El apóstol Pablo dedica dos pasajes (en 1 Cor. 12 y en Efe. 4) al tema de los dones del Espíritu. En el idioma del Nuevo Testamento, esos dones son llamados tá jarísmata (un neutro plural). De esa palabra (jarísmata) se ha derivado el sustantivo castellano “carisma” (don del Espíritu Santo) y el adjetivo “carismático” (lo referente a esos dones).

A través de los siglos del cristianismo, siempre ha habido quienes se interesaron mucho en el tema de los dones prometidos como provenientes directamente del Cielo para actuar en los seres humanos en forma sobrenatural.

Es posible que, muchas veces, se haya pensado más que nada en la manifestación externa de esos dones (particularmente el de lenguas y el de sanidades) sin tener en cuenta su propósito final: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12).

Ahora bien, a partir del año 1900 comenzó en Kansas, Estados Unidos, un movimiento religioso que pone mucho énfasis en los fenómenos que se supone son provocados por los agentes celestiales en cumplimiento de la promesa: “Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas… sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Mar. 16:17, 18).

Este movimiento ha sido denominado “neopentecostal” y ahora se ha ido definiendo más bien como “carismático”. Fue condenado desde sus mismos comienzos por las diversas iglesias protestantes. Sin embargo, su crecimiento ha sido prodigioso (alguien lo llamó “aterrador”). Por el año 1960 ya había influido sobre unos ocho millones de personas. Decimos “influido” y no hablamos de miembros de una nueva denominación o iglesia, porque esta nueva tendencia ha roto las barreras denominacionales adquiriendo un cariz ecuménico que llama mucho la atención.

En la década de 1960 a 1970, se estima que unos 30 millones de personas han adoptado alguna forma de pentecostalismo. Otra vez hacemos resaltar que no se trata de una iglesia propiamente tal sino más bien de un movimiento que pretende no constituirse en una nueva institución eclesiástica sino más bien en una forma de acercarse más fervientemente a Dios para recibir del Altísimo el goce de alguno de los dones prometidos ­–aunque, en la práctica, la manifestación que predomine sea la glosolalia– y también predica el amor que debe existir entre todas las iglesias que, para ellos, constituyen “el cuerpo de Cristo”.

De todas maneras, y no importa cuál sea el enfoque que se dé a esta nueva corriente, el hecho es que su difusión es portentosa (30 millones de –¿los llamaríamos “afectados”?– en sólo una década).

También es muy poderoso su impacto dentro de la orientación ecuménica. Leíamos: “El pentecostalismo [o mejor ‘carismatismo’] ha llegado a ser la fuerza ecuménica más poderosa en el mundo cristiano” (The Catholic Leader, del 23 de enero de 1972).

Toma la apariencia de un reavivamiento religioso

“El pentecostalismo es la fuerza que parece estar haciendo la mayor contribución al actual reavivamiento cristiano en todo el orbe. Este movimiento, que comenzó hace varias décadas, ahora se está convirtiendo en ecuménico en el sentido más profundo. Últimamente ha aparecido un neopentecostalismo que incluye a muchos miles de católicos… Ha comenzado una nueva era del Espíritu. La experiencia carismática mueve a los cristianos mucho más allá de la glosolalia… Hay luz en el horizonte. Un renacimiento evangélico se hace visible a lo largo de toda la senda cristiana, desde las fronteras de las sectas hasta los lugares encumbrados de la comunión católico-romana. Este parece ser uno de los momentos más cruciales en la historia de la iglesia” (Christianity Today, del 4 de febrero de 1972).

Debe resaltar que la revista que acabamos de citar se ha caracterizado, a través de largos años, por ser un órgano defensor de las doctrinas que emanan de la Biblia. Entre sus colaboradores figuran respetables personajes del protestantismo actual que tienden hacia el fundamentalismo. Por eso llama la atención que una publicación tal se incline tan decididamente por una forma de expresión religiosa que fuera condenada tan categóricamente hace algunas décadas.

También es digno de destacarse un hecho: “Incluye a muchos miles de católicos”.

Este movimiento y el catolicismo

Es sorprendente ver la facilidad con la que muchos teólogos y prelados católicos aceptan como válido el carismatismo. Ha encontrado un campo mucho más propicio en la Iglesia Católica que en las iglesias protestantes.

“Dentro del catolicismo, el pentecostalismo ha encontrado mucho menos resistencia de la que ha hallado en las iglesias históricas protestantes; en parte porque el concepto de lo ‘maravilloso’ se adapta mejor al catolicismo que al protestantismo en general” (Catholic Pentecostalism, Kilian McDonnell, pág. 31).

La universidad católica norteamericana de Notre Dame es ahora un foco poderoso de carismatismo (con todas sus manifestaciones supuestamente de origen celestial).

Quizá lo más notable de este fenómeno es que sea bien acogida en las filas católicas una tendencia religiosa que –así lo reconocen las autoridades de esa iglesia– proviene directamente de denominaciones, o grupos humildes, de cuño netamente evangélico.

He aquí la explicación que nos da de este hecho el sacerdote O’Connor: “Los católicos que han aceptado la espiritualidad pentecostal han hallado que está plenamente en armonía con su fe y vida tradicionales. Su experiencia no es algo tomado de extraños sino un desarrollo connatural propio” (The Pentecostal Movement in the Catholic Church, pág. 28). “La experiencia espiritual de los que han sido tocados por la gracia del Espíritu Santo en el movimiento pentecostal [mejor ‘carismático’] está en profunda armonía con la teología clásica espiritual de la iglesia” (Id., pág. 183).

