Muchas veces hemos dicho que el libro de los Hechos de los apóstoles podría ser llamado adecuadamente el libro de los Hechos del Espíritu Santo. Sin duda hay más que retórica detrás de esa frase puesto que, si hubo una época durante la cual la iglesia fue guiada por el Espíritu de Dios, tendremos que aceptar que fue el período del cual escribe el apóstol San Lucas al legarnos el libro de los Hechos.

Por supuesto, no se conoce ningún manual de métodos de evangelización de la iglesia cristiana de esos días, pero tenemos algunas declaraciones bíblicas bastante ilustrativas del método que siguieron durante esa época. Probablemente podríamos resumirlo en cuatro principios básicos:

1. Predicación diaria.[1] No sé si lo discutieron o no; si hicieron un análisis para descubrir cuál podría ser el método más conveniente; pero de una cosa estoy seguro, y es que obraron inteligentemente, por varias razones: cuando se predica todas las noches es más fácil recordar la reunión siguiente; el deseo de asistir es mayor porque la motivación es más fresca (no nos olvidemos que así hacen los libretistas de novelas y teleteatros); al asistir a la reunión se produce un corte con programas televisivos; tienen menos tiempo para oír a la oposición; las primeras enseñanzas todavía perduran en la memoria cuando están recibiendo los últimos enfoques doctrinales, lo cual facilita una asimilación global de la doctrina. Además, en un plazo relativamente corto (45 a 60 noches) un pastor distrital puede realizar un ciclo de penetración sin descuidar su distrito.

2. Evangelización pública. El mismo pasaje de Hechos que nos habla de reuniones diarias alude a la evangelización en lugares públicos. Este método mantiene actualidad tanto para evangelistas y pastores[2] como para presidentes de asociación. [3] En las divisiones Sudamericana e Interamericana, en los lugares donde se hace evangelización pública con una metodología adecuada, el éxito resulta cada vez más sobresaliente.

3. Evangelización personal. Es admirable el equilibrio que tenían los apóstoles y los hermanos de la iglesia cristiana de aquellos días en su método de evangelización. Acompañaban esa evangelización de todos los días con un trabajo de evangelización personal. El mismo apóstol Pablo, hablando a los ancianos de Mileto y presentando en forma dramática las luchas, tensiones y persecuciones que afrontó en su ministerio, expresa que “nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas”[4] dejando en evidencia que ese era también su método de trabajo.

Lamentablemente, muchos de nuestros obreros están dejando de lado estos aspectos importantes a pesar de que la hermana White dijo que “de igual importancia que los esfuerzos públicos especiales es la obra que se realiza de casa en casa. En las grandes ciudades hay ciertas clases que no pueden ser alcanzadas por las reuniones públicas. Estas deben buscarse como el pastor busca a su oveja perdida. Debe realizarse esfuerzo diligente y personal en su favor. Cuando se descuida la obra personal, se pierden muchas oportunidades preciosas, las que, si fueran aprovechadas, harían progresar decididamente la obra”.[5]

4. Bautismos frecuentes. Es interesante que, por el hecho de haber tenido un bautismo gigantesco como lo fuera el de 3.000 almas en Pentecostés, no dejaron el resto de las almas para bautizarlas en el último bautismo de fin de año. Al contrario, bautizaban todos los días.[6]

Es significativo que la obra se está desarrollando más donde se tienen bautismos más frecuentes. Por ejemplo, se ha aconsejado el plan de tener un bautismo mensual como mínimo, que incluya cinco bautismos especiales, a saber: enero, Bautismo de las Primicias; abril, Bautismo de Semana Santa; junio, Bautismo de las Gavillas laicas; septiembre, Bautismo de Primavera, Jóvenes Adventistas y Frutos de la Educación Cristiana; y diciembre, Festival de la Cosecha con bautismo de fin de año. Además, en la División Sudamericana se está impulsando el plan de que, como mínimo, haya un bautismo por semana en cada asociación.

Creo que hay razones lógicas por las cuales al tener bautismos frecuentes se bautiza una mayor cantidad de almas en el año. Cada vez que hay una ceremonia bautismal realizada dentro del marco de la voluntad de Dios, el Espíritu Santo desciende, así como lo hiciera en ocasión del bautismo de Jesús. Sin duda que esto puede explicar por qué Juan el Bautista bautizaba y la gente venía para ser bautizada por él.[7]

Teniendo en cuenta que este método de trabajo fue desarrollado en la época en que el Espíritu Santo guio más visiblemente la evangelización de la iglesia, y considerando también que la obra será terminada mediante el poder del mismo Espíritu, considero que es ya hora de aplicar en nuestros días esta metodología para la honra y gloria de Dios y para terminar la tarea que nos fuera encomendada como iglesia.


Referencias

[1] Hech. 5: 42.

[2] El evangelismo, pág. 34.

[3] Ibíd., pág. 56.

[4] Hech. 20:20.

[5] Servicio Cristiano, pág. 142.

[6] Hech. 2:47.

[7] Mar. 1:4, 5.