La última generación que puebla la tierra está acostumbrada a toda clase de material ilustrativo. Se está acostumbrando cada vez más a que se le presenten los hechos por medios visibles. Los hijos del mundo han sido más rápidos que los hijos de la luz para comprender el valor de este material. Debido a que aproximadamente el 85% de nuestros conocimientos llegan al cerebro por medio de la vista, se han hecho grandes esfuerzos para convencer, persuadir y vender por medio del material ilustrativo.
El espíritu de profecía recalca repetidas veces el valor de estos recursos en la presentación del Evangelio eterno. Al hablar del empleo de carteles, hace declaraciones como ésta:
“Tales métodos serán usados cada vez más en la terminación de la obra” (Evangelismo, pág. 154).
“Se me ha dado instrucción clara y distinta en el sentido de que deben usarse cuadros en la presentación de la verdad” (Ibid., pág. 152).
Nos guste o no, tenemos que predicar a gente acostumbrada a ver toda suerte de cuadros, películas e imágenes. Puede ser que deploremos el hecho de que la gente cada día sea menos capaz de captar los pensamientos abstractos; que considere que su alimento intelectual no tiene sabor a menos que se lo sirvan en forma visible, pero debemos reconocer que ésta es la situación. Podemos conformarnos con la idea de que a pesar de todo estamos ganando muchas almas sin recurrir a esos métodos, pero en vista del consejo que se nos da en el libro Evangelismo, ¿no es verdad que aumentaría grandemente el número de las almas que se podrían ganar si se empleara más material ilustrativo apropiado?
¿Cómo usarlo?
En estos términos, el problema que se nos plantea no es “¿lo usaré”, sino “¿cómo lo usaré?” Es el empleo inadecuado de estas ilustraciones lo que contribuye a que muchos no le den el valor que les corresponde. Hay ciertos principios básicos: que deben seguirse para que constituyan una contribución verdadera a la obra de dar el mensaje.
Primero, deben sencillas. Las ilustraciones que se basan en mecanismos complicados a menudo perjudican más lo que benefician. La atención del auditorio se desvía a la consideración de la ilustración, en vez de concentrarse en el propósito para el cual se la emplea. Una ilustración complicada puede obligarnos a realizar una serie de operaciones complejas que distraigan al auditorio hasta el punto de, olvidar completamente la verdad que queríamos ilustrar. Además, tal clase de material ilustrativo puede consumir una cantidad de tiempo que esté desproporcionada con su valor. La importancia de la sencillez se establece en estas palabras:
“El empleo de diagramas es muy eficaz para explicar las profecías que se relacionan con el pasado, el presente y el futuro. Pero debemos hacer nuestro trabajo tan sencillo y a tan poco costo como sea posible” (Evangelismo, pág. 203).
De acuerdo con el párrafo anterior, nuestro material ilustrativo no debe ser costoso. El costo elevado de una de estas ilustraciones no es necesariamente una evidencia de su efectividad. Hay excepciones, pero en términos generales, una ilustración menos costosa sirve lo mismo. Además, si reunimos mucho equipo costoso, los gastos son mayores debido a que se necesita más cuidado en su manejo. Por lo tanto, al considerar el mejor material ilustrativo que se pueda emplear en un sermón dado, deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos hacerlo en la forma más económica posible?
La visibilidad es otro factor importante que se debe tener en cuenta. Cualquiera que sea la ilustración, diagrama u otro recurso que se emplee, la persona que está sentada en el último banco debe poder verlo claramente. Las letras que se empleen deben ser suficientemente grandes y estar espaciadas, para que todos puedan leerlas con facilidad. Es tan molesto para la gente no poder ver lo que estamos mostrando como lo es no poder oír lo que estamos diciendo. Los evangelistas jóvenes, al adquirir su equipo, deben recordar que a medida que’ vayan progresando les tocará hablar ante auditorios mayores. Por lo tanto, deberían, prepararlo teniendo’ en cuánta este hecho y no sólo su público actual. A menudo se puede aumentar la visibilidad de una ilustración iluminándola en forma adecuada.
Debemos escoger ilustraciones atractivas. Los ojos del público están acostumbrados a lo mejor, ya se trate de ilustraciones en colores, impresas, proyectadas sobre la pantalla o avisos tridimensionales. Los diagramas, cuadros e ilustraciones de calidad inferior, quitan valor a nuestro mensaje en la opinión de muchos oyentes. Puede ser que un buen trabajo artístico, realizado por personas de experiencia, cueste un poco más; sin embargo en último análisis resulta más barato. Las ilustraciones hechas en casa pueden ser aceptables siempre y cuando se las haga con todo esmero.
Los evangelistas que emplean diapositivas con frecuencia, deben descartar constantemente el material gastado o pasado de moda. Es mejor usar menos proyecciones y aun dejar de usarlas, que emplear diapositivas pasadas de moda o de calidad inferior. No olvidemos que hoy el público está acostumbrado a lo mejor.
Las ilustraciones deben ser prácticas, y deben tener un propósito definido. Nunca se las debería emplear por el mero hecho de usarlas. Es una desgracia preparar un sermón en torno a una ilustración, en lugar de usar esta última
para ayudar a grabar en la mente de los oyentes las enseñanzas del sermón. De vez en cuando algunos ceden a la tentación de preparar sus sermones en torno a alguna ilustración novedosa. Esto es como si la cola moviera al perro, en vez de que éste mueva a aquélla.
Finalmente, el material ilustrativo debe ser variado. Reconocemos que algunos han empleado con éxito cierto tipo definido de ilustraciones; pero este hecho no niega el principio de que la variedad aumenta grandemente el interés. Un régimen alimentario consistente puramente en papas puede ser agradable para algunos, pero la mayoría de la gente prefiere una. alimentación más variada. En base a este principio, el uso de diagramas, ilustraciones, carteles, pizarrones, lecciones objetivas, proyecciones luminosas, etc., empleados por separado o en forma combinada, contribuirá a aumentar el interés, el que podrá ser mantenido empleando más de un tipo de ilustraciones.
Por supuesto que el material ilustrativo no constituye la clave del éxito en la evangelización pública, del mismo modo que los instrumentos que emplee el cirujano no son los que aseguran el éxito de la operación. Pero, así como un médico sin instrumentos adecuados trabaja en forma desventajosa, el evangelista que desprecie el valor del material ilustrativo, cercena su eficiencia en la obra de ganar almas.
Como evangelistas, no hemos explotado hasta el máximo las grandes posibilidades del material ilustrativo. Es razonable que lo hagamos en vista de que “tales métodos serán usados cada vez más en la terminación de la obra”.