Naturaleza, significado y funciones teológicas
La Biblia menciona varias obras que registran patrimonio intelectual, conocidas como pergaminos o libros. Merrill Tenney afirma que hay más de 500 apariciones de las palabras “libros”, “escritura” y “lectura” en la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.[1] Una mención destacada es el Libro de la Vida del Cordero (cf. Apoc. 21:27), un registro importante en el juicio final, ya que presenta los nombres de los salvados. Este artículo pretende destacar las referencias al Libro de la Vida en la Biblia, centrándose en lo que estas ocurrencias revelan sobre su naturaleza, significado y funciones teológicas.[2]
El Libro de la Vida en el Antiguo Testamento El Antiguo Testamento, con sus 39 libros divididos en la Biblia hebrea en “Ley”, “Profetas” y “Escritos”, tiene menos referencias al Libro de la Vida que el Nuevo Testamento. Sin embargo, hay ocho posibles menciones: Éxodo 32:32, Salmos 40:7, 56:8, 69:28, 139:16, Isaías 4:3, Daniel 12:1 y Malaquías 3:16.[3] En el Antiguo Testamento, la sección sobre la Ley (tora) contiene varias referencias al término hebreo sefer, que puede traducirse como “libro” o “documento escrito” (cf. Gén. 5:1; Éxo. 32:32, 33; Núm. 5:23; Deut. 28:58).[4] Entre estas menciones, Éxodo 32:32 y 33 es la única que alude directamente al Libro de la Vida, y posiblemente sea la primera referencia a él en la que se emplea el término sefer. Willem VanGemeren señala que de las 181 apariciones de este término en el AT, generalmente se refiere a registros del patrimonio intelectual, como libros, cartas, escrituras, lecturas, cultura, términos e historia.[5] El versículo siguiente (Éxo. 32:33) aclara el significado: “El Señor respondió a Moisés: ‘Al que peque contra mí, a ese raeré de mi libro’ ”.[6] Esto sugiere que el Libro de la Vida registra los nombres de las personas a las que Dios ha aplicado su misericordia y justicia, y que los pecadores son “borrados” de él, lo que implica su destrucción.
En la sección sobre los Profetas (nevi’im), el término hebreo kattab, que es la forma común del verbo “escribir”, se utiliza a menudo para referirse a los registros administrativos e incluso a las palabras pronunciadas por Dios a los profetas (cf. 1 Rey. 11:41; Jer. 36:4; Éxo. 24:4; Deut. 17:18).[7] En relación con el Libro de la Vida, los textos de Isaías 4:3 y Malaquías 3:16 parecen hacer referencias específicas. Isaías 4:3 dice: “El que quede en Sion, y el que sea dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén inscritos [katub] entre los vivientes”. El término katub es similar al que se encuentra en el Salmo 69:28, refiriéndose a la “lista de los justos”. Se discute si este texto tiene o no una connotación escatológica. En cualquier caso, el libro mencionado en Isaías 4:3 parece tener la función de registrar a los que serán apartados “para toda la vida”, en un contexto de idolatría y pecado. Malaquías 3:16 dice: “Entonces los que temen al Señor hablaron unos a otros; y el Señor escuchó con atención. Y en su presencia fue escrito un libro de memoria [yikkateb sefer zikkaron], en favor de los que reverencian al Señor y meditan en su nombre”. Este “escrito” (yikkateb)[8] es un documento que asume el papel de memorial o recordatorio de derechos de herencia o recompensa, enfatizado por el término “recuerdo” o “memorial” (zikkaron).[9] Los inscritos en este memorial recibirán un título valioso y distintivo ante Dios (Mal. 3:17, 18).
