Abogamos por una comprensión más profunda de la sexualidad humana en el ejercicio de la profesión ministerial.

Algunos pastores creen que es impensable siquiera sugerir que exista la necesidad de dialogar honestamente sobre la ética sexual. Durante una presentación para los empleados de la iglesia sobre el tema, un pastor joven me reprendió por perder el tiempo hablando de un problema que no existía. Yo hablé con él más tarde. Me dijo que nunca había tenido un problema con la ética sexual y por eso ni siquiera había fantaseado con respecto a ninguna mujer excepto su esposa. E incluso aquellas fantasías habían sido seriamente controladas, dijo, pues de otra manera serían incorrectas. Además, decía que nunca había sido tentado sexualmente y que era degradante para cualquier pastor admitir la inmoralidad.

Mi corazón se afligió por este joven pastor.

—Temo por su alma —le dije—. Negar nuestra sexualidad nos deja desamparados frente al tentador. Hay una gran diferencia entre inocencia y virtud. Inocencia es un estado en el cual usted nunca ha sido tentado. Virtud es un estado en el cual usted ha sido tentado, pero por la gracia de Dios ha pasado con éxito la prueba. Me temo que su prueba

esté todavía por delante y lo encuentre a usted sin preparación.

Peligros ocultos en el ejercicio de la profesión del pastor

Las raíces de la negación se mantienen profundamente ocultas en el ministerio cristiano. Al admitir las tentaciones sexuales, alguien podría preguntar, ¿no estaremos comparándonos con otros seres puramente mortales? ¿No estaremos negando el llamamiento de Dios? ¿Cómo podemos admitir que luchamos con las mismas tentaciones que tiene nuestra congregación? ¿Cómo podemos ayudar a otros a resolver sus problemas sexuales si reconocemos tener los mismos problemas? ¿Nos hace menos efectivos como consejeros y menos respetados por los miembros de iglesia el reconocer que las tentaciones de origen sexual son reales entre los pastores?

Al margen de tales preguntas, los pastores también son perturbados por varias trampas en el ejercicio de su profesión. Una de ellas puede ser la excesiva familiaridad con Dios. Nos acostumbramos a hablar tan seguido con Dios durante todo el día, que probablemente ya no tenemos el mismo temor reverente ante su presencia. Incluso nuestra vida devocional puede llegar a convertirse en una parte de nuestro trabajo diario. (¿Qué pastor no ha tomado notas para sus sermones durante sus devocionales?) Nuestra recreación va integrada con las actividades de la iglesia, e incluso nuestras casas son a veces propiedad de la iglesia. En otras palabras, nuestra carrera y la iglesia llegan a ser prácticamente sinónimos.

Otra trampa es la saturación del pecado. Cada día la gente viene a nosotros cargada de pecados. Y a veces describen sus angustias con vividos detalles. Esa constante exposición al problema del pecado puede desensibilizar nuestras mentes a su fealdad, y el pecado puede perder su agudeza y ser categorizado en estereotipos conductuales cuidadosamente calculados.

Una tercera trampa es la sobrecarga de trabajo. El joven pastor mencionado antes indicó que casi nunca tomaba sus vacaciones, porque estaba demasiado ocupado. Y raramente se encontraba en su hogar. Cuando el pastor no se desconecta periódicamente de ‘los asuntos’ de Dios, el agotamiento es el resultado más frecuente. El tiempo apartado para asuntos seculares no significa estar lejos de Dios. Más bien conlleva la idea de detenernos por un momento en nuestro frenético paso para ser reabastecidos y renovados. Si Elías necesitó aislarse seis semanas para renovarse, y Jesús periódicamente buscaba un tiempo de quietud, ¿qué pastor, en este tiempo de vida turbulenta y agitada, puede darse el lujo de renunciar a sus vacaciones anuales?

Todas estas trampas están relacionadas con el problema de la ética sexual en el ministerio. Cuando estamos sobrecargados de trabajo, somos poco apreciados, y estamos constantemente expuestos al pecado, es posible que no detectemos las tentaciones de la atracción sexual hasta que ya es demasiado tarde.

Afrontemos los problemas

Una encuesta realizada por la revista Christianity Today publicada en Leadership refuerza nuestra urgente necesidad de tratar el asunto de la ética sexual en el ministerio.[1] Cuando se les preguntó, “¿Han hecho alguna vez algo en el ministerio con alguien (que no sea su cónyuge) que sienten que fue sexualmente impropio?”, uno de cada cuatro pastores admitió tener un problema de ética sexual. Cuando se les preguntó: “¿Han tenido alguna vez relaciones sexuales con alguien que no sea su esposa desde que están en el ministerio”, uno de cada ocho admitió haber cometido adulterio. Muchos de los que contestaron negativamente añadieron. “¡He llegado muy cerca!”

Las atracciones sexuales y las fantasías se consideran impropias para los pastores. Una encuesta realizada por la revista Men’s Health informó que el 35 por ciento de los que respondieron tenían fantasías sexuales sobre una base diaria; y el 80 por ciento, cuando menos una vez por semana. Es importante hacer notar que casi nueve de cada diez de los que respondieron tenían por lo menos cierta educación universitaria, y cuatro de cada diez tenían estudios de posgrado.[2] Contrariamente a lo que algunos creen, las atracciones sexuales y las fantasías no disminuyen con la educación elevada.

