En el pasado, una civilización poderosa dominó los paisajes de un vasto territorio que iba desde los altiplanos de Honduras y Guatemala, pasando por Belice, hasta el sur de México. Reunía muchos grupos étnicos diferentes con una herencia cultural común, pueblos que tuvieron su época clásica entre los años 250 y 900 d.C.

Esta civilización dominaba técnicas avanzadas de agricultura, incluso el sistema de rotación de las siembras, y cultivaba productos que continúan siendo importantes hasta hoy: maíz, cacao, algodón, entre otros. Su esplendor quedó estampado en ciudades como Piedras Negras, Palenque, Tikal, Yaxchilán, Copan y Uxmal.

Pero entonces, en el siglo XVI, los conquistadores españoles invadieron sus tierras y usaron una tecnología militar más avanzada, para reducir esa civilización a escombros. En la actualidad, esa región es habitada por unos seis millones de descendientes de esos pueblos, con niveles diferentes de integración con las culturas modernas.

A esa civilización, que fascina a tantos arqueólogos, antropólogos y místicos, se la denomina Maya. Pareciera que la palabra “maya” deriva del nombre de la ciudad posclásica de Mayapán.

Ahora, aproximadamente quinientos años después de su aniquilamiento casi total, los mayas están de vuelta en el escenario popular. Esta vez, el motivo es el supuesto fin del actual ciclo planetario, que, según el calendario maya, ocurrirá el día 21 de diciembre de 2012. El interés en esta información se transformó en un fenómeno y dio origen a muchas especulaciones. En los últimos años, solamente el History Channel lanzó al aire cinco programas sobre las profecías mayas.

Al percibir la fiebre global en torno al año 2012, México resolvió explotar el tema como fuente de turismo, al lanzar la campaña “Mundo Maya 2012”. Se estima que 52 millones de turistas visitarán el sur de México en 2012, gastando cerca de 23 millones de dólares.

Las predicciones

Turismo aparte, ¿qué puede ocurrir en 2012 para justificar tanto barullo? Entre otras cosas, los adeptos al calendario maya pintan los siguientes escenarios:

  • La actividad solar llegará a un nivel extremo, y las erupciones tendrán un impacto sobre nuestro planeta.
    • Habrá desastres naturales en una escala sin precedentes, incluyendo grandes cambios climáticos.
  • Ocurrirá una inversión de los polos magnéticos de la Tierra.
  • Esa fecha puede marcar el inicio de una nueva era de hielo.
  • Habitantes de planetas míticos invadirán nuestra galaxia.
  • Tendremos acceso directo a una poderosa fuente de energía magnética en el centro de la Vía Láctea, que tendrá enormes efectos sobre la Tierra.
  • El Sol se alineará con la Vía Láctea, en un ciclo conocido como precesión de los equinoccios.
  • El fin del calendario maya marca el fin de los tiempos, y el mundo será destruido.
  • Se trata del inicio de un período de mil años de paz.
  • La humanidad entrará en una nueva fase de iluminación y espiritualidad.

En resumen, en la concepción de los milenaristas aficionados al año 2012, el calendario maya prevé caos en el planeta. Sus predicciones serían confirmadas por evidencias del Código de la Biblia y las profecías de Nostradamus. Los que mezclan teorías mayas y enseñanzas cristianas dicen que Cristo regresará en 2012.

Otros apocalípticos no pronostican el fin del mundo, pero hablan de una era de transformación espiritual.

¿Qué hay de verdadero en estas teorías? ¿Qué predice, en realidad, el calendario maya? ¿Cuál es la importancia de ese registro astronómico?