En la sección Escritos (ketuvim), encontramos varios términos hebreos relacionados con la escritura, entre ellos sefer, siprah y katab. El término siprah es una forma femenina de sefer,[10] y ambos se refieren a un libro o documento escrito que contiene registros (cf. Job 19:23; Sal. 40:7; 69:28, 139:16; Ecl. 12:12; Dan. 1:4, 12:1). Sin embargo, entre estos ejemplos, los textos de Salmos 40:7, 56:8, 69:28, 139:16 y Daniel 12:1 parecen sugerir referencias al tema del Libro de la Vida. El texto del Salmo 40:7 menciona el “rollo del libro” (sefer bimgillat), que parece referirse a un registro de las acciones del autor. Este pasaje se cita en Hebreos 10:7 en relación con el pacto davídico.[11]
El Salmo 69:28 menciona el Libro de la Vida (sefer hayyim), con diversas interpretaciones sobre quién está registrado en este libro y su significado celestial. Allen Ross,[12] Susan Gilingham[13] y Longman III[14] sugieren que no se trata solo de una lista de los salvados, sino de los vivos. En el Salmo 139:16, el término “libro” (sefer) se utiliza en sentido figurado para describir cómo Dios conoce los días de una persona.
En Daniel 12:1, la palabra utilizada para “libro” es también sefer, asociada a la acción de “salvar” a quienes están “inscritos” (katub) en el libro. Este pasaje no parece estar relacionado con el “Libro de la Verdad” de Daniel 10:21, ni con los libros específicos mencionados en 7:10, sino que debe tratarse de una lista de los nombres de quienes pertenecen al pueblo de Dios, posiblemente relacionada con una realidad celestial.
El Libro de la Vida en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento aborda el tema del Libro de la Vida en varios pasajes (cf. Luc. 10:20; Fil. 4:3; Heb. 10:7; Apoc. 3:5, 13:8, 17:8, 20:12, 15 y 21:27), cada uno de los cuales ofrece una perspectiva sobre su importancia y significado.[15]
En la sección dedicada a los Evangelios, el término griego engrafō, que significa “registrar” o “escribir en algo”, solo se encuentra en Lucas 10:20. En este versículo, la expresión “grabado en el cielo” (engegraptai en tois ouranois) sugiere una alusión al Libro de la Vida. Esta expresión establece una conexión con Éxodo 32:32 e Isaías 4:3, en los que el término hebreo katab también significa “escribir, registrar, decretar”, lo que indica una similitud semántica entre ambos.
En la sección de las Cartas paulinas, encontramos la expresión biblō zōēs en Filipenses 4:3. La palabra “libro”, traducida de biblō, puede significar un documento en forma de pergamino, libro o registro. Pablo parece indicar que los nombres de sus compañeros están en el Libro de la Vida, señalando que la forma de vida de un individuo influye en que su nombre esté o no inscrito en el libro. Los inscritos eran colaboradores en el evangelio. En la misma línea, en Hebreos 12:23, el término “inscritos” (apogegrammenon), derivado de apografō, conlleva la noción de una lista de censo. Este término es similar al que se encuentra en Lucas 10:20, aunque tienen raíces diferentes. La amplia realidad a la que alude este texto apunta a la “Jerusalén celestial”.
En la sección apocalíptica del Nuevo Testamento, las expresiones biblō zōēs, biblou tēs zōēs y biblion tēs zōēs se refieren al Libro de la Vida. En Apocalipsis 3:5, el Libro de la Vida se menciona como biblō tēs zōēs, registrando los nombres de aquellos que serán vestidos con vestiduras blancas. El término “borrar” sugiere una conexión con Éxodo 32:32. En Apocalipsis 13:8, el Libro de la Vida (biblō tēs zōēs) aparece en el contexto del conflicto sobre adoración. Aquellos cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida son los que adoran a la bestia. De nuevo, en Apocalipsis 17:8, el Libro de la Vida reaparece en el mismo contexto. Aquellos cuyos nombres no están en el Libro de la Vida son descritos como los habitantes de la tierra que se maravillarán ante la bestia. Para Herbert Kiesler,[16] la terminología utilizada indica que los fieles adoradores han sido inscritos en el Libro de la Vida desde la fundación del mundo.
En Apocalipsis 20:12, ante una escena de juicio, se abren varios libros, entre ellos el Libro de la Vida. Osborne, Kistemaker y Rollof[17] señalan que se abren dos tipos diferentes de libros celestiales para fundamentar los juicios: uno con los hechos y errores de los seres humanos y otro, el Libro de la Vida, con los nombres de los salvados. En Apocalipsis 21:27 se afirma que nada impuro entrará en la Nueva Jerusalén, salvo los inscritos en el Libro de la Vida del Cordero. Así, en el Nuevo Testamento, el Libro de la Vida es un registro celestial que sirve para distinguir entre los impíos y los justos, al incluir solo los nombres de quienes se oponen al culto falso y permanecen fieles a Dios.
