ocurrido en la pequeña iglesia de East Bethel, Vermont, sino en el seno de otras comunidades. “Muy recientemente el Señor ha enviado entre nosotros al Hno. Holt, a quien ha bendecido abundantemente en sus trabajos. Después de haber bautizado a seis de nosotros, aparto al Hno. Morse por imposición de manos antes del servicio de la Santa Cena. El Espíritu Santo dio testimonio de su aprobación mediante el don de lenguas y manifestaciones solemnes de la presencia y el poder de Dios. El lugar era mísero, pero glorioso. Ciertamente, nunca lo vimos de esa forma” (Review and Herald, 19-8-1851).

Al paso que las manifestaciones de ese género se multiplicaban y que los fieles las consideraban como seriales auténticas del espíritu de Dios, la Hna. White recibid instrucciones precisas, en una visión que recibid el 24 de diciembre de 1850: “Vi que existe el gran peligro de que esos ejercicios espirituales sean falsos, y que las opiniones e ideas preconcebidas influyen en gran medida sobre ellos, de modo que no se puede tener plena confianza en esos fenómenos… Vi que nos debemos esforzar en todo tiempo por estar libres de toda excitación malsana e inútil. Vi que había gran peligro de abandonar la Palabra de Dios para apoyarse y confiar en esos fenómenos. Vi que Dios obro mediante su Espíritu en el grupo de ustedes, en el caso de algunas de sus manifestaciones y algunas de sus acciones, pero veo peligros para el futuro… La Palabra de Dios debe ser seguida estrictamente y exaltada ante el pueblo de Dios” (Manuscrito 11, 1850).

Como vemos, estas instrucciones constituyen la primera advertencia contra estos fenómenos en general, que la Hna. White denomina “ejercicios”, y que comprenden entre otras manifestaciones ruidosas oraciones en voz muy alta, demostraciones físicas de postración, y naturalmente el hablar en lengua desconocida. Quien quiere progresar en su vida espiritual, debe acudir a la Palabra de Dios, pues únicamente ella constituye el criterio perfecto de la verdad. Por su intermedio, toda persona está en condiciones de saber qué cosas provienen del espíritu de Dios y cuáles no. Esta es la recomendación del espíritu de profecía. (Continuará).

Sobre el autor: Como lo hemos mencionado otras veces, el pastor Juan Zurcher es secretario de la División Euroafricana. Ya hemos publicado tres artículos suyos sobre el mismo tema.