Al preparar y presentar el sermón, el predicador debe estar en sintonía con las necesidades de los oyentes y buscar satisfacerlas.

Al conversar por teléfono con una amiga de nuestra familia, le pregunté:

-¿Fuiste a la iglesia esta mañana?

Ella me respondió:

-Sí, es muy difícil que no vayamos al culto.

-¿Cuál fue el tema del sermón? -continué.

Y obtuve la siguiente respuesta:

-Algo acerca del Apocalipsis, acerca de tres espíritus semejantes a ranas.

-Pero ¿qué se dijo acerca de ellos? -pregunté nuevamente.

Dudó, y luego contestó:

-Realmente, no tengo idea. Algo histórico y erudito acerca de lo que el pastor pensaba sobre ellos, pero no tenía sentido para mí. Salí desanimada, porque raramente escucho desde el pulpito algo realmente importante para nosotros.

Hay dos cuestiones aquí. La primera puede ser el desinterés en ciertos detalles de la profecía, especialmente si fueron la parte principal del repertorio de la predicación del pastor. La segunda cuestión incluye hablar redentivamente de los espíritus semejantes a ranas de Apocalipsis 16. Pero, finalmente, ¿en qué estaba errado el sermón? Quizá, en lo que acostumbro llamar el gran propósito positivo.

Composición básica

Durante el tiempo de estudiante, la estructura del argumento estaba entre las primeras cosas que se aprenden al hacer composiciones. Esa estructura significa que la composición siempre es iniciada con una declaración implícita o explícita de tesis, algo como: “Intento convencerlos de esto”, seguida por tres o cuatro puntos de apoyo a la tesis y, si fuera necesario, una o dos respuestas a una objeción, para luego presentar la conclusión.

Es más o menos eso lo que sucede en un sermón estructurado. La escalera de puntos debe ser temática.

Con este método, raramente los predicadores fracasan en establecer puntos importantes, y su material de apoyo, extraído de las Escrituras, permanece inatacable. Muchos predicadores descuidan la declaración de tesis, limitándose a informar, sin que sus oyentes entiendan lo que ellos pretenden con su mensaje.

Las Escrituras tienen abundancia de material para satisfacer el intelecto y nos dan la oportunidad de saber cuán inteligentes somos. Con eso, podemos despertar el interés de las personas. A pesar de esto, sin un gran propósito positivo, no las animaremos ni las inspiraremos.

Tal vez sea interesante preguntarle a ese pastor:

-¿Por qué escogió hablar sobre Apocalipsis 16:13 y 14?

Él podría decir:

-Porque estoy predicando una serie específica de mensajes fundamentados en ese libro, y fue ese el tema de la semana.

O quizá:

-Los hermanos necesitan conocer los puntos difíciles del Apocalipsis.

O incluso más:

-Estudié algo sobre el tema y tengo informaciones importantes para transmitir.

Por otro lado, ninguno de estos argumentos dice cómo espera ayudar a sus oyentes al hablarles sobre el tema en cuestión. Eso es porque el gran propósito positivo no se descubre en el texto ni en el predicador, sino en el pueblo.

Objetivo del predicador

Al contrario de los maestros de su tiempo, Jesús fue considerado un orador que hablaba “con autoridad”. Y eso no sucedió sencillamente por el hecho de que era buen exégeta; otros maestros también lo eran, pero ofrecían poca ayuda espiritual. La autoridad de Jesús provenía de la comprensión práctica que tenía

de las necesidades reales de sus oyentes, necesidades que se evidenciaron claramente en sus parábolas. Dedicaba tiempo al pueblo. Al preparar un sermón, mentalizo las preocupaciones de mi congregación: dinero, trabajo, familia, conflictos, divorcios, hijos distantes, salud, felicidad, padres e hijos problemáticos, temor, violencia; bueno, ya tiene experiencia en esto.

Por esa razón, estoy convencido de que la predicación no comienza en el escritorio, sino en la conversación con las personas. Realmente, no se puede ser un buen predicador, a menos que se sea, primeramente, un buen oyente. La buena predicación incluye las mayores necesidades de la vida de las personas. Anclada en el pasado, la buena predicación anticipa el futuro y siempre abarca la vida de las personas en el presente. Eso se convierte en un gran propósito.

Solo un predicador insensato predicaría acerca de un problema específico que alguien le haya confiado. Pero, con la ayuda de las Escrituras, el predicador debe hablar, aun generalizadamente, a la persona que acaba de descubrir que tiene cáncer, al que perdió o está por perder el empleo, al igual que al que enfrenta un proceso de divorcio; aun cuando el texto básico sea acerca de los tres espíritus semejantes a ranas.

Pero ¿cómo? Creo que existen solo dos áreas que califican al predicador para hablar con autoridad. Puedo extraer de la Biblia y decir lo que el pueblo debe hacer, o puedo hablar de lo que Dios ha hecho y hará. Algunos de nosotros hemos sido algo mejores en el primer punto. El comportamiento es importante para nosotros; suponiendo que los oyentes no están actuando bien, porque no saben qué hacer, repetimos las instrucciones muchas veces.