Mirando hacia atrás, a mi experiencia en el seminario, me doy cuenta que se dedicó muy poco tiempo a prepararme para tratar con la atracción física o emocional y mi propia sexualidad. La idea era que los pastores deberían ser capaces de controlar sus necesidades sexuales y sus pensamientos. De hecho, si usted hacía un tipo de preguntas aventurado, corría el riesgo de ser clasificado como indigno del ministerio. La encuesta de Christianity Today descubrió que en el caso de tres de cada cuatro pastores, la sexualidad nunca fue explicada ni discutida en el hogar donde crecieron. El fracaso del seminario en su intento por tratar este tema refuerza la negativa de los pastores a tener nada que ver con la sexualidad humana. Gary Collins, profesor del Trinity Evangélical Divinity School, dice: “Vivimos en una época corintia, pero estamos preparando estudiantes para una época victoriana”.

Una encuesta adventista

Durante 1991 y 1992 yo presenté seminarios sobre ética sexual en mi trabajo de ayuda a los demás, en nueve asociaciones de la División Norteamericana y en la Universidad Andrews. Tomamos una encuesta de ética sexual en cada seminario antes de comenzar la presentación. Del total de 586 que respondieron, 416 eran varones. La mayoría eran pastores (88 por ciento de los hombres y sólo el 5 por ciento de las mujeres). Muy pocos de entre ellos eran consejeros. Entre las mujeres, una de cada cinco era maestra y más de la mitad dijo tener otra ocupación, generalmente esposa de pastor. 218 de los que contestaron habían crecido en hogares adventistas, 119 en hogares protestantes. El resto no indicó el tipo de hogar del cual procedían. La encuesta se tomó en un cuarto abarrotado de gente, nada privado, y con las parejas sentadas juntas, quizá sugiriendo que el resultado debería estimarse como conservador.

¿Se involucró alguna vez en relaciones sexuales premaritales? La mitad de los hombres y el 47 por ciento de las mujeres respondieron que sí. Un porcentaje significativamente bajo de los que crecieron en hogares adventistas habían tenido relaciones sexuales premaritales. Incluso si no hablamos mucho de sexo, de alguna manera manejamos la importancia de la abstinencia antes del matrimonio.

Quizá también la falta de oportunidades para fallar pudo contribuir a esta exitosa tasa.

¿Ha tenido usted relaciones sexuales, después de su matrimonio, con otra persona que no sea su cónyuge? Uno de cada nueve hombres y una de cada diez mujeres respondieron que sí. Sin embargo, los que habían crecido en hogares adventistas tuvieron un 10 por ciento más de relaciones sexuales extramaritales que el promedio. Al parecer, la presión paterna en el hogar de abstenerse del sexo premarital tuvo un efecto adverso cuando llegamos al sexo extramarital. Casi con seguridad esto se debe a que no todos los valores enseñados por los padres son aceptados por los hijos.

¿Ha sido alguna vez sexualmente atraído hacia un cliente, paciente, estudiante, o miembro de la iglesia, sin que se involucre realmente en una relación sexual? Sesenta y cinco por ciento de los hombres y 31 por ciento de las mujeres respondieron que sí. Y es sumamente interesante que más pastores (64 por ciento) que consejeros (48 por ciento) o maestros (39 por ciento) sintieron tal atracción.

¿Se atrevería usted a hablarle a su cónyuge acerca de su atracción sexual hacia su cliente, paciente, estudiante o miembro de iglesia? ¡Casi el 47 por ciento de ambos sexos respondieron que no! Aquellos que se sentían inseguros de discutir el tema con su cónyuge habían crecido en hogares adventistas (60 por ciento). Quizá la presión de abstenerse del sexo premarital sin discutir previamente la sexualidad no anima a abrir el diálogo sobre el tema incluso después del matrimonio.

¿Ha tenido usted alguna vez un romance? Al parecer, esta pregunta fue interpretada más ampliamente que ¿Ha tenido relaciones sexuales con otra persona que no sea su cónyuge después de su matrimonio?, uno de cada ocho hombres (mayormente pastores) y una de cada seis mujeres (mayormente esposas de pastores) respondieron que sí. En una sociedad en la cual la infidelidad sexual masculina está bien documentada, es alarmante que la mayoría de las esposas de los pastores informara haber tenido un romance.

¿Fue usted víctima de un abuso sexual cuando era niño? Sabemos, por las investigaciones, que la mayoría de los individuos que sufrieron abusos en su niñez no pueden recordarlo hasta que algo acicatea la memoria posteriormente en la vida. La mente, misericordiosamente, bloquea dicha experiencia traumática, pues de otra manera el dolor sería demasiado grande. Y todavía, a pesar de esto, uno de cada 16 hombres y una de cada cinco mujeres, informaron que fueron víctimas de abusos sexuales. Los más altos porcentajes de abuso sexual provinieron de aquellos que fueron criados en hogares no religiosos (8 por ciento).