El calendario

En primer lugar, debemos reconocer que los antiguos mayas estaban obsesionados por los calendarios y tenían un modo complejo de contabilizar el tiempo. El calendario astronómico, llamado haab, tenía 365 días y se basaba en el ciclo anual del Sol. El calendario ritual (sagrado), llamado izolkin, tenía 260 días y se basaba en el ciclo de Venus. La combinación de estos calendarios formaba un ciclo de 52 años conocido como “rueda calendárica”, o rueda del calendario. La rueda era utilizada tanto para medir el tiempo como para propósitos sagrados, como la adivinación. En este calendario, cada día estaba bajo la influencia de una combinación peculiar de divinidades. Por eso, se creía que esa combinación en el día del nacimiento de una persona determinaba su destino.

Según William Brito Sansores, de la Universidad de Yucatán, los mayas utilizaban tres tipos de años: (1) el año haab, o año civil, de 365 días, que era formado por 18 uinales (período de 20 días) más 5 días aciagos (“días de mala suerte” o “sin nombre”) del uayeb; (2) el año tun, de 360 días, formado por 18 uinales, sin incluir el uayeb (de 5 días) para completar el año haab del calendario civil; y (3) el año sagrado, de 260 días, formado por 13 uinales. Según la cronología maya, 20 días equivalen a 1 uinal; 18 uinales (360 días) forman un tun; 20 tunes (7.200 días) conforman un katún; y 20 katunes (144.000 días) corresponden a un baktún. Las inscripciones mayas indicaban el cambio a una nueva orden después de 13 baktunes (1.872.000 días).

La profecía referente al 21 de diciembre de 2012 tiene como base el fin del calendario mesoamericano de cuenta larga, que comienza en una fecha equivalente al 11 de agosto de 3114 a.C. No está claro por qué esa fecha (3114) fue escogida como el año cero, pero los motivos estarían ligados a los ciclos astronómicos y al surgimiento de los propios mayas. Ese año cero marcaría el fin del mundo antiguo y el inicio del actual. Así, en la concepción maya, el día 21 de diciembre de 2012 no es el fin del mundo, sino apenas el inicio de un nuevo baktún (13.0.0.0.0).

John Major]enkins, un investigador académicamente más serio que la mayoría de los interesados en el asunto, planteó la hipótesis de que los mayas, en realidad, consideraban el fin del gran ciclo en 2012 como el punto de partida o la fecha “cero” de la cuenta larga. En su libro Maya Cosmogenesis 2012 [Cosmogénesis Maya 2012], Jenkins reconstruye los complicados conceptos astronómicos de los mayas. Trabajando con un amplio análisis interdisciplinario, Jenkins propone que los astrónomos mayas establecieron la fecha del solsticio de 2012 después de observar que, en ese día, habría un alineamiento entre el Sol y la galaxia de la Vía Láctea. En la mitología maya, este alineamiento era concebido como la unión del principio masculino (el solsticio del sol en diciembre) con el principio femenino (el centro de la Vía Láctea).

Jenkins explica que el punto de encuentro del Sol con la Vía Láctea, a través de una hendidura oscura, llamada por los mayas modernos como xibalba be (“el camino al inframundo”), sería un factor clave para entender la metáfora del renacimiento asociada con la fecha de 2012, pues esa característica es concebida como el canal del nacimiento de la Gran Madre (la Vía Láctea). En la simbología maya, el Sol renace diariamente al amanecer, anualmente en el solsticio y, en términos de eras mundiales, en el alineamiento con el plano galáctico (el 21 de diciembre de 2012). Esta “cosmología galáctica”, como la llama el autor, tenía muchas implicaciones para los mitos, los rituales y las costumbres de los mayas.

Si los astrónomos mayas tenían todo ese conocimiento sofisticado sobre los solsticios y el alineamiento del Sol con la Vía Láctea, es otra historia. Pero los argumentos de Jenkins parecen plausibles, aunque tenga algunos críticos importantes, como Anthony Aveni, un conocido estudioso de la cultura maya.

El hecho de que investigadores como Jenkins hayan descifrado, supuestamente, algunos misterios de la cultura maya no significa que las predicciones atribuidas a los mayas sean reales o correctas. En general, los eruditos de las principales universidades critican hasta la misma idea de que el calendario maya termine en el año 2012.