Conclusión
En resumen, el Libro de la Vida se describe en la Biblia como de naturaleza celestial, es decir, sus registros se realizan ante el trono de Dios y bajo supervisión divina. Su mención en las Escrituras y su relevancia en el contexto del plan de redención enfatizan su importancia para el creyente y la iglesia. En cuanto a su función, el Libro de la Vida tiene un importante papel soteriológico, ya que registra el derecho de herencia otorgado por Dios, incluido el acceso a la Ciudad Santa, diferenciándolo de otros libros relacionados con el juicio divino. Tener el nombre inscrito en el Libro de la Vida significa la salvación; su ausencia, la condena.
En el contexto escatológico, el Libro de la Vida desempeña un papel crucial, porque aquellos cuyos nombres están inscritos en él son reconocidos como santos y pertenecientes a Dios. Estos individuos son descritos como justos y cooperadores con Dios, demostrando fidelidad al negarse a adorar a la bestia, incluso bajo intensa persecución. El Libro de la Vida registra los nombres de los justos que entrarán en la Ciudad Santa y documenta episodios significativos de sus vidas, dando testimonio de su lealtad a Dios. Así, es fundamental en el juicio final, pues ayuda a los salvados a comprender mejor el carácter de Dios al tratar con ellos desde la fundación del mundo. El estudio de cuándo se inscriben o eliminan los nombres está abierto a futuras investigaciones.
Sobre el autor: Carlos Flávio es profesor de Teología en la UNASP y Kevin Oliveira es pastor en Imperatriz, Maranhão
Referencias
[1] Merril Tenney, ed., Enciclopedia da Biblia (Cultura Cristã, 2008), t. 2, p. 995.
[2] La versión completa de este artículo puede ser leída en: Carlos Flávio Teixeira y Kevin Vinicius Felix, “As Menções ao ‘Livro da Vida’ na Bíblia: Um Estudo Teológico e Introdutório”, Revista de Cultura Teologica 32 (2023), pp. 277-301.
[3] William Klein, Graig Blomberg y Robert Hubbard, Introduction to Biblical Interpretation (Thomas Nelson, 2004), pp. 103-109.
[4] Francis Brown, Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (Clarendon, 1977), p. 706.
[5] Willem A. VanGemeren, Novo Dicionario Internacional de Teologia e Exegese do Antigo Testamento (Cultura Cristã, 2011), pp. 286, 287.
[6] James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Logos Research Systems, 1997), p. 2627. La palabra para pecado en el texto en cuestión es hatta, que se refiere a practicar un error y ser culpable por el acto.
[7] Douglas Mangum, Derek Brown, Rachel Klippenstein y Rebekah Hurst, eds., Lexham Theological Wordbook (Lexham, 2014), p. 507.
[8] Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew, p. 4180.
[9] Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew, p. 2355.
[10] Daniel Carver, Lexham Theological Wordbook.
[11] Thomas Schreiner, Hebrews (Lexham, 2021), p. 299.
[12] Allen Ross, A Commentary on the Psalms 42-89 (Kregel Academic, 2013), p. 488.
[13] Susan Gilincham, Psalms Through the Centuries (Wiley-Blackwell, 2018), p. 375.
[14] Tremper Longman III, Psalms: An Introduction and Commentary (InterVarsity, 2014), p. 220.
[15] Delbert Burkett, An Introduction to the New Testament and Origins of Christianity (Cambridge University, 2002), pp. 19-21.
[16] Herbert Kiesler, “Christ: Son of Man: Lamb”, en Symposium on Revelation: Exegetical and General Studies, ed. por Frank Holbrook (Biblical Research Institute, 1992), t. 7,p. 426.
[17] Grant Osborne, Apocalipse: Comentario Exegetico (Vida Nova, 2014), p. 564; Simon Kistemaker, Apocalipse (Cultura Cristã, 2014), p. 498; Jürgen Rollof, Revelation (Fortress Press, 1993), p. 158.