Leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efe. 3:4-6).
El tiempo que el apóstol Pablo pasó en su celda como prisionero del César, le dio la oportunidad de reflexionar profundamente en los asuntos espirituales y teológicos. Apartado de las presiones propias del evangelismo y de las misiones en tierras extranjeras, el apóstol se vio en la necesidad de considerar serenamente su tumultuosa vida. Los asuntos personales tenían muy poco valor para el viejo guerrero, porque había dicho y demostrado que lo personal no era nada (Fil. 3:7, 8) comparado con la eminencia del conocimiento y de los requerimientos que implicaba el discipulado de Cristo. A medida que Pablo reflexionaba en el profundo y abarcante significado del discipulado, desde su portentoso descubrimiento en el camino a Damasco hasta el establecimiento de iglesias en toda Asia, el Espíritu Santo lo inspiró a escribir algunas de las epístolas más maravillosas de todo el Nuevo Testamento, una de las cuales es Efesios.
Pablo contempla asombrado en esta carta, la naturaleza de la iglesia, “formada por judíos y gentiles, asiáticos y europeos, esclavos y libres, representantes todos de un mundo resquebrajado que debía ser restaurado a la unidad en Cristo”.1 El apóstol hace notar la destrucción de “la pared intermedia de separación” (Efe. 2:14) por el Hombre de la cruz. Dicha verdad histórica lo abruma con sentimientos de éxtasis y gozo indescriptibles que los considera nada menos que la obra de la Deidad. En realidad, en su extraordinaria conclusión del capítulo 2 Pablo presenta como testigos el nombre de Dios Padre, el nombre de Dios Hijo y el nombre de Dios Espíritu Santo como los arquitectos de la maravillosa unidad que debería caracterizar a la iglesia cristiana compuesta por personas de diversos tipos.
Asimismo, el apóstol llama a esa unidad un “misterio”, y usa esta palabra varias veces (Efe. 1:9; 3:3, 4, 9) para subrayar la naturaleza divina de dicha unidad.
¿Qué es este misterio? ¿Cuáles son sus contenidos? ¿Qué significado tiene en la actualidad?
El significado del misterio
La palabra griega musterion, se refería, en su uso clásico, a “cualquier cosa oculta o secreta-, y se usaba para referirse a los ritos sagrados de las religiones esotéricas, en los cuales sólo los iniciados podían participar”.2 Sin embargo, el uso de la palabra en el Nuevo Testamento “significa un secreto que ha sido, o sigue siendo revelado; que también es divino en su esfera, y debe ser dado a conocer a los hombres por Dios a través de su Espíritu”3 Para Pablo tanto el contenido como el propósito de este misterio son incomprensibles para la mente humana de no mediar la revelación y la ayuda divina. Incluso al propio apóstol sólo se le dio a conocer a través de la “revelación”, obviamente una referencia a su llamamiento en el camino a Damasco y su posterior preparación para su obra por el Espíritu Santo (véase Gál. 1:11, 12). Para Pablo “lo que le fue revelado lo capacitó para trabajar como dirigente y sabio maestro, y también dio forma a los mensajes que en años ulteriores envió a las iglesias. La impresión que recibió cuando estuvo en visión lo acompañaba siempre y lo capacitaba para presentar una correcta descripción del carácter cristiano. Mediante la voz y sus cartas dio su mensaje, que desde entonces ha auxiliado y fortalecido a la iglesia de Dios”.4
Otra característica de este misterio es que las generaciones que vivieron antes de la venida de Cristo no habían estado claramente conscientes de él. Dios había decidido revelarlo plenamente en la persona de Cristo, y Pablo fue el recipiente de dicha revelación. Note usted el comentario de Barclay: “A su vida (de Pablo) había llegado la revelación del gran secreto de Dios. Este decía que el amor, la misericordia y la gracia de Dios no eran solamente para los judíos, sino también para todas las barreras eran totales. A nadie se le había ocurrido hasta entonces, ni siquiera en sueños, que los privilegios de Dios fueran para todos los pueblos. Fue Pablo quien hizo ese descubrimiento”.5
Los contenidos del misterio
¿Cuáles son los contenidos de este misterio? El apóstol no deja lugar a dudas acerca de ellos en Efesios 3:6: “El secreto es éste: que por medio del mensaje de salvación, los no judíos recibirán la misma herencia que los judíos, pues son miembros del mismo cuerpo y tienen parte en la misma promesa que Dios hizo en Cristo Jesús” (versión Dios habla hoy).
