Pocas herramientas son tan poderosas para edificar, fortalecer y sobre todo multiplicar la iglesia de Dios en esta tierra como las células o grupos pequeños que se llevan a cabo y desarrollan en la quietud de los hogares de los miembros de la iglesia.

Aunque como principio evangelizador los grupos pequeños no podrían ser más antiguos, y aunque el concepto básico no presenta nada novedoso, es asombroso descubrir cuán poco se aprovecha este sistema evangelizador que indudablemente es el más económico, el más sencillo y el más productivo.

Aun en territorios donde nunca hubo una iglesia adventista ha habido laicos que han comenzado la obra usando sus casas para convertirlas en hermosas y dinámicas iglesias. Estos laicos no han sido pocos. El testimonio de ellos me hace pensar en el potencial ilimitado que existe en cada iglesia local cuando su dirigente busca echar mano de lo que está a su alcance: el hogar cristiano, el instrumento escogido por Dios desde los tiempos bíblicos para servir y ganar a otros.

En estas páginas deseo dar testimonio de cómo Dios nos dirigió a usar los hogares de nuestros miembros en la iglesia de Van Nuys, California, para ganar en esa iglesia de 40 años de edad a 350 nuevos conversos en solamente dos años y fracción de iniciado este plan evangelizador a través de grupos, y con perspectivas mucho más maravillosas aun para el futuro.

¿Porqué tal éxito en Van Nuys? ¿Fue casualidad? ¿Será el resultado definitivo y seguro de haber puesto en práctica por fe -sobreponiéndonos al temor al fracaso- los principios que Dios ha establecido para su iglesia?

Una de las citas más reveladoras del testimonio de Jesús dice así: “Dios no obra milagros, por lo común, para el avance de su verdad… Él obra de acuerdo con los grandes principios que se nos han revelado, y es nuestra parte hacer planes sabios y poner en operación los medios por los cuales Dios producirá ciertos resultados” (Servicio cristiano, págs. 282, 283).

Aunque confieso que esta cita me sorprendió mucho al leerla por primera vez, caí en la cuenta de que todo lo que Dios hace, lo hace a través de principios y leyes y de acuerdo con ellos. La naturaleza misma está gobernada por principios y leyes, y todo el universo está sostenido por ellos. Por ejemplo, existen leyes para la interpretación de las Sagradas Escrituras. Si se violan estas leyes, se malinterpreta la Biblia y cunde el fracaso. La oración es una ciencia, dice el espíritu de profecía. Si violamos los principios de esa ciencia, Dios no responderá a nuestras oraciones, y sobrevendrá el fracaso. Se nos habla también de la ciencia de ganar almas. Violar esa ciencia es no ganar almas, y experimentar fracaso. Por eso se nos ha dicho que “se ha demostrado… que cualquiera sea el talento de la predicación… si a la gente no se le enseña cómo debe trabajar, cómo debe dirigir las reúniones… cómo debe alcanzar a la gente con éxito, la obra será casi un fracaso” (Testimonies for the Church, t. 5, pág. 256).

Dios nunca viola sus propias leyes y principios, sino que obra a través de ellos. Opera a través de grandes principios.

Entre los principios conocidos, indudablemente el más fundamental es el del uso del hogar como centro de evangelización. Los evangelistas del Nuevo Testamento registran cómo usó Jesús este método en su evangelización (Mat. 13:36-52; 17:25-27; Mar. 9:33-50; 10:10-12; Luc. 7:36-50). Jesús mandó a los doce a las casas (Mat. 10:11-13). También envió a los setenta (Luc. 10:5-7). En Hechos de los Apóstoles hay nueve referencias de cuando los cristianos adoraban en las casas. En la Iglesia de Jerusalén había una combinación de adoración en el templo y en las casas (Hech. 2:46).

