El debate provee una oportunidad para afirmar un terreno común, evitar los peligros y avanzar en el cumplimiento de nuestra misión básica
¿Cómo entenderemos la Escritura? La cuestión se ha debatido en la Iglesia Adventista del Séptimo Día en años recientes. Esto no sorprende en una iglesia que basa sus creencias en la Escritura, porque un cambio en la forma de enfocar la Biblia tiene el potencial de influir significativamente sobre muchos aspectos de la vida de la iglesia. Una publicación reciente declara: “La misma autoridad de la Escritura está en entredicho así como la existencia del pueblo adventista del séptimo día como un movimiento y una iglesia basada y centrada en la Biblia”.[1]
Un elemento esencial del debate es éste: ¿Es apropiado o no que los adventistas usen el método histórico-crítico? En este artículo me propongo trazar brevemente la historia de este aspecto específico del debate, dentro de los círculos adventistas, esbozar los intereses y preocupaciones de las diferentes partes involucradas en él, bosquejar el terreno común entre las partes, y concluir con algunas de mis convicciones personales.
Historia del debate
Conocido como “alta crítica”, el método histórico-crítico fue percibido a principios de la década de 1870 como altamente sospechoso por la mayoría de los adventistas que se dieron cuenta de su existencia. Esta sospecha se refleja en la Conferencia de Maestros de Biblia e Historia, realizada en 1919. Desde entonces, esa actitud se ha manifestado ocasionalmente en algunos eruditos adventistas muy importantes que revelan una fuerte simpatía hacia muchos integrantes del movimiento fundamentalista protestante de los Estados Unidos que se oponen a la erudición de la alta crítica.
Sin embargo, cuando se llevaron a cabo las conferencias bíblicas de 1974, ya fue muy claro que la comunidad erudita adventista se había dado perfecta cuenta de los problemas suscitados por el método histórico-crítico. En la conferencia, una de las ponencias más sobresalientes, presentada por E. D. Zinke, trató en forma extensa la historia de los enfoques del estudio de la Biblia. Dicha monografía es una historia de la exégesis y la teología bíblicas comenzando con Orígenes, sigue con la Escuela de Antioquía, y continúa a través de la Reforma hasta llegar al período de la teología moderna, comenzando con Friedrich Schleiermacher. También cubrió la forma de criticismo de Hermann Gunkel (AT) y Otto Dibelius (NT). Para Zinke la metodología y las conclusiones de esos escritores estaban claramente “fuera” del adventismo, aunque mostró una clara comprensión de la literatura relevante. Algunas de las otras monografías presentadas en la conferencia revelaban asimismo un conocimiento de los problemas suscitados en la literatura erudita en general. El método histórico-crítico todavía era un enemigo allí “afuera”, pero era un enemigo mejor conocido.
El debate en la literatura reciente
Pronto la cuestión de si los adventistas debieran usar o no el método histórico-crítico se apoderó del centro del escenario, particularmente durante las reuniones conocidas como Consultas 1 y 2, celebradas en 1980 y 1981. Estas reuniones entre los administradores de la iglesia y los eruditos bíblicos tuvieron lugar en un tiempo de fermento teológico y administrativo en los círculos adventistas. Ambas Consultas consideraron si era apropiado o no, el uso del método histórico-crítico. En la Consulta 2, por ejemplo, cada uno de los grupos de discusión trató el tema: “¿debería un colegio o universidad adventista del séptimo día emplear como maestro de Biblia a una persona que está comprometida con el método histórico-crítico [incluyendo métodos como el criticismo formal, redacción crítica, criticismo tradicional]?” De acuerdo con las minutas, varios de los grupos sugirieron que la terminología método histórico-crítico, se podía malinterpretar fácilmente, de modo que quizá los eruditos bíblicos adventistas deberían adoptar un nombre diferente para los trabajos en que se ocupaban. Varias de las metodologías, sin embargo, se consideraban generalmente útiles si se usaban independientemente de sus presuposiciones negativas y antisupernaturalistas.
A partir de aquellas consultas se hicieron varios importantes estudios adventistas sobre la legitimidad o ilegitimidad del método histórico-crítico. El número de diciembre de 1982 de la revista Spectrum, bajo el tema “Formas de estudiar la Biblia”, publica dos artículos en los que defiende la idea de que es posible usar la metodología sin sus presuposiciones antisupernaturalistas. El libro de Gerhard Hasel, Biblical Interpretation Today,[2] publicado en 1985, fue escrito para “describir en forma tan sucinta como sea posible el origen y desarrollo del método histórico-crítico y su uso actual”, así como para desarrollar una metodología más adecuada para los adventistas.[3]
El Concilio Anual de 1986 votó el documento “Métodos de estudio de la Biblia”.[4] Este rechaza cualquier uso del método histórico-crítico tal como se formula clásicamente, aunque indica cuidadosamente que el estudioso de la Biblia debiera tomar en cuenta el idioma original, el contexto histórico y la forma literaria del pasaje en cuestión.