Pero la mayoría de las personas sabe qué está bien y qué está mal, y no tienen las habilidades o la voluntad para actuar conforme a ese conocimiento. Por eso, creo que es más importante predicar sobre lo que Dios provee: fuerza para vivir, respuesta a las oraciones, perdón y vida eterna. Hasta lo que Dios quiere que hagamos, y que debe ser abordado, es incentivado por sus hechos. Dios quiere que renunciemos al pecado y, a través de Cristo, puede ayudarnos a hacerlo. Por eso, la predicación es un propósito positivo: no solo reprende y amenaza, sino también anima.

Cómo hacerlo

Hablando en términos prácticos, ¿cuáles son los pasos que debe dar en la construcción de un sermón con esas características? Tome un texto y, al estudiarlo, considere las necesidades de los oyentes. Para encontrar el gran propósito, pregúntese de qué manera el texto puede satisfacerlas. Transfórmelo en un propósito positivo, al decirles lo que Dios ya proveyó y cómo pueden tener acceso a la fuente de los recursos divinos, listos para ser utilizados.

Muchas veces, el gran propósito positivo será una formulación de esperanza, como por ejemplo: “No necesitamos desesperarnos. Dios es bueno y podemos confiar en él. No es desatento ni petulante con nosotros. Cuidó de nuestros antepasados, y también cuidará de nosotros, en esta semana y eternamente”.

No todo texto provee claramente este propósito de esperanza. Si está predicando acerca de un libro o de un determinado conjunto de pasajes, quizá no posea tanta libertad para

escoger lo que tenga ese propósito. Si el texto no contiene un mensaje de esperanza dentro de él, entonces necesitará suplirlo a partir de otro lugar de la Biblia. Ningún sermón debe W carecer de un gran propósito positivo.

Volvamos a los tres espíritus semejantes a ranas. En el contexto del pasaje, representan manifestaciones demoníacas que atraerán a las personas, a través de manifestaciones impresionantes de poder. Aun cuando en su aplicación profética todavía no hayan aparecido, podemos explicar lo que sucederá al hacerse realidad. Pero, si nos quedamos ahí, las personas volverán desnutridas a sus hogares. Los eventos escatológicos no se hallan tan cerca del corazón de las personas como los eventos de la semana, y ellas no encontrarán mucho consuelo en la anticipación del fin de los tiempos, a menos que les aseguremos que, ahora, Dios está operando en su favor. Los eventos proféticos ocurrirán inevitablemente. Pero no vamos a dejar la impresión de que invertir mucha energía espiritual en la especulación profética justifica una vida espiritual descuidada en el presente.

En este punto de mi estudio, capto mi gran propósito positivo. ¿Acaso no existen manifestaciones demoníacas en nuestra vida? Virtualmente, todo el mal que nos asalta es el resultado de la influencia satánica. Cáncer, inseguridad en el trabajo, divorcios; todo puede ser tramado por Satanás. ¿Una gran demostración de poder demoníaco? Seguramente, eso describe el mecanismo de guerras que pueden matar, y han matado, a millones de personas en una explosión, sin mencionar huracanes y terremotos.

Los tres espíritus también son engañadores, pues el ingenuo no los considera malos, por el hecho de que parecen tan poderosos. Entonces, recordamos a las personas que una manifestación impresionante, por sí sola, aun cuando sean milagros, no implica piedad. Después de todo, Jesús vino a la tierra sin mucha publicidad, sin belleza, y siendo despreciado y rechazado (Isa. 53:2,3). Dios se revela de manera diferente de estos tres espíritus inmundos, así como es contrario a Satanás. Y, lo más importante, también está en contra del pecado y las tragedias que nos alcanzan en este momento. Puedo encontrar un sinnúmero de textos para apoyar este pensamiento.

Así, este es el gran propósito encontrado: Dios es más poderoso que el mal. Bajo su cuidado, no necesitaremos ser engañados ni derrotados.

La prueba

Todo sermón tiene que ser alcanzado por el gran propósito positivo. La antigua máxima de la comunicación: “Dígales lo que va a decir, dígales lo que dijo que iba a decir y, luego, dígales lo que ya dijo” se aplica perfectamente en lo que atañe al gran propósito positivo. Debe ser implícita o explícitamente comunicado en los primeros cinco minutos del sermón y durante su presentación.

El gran propósito positivo del sermón prueba la coherencia del sermón. Durante la preparación del mensaje, repítalo desde el inicio al fin de cada punto principal y observe si tiene sentido. Dígase: “Por causa de este punto que he articulado, comprendo claramente que Dios es más poderoso que Satanás. Hizo provisión en el pasado, lo hará en el futuro y, lo mejor de todo, lo hace en nuestra vida actual”.

Todo esto parece un poco artificial, pero funciona. Ser capaz de encontrar y establecer claramente el gran propósito positivo no es la única habilidad que un predicador debe poseer, pero creo que es la principal. Las buenas ilustraciones, la claridad de expresión, el contacto visual y el lenguaje corporal tienen su lugar. Pero sin un gran propósito positivo, los oyentes volverán a su hogar preguntándose qué quiso predicar.

Si es mediocre en otras habilidades homiléticas, pero aprende a establecer un claro propósito que incluya los conceptos de estilo de vida (el gran propósito) y la afirmación (propósito positivo), y repetir suficientemente esto, de manera que nadie se sienta vacío, desanimado, espiritualmente desnutrido y sin perspectiva, hará que la gente se sienta recompensada por haber asistido a la iglesia.

Sobre el autor: Pastor en Worthington, Ohio, Estados Unidos.