Muy a menudo la Biblia presenta su mensaje por medio de un lenguaje simbólico. En nuestra lectura es conveniente que tengamos en cuenta este hecho, de manera que no se ocasionen problemas innecesarios en la interpretación, y tampoco lleguemos a perder una parte importante del mensaje que contiene la Palabra de Dios.

Es necesario recordar que las Escrituras están llenas de símbolos porque, aunque fueron escritas por hombres inspirados por el Espíritu Santo, éstos emplearon su estilo y lenguaje personal. Este lenguaje refleja la influencia de una cultura especifica: la mentalidad semítica y oriental del pueblo hebreo se inclina mucho más hacia el simbolismo que la mentalidad analítica, filosófica y científica de Occidente.

Por otra parte, Dios se ha revelado a si mismo no solamente por palabras sino también por hechos. Ambas cosas van juntas y son mutuamente complementarias. Las palabras explican los hechos, y los hechos proveen un escenario a las palabras. La síntesis perfecta se encuentra en Cristo, pues él es la Palabra hecha carne. Todos los hechos de la historia de la redención relatados en la Biblia se centran en este hecho supremo. Las diversas líneas de la revelación del Antiguo Testamento convergen en él, y las del Nuevo Testamento irradian de él. Solamente con este hecho unificador (Jesucristo) encuentran explicación divina las demás narraciones de la Biblia. El intérprete las entenderá debidamente tan sólo en la medida que discierne su conexión con el gran hecho central de la historia sagrada.

De ahí se desprende que el expositor no debe quedar satisfecho con una mera comprensión de los relatos de la Escritura como historia, sino que debe descubrir el significado escondido de hechos tales como el llamamiento de Abrahán, la lucha de Jacob, la liberación de Israel de Egipto, la profunda humillación de David antes de ascender al trono, etc. Debe hacerse plena justicia al carácter simbólico y típico de la historia de Israel.

En la interpretación de los milagros bíblicos no debe olvidarse que están perfectamente relacionados con la obra de la redención. En algunos casos simbolizan la obra redentora de Cristo; en otros figuran las bendiciones de la edad futura. El intérprete debe determinar el significado de los hechos de la historia como una parte de la revelación del plan redentor de Dios.

Naturaleza de los símbolos bíblicos

Un símbolo es un signo que sugiere significado, antes que declararlo. Puede representar algo pasado, presente o futuro (lo que no ocurre con un tipo). Un símbolo no tiene una limitación básica en cuanto a tiempo. Un león, como símbolo de poder o de hambre voraz, no predice necesariamente nada para el futuro.

Hablar de significado simbólico no implica necesariamente que nos separemos del significado literal. Podemos hablar “literalmente” de ciertos hechos, de personas, de lugares, de cosas, de realidades concretas. Pero cuando comenzamos a hablar de ideas y de conceptos, descubrimos que a menudo debemos recurrir al uso de figuras del lenguaje y a símbolos para lograr transmitir un mensaje. Y cuando este mensaje está poco relacionado con la experiencia personal del lector, más importante resulta el uso de símbolos o del lenguaje simbólico.

 Cuando hablamos acerca de Dios, que es espíritu y no carne, que habita la eternidad, y que es “diferente” a todo lo que conocemos, excepto en aquello en que el hombre es su imagen, el lenguaje simbólico es casi el único medio posible para describirlo. Cuando lo llamamos “Padre” estamos tomando una realidad de nuestro mundo y usándola para indicar una verdad acerca de Dios. Cuando decimos que Dios nos “oye”, estamos nuevamente hablando simbólicamente. “Oír” es un fenómeno que requiere en primer lugar la producción de ondas sonoras a la atmósfera, luego un medio físico que recibe estas ondas y las convierte en estímulos sensoriales para nuestro sistema nervioso, y finalmente la reunión de estos estímulos con las correspondientes señales ya almacenadas en nuestro cerebro como “memoria”. La identificación del estímulo presente, con la ayuda de la experiencia pasada, permite al “oyente” recibir el mensaje sonoro que se procura comunicar. Por supuesto que cuando decimos que Dios nos “oye”, no estamos diciendo que él tenga cada órgano necesario para oír, o que él sea dependiente de la atmósfera para la transmisión de las ondas sonoras. De hecho nosotros creemos que podemos orar silenciosamente y aún así nos “oye”.

Para ilustrar lo que venimos diciendo, puede ser útil considerar como ejemplo un pasaje bíblico. Nos referimos a Génesis 3:15, también llamado el protoevangelio: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.

El sentido literal del versículo es claro. Dios está hablando a la serpiente que indujo a la mujer a pecar, desobedeciendo a Dios. Dios está diciendo que habrá hostilidad entre los seres humanos (la simiente de la mujer) y las serpientes (la simiente de la serpiente). A través de esta hostilidad o enemistad los seres humanos serían heridos (herida en el calcañar) y las serpientes serían muertas (herida en la cabeza). Pero bien sabemos que el propósito de este pasaje no termina allí. Hay un sentido mucho más abarcante y profundo.

Este “sensus plenior” podría expresarse de la siguiente manera: La crisis o problema espiritual (la tentación y la caída) fue obra de un ser (la serpiente) hostil a Dios y a su voluntad revelada. Esta hostilidad continuará manifestándose a través de las edades, y los seres humanos serán heridos por ella. Pero finalmente habrá victoria porque un hombre (identificado como Jesucristo por revelación posterior) finalmente destruirá al tentador (identificado posteriormente como Satanás).