Es evidente que el concepto del uso de los hogares para nutrir la vida espiritual y para evangelizar saturó la experiencia de los cristianos del Nuevo Testamento. Se habla de la iglesia en la casa de Lidia (Hech. 16:40), la iglesia en casa de Priscila y Aquila (Rom. 16:3-5), la iglesia en la casa de Ninfas (Col. 4:15), la iglesia en la casa de Filemón (Fil. 2), etc. Es hermoso notar que quienes hicieron de la iglesia su hogar también trajeron a su hogar la iglesia.

Ya en el Antiguo Testamento se registra el principio de la organización en grupos como una pauta a seguir para la bendición de la iglesia (Gén. 7:1; 9: 8, 9; Núm. 2:13; Jos. 4:12; 13:1, 7; Neh. 3; Dan. 1:3-7).

Sin embargo, es en Éxodo 18 donde se nos muestra cuando Moisés recibe providencialmente instrucción de cómo organizar una iglesia, instrucción que luego magistralmente pone en práctica para que cada individuo reciba mejor cuidado. Este principio de concentración, de selectividad, o como querramos llamar al principio de los grupos pequeños, es tan eficaz como las leyes que rigen al universo, y dondequiera se ponga en práctica tendrá resultados definidos.

No obstante, el ejemplo de Jesús es el que más me impresiona. Él es el pastor de los pastores, el que sabe cómo organizar para evangelizar. Aun cuando vino con hambre y sed de salvar al mundo entero y con la determinación de que nada ni nadie lo desviara de su sagrada misión, no por eso empezó a viajar grandes distancias para propagar el mensaje. ¿Qué haría y qué hizo el Buen Pastor? Se concentró en el grupito y convivió con ellos por tres años y medio para hacer de ellos algo más que miembros de iglesia, es a saber, discípulos.

No se conoce de multitudes que Jesús haya bautizado cuando estuvo en esta tierra, pero entrenó tan bien a sus discípulos que uno de ellos ganó a más de tres mil con un solo sermón. La solidez de experiencia que Jesús dejó en ellos permitió que el Espíritu Santo pudiera usarlos en una forma nunca vista hasta entonces.

Esta clase de madurez es la consecuencia lógica de haber convivido con Jesús por tres años y medio en ese pequeño grupo original.

Es impresionante notar cómo cambia la vida del discípulo en formación y del que está enseñando a ser discípulo. El dirigente del grupo vive esto cada día. Cada semana y cada sábado con los miembros de su grupo.

El apóstol Pablo también llegó a dominar la vida del discipulado. Lo demostró con la experiencia que alcanzó con Timoteo. Es notable que cuando fue imperativo que Pablo fuese a Corinto por problemas que afligían a la iglesia, lo mismo le era ir él a solucionar el problema o enviar a Timoteo en su lugar. A tal grado había logrado un discípulo de Timoteo. La Biblia lo describe así: “Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo… el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño a todas partes y en todas las iglesias” (1 Cor. 4:17).

Estoy seguro de que Timoteo se sentía cómodo con la comisión que había recibido pues se había nutrido, mediante las enseñanzas del gran apóstol, el concepto del discipulado, concepto que persigue cada grupo en la iglesia. Por eso Pablo pudo decirle con toda autoridad: “Lo que has oído de mí… esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Tim. 2:2).

De manera que Pablo enseñaba a Timoteo para que él enseñara a otros que a su vez enseñarían a otros, y así sucesivamente.

Este es el principio que eslabona el desarrollo progresivo y la multiplicación de la iglesia.

Fundamentalmente, la experiencia de hacer discípulos que luego harán otros y conseguir madurar a un cristiano a ese nivel de productividad es la esencia del sistema de grupos en la iglesia, algo que satisfactoriamente se logra cuando se usa el hogar como centro de evangelización. Ese concepto que se encuentra implícito en la Palabra de Dios es el que en la iglesia de Van Nuys se ha buscado poner en práctica.

¿Cómo se logra desarrollar un plan donde los hogares de los miembros se transforman en iglesias que buscan hacer discípulos? En primer lugar, es importante destacar que es clave que la iglesia se dé cuenta de que su pastor es un discípulo. Esta característica le dará esa autoridad indispensable para el desarrollo del plan, ya que él juega un papel de importancia estratégica en un programa de esta envergadura.

