Primera parte

“Buenos días, doctor. Vine a verlo por  si Ud. puede ayudarme a salvar mi alma”. Estas fueron las palabras de una mujer de cuarenta años que entró a mi consultorio para la primera de una serie de charlas acerca de sus problemas matrimoniales.

Aunque no muy fina, la expresión de esa mujer dirigía la atención hacia un importante elemento en el consejo matrimonial dado por un ministro o médico cristiano. La tarea de consejero matrimonial ofrece una oportunidad inmejorable para llamar la atención hacia las necesidades espirituales. Siempre que se originen problemas entre un esposo y una esposa, el alma de alguien está en la balanza.

La consulta puede ser el medio de despertar a un esposo o una esposa en cuanto a la evidencia de que están apostatando. Puede hacer que se den cuenta que el Señor en su misericordia ha permitido que su matrimonio se vea comprometido a fin de salvarlos, si ellos lo permiten, de la tragedia peor de la pérdida de la vida eterna. Puede ayudarles a verse a sí mismos en una nueva perspectiva y a reconocer cómo Satanás ha hecho que se vuelvan egoístas. Puede mostrarles que han ignorado sus oportunidades de compartir su fe con los que tienen necesidad de la salvación.

En algunos casos la consulta matrimonial no produce el resultado deseado de traer armonía al matrimonio. La técnica del consejo matrimonial no proporciona elementos mágicos por los cuales un ser humano puede ser obligado a hacer aquello que él no elige hacer. Pero el consejo matrimonial, dirigido por una persona con visión espiritual, puede arrojar luz sobre el procedimiento de Dios al permitir la adversidad a fin de fortalecer el carácter. La tarea del consejero puede salvar un alma, aunque pueda no salvar el matrimonio.

Para algunos no será fácil emprender la tarea del consejero matrimonial. En algunos casos puede parecer que los esfuerzos no han producido los buenos resultados que uno esperaba. Sin embargo, el mismo hecho de haber tenido el privilegio de ventilar problemas personales, intereses espirituales y el bienestar eterno con una persona en circunstancias en que ésta presta la máxima atención debido a la situación angustiosa en que se encuentra, significa que el consejero está haciendo más bien de lo que él mismo percibe. Sólo la eternidad revelará el verdadero resultado.

Algunos detalles de la entrevista del consejero serán considerados en la segunda parte de este artículo. Mencionaremos aquí la actitud y los procedimientos que debe asumir el ministro-consejero para tener éxito y permanecer animado a pesar de las fragilidades humanas de sus aconsejados.

NO SOBRESTIME SU CAPACIDAD

Hay muchos tipos de personalidad pero ninguno que asegure el éxito en aconsejar a todas las personas. Cuanto más pronto Ud. se dé cuenta que hay ciertas personas a las cuales Ud. no está adaptado para alcanzar en cuestiones de consejos matrimoniales, tanto mejor. Aun consejeros de larga experiencia hallan oportuno referir ciertos clientes suyos a otros consejeros. No vacile en transferir a otro colega un cliente que no responda a sus esfuerzos. Su personalidad puede ser mejor adaptada para hacer frente a las necesidades de ese individuo en especial. Cuando el consejo implica problemas legales, refiera el cliente a un abogado en vez de mezclarse en asuntos para los cuales no ha recibido preparación. Igualmente, cuando sienta que hay alguna base física para la inadaptación sexual, refiera el caso a un médico.

PROTEJA SU BUEN NOMBRE

La tarea de consejero matrimonial hace a una persona más vulnerable a la crítica que casi cualquier otra actividad profesional. Si Ud. tomara la poco sabia decisión de aconsejar a una cliente en su propia casa a solas, o la recibe en su propia oficina cuando no hay nadie en la habitación contigua, Ud. se está exponiendo a que ella pueda decir lo que quiera acerca de Ud. Es un riesgo demasiado grande para un profesional. Si la cliente insistiera en querer verlo a solas, ésta es una razón demás para ser cauto. No es necesario que otra persona esté escuchando desde afuera lo que se diga, pero por lo menos debiera haber alguien en la habitación contigua.

