El principal objetivo de la predicación adventista sobre la salud es preparar la mente de las personas para que reciban el mensaje del tercer ángel.

Cuando pensamos en el mensaje de salud enfatizado por la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ¿qué justificaciones evocamos? A fin de cuentas, como organización, la iglesia está totalmente comprometida con el área de la salud, y mantiene centenas de hospitales y clínicas en todo el mundo, decenas de editoras que publican millones de libros y revistas sobre el tema, escuelas de medicina, enfermería, fisioterapia y odontología, fábricas de alimentos saludables y restaurantes vegetarianos.

 Esta preocupación por el tema está enraizada en los orígenes del movimiento adventista. En agosto de 1866, por ejemplo, con poquísima experiencia editorial, la minúscula iglesia lanzó una revista mensual sobre salud, titulada The Health Reformer, periódico de 16 páginas, en Battle Creek, Michigan, Estados Unidos. En septiembre del mismo año fue abierto el primer hospital adventista, en la misma ciudad; y en 1905, en Loma Linda, California, fue establecida la primera escuela de Medicina de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

 Aquí, en Sudamérica, por ejemplo, desde 1939 la Casa Publicadora Brasileña edita la revista Vida y salud; hoy cuenta con 77 años de publicación mensual ininterrumpida. Es necesario resaltar que ese fue el segundo lanzamiento de la revista. En 1914, 25 años antes, ya había sido realizado el primer intento de lanzamiento de una revista de salud en territorio brasileño.

 Los mensajes de Elena de White sobre la necesidad de publicar revistas sobre salud se multiplicaron: “La gente sufre por la necesidad de que los alumbre la luz de las páginas de nuestros libros y revistas que contienen el mensaje de la salud. Dios desea utilizar tales publicaciones como faros de donde procedan rayos luminosos que llamen poderosamente la atención de la gente y les hagan oír la amonestación del mensaje del tercer ángel” (Consejos sobre la salud, p. 479).

 La literatura sobre salud preparada por los adventistas del séptimo día está íntimamente relacionada con el principio presente en el mensaje de la reforma pro salud. “Nada abrirá puertas para la verdad como la obra evangélica médica misionera. Esta hallará acceso a los corazones y las mentes, y será un medio para convertir a muchas personas a la verdad” (El evangelismo, p. 374).

PREPARANDO EL CAMINO

 La época del surgimiento del adventismo en América coincidió con diversos movimientos nacionales de reformas sociales y personales. “Todo parecía que requería algún tipo de intervención, algún tipo de reforma” (David Paul Nord, Communities of Journalism: History of American Newspaper and Their Readers, p. 95. En Paulo Pinheiro, Revista Adventista [julio de 2009], p. 13). Richard W. Schwarz, historiador adventismo, menciona que el más famoso evangelista de América, Charles Grandinson Finney, “predicaba no solamente la salvación, sino también la reforma”. Dice, además, que “muchos que se convirtieron por su predicación se transformaron en personas temperantes y contrarios a la esclavitud” (Richard W. Schwarz y Floyd Greenleaf. Portadores de luz. Historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, p. 18).

 Aquella época, según David Paul Nord, era muy favorable al surgimiento y el fortalecimiento de ese tipo de movimientos. “La infraestructura para ese emprendimiento fue realizada a partir de 1830, mientras gradualmente América se movía hacia la Revolución Industrial. Más importante aún era la revolución de los transportes, que permitió un movimiento más rápido y más barato, no solo para los bienes manufacturados y los productos agrícolas, sino también para predicadores, conferencistas y agentes de organizaciones” (Nord, ibíd.).

 Entre las reformas propaladas en la época, podemos citar el fin de la institución de la esclavitud, derechos iguales para las mujeres y escuelas públicas gratuitas. Entre los defensores de las reformas, estaba Silvester Graham, que sugirió una reforma radical en los hábitos alimenticios de los estadounidenses. “La gran epidemia de cólera de 1832 llevó a los estadounidenses a prestar oídos al llamado de Graham a una dieta vegetariana que enfatizaba el uso de trigo integral no refinado, molido en piedra de molino, y granos de centeno” (Schwarz y Greenleaf, ibíd., p. 19). Él también estimulaba la necesidad de hacer ejercicios físicos, practicar hábitos de higiene, no tomar bebidas alcohólicas y no fumar. Su nombre se hizo mundialmente conocido, y es sinónimo de pan integral (el “pan de Graham”).

REFORMADORES ADVENTISTAS

 Guillermo Miller también apoyó los movimientos de temperancia de la época. En sus sermones sobre la venida de Jesús, advertía a sus oyentes, diciendo que “sería una desgracia que Cristo viniese y los encontrase borrachos” (Roger W. Coon, comp., Asuntos contemporáneos en orientación profética: Antología de artículos y monografías, p. 469).  