Entre los católicos que participan de esta corriente –así como entre los evangélicos– parecen darse casos legítimos de quienes se expresan coherentemente en un idioma que no conocen. He aquí un caso:

“En una reunión de oración en South Bend [Estados Unidos], un sacerdote que asistía por primera vez a una reunión de oración preguntó al hombre que estaba a su lado dónde había aprendido griego. Una y otra vez la respuesta fue la misma: ‘¿Qué griego?’ Entonces el sacerdote dijo a los presentes que había oído claramente cómo el hombre que estaba a su lado repetía las primeras líneas del ‘Ave María’ en griego mientras oraba.

“Esa ocasión se convirtió en un doble don de Dios. Desde aquel minuto en adelante, la reunión tomó un decidido sabor mariano. Las oraciones, los debates y las reflexiones se focalizaban en María como el modelo de los cristianos, quien bajo la sombra y el poder del Espíritu de Dios trae a Cristo al mundo. Los que no sentimos mucha inclinación por una excesiva devoción a María, quedamos un poco turbados después de la reunión. Estamos todavía un poco recelosos de que no se hubiera honrado al Espíritu de Dios cuando el foco se desvió de Cristo a María. Pero nosotros, pobres melindrosos, quedamos confundidos y gozosos al descubrir que el día siguiente era una de las mayores festividades marianas del calendario litúrgico. Nuestra reunión de la noche anterior no había sido una diversión medrosa sino una ocasión especial. Había sido una vigilia, una preparación dirigida por el Espíritu para la fiesta que seguiría” (Kevin y Dorothy Ranaghan, Catholic Pentecostals, pág. 178).

Dejamos que cada uno de nuestros lectores examine los dos párrafos que acabamos de traducir, medite en su significado y llegue a las conclusiones que resaltan en ellos. Sólo formularemos una pregunta: Este culto a María, ¿puede provenir de la religión del Nuevo Testamento?

La marcha del movimiento carismático en la Argentina

En la última década han sido rápidos los progresos de esta tendencia en la Argentina (e indudablemente en todos los países poblados por latinoamericanos).

En las estadísticas que difunde la Sociedad Bíblica Argentina, apareció por primera vez –en julio de 1972– la denominación “Movimiento Carismático” entre los cuerpos religiosos distribuidores de Biblias, Nuevos Testamentos, etc.

Aunque sus dirigentes pretendieron durante mucho tiempo que no tenían la intención de destruir ninguna iglesia evangélica, ni interferir con ninguna denominación, el hecho es que ha habido iglesias enteras que se han volcado hacia este movimiento. Una de ellas –ubicada en el centro geográfico de Buenos Aires– se ha transformado en lo que ahora se conoce como “El Tabernáculo de la Fe”: la sede central de este nuevo grupo humano que tanta atracción ejerce sobre muchos evangélicos y también católicos.

Es precisamente un sacerdote católico, profesor en el Colegio Máximo de San Miguel (prestigiosa y antigua entidad de cultura de los jesuitas), quien abiertamente difunde la glosolalia y quien es “sacudido” por fuerzas invisibles que lo constriñen a hablar en lenguas.

Factores que están presentes

Quienes participan de las reuniones donde hay manifestaciones carismáticas están sometidos por una tremenda agitación emotiva y parecen poseídos de un espíritu ferviente y también demuestran sinceridad.

Sin embargo, no pueden saber cuál es el origen de “la corriente eléctrica” (así la describió una señorita iniciada en esas experiencias) que súbitamente las posee.

Además, ese “espíritu” actúa en cualquiera de los presentes sin que haya ningún arrepentimiento previo, ninguna confesión, ningún acercamiento real a los caminos del Cielo.

Hasta se ha asegurado que quienes son “sacudidos” por la fuerza misteriosa experimentan algo así como un orgasmo de orden netamente sensual. ¿Podría expresarse así el límpido Espíritu de Dios?

La sierva de Dios nos ha advertido desde hace muchos años en cuanto a estas manifestaciones: “Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor un avivamiento de la piedad primitiva cual no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. El Espíritu y el poder de Dios serán derramados sobre sus hijos… El enemigo de las almas desea impedir esta obra, y antes que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento, tratará de evitarlo introduciendo una falsa imitación… Multitudes [recuérdese que son decenas de millones los afiliados o simpatizantes del ‘movimiento carismático’] se alegrarán de que Dios esté obrando maravillosamente en su favor, cuando en realidad la obra provendrá de otro espíritu… Hay una agitación emotiva, mezcla de lo verdadero con lo falso, muy apropiada para extraviar a uno” (El Conflicto de los Siglos, pág. 517).

“A algunos los engaña de una manera; y a otros de otra. Tiene diferentes seducciones preparadas para afectar diferentes mentalidades. Algunos consideran con horror un engaño, mientras que reciben otro con facilidad. Satanás seduce a algunos con el espiritismo. También viene como ángel de luz y difunde su influencia sobre la tierra por medio de falsas reformas. Las iglesias se alegran y consideran que Dios está obrando en su favor de una manera maravillosa, cuando se trata de los efectos de otro espíritu. La excitación se apagará, y dejará al mundo y a la iglesia en peor condición que antes” (Primeros Escritos, pág. 261).

Los adventistas hemos sido muy claramente advertidos de esta forma tan seductora de engaño.

Recordemos que “nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hech. 5:32). También enseñemos que la purificación del alma es “por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu” (1 Ped. 1:22).

El cristianismo genuino es mucho más que raptos de arrobamiento y demanda que sepamos discernir los espíritus (1 Juan 4:1).