“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado”.
Si estuviésemos allí personalmente, probablemente hubiésemos pensado que estábamos ante una de las disputas familiares más enconadas de la historia. La señora mayor, con la barbilla hacia afuera en un intento de demostrar su determinación real, debió de haber tenido unos cincuenta años en ese entonces; y como ella era el siguiente personaje real en la línea sucesoria al trono, debió de haber estado acostumbrada a que sus deseos personales se cumplieran de inmediato. Pero, allí había un hombre más joven –un príncipe, sin lugar a dudas– que despreocupadamente le lanzaba palabras obstinadas en su propia cara. ¿Qué podía hacer ella para que él comprendiera la profunda sabiduría de sus demandas, y el disparate total de su decisión?
La Biblia nos da solo un pantallazo muy breve de ese momento cargado de emoción; pero aun así las palabras son muy reveladoras e inmensamente significativas. Las leemos en Hebreos 11:24 al 26: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”.[1]
Lo que hace que la decisión de Moisés sea extremadamente fascinante es la publicación reciente de algunos detalles desconocidos hasta ahora. Estos detalles nos brindan nuevas evidencias apasionantes acerca de esta antigua disputa familiar, y nos permiten obtener un primer plano de la momia de la princesa egipcia que había adoptado a Moisés y con la que él decidió discutir. Ahora podemos comprender más plenamente que nunca antes (por cierto, mucho más plenamente) exactamente qué efecto tuvo el dramático anuncio de Moisés sobre el antiguo Egipto y sobre la familia real del faraón, en particular.
Ahora sabemos que la decisión de Moisés no solo afectó su vida y sus decisiones futuras. También tuvo un profundo impacto en el mismo gobierno de Egipto por varias generaciones, aún después del tiempo de Moisés.
Cronología de respaldo
Consideren esto. En el número de enero de 2012 de la Biblical Archaeology Review, el editor citó información nueva que ubicaba la fecha del Éxodo dos siglos antes de lo que el mundo académico generalmente creía.[2] Esto significa que incluso los eruditos liberales ahora pueden concordar con una datación del Éxodo que pudo haber ocurrido cerca del año 1445 a.C., como la misma cronología bíblica siempre sugirió. Pero ¿cómo impacta esto en nuestra comprensión de la experiencia de Moisés? La fecha correcta del Éxodo ahora nos permite dar una fecha más exacta para los episodios de la vida de Moisés, incluyendo el año de su nacimiento y su decisión de renunciar a su posición en la familia real. Esta información de la época de la vida de Moisés nos permite asociar su vida más fácilmente con los miembros individuales de la familia real que gobernaba Egipto en ese entonces.
El aceptar la fecha de 1445 a.C. para el Éxodo y el reconocer que la Biblia afirma claramente que Moisés tenía ochenta años en ese entonces (Éxo. 7:7), nos lleva a concluir que Moisés debió de haber nacido en el año 1525 a.C. Entonces, si asumimos que Moisés tenía aproximadamente treinta años cuando alcanzó la mayoría de edad, podemos llegar al año 1495 a.C. como el año en que Moisés dejó en claro que él no era el “hijo de la hija de Faraón”. Al hacer esa declaración, Moisés obviamente estaba renunciando a la posibilidad de llegar a ser el próximo gobernante de Egipto. Y por consiguiente, esta representó una decisión con consecuencias de suma importancia.
El contexto familiar
Consideramos también otro artículo. La National Geographic publicó un artículo de Chip Brown que ubica a Moisés en su propio contexto familiar con las familias reales de Egipto.[3] Esto nos ayuda a determinar quiénes eran el faraón y “la hija de Faraón” en los años en que Moisés tomó su decisión trascendental.