 José Bates, uno de los fundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, apoyaba esos movimientos, y enseñaba con gran énfasis la necesidad de no fumar, y no consumir bebidas alcohólicas, té y café. Antes incluso de que Elena de White recibiera su mayor visión sobre la reforma pro-salud en 1863, el capitán Bates personalmente modificó su propia dieta, renunciando al uso de carne, grasa y productos azucarados.

 El apoyo de Elena de White a José Bates fue inmediato. Según Richard Schwarz, “los primeros adventistas consideraban estas sustancias [café, licor, tabaco] no tanto como un riesgo para la salud sino como lujos innecesarios, que consumían los escasos recursos que mejor debían ser dedicados a divulgar el evangelio de Jesús y proclamar su pronto regreso” (ibíd.).

 Elena de White relacionó de modo bastante coherente el mensaje del tercer ángel con el mensaje de salud. En la Navidad de 1865, dos años después de recibir la visión que estableció los grandes marcos de la reforma pro-salud adventista, ella declaró haber recibido del Señor la siguiente orientación: “La reforma pro salud, según me fue mostrado, es una parte del mensaje del tercer ángel, y se halla tan estrechamente relacionada con él como el brazo y la mano lo están con el cuerpo” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 87). En noviembre de 1901, ella escribió: “La verdadera religión y las leyes de la salud van de la mano” (El colportor evangélico, p. 135).

PRINCIPIOS

 Herbert E. Douglass (Mensajera del Señor, p. 292) sistematizó la compresión teológica de Elena de White en relación con el evangelio eterno y el mensaje pro salud, mostrando que la visión de la mensajera del Señor a ese respecto tiene como base tres principios fundamentales:

EL PRINCIPIO HUMANITARIO

 De muchas maneras, por precepto y por ejemplo. Elena de White subrayaba que “la obra de la reforma pro salud es el medio que el Señor usa para aminorar el sufrimiento en nuestro mundo y para purificar a su iglesia” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 91).

 Ese principio está relacionado con la misión realizada por Jesucristo: “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia” (Mat. 9:35, 36).

EL PRINCIPIO EVANGÉLICO

 Elena de White entendía que la reforma pro-salud es un puente por medio del cual el evangelio va al encuentro de las personas donde ellas están. “Nada abrirá puertas para la verdad como la obra evangélica médica misionera” (El evangelismo, p. 374), afirma.

EL PRINCIPIO SOTERIOLÓGICO

 Este principio provee la distinción adventista para la reforma pro-salud, tanto en el siglo XIX como en los días de hoy. El énfasis adventista sobre la salud tiene como objetivo “preparar a un pueblo para la venida del Señor” (ver ¡Maranata: El Señor viene!, p. 166). “El que aprecia la luz que el Señor le ha dado sobre la reforma pro-salud tiene una ayuda importante en la obra en que está empeñado de santificarse por medio de la verdad y hacerse idóneo para la inmortalidad” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 86).

 El trabajo de curar, en el ministerio de Jesucristo, no estaba separado de su principal obra, que era salvar. “La misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día incluye la obra médico-misionera. La organización mantiene instituciones médicas que combinan el trabajo en favor de la salud espiritual con la salud física. Esa tarea debe ser realizada al mismo tiempo en que se da a conocer el evangelio y los tres mensajes angélicos de Apocalipsis 14” (Enrique Becerra, Pensar la iglesia hoy. IV Simposio bíblico-teológico sudamericano, p. 461).

BRAZO Y CUERPO

 El proyecto inicial ideal de Dios para la obra médico-misionera, de acuerdo con lo que fue transmitido por medio de Elena de White, sufrió un golpe duro y profundo en la crisis de finales de 1890 y los primeros años de 1900; crisis que literalmente separó la obra médico-misionera del cuerpo de la iglesia. La discordancia entre el liderazgo médico y el liderazgo ministerial, que resultó en la separación entre los ministros del evangelio y los obreros médicos misioneros, fue clasificada por la señora Elena de White como “el peor mal” que le haya ocurrido a la Iglesia Adventista (ver El ministerio médico, p. 241).

 Douglass comenta: “Por alguna razón, en su mayoría, ni los líderes espirituales ni los líderes de la salud vieron que, para conservar la integridad del mensaje adventista, los hábitos físicos no podían ser separados del crecimiento espiritual” (Herbert E. Douglass, ibíd., p. 295). Dice, además, el historiador, remedando el pensamiento de la mensajera del Señor que había sido publicado en la Rewiew and Herald del 27 de mayo de 1902: “Esta ruptura no es un mero desacuerdo teórico. No incluir los principios del mensaje de salud dentro de la plenitud del ‘evangelio eterno’ afecta directamente la preparación de la iglesia en el cumplimiento de su comisión evangélica. Además de esto, impide el crecimiento en la gracia” (ibíd.).