El año 1987 marcó la formación de la Sociedad Teológica Adventista, con sus claros “criterios” para la aceptación de miembros basados en ciertas creencias, incluyendo la siguiente: “Rechazo el uso de cualquier forma del método histórico-crítico en el estudio de la Biblia”.
Si bien el libro de Alden Thompson, Inspiration,[5] se refiere al tema más teológico de la inspiración de las Escrituras, por momentos trata tópicos de metodología y enfoque, y a veces específicamente del método histórico-crítico. Algunos de los que están involucrados en el debate hermenéutico han considerado este libro como el producto arquetípico de la metodología histórico-crítica. En la reunión de la Sociedad Teológica Adventista celebrada en 1991 este libro fue ampliamente discutido, y varias de las monografías leídas en esa reunión se han incluido en la publicación Issues in Revelation and Inspiration (“Aspectos de la inspiración y la revelación”).
Pero el debate no ha terminado.[6] Sin embargo, dentro de la literatura que se discutió más arriba, emergen varias preocupaciones importantes. De aquí en adelante nos volvemos a ellas.
Los asuntos principales: un punto de vista
Varios temas recurrentes evidentes en la literatura hacen sonar la alarma contra el uso del método histórico-crítico de parte de los adventistas. Primero, tales escritores enfatizan el peligro de poner la razón humana por encima de la Escritura. Para los adventistas, la Biblia es la Palabra de Dios y la fuente de autoridad, no la razón humana. Un problema relacionado con éste es el elemento de subjetividad que acompaña inevitablemente a cualquier elección humana de un pasaje en particular de la Escritura.
Un segundo peligro es que el método histórico-crítico quita lo divino de la Escritura, dejando sólo lo humano. Esto tiene el efecto de hacer que el exégeta pierda de vista la unidad total de la Escritura, lo cual, a su vez, reduce el valor espiritual de la misma.
En su reacción contra el libro de Thompson, publicada en Issues in Revelation and Inspiration, varios de los escritores objetan su disposición a hallar contradicciones y clarísimos errores en la Biblia. Samuel Koranteng-Pipim habla del problema de los números y provee una posible conciliación de los diferentes números registrados para los dos diferentes registros del censo de Israel hecho por David, así como una defensa de las estadísticas de que dos millones de israelitas abandonaron Egipto (págs. 51-60). Randall W. Younker critica a Thompson por ignorar otras posibles explicaciones para la fecha del éxodo, los prolíficos hermanos de Amram y el diluvio universal (págs. 174—193). El interés básico que parece subrayar éstas y otras defensas de la historicidad del registro bíblico es que la verdad religiosa está relacionada con la verdad histórica. Si la Biblia no es genuina en la historia que presenta, ¿cómo puede ser verdadera en cualquier otra cosa que diga?
Finalmente, hay seria preocupación en el sentido de que la aceptación del método histórico-crítico conducirá, inevitablemente, a la aceptación de sus presuposiciones. En otras palabras, el uso de cualquier metodología de parte de un escritor o investigador, indica que concuerda con los principios de “exégesis científica” como la correlación, la analogía, y la crítica, tal como las define Ernst Troeltsch.[7] Visto así, lo que preocupa realmente es que cualquier uso del método histórico- crítico significa una posición antisupernaturalista y es, por lo tanto, un abandono de la posición que acepta una relación de fe con la Biblia como la Palabra de Dios.
Temas claves: otro punto de vista
Otros líderes de la iglesia expresan preocupaciones diferentes. Primero, está la preocupación de que nuestra doctrina de la inspiración y nuestra metodología sean consistentes con lo que encontramos en la Biblia y no algo forzado a pesar de las evidencias. Ellos señalan que aunque los eruditos liberales fueron los primeros en llamar la atención a estos asuntos, todavía no deberíamos permitir que eso nos ciegue tocante al hecho de que hay un componente humano distintivo en la Biblia y que hay una unidad subyacente ligada a una real diversidad de puntos de vista en la Escritura. Por ejemplo, los escritores de los cuatro Evangelios, como señala Brunt,[8] enfatizan diferentes cosas en su informe de los mismos eventos históricos o enseñanzas de Jesús. En la misma raíz de esta preocupación está el valor tradicional que los adventistas le confieren a la verdad, aunque dicha preocupación específica es, como se declara abajo, común a ambos lados del debate. Estos son asuntos que surgen de la naturaleza de la Escritura y no debemos escondernos de ellos.