He leído y analizado lo que los especialistas en crecimiento de iglesia han visto. Ellos nos aseguran que el pastor que por incompetencia, pereza o temor al fracaso delega la dirección de un programa como éste incluso a su colega asistente, no digamos a un laico, va rumbo al seguro fracaso. Por lo tanto, en cada seminario que he dado en relación con este tema, donde surgen preguntas alusivas a esto, siempre aconsejo que aun los pastores de distrito deben ingeniárselas para que las iglesias a las cuales sirven sepan que ellos son el eje central del plan, y que tanto los dirigentes de los grupos como los ancianos que supervisan trabajan todos bajo el consejo y la dirección del pastor.

En seguida, deseo puntualizar los diez pasos clave y fundamentales que pusimos en práctica en Van Nuys. Lógicamente no hay lugar para detalles en este artículo. Lo básico es lo siguiente:

1. Encontrar un núcleo de cristianos consagrados que se constituirán como los discípulos del pastor a quienes él buscará adiestrar y equipar como si su ministerio consistiera en eso. En efecto, en eso consiste el ministerio del pastor. Dice el testimonio de Jesús: “No debe ser el objetivo del obrero presentar una larga lista de sermones que ha predicado, sino qué es lo que ha hecho en la obra de la ganancia de almas, en la obra de entrenar obreros” (Medical Ministry, pág. 301).

2. Organizar los grupos geográficamente. Ocho a doce miembros.

3. Ver que cada miembro tenga un cargo de responsabilidad en el grupo. Ejemplo: director, asistente, secretario, tesorero, secretario misionero, telefonista, diácono, portaluz, representante de Escuela Sabática, representante de los JA y representante de La Voz de la Esperanza. (Son los cargos que usan en Van Nuys.)

4. Presentar una descripción de los deberes de los responsables de cada cargo. Cuando hicimos estos en Van Nuys, cada grupo multiplicó su efectividad.

5. Recibir informes de los dirigentes de los grupos y los supervisores de los dirigentes que son los ancianos.

6. Desarrollar grupos a partir de grupos que forman una congregación que periódicamente se reúne. Esto cumple un propósito vital.

7. Establecer el territorio misionero que cada grupo buscará trabajar cada semana. La iglesia de Van Nuys ha llegado a dar casi 500 estudios bíblicos por semana. Cada uno haciendo su parte. El primer bautismo después de iniciado el plan fue de 82 personas. Más personas en un solo día que en cualquiera de los 40 años de la vida de la iglesia.

8. Desarrollar dos estrategias: una para ganar y otra para conservar miembros en la iglesia. En Van Nuys cada estrategia tiene 12 puntos. Mi blanco, por supuesto, es ver que los dirigentes lleguen siempre a ser maestros de estas estrategias.

9. Tener periódicamente seminarios de adiestramiento, desafío e inspiración para dirigentes y ancianos. Cada grupo da anualmente sus propias conferencias. El año pasado un grupo solo ganó a 26 personas. Esta es una fiesta de cada año que no puede faltar. El entrenamiento es delicado pero es de mucho valor.

10. Proponer que cada miembro del grupo haga un pacto en relación con su grupo. Esto funcionará mejor cuando es precedido por un sermón sobre el significado y la importancia de los pactos.

En Van Nuys fue muy importante no mezclar estos grupos con las clases de Escuela Sabática. Elena G. de White habló mucho del concepto de grupos y habló mucho de la Escuela Sabática. Nunca lo hizo en combinación. Es evidente que Dios quiere que haya grupos en la iglesia aparte de las clases de Escuela Sabática.

Concentramos a estudiar los grupos en la iglesia de Van Nuys exclusivamente sobre la esencia de la salvación y el discipulado. Hoy la iglesia de Van Nuys, y ya por más de un año, es la única iglesia entre aproximadamente 130 de la asociación que celebra doble servicio cada sábado para acomodar a todos sus miembros y visitas que crecen semana tras semana.