 De allí el consejo inspirado para la unidad entre el ministerio evangélico y la obra médico-misionera: “La obra médico-misionera nunca se me ha presentado en ninguna otra forma sino teniendo la misma relación con la obra como un todo, como el brazo la tiene con el cuerpo: el ministerio del evangelio es una organización para la proclamación de la verdad, y para el adelanto de la obra en favor de sanos y de enfermos. Este es el cuerpo, la obra médica misionera es el brazo, y Cristo es la cabeza sobre todo. De esta forma se me ha presentado el asunto” (El ministerio médico, p. 314).

OBJETIVOS CLAROS

 Los conceptos prácticos y los principios vehiculados por nuestro mensaje de salud son agentes facilitadores para la aceptación del mensaje de salvación. Aceptamos ese concepto al entender que “todo lo que disminuye la fuerza física debilita la mente, y la hace menos capaz de discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Nos volvemos menos capaces de escoger lo bueno, y tenemos menos fuerza de voluntad para hacer lo que sabemos que es recto” (Lecciones prácticas del gran Maestro, p. 281).

 De todo lo que aprendemos en los escritos de Elena de White con relación a la reforma pro-salud, si es transmitido fielmente, ya sea por nuestros hospitales o por nuestras fábricas de alimentos, nuestras editoras o nuestros pastores, y es practicado por todos los miembros de la Iglesia Adventista, será un poderoso vector del evangelio en dos fuertes vertientes:

 1. Como factor de liberación de la intemperancia; lo que abre las puertas a la comprensión del evangelio. “Es imposible trabajar para la salvación de los hombres y las mujeres sin presentarles la necesidad de romper con las complacencias pecaminosas que destruyen la salud, degradan el alma e impiden que la verdad divina impresione la mente” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 139). En otra ocasión, ella también escribió: “Un cuerpo enfermo y un intelecto desordenado, debido a la continua complacencia de la lujuria perniciosa, hacen que la santificación del cuerpo y del espíritu sean imposibles” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 50).

 Nuestro juicio moral puede depender tanto de la salud como de la enfermedad. “Mientras hombres y mujeres que profesan piedad están enfermos desde la parte superior de la cabeza hasta la planta de los pies, mientras sus energías físicas, mentales y morales se hallan debilitadas debido a la gratificación de un apetito pervertido y al exceso de trabajo, ¿cómo pueden ellos pesar las evidencias en favor de la verdad, y comprender los requerimientos de Dios?” (ibíd., p. 59).

 “Qué lástima es que a menudo, cuando debe ejercerse gran restricción propia, el estómago es llenado con una masa de alimento perjudicial, que queda allí para descomponerse. La perturbación del estómago afecta el cerebro. El que come en forma imprudente no se da cuenta de que se está descalificando para dar consejos sabios, y para trazar planes para el mejor progreso de la obra de Dios” (ibíd., p. 62).

 2. El mensaje de salud provee testimonio. Atrae la atención del mundo hacia el pueblo de Dios y, como consecuencia, al mensaje que él posee. “Si los adventistas del séptimo día practicaran lo que profesan creer, si fueran sinceros reformadores de la salud, verdaderamente serían un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres” (Consejos sobre la salud, p. 577). Eso trasciende la profusa publicidad mediática de la que fueron objeto los adventistas longevos de Loma Linda, en los Estados Unidos, durante los últimos años.

MÁS ALLÁ DE LA SALUD

 El mensaje de salud anunciado por la Iglesia Adventista del Séptimo Día trasciende lo que sería una herencia meramente cultural, una mera tradición o modismos de una época. Su objetivo también está más allá de la búsqueda frenética por la adquisición de salud, como objetivo. El plan de Dios para ese mensaje está por encima del deseo humano egoísta de conquistar un cuerpo bonito y no caer enfermos.

 Definitivamente, el mensaje de salud adventista no es una entre tantas falsas “fuentes de la eterna juventud” que existen por allí. Se engañan aquellos que la adoptan con el objetivo de conquistar un paraíso saludable en este mundo; un ideario que tan solo se presta a la explotación, por parte de los “expertos” que comercializan las ilusiones de la salud.

 La principal misión de nuestro mensaje de salud es habilitar la mente de las personas para que puedan tener la sensibilidad necesaria para la asimilación del mensaje de salvación.” La circulación de las revistas sobre salud será un medio poderoso en la preparación de la gente para que acepte aquellas verdades especiales que la han de hacer idónea para la pronta venida del Hijo del Hombre” (La temperancia, p. 222). “Es el propósito del Señor que la influencia transformadora de la reforma pro-salud sea una parte del último gran esfuerzo hecho para proclamar el mensaje del evangelio” (El ministerio médico, p. 343).

Sobre el autor: Editor asociado de libros de Elena de White, en la Casa Publicadora Brasileña (CPB).