Conclusiones cautelosas

La familia adventista parece tener, de alguna manera, éxito en proteger a los niños del abuso sexual, mientras todavía están en el hogar. Aquellos que crecieron en hogares adventistas tienen significativamente menos relaciones sexuales premaritales y sufrieron menos abusos sexuales cuando eran niños. Sin embargo, cuando estos jóvenes se vuelven adultos, se involucran en relaciones sexuales extramaritales y se sienten menos dispuestos a discutir asuntos sexuales con sus cónyuges.

Esta encuesta confirma la premisa de Peter Rutter (Sex in the Forbidden Zone), en el sentido de que los varones, más que las mujeres, son atraídos sexualmente por otra persona fuera de su cónyuge. La encuesta de Christianity Today indicó que ocho de cada diez amoríos extramaritales fueron iniciados por atracción física o emocional y no por problemas en el matrimonio. Y a causa de la atracción sexual, incluso entre los pastores, es posible que necesitemos enfocar la ética sexual en una forma más completa y progresiva que en el pasado. Nuestra encuesta muestra que más de seis de cada diez afirman haber sido sexualmente atraídos hacia alguien que no era su cónyuge, y uno de cada ocho ministros tuvo un amorío después de su matrimonio. Eso significa que de los aproximadamente 3,900 profesionales que sirven a la iglesia en la División Norteamericana (3,200 en funciones pastorales actuales), cerca de 480 de ellos han tenido algún amorío y aproximadamente 2,500 han luchado con una atracción sexual que no tenía que ver con su esposa.

Recomendaciones y observaciones

1. Desarrolle un programa educativo progresivo y un currículo para que los pastores y profesionales en general que se dedican al aconsejamiento y a ayudar a otros reafirmen y enseñen ética sexual. Esto requeriría un esfuerzo más amplio que sólo valerse de un video y del formato de guía de estudio que está disponible a través del Centro de Abastecimiento Ministerial de la Asociación General.[3]

2. Reestructure el currículo del seminario para dar más énfasis a la ética sexual en consejería y relaciones interpersonales. Los pastores que ya están en el campo podrían asistir a los seminarios de ética sexual y relaciones interpersonales como parte de su educación continua. La asistencia a tales seminarios podría ser requisito para renovar la licencia ministerial.

3. Formule reglamentos claros y aplicables que tengan que ver seriamente con cualquier mala conducta sexual y que provea una terapia de recuperación adecuada anterior a cualquier promesa de reempleo o reasignación de funciones espirituales. Dicho entrenamiento podría procurar la restauración espiritual y la curación de las relaciones rotas más que enfatizar la posibilidad de seguir siendo empleado por la iglesia.

4. Provea grupos de apoyo para pastores y otros profesionales cuya ocupación es la consejería. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gál. 6:1,2).

5. Provea servicios de aconsejamiento profesional y establezca retiros sucesivos especializados para pastores y otros profesionales que también se dediquen a trabajos similares. El Kettering Clergy Care Center (Centro Kettering de atención para pastores) está abriendo brechas en esta área en Norteamérica.

6. Promueva la toma de conciencia para adherirse a un código de ética sexual para pastores y otros profesionales que se dedican a la consejería. El manual del ministro tiene uno. Aquí está otro modelo:

“Como un profesional que se dedica a atender a otros, soy un agente de sanidad y restauración. La explotación sexual de la esposa, familia, colegas, feligreses, empleados, o personas a quienes aconsejo, es un abuso de confianza, de poder y de autoridad de mi posición.

“Estoy consciente de mi obligación de adherirme a estrictas normas de confiabilidad con respecto a aquello que se me confía.

“Estoy consciente de los efectos a largo plazo de toda forma de explotación sexual, y trataré de ayudar a las víctimas a sobrellevar un daño tal por todos los medios posibles.

“Estoy consciente de que el acoso sexual y la inmoralidad son ofensas penadas por las leyes civiles y morales, y soy el único responsable en última instancia de mis acciones.

“Estoy consciente de la disciplina denominacional que se aplica en casos de explotación sexual.

“Si llego a saber del comportamiento explotador sexual de un colega profesional en el aconsejamiento, practicaré el consejo de Jesús (Mat. 18:15-17) y haré lo posible por detener tal comportamiento abusivo.

“Estoy consciente de mi papel como consejero y acepto la responsabilidad que se me confía de velar por aquellos que buscan mi ayuda.

“Buscaré la ayuda y el consejo de otros profesionales cuando surjan asuntos de ética sexual en el ejercicio de mi profesión o en mi ministerio”.[4]


Referencias

[1] Véase “How Common Is Pastoral Indiscretion?” Leadership (Winter, 1988), págs. 12, 13.

[2] Men’s Health Newsletter, abril de 1992.

[3] Sexual Ethics or Professionals (Silver Sprinq MD : Ministerial Continuing Education, General Conference Ministerial Association, 1992).

[4] Adaptado de Donald C. Houts, Clerqy Sexual Ethics: A Workshop Guide (Decatur, GA.: Journal of Pastoral Care Publications, Inc., 1991).