Segundo, hay una preocupación pastoral por lo que les ocurrirá a aquellos a quienes se les ha dado un punto de vista inadecuado de las Escrituras. ¿Perderán su fe innecesariamente cuando lean en verdad las Escrituras por ellos mismos y encuentren que dicen otra cosa de lo que se les había enseñado a creer? En esto se puede oír con frecuencia los clamores de los escritores. Muchos de ellos han tenido que vérselas con este problema específico cuando trabajaban para obtener sus grados avanzados. Ellos han tenido que hacer frente a los fenómenos de la Escritura y fueron forzados a intentar reconciliar estos fenómenos con su posición conservadora con respecto a la Biblia.
Tercero, se insiste en que uno puede usar muchas de las herramientas de la moderna metodología exegética sin aceptar las presuposiciones antisupematuralistas.
¿Existe un terreno común?
Todos concuerdan en que los obstáculos son grandes. Pero en medio de la acalorada controversia es posible perder de vista la gran cantidad de terreno común que casi todos los participantes comparten. Primero, y lo más importante, éste es un debate entre adventistas, y por lo tanto todos los participantes comparten un terreno o fondo común. Este fondo normalmente comprende una educación adventista común y un entrenamiento ministerial adventista profesional. Casi todos los involucrados en las discusiones han sido pastores durante parte de su carrera, y casi todos han tenido experiencia en la enseñanza. Todos los participantes en el debate aman y están dedicados a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y anhelan su prosperidad. Y además comparten una búsqueda sincera de la verdad.
Segundo, sus raíces adventistas y la esencia de su fe personal les han dado un enfoque conservador de las Escrituras. Todos expresarían sin demora su acuerdo en el poder y la presencia de lo supernatural y la realidad de los milagros y que la Biblia es el fundamento y la norma de su fe y práctica. Todos rechazarían vehementemente el escepticismo extremo de eruditos del tipo de Ernst Trocltsch y Rudolf Bultmann.
Tercero, todos concuerdan en el modelo divino/humano o encarnacional de la inspiración. Ellos criticarían probablemente a sus colegas adventistas en el diálogo por enfatizar demasiado ya sea el aspecto humano o el divino; pero ambos lados de la discusión concuerdan en que la inspiración de la Biblia es como la encarnación de Jesús: una unión de lo divino y lo humano. Todos desean enfatizar que la Biblia es la Palabra de Dios y que hay elementos humanos en la Escritura.
Finalmente, todos concuerdan en que un conocimiento de la arqueología, la historia, los idiomas originales y otras disciplinas semejantes contribuyen a una mejor comprensión de la Escritura.
El debate se centra parcialmente en lo siguiente: si ha de ponerse o no a todo esto la etiqueta de “método histórico-crítico”, y también a la legitimidad de algunos de los más radicales enfoques que pueden tomarse en cuanto a la Escritura. Pero este debate no debería oscurecer el hecho de que muchos de los mismos enfoques e informaciones son usados por todos los participantes.
Tal como yo lo veo
Una característica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día primitiva era su disposición a debatir los asuntos importantes libre y abiertamente. Por tanto, siendo que el asunto de la forma en que debemos comprender la Biblia es tan fundamental para las mismas bases de las creencias y prácticas de los adventistas, la actual discusión con respecto a los métodos hermenéuticos debe ser bienvenida, naturalmente, si se conduce en una forma abierta.
Hay, sin embargo, un peligro cuando se debaten, asuntos importantes: la división de los participantes en “buenos” y “villanos”. No debemos ignorar que esto ha ocurrido en la experiencia de otras denominaciones, como la Iglesia Luterana, del Sínodo de Missouri. Esta actitud, “ellos y nosotros”, fomenta la suposición de que un lado tiene toda la verdad, mientras que el otro está totalmente equivocado en todo lo que dice. El debate degenera muy fácilmente en la toma de una posición que se defiende contra todos, mientras se hace todo lo posible por demostrar que se es más sabio que el adversario y, de ser posible, derrotar a la “oposición”. Sin embargo, cada parte de este debate tiene preocupaciones legítimas, la mayoría de las cuales es compartida por todos los participantes. En verdad, uno incluso se preguntaría si la gran cantidad de terreno común que comparten los participantes en el debate no indicará que lo que tenemos aquí no es un impasse, sino una oportunidad para encontrar mejores bases a partir de las cuales trabajar.
A mí me gustaría subrayar el peligro de la aceptación a-crítica de las suposiciones compartidas por muchos de los eruditos liberales que usan el método histórico-crítico. Como adventistas no podemos adoptar ningún enfoque antisupernatural de la Escritura. Y hasta donde yo sé, ningún participante en el debate ha sugerido que deberíamos adoptarlo. Por tanto, si bien nos interesamos en el fondo histórico de un pasaje de la Escritura, no limitamos nuestra comprensión de los eventos como algo que sencillamente está condicionado históricamente. Los adventistas desean mantener la posición de que la Biblia es la Palabra de Dios, un registro de los actos de Dios dentro de la historia.