Con el artículo de Brown frente a nosotros, aparentemente sin que Brown notara lo que su artículo ha logrado, ahora es posible identificar a la mujer descripta en la Biblia como “la hija de Faraón”. A la luz de los detalles que menciona Brown, la mujer por cierto debe identificarse con la famosa princesa conocida en los antiguos registros egipcios como Hat-shep-sut, cuya vida y posterior gobierno en Egipto ahora guarda una perfecta correlación con los acontecimientos pertinentes en la vida de Moisés. Por lo tanto, históricamente, parece claro que debemos considerar que la Hatshepsut del artículo de Brown en realidad representa a la misma antigua princesa de Egipto que rescató a Moisés del río Nilo.
En el artículo, por ejemplo, Brown menciona un pequeño detalle interesante: que “su principal asesor y arquitecto Senenmut se refiere a ella como ‘la hija primogénita del rey’, una distinción que acentúa su linaje como la heredera mayor de Tutmosis I, y no como a la principal esposa real de Tutmosis II”.[4]
Por supuesto, los que conocen la referencia que se hace a ella en el libro de Hebreos recordarán que el apóstol describe a la madre adoptiva de Moisés como “la hija del Faraón”. Obviamente, ahora hay una razón histórica de por qué en la renuncia de Moisés debía mencionarse que él “rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón”.
Pero en el ámbito de la cronología relativa de Moisés, el artículo de la National Geographic se ha vuelto especialmente útil e informativo. Sin duda, es justificado asumir que la hija de Faraón, en la historia bíblica de Moisés, debió de haber tenido unos veinte años cuando tomó al bebé Moisés del Nilo; y esto ubicaría el nacimiento de ella alrededor de 1545 a.C. Pero, según Brown, Hatshepsut no comenzó a reinar en Egipto hasta 1479 a.C.[5] Su reinado total duró desde 1479 a.C. hasta 1458 a.C.[6] Esto significa que la familia real debe haber tenido al menos 15 o 16 años (1495- 1479 a.C.) para considerar los efectos potenciales de la renuncia de Moisés.
Apenas podemos imaginar la agitación interna que debió de haber causado la decisión de Moisés en el palacio egipcio durante esos años cruciales después de 1495 a.C. Seguramente, hubo muchos ruegos para que Moisés cambiara de opinión y que no fuese tan obstinado. Esta posibilidad es resaltada por el hecho de que los herederos varones para el trono de Egipto eran escasos en ese entonces. Además de Moisés, había solo otro varón que podía considerarse remotamente, y era el hijo de la esposa secundaria del faraón anterior: un varón (que posteriormente llevaría el nombre de Tutmosis III) que era diez o veinte años menor que Moisés.
Los demás años de Moisés, y de los otros actores en los acontecimientos dramáticos de ese período también, ahora son fáciles de resolver. Después de dar a conocer su decisión públicamente, Moisés permaneció en Egipto tan solo diez años más, es decir, hasta 1485 a.C. Luego, después de matar a un egipcio, huyó del país (Éxo. 2:12-15), porque temía al rey de Egipto (en ese entonces, el gobernante de Egipto todavía era Tutmosis II, el padre de Hatshepsut). Seis años después de que Moisés huyera de Egipto, Tutmosis II murió, y Hatshepsut tuvo que actuar. Obviamente, no era cómodo para ella tener que casarse con el chico que más adelante llegaría a ser Tutmosis III, y no tenía otro heredero varón. Por lo tanto, en un capítulo singular de la historia antigua, Hatshepsut valientemente tomó el mando como si fuese un hombre y se autoproclamó faraón de la tierra de Egipto (“El rey misma”, o el título en la tapa de la National Geographic como “La rey de Egipto”). Es como si le estuviese respondiendo a Moisés: “Está bien, si tú no cooperas y te conviertes en el siguiente faraón, ¡lo haré yo misma!”