En algunos casos marido y mujer querrán venir juntos para la visita. Esto simplifica el problema mencionado, pero al mismo tiempo a menudo introduce una complicación. Cuando ambos están juntos existe el peligro de que la conversación degenere y ellos comiencen a hacerse acusaciones personales. No es fácil para una persona admitir que ha sido parte culpable, especialmente cuando es su cónyuge quien cuenta la historia y cuando es el ministro quien la está oyendo. Cuando Ud. vea que se está creando esta clase de tensión, sugiera que esperen por turno en la pieza contigua mientras Ud. habla con uno de ellos.

NO SEA ARBITRARIO

El propósito del consejo matrimonial no es dar órdenes, sino ayudar a la persona atribulada a evaluar sus problemas y enfrentarlos fríamente. Deténgase cuando sienta que le gustaría establecer cuál es a su parecer el problema básico y dar su consejo acerca de cómo resolverlo. Su función no es la de instruir arbitrariamente, sino la de conducir los pensamientos del cliente. Los pensamientos que él elabore tendrán mucho más influencia sobre su futuro que las palabras que Ud. pueda usar para aconsejarlo. Anímelo a descubrir qué es lo que realmente está mal, y luego participe en buscar maneras de corregirlo.

El cliente queda contrariado cuando el consejero arriba en seguida a conclusiones. Habiendo luchado con sus problemas durante semanas, o meses en algunos casos, es fácil para él interpretar las prontas respuestas del consejero como un reflejo de su propia inteligencia. Es como si el consejero le estuviese diciendo: “Es fácil encontrar el problema. Ud. tendría que haberse dado cuenta de eso antes siquiera de venir a consultarme”. Sea paciente, pues, y no avance más rápido de lo que esté seguro que el cliente pueda seguirlo al tratar de ayudarlo a ver las relaciones de causa a efecto.

NO ESPERE MANIFESTACIONES DE ABIERTA GRATITUD

La razón por la cual personas que han sido beneficiadas por los consejos matrimoniales a menudo parecen desagradecidas es porque es realmente doloroso para ellas evocar las desagradables experiencias a través de las cuales han pasado. Para ellos expresar gratitud por la ayuda que Ud. les dio en tiempo de necesidad es lo mismo que admitir que hubo un tiempo cuando sus problemas eran muy grandes. Confórmese, pues, con que las circunstancias hayan mejorado, de otra manera ellos habrían vuelto para pedirle consejos adicionales.

CONSERVE REGISTROS

Para su propia protección y por el valor que ello pueda tener como material de referencia, conserve registros escritos de las sesiones de consejos que realice. Deben contener nombres, fechas y un resumen de las circunstancias. También debiera Ud. hacer constar el tipo de consejo que dio y la respuesta del cliente al mismo. Asegúrese que los registros sean guardados en lugar seguro fuera del alcance de otra persona. Es mejor que se hagan en forma manuscrita o sean tecleados personalmente a máquina antes que ser preparados por una secretaria.

RESPETE TODA INFORMACIÓN CONFIDENCIAL

El mayor menoscabo a que puede estar sujeto un consejero matrimonial es que se forme la opinión de que él refiere las cosas que se le dicen confidencialmente. El único curso seguro es no mencionar a nadie el contenido de sus entrevistas, ni siquiera a su esposa o a un colega en el ministerio. Cuando se le hagan preguntas, conteste simplemente: “No tengo permiso para revelar los hechos”.

Tenga cuidado de no usar un caso como ilustración en un sermón en la misma comunidad en la cual viven las partes. Para seguridad de aquellos que más tarde puedan acudir a Ud. como consejero, diga simplemente: “Este incidente ocurrió hace varios años en un lugar muy distante de aquí”.

Al tratar con marido y mujer, asegúrese que tiene el permiso de aquel a quien va a citar antes de decirle al otro lo que su cónyuge ha dicho.

La del consejero matrimonial es una tarea que da sus frutos. Aunque, como se mencionó, algunos casos no resultan tan favorables como se esperaba, el privilegio de estar cerca de aquellos que tienen problemas personales es una parte digna de la obra de un ministro. Y la satisfacción que se recibe toda vez que, con la bendición de Dios, se salva un matrimonio apacigua el desengaño sufrido en un caso en que la respuesta ha sido desfavorable.

En su consejo a Timoteo, el apóstol Pablo indica que la obra de un ministro consiste en mucho más que en predicar. La amonestación se aplica también a los ministros de la presente generación: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2).

Sobre el autor: Loma Linda, California