Nuestro pasaje tiene un sentido literal extremadamente limitado si no lo miramos como una declaración simbólica tremendamente significativa cuando la leemos a la luz del resto de la revelación.

Identificando el símbolo bíblico

Luego de ser consciente de la existencia de los símbolos y del lenguaje simbólico en las Escrituras, el intérprete procurará identificar lo simbólico para no darle el trato que corresponde a lo literal. Tomamos de Michelsen su descripción de las características básicas de un símbolo, para llegar a entenderlos con mayor facilidad.

El símbolo es generalmente un objeto literal. Puede ser una olla hirviente, una colección de higos buenos y malos, un carnero o un macho cabrío. En cada caso el escritor

describe una olla real, un objeto real o un animal que existe en la realidad.

2.   El símbolo es usado para entregar una lección o una verdad. Los dos canastos de higos buenos y malos (Jer. 24) identificaban dos grupos existentes en Judá. Los higos buenos eran símbolo de los que habían sido llevados cautivos a Babilonia; los malos eran los restantes miembros del pueblo de Judá. Se promete la restauración para los primeros y el juicio divino para los segundos.

3.   La conexión entre el objeto literal y la lección que enseña se torna más clara cuando conocemos la intención de quien usó el símbolo originalmente.

Interpretación del símbolo bíblico

Creemos que debe evitarse caer en cualquiera de dos extremos en el trabajo de interpretación de los símbolos bíblicos. Hay quienes se apegan a un literalismo excesivo que les hace leer la Escritura sin captar su contenido más amplio y más profundo. En realidad, a menudo una posición literalista es insostenible por mucho que pretenda tener de objetiva y científica.

Por otra parte hay quienes se dejan llevar al extremo del subjetivismo, aproximándose al mensaje bíblico como quien sólo lee alegorías. Lógicamente, este método lleva a interpretaciones antojadizas que relativizarán el mensaje de la Palabra de Dios. Las sugerencias dadas por Bernard Ramm, para la interpretación de los símbolos bíblicos, nos parecen apropiadas:

  1. Los símbolos interpretados en la misma Escritura son el fundamento para todo otro estudio del simbolismo. Cuando la Biblia misma interpreta un símbolo estamos sobre terreno seguro; estas interpretaciones pueden ser usadas como guía para el estudio de otros símbolos. Si bestias feroces en el libro de Daniel representan poderes políticos impíos o naciones, no debemos sorprendemos de encontrarlos en Apocalipsis simbolizando la misma idea general. La oveja o cordero es un símbolo frecuente ya sea de sacrificio o del corazón humano extraviado. El contexto nos ayudará a definir inmediatamente el significado que corresponde.
  • SI el simbolismo no está interpretado en la Biblia, sugerimos lo siguiente:

a. Investigar cuidadosamente el contexto. Podría ser que lo que se nos dice antes o después revele la idea que encierra el símbolo.

b. Con la ayuda de una concordancia buscar otros pasajes que usan el mismo símbolo y ver si alguno de ellos da la clave para su interpretación.

c. A veces la naturaleza general del símbolo es la clave de su significado (aunque será una tentación grande la de leer en el símbolo los significados que nuestra cultura les ha dado y no la del tiempo bíblico). Son del conocimiento general el carácter preservativo de la sal, la ferocidad de los leones, la docilidad de las palomas, la mansedumbre de los corderos y la suciedad de los cerdos.

d. A menudo estudios comparativos de cultura semítica revelan el significado del símbolo. La arqueología suele ser una excelente ayuda. Pero si no encontramos ninguna clave medianamente segura, puede ser más sabio permanecer en silencio que especular subjetivamente alrededor de los símbolos.

3. Atender al doble significado de algunos símbolos.

La interpretación del simbolismo bíblico no pide que cada símbolo tenga solamente un significado. El león es al mismo tiempo símbolo de Cristo (el león de la tribu de Judá) y de Satanás (el león que busca devorar cristianos). La oveja es un símbolo de sacrificio y de pecadores perdidos. El agua significa la Palabra en Efesios 5: 26; el Espíritu en 1 Corintios 12: 13 y la regeneración en Tito 3: 5.

Concluimos invitando a nuestros compañeros en el ministerio a considerar con atención nuestra propia metodología en la interpretación del simbolismo bíblico. Cuidemos que nuestra predicación y nuestra enseñanza no hagan del lenguaje simbólico de la Biblia algo irrelevante o indefinido. Consideremos cómo Jesús deliberadamente escogió los símbolos del agua, el pan, el vino, la luz, la viña, el pastor, para hacer llegar su mensaje a los hombres. La comunicación del mensaje se empobrece sin el uso del símbolo; pero no olvidemos que estos símbolos no son un fin, sino un medio riquísimo para transmitir revelaciones amplias, profundas y trascendentes.

Nota: Véase las siguientes obras: Luis Berkhof, Principios de interpretación bíblica (Terrassa, Barcelona, Clie, 1980), págs. 171-179. Gordon Hyde, ed., A Symposium on Biblical Hermeneutics (Washington D.C., Review and Herald, 1974), págs. 209-213. A. Berkeley Michelsen, Interpreting the Bible (Grand Rapids, Eerdmans, 1970), págs. 265-279. Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation (Grand Rapids, Baker, 1970), págs. 232-238.