Hatshepsut gobernó Egipto como gobernante varón durante aproximadamente 21 años. Durante ese tiempo, mandó hacer varias pinturas y estatuas de sí misma, pero siempre aparecía con ropa que tipificaba a un rey, nunca como reina. De hecho, generalmente aparecía en sus representaciones incluso con una barba artificial que acentuaba su fingida masculinidad. Poco después de asumir el poder, elevó al joven Tutmosis III al puesto de segundo faraón junto con ella. Pero él siempre se vio forzado a aparecer en un papel secundario, siempre con ella en frente, un papel que seguramente lo irritaba.
Tutmosis III reveló sus verdaderos sentimientos hacia Hatshepsut poco después de la muerte de ella en 1458 a.C. Primero, su cuerpo, cuidadosamente momificado, fue sacado brutalmente del sarcófago que ella había preparado previamente, y su momia fue sacada descuidadamente de su cámara funeraria y arrojada a un pequeño habitáculo contiguo, que había sido preparado para ubicar a algunos de sus sirvientes y sus provisiones para la supuesta vida del más allá. Luego en varios lugares en todo Egipto, sus pinturas y estatuas fueron sistemáticamente mutiladas para mostrar el desprecio que su sucesor sentía hacia ella.
Brown nos proporcionó un artículo maravillosamente útil sobre la vida y la época de Hatshepsut. Su artículo es aún más interesante porque él no parece detectar el lugar que esta antigua reina-rey podría haber tenido en la vida del gran legislador. Pero al poner los dos artículos a la par, ahora es posible hacer una identificación obvia; y el artículo de Brown ofrece mucho más que los detalles de interés humano pertenecientes a los primeros años de Moisés, en caso de que todos los pastores ocupados deseen emplearlos en un sermón. Además, Brown brinda una cantidad de detalles interesantes acerca de la búsqueda de la momia de Hatshepsut, incluyendo temas como el fascinante descubrimiento de un diente momificado que finalmente ayudó en la identificación final de su momia.
Cómo tomar la decisión correcta
Para los predicadores que tienen planeado preparar un sermón que se base sobre los primeros años de Moisés, sería muy interesante y valioso referirse al artículo de la National Geographic, leer los detalles que brinda el artículo, y contemplar el rostro momificado de la mujer que trató de adoptar al niño Moisés como a su propio hijo y que, posteriormente, fracasó en su pleito de convertirlo en el siguiente rey de Egipto.[7] El relato de la dramática historia, por supuesto, parece tener un poderoso atractivo para confeccionar un sermón que anime a todos a tomar decisiones correctas en la vida. A cualquiera nos puede tocar momentos de lucha personal en los que, si eligiésemos el camino equivocado, se nos prometen grandes ventajas, como el trono de Egipto para Moisés. Pero el ejemplo del gran legislador debiera animarnos a examinar nuestras decisiones con mucho cuidado, para entonces elegir correctamente. De lo contrario, alguien podría terminar la historia de su vida como una exhibición interesante en la vitrina de algún museo. Moisés, en vez de convertirse en una atractiva muestra de museo, tuvo el privilegio de ser uno de aquellos que personalmente animaron a nuestro Señor en el monte de la transfiguración; y probablemente ahora posea una elevada responsabilidad administrativa, de algún tipo, en el gobierno celestial del Dios altísimo. ¡Qué admirable es el hecho de que en la antigüedad él haya sabido tomar la decisión correcta!
Sobre el autor: Profesor emérito de la Universidad Walla Walla, College Place, Washington, Estados Unidos.
Referencias
[1] Todos los pasajes bíblicos son de la RVR 60.
[2] Ver Hershel Shanks, “When Did Ancient Israel Begin?”, Biblical Archaeology Review 38, N° 1 (2012): pp. 59-62, 67.
[3] Chip Brown, “The King Herself”, National Geographic 215, N° 4 (April 2009), pp. 88-111.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd., p. 94.
[6] Ibíd., p. 104.
[7] Ver la galería de fotos en “Hatshepshut”, National Geographic, http://ngm.nationalgeographic.com/2009/04/hatshepsut/garret-photography.