Pablo bosqueja tres grandes con- tenidos de este misterio. Primero, los gentiles llegan a ser coherederos con los judíos. Segundo, ambos llegan a ser miembros del mismo cuerpo. Tercero, ambos llegan a ser participantes de la promesa en Cristo Jesús a través del evangelio.
Para el apóstol, entonces, el misterio es la actividad redentiva de Dios a través de Jesús que hizo que el cuerpo de Cristo fuera uno. La unidad entre judíos y gentiles es parte de este miste’ rio, y el apóstol emplea toda su agudeza espiritual y teológica para definir su estructura (véase Efe. 2:11-22). Nótese el argumento de Pablo:
Sin Cristo -los gentiles estaban:
■ “Alejados de la ciudadanía de Israel” (vers. 12).
■ “Ajenos a los pactos de la promesa” (vers. 12).
■ “Sin esperanza” (vers. 12).
■ “Sin Dios en el mundo” (vers. 12).
■ “Alejados” (vers. 13).
En Cristo -los gentiles están:
■ “Cercanos por la sangre de Cristo” (vers. 13).
■ “Ya no sois extranjeros ni advenedizos” (vers. 19).
■ “Conciudadanos de los santos” (vers. 19).
■ “Miembros de la familia de Dios” (vers. 19).
■ “Edificados… para ser un templo santo en el Señor” (vers. 20, 21).
En Cristo tanto judíos como gentiles tienen una experiencia semejante:
■ Paz: “Derribando la pared intermedia de separación” (vers. 14).
■ Unidad: “De ambos pueblos hizo uno” (vers. 14).
■ Un nuevo hombre: “Para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre” (vers. 15).
■ Reconciliación: “Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo” (vers. 16).
■ Entrada: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entra da por un mismo Espíritu al Padre” (vers. 18). *
Habiendo puesto cuidadosamente el fundamento de la estructura de la unidad entre judíos y gentiles, Pablo se asegura de que sus lectores entiendan su preocupación principal: que esta unidad no es el resultado de factores humanos, sino de la intervención divina en la historia humana en la Persona de la cruz. La paz y la reconciliación entre las piezas rotas de la humanidad no son posibles si Dios mismo no las concibe y las revela a través de la reconciliadora “sangre de Cristo” (vers. 13) y las ejecuta en un acto de gracia. De hecho, para la mente del apóstol, la cesación de las hostilidades entre judíos y gentiles, el rompimiento de las barreras entre ellos y su unidad no son, sino un milagro divino: el milagro de la cruz (vers.16). Ningún poder humano podría concebir o producir la creación de la nueva persona, la “una” persona, la persona en Cristo Jesús. Sólo Dios podía hacerlo.
El significado del misterio en la actualidad
mmmm¿Cuál es el significado de este misterio en la actualidad? Lo que significaba en los días del apóstol. Primero, debería concientizarnos de la unicidad de la persona humana. Las matemáticas paulinas de Efesios 2 y 3 declaran que 1 + 1=1. Por supuesto, eso está más allá de cualquier matemática o lógica humana. Pero el misterio del evangelio no es ni matemático ni lógico. El misterio supone lo imposible. Dota de poder a la creación de la nueva humanidad, en Jesús, que debe aceptar la indivisibilidad de la persona humana.
Segundo, el misterio debe hacernos conscientes de que aunque pueden existir diferencias entre las personas, géneros, culturas, razas y naciones, no se debe permitir que esas diferencias disminuyan el valor y la dignidad de la persona humana. La cruz nos enseña precisamente eso. La epístola a los Efesios sostiene que la familia de Dios no tiene murallas divisorias. El fanatismo -sea racial, cultural, o de cualquier otra índole- es, fundamentalmente, anticristiano y, por lo tanto, es una conducta inaceptable para aquellos que pretenden vivir el evangelio.
Tercero, el poder del misterio debería permear nuestra vida interior de tal manera que llegue a ser un descubrimiento personal y que todas nuestras relaciones sean gobernadas por su dinámica. Las palabras de Pablo deben llegar a ser nuestras: De este evangelio “fui hecho ministro” (Efe. 3:7).