Es posible que a primera vista este plan de trabajo se manifieste más complicado de lo que en efecto es. Si es así, pensamos sin embargo que está diseñado para ganar a centenares de personas año tras año. Personalmente, empleé más de mil horas de trabajo, investigación y mucha oración antes de comenzar esta obra en Van Nuys.

Al ver los resultados, con gusto hubiera invertido diez mil horas más. Ganar almas nunca fue fácil. Pero el trabajo hecho de todo corazón usando los principios que Dios nos ha dado trae un éxito seguro. El plan impacta a la iglesia, activa a todo miembro en tanto que se observa desde el comienzo a través de la evolución que se desarrolla, que todo verdadero dirigente sólo dirige sirviendo y todo verdadero siervo sólo sirve dirigiendo. Este desenlace trae la multiplicación, pues así como el cuerpo se desarrolla mediante la división y multiplicación de las células, el cuerpo de Cristo también se desarrolla al dividirse y multiplicarse sus células o grupos pequeños.

¿Sabía usted que las diez iglesias más grandes del mundo han llegado a ser las más grandes por medio de los grupos pequeños? Tengo la documentación en mi archivo.

Recientemente estuve en Corea para ver la iglesia más grande del mundo (400.000 miembros). Fue un seminario memorable, donde también tuve el gozo de compartir lo que Dios está haciendo en la Iglesia Adventista y a través de ella. La iglesia de Corea tiene más de 22.000 grupos. “Es la iglesia más grande y a la vez, por la organización de grupos, la más pequeña del mundo” dice su pastor, Paul Yonggi Cho.

Cuando asistí a uno de los cultos de oración el miércoles de noche, con tristeza tuve que aceptar que había más personas presentes en uno de los cultos de oración que la totalidad de los miembros adventistas de mi Asociación, que es una de las más grandes del mundo. Me impresiona aún cuando lo recuerdo.

Reconozco que las iglesias protestantes ganan con más facilidad, pero el caso es que hay miles de iglesias protestantes y ninguna ha crecido como la de Corea o como las otras nueve de las más grandes del mundo. ¿Por qué? Porque éstas están operando a través de principios, y los principios siempre funcionan, no importa quién los ponga en práctica.

Cuando estuve presente en ese tremendo santuario allá en Seúl, varios pensamientos vinieron a mi mente. Pensé que la iglesia más grande del mundo nos predicaba un sermón en el cual se nos recuerda que el ser humano es un ser eminentemente religioso y que como tal responde a la belleza de la Palabra de Dios no importa quien la lleve a la puerta del incrédulo. Pensé luego que es penoso que los que no tienen la verdad están aprovechando esto y los principios de evangelización establecidos para ganar multitudes, mientras entre nosotros todavía hay tantos que no quieren usar esos principios.

Aún es tiempo. Dios nos manda a usar los hogares de su pueblo para pescar hombres y para crecer. Y es evidente que El desea que en vez del anzuelo usemos la red regresando a los conceptos originales de las doctrinas apostólicas.

Cuando Jesús alimentó a los cinco mil, la Biblia dice también que primero los dividió en grupos. ¿Habrá sido para estar seguro de que ninguno se quedaba sin comer?

¿Están los miembros de nuestras iglesias todos bien alimentados? Los que abandonan la iglesia, se van débiles ¿Por qué razón? ¿Será que se pierden entre el tumulto y ni nos damos cuenta de que se están quedando sin comer?

Quiera Dios que con nuestras congregaciones bien organizadas y alimentadas salgamos usando los principios que Jesús enseñó y practicó trayendo libertad a todo esclavo, recordando siempre que Elena G. de White nos advirtió, “la formación de pequeños grupos como base del esfuerzo cristiano me ha sido presentada por Uno que no puede errar” (Servicio cristiano, pág. 92).