Por otra parte, me gustaría enfatizar los peligros inherentes a algunos enfoques de la Escritura. Por ejemplo, una fe en la Biblia que se basa simplemente en su infalibilidad, es muy frágil. Puede ser destruida fácilmente por una sola discrepancia que no sea explicada a satisfacción del creyente individual. Los adventistas desean mantener correctamente una actitud conservadora con relación a la Biblia. Están inclinados positivamente a aceptar la información histórica y teológica contenida en ella. Pero es importante evitar un énfasis unilateral en relación con la divinidad de la Biblia, porque no se puede negar que haya una dimensión humana en la Escritura. Nuestra teoría de la inspiración no debería ser del tipo de las que se imponen a la Escritura. Deberíamos estudiar la Biblia para ver en qué consiste o cómo es un libro inspirado, no traer una noción preconcebida de cómo debería ser.
Finalmente, sugiero que ya es tiempo de eliminar la terminología “método histórico-crítico” del debate. El término está tan cargado de significado, y se interpreta mal con tanta frecuencia, que ha llegado a ser una descripción inadecuada de lo que está bajo consideración. Un grupo usa el término de una manera, y el otro de otra totalmente diferente. En realidad, una buena parte del calor del debate parte de esta definición. Para mí sería mucho mejor si abandonáramos el debate acerca del “método histórico-crítico” y enfocáramos nuestra atención en la mejor forma de entender las Escrituras.
Esta sugerencia no es nueva pues ya ha sido hecha con anterioridad,[9] y reconozco que no resolverá instantáneamente todos los temas sumamente complejos que tienen que ver con nuestro enfoque de la Biblia. Sin embargo, pondría a un lado una de las mayores causas de incomprensiones en el debate a fin de que la atención pueda enfocarse en los elementos esenciales.
El debate con respecto a la mejor forma de comprender la Biblia es una de las preocupaciones críticas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Y como ocurre con todos los debates de este tipo, hay una oportunidad significativa para que la iglesia avance en su comprensión de la verdad. Existe también el riesgo de que la iglesia se aparte de la senda por la cual el Espíritu quisiera dirigirla.
Sobre el autor: Roberto Mclver, Ph D., es profesor de teología en el colegio de Avondale, Cooranbong, Nueva Galés del sur, Australia.
Referencias:
[1] Frank B. Holbrook y Leo Van Dolson, editores, Issues in Revelation and Inspiration (Berrien Springs, Mich.: Adventist Theological Society Publications, 1992), pág. 8.
[2] Gerhard Hasel, Biblical Interpretation Today (Washington, D. C.: Biblical Research Institute, 1985).
[3] Id., pág. Vii.
[4] Véase Ministry, abril de 1987, págs. 22, 24.
[5] Alden Thompson, Inspiration (Hagerstown, MD.: Review and Herald Pub. Assn., 1991).
[6] El ejemplar de la primavera de 1993 del Journal of the Adventist Theological Society contiene dos artículos que se relacionan con el peligro del método histórico-crítico: Gerhard Hasel, “The Origin of the Biblical Sabbath and the Historical- Crítical Method: A Methodological Test Case” (págs. 18-46), señala que si uno acepta la datación de los diferentes escritos del Antiguo Testamento asignados por los críticos históricos, entonces, las razones para creer en el origen divino del sábado quedarían fatalmente comprometidas. El artículo de Bruce Norman, “Presupositions: The Key to the Formulation of Biblical Doctrine” (págs. 47-54), concluye que la “aceptación del método histórico- crítico, en cualquier forma modificada que se presente, significará inevitablemente la aceptación de sus presuposiciones” (pág. 59). Véase también Mario Veloso, “Modern Scientific- Critical Method: A Testimony”, Adventist Perspectives 6, No. 2,(1992): 29-35.
[7] Véase Hasel, Biblical Interpretarían Today, págs. 73-78. La “exégesis científica de Troeltsch involucra tres principios: correlación, analogía y crítica. Correlación significa que los eventos deberían explicarse en términos de procesos históricos, no en términos de intervención sobrenatural. Analogía significa que la historia es homogénea y que los modelos sociológicos y económicos desarrollados para explicar las sociedades contemporáneas deben usarse para explicar el mundo antiguo. Critica significa que nuestros juicios sólo pueden aspirar a la probabilidad, no a la verdad.
[8] Véase Brunt.
[9] Véase George Eldon Ladd, The New Testament and Criticism (Grand Rapids: Eerdmans, 1966), págs. 35-40; I. Howard Marshall, Biblical Inspiration (Grand Rapids: Eerdmans, 1982), págs. 84—86; Clark Pinnock, The Scripture Principle (San Francisco: Harper and Row, 1984), págs. 136-150.