“No hay nada en ninguna profecía maya, azteca o de la antigua Mesoamérica que sugiera que profetizaron algún tipo de cambio grande o súbito en 2012”, dice Mark Van Stone, otro estudioso de la cultura maya. “La noción de que un ‘gran ciclo’ llegará a su fin es una invención completamente moderna”. Según Stone, “los profetas mayas no nos cuentan nada sobre alineamientos galácticos, transformaciones de la conciencia, caídas de naciones, ni de las acciones de dioses, reyes o sacerdotes”.

En realidad, más allá de los monumentos y de las inscripciones, no hay muchas fuentes primarias sobre el mundo maya. Existen pocos textos antiguos, porque los conquistadores los destruyeron en el siglo XVI. En julio de 1562, en especial, el obispo de Yucatán, Diego de Landa, ordenó la quema de centenares de volúmenes de los sacerdotes mayas, en un acto de fe. Después de eso, Landa determinó que el uso de esas “escrituras demoníacas” sería castigado con la muerte.

En 1566, al regresar a España, ese mismo obispo escribió un informe titulado Relación de las cosas de Yucatán, para justificar su acción represiva. Irónicamente, ese informe, que fue olvidado durante casi tres siglos y fue redescubierto en 1863, terminó sirviendo de fuente para los estudiosos de la cultura maya.

De la vasta literatura precolombina, sobrevivieron algunos códices [códex de Dresden, códex de Madrid, códex de París) y textos “puros”, como el Popol Vuh (un libro de leyendas, hoy guardado en una biblioteca de Chicago) y Chilam Bolam (colección de almanaques escritos por un legendario sacerdote/profeta llamado Balam). Hay pasajes en Chilam Balam que se pueden referir al fin de un ciclo en nuestra época, pero existe controversia en cuanto a su interpretación.

Según Robert Sitler, el fenómeno 2012 no se debe básicamente a los descendientes de los mayas, sino a los adeptos de la Nueva Era. “Algunos entusiastas de la Nueva Era se han apropiado, selectivamente, de algunos elementos de la cultura maya, a veces en colaboración con varios especialistas religiosos mayas contemporáneos, que les otorgan un sabor indígena autoritativo a las diversas teorías milenarias asociadas al año 2012”, comenta Sitler. En otras palabras, los mayores defensores del calendario maya hoy en día no son los mayas, sino espiritualistas sincretistas que desean promover su agenda religiosa.

Revelaciones confiables

El ser humano tiene la tendencia a ser, a veces, demasiado crédulo; y a veces, demasiado incrédulo. En el caso del fenómeno 2012, el misticismo ha llevado a miles de personas a buscar un sentido para los acontecimientos y para la vida en supuestas revelaciones antiguas. Con todo, esas revelaciones no existen, o no tienen credibilidad.

La Biblia, que es la fuente segura de revelación para la humanidad, indica que el fin del mundo está cerca. Sin embargo, no dice cuándo ocurrirá. Al contrario, Jesús advirtió que nadie sabe el día y la hora de la terminación de este ciclo, sino solamente el Padre (Mat. 24:36).

Si alguien quisiera realmente conocer el panorama del futuro, en vez de recorrer la mitología maya, debería estudiar la profecía hebraica. El calendario bíblico es menos preciso en la indicación del fin, pero es más confiable. Según el registro bíblico, el 21 de diciembre de 2012 será apenas el solsticio de invierno en el hemisferio norte. El inicio de una nueva era vendrá, pero solamente después de que el mismo Creador del tiempo y de los calendarios surja en el espacio, y le ponga fin al ciclo actual.

Sobre el autor: Editor de libros de la Casa Publicadora Brasileña.

Referencias

Aveni, Anthony F. The End of Time: The Maya Mystery of 2012. Boulder: University Press of Colorado, 2009.

Braden, Gregg. Fractal Time: The Secret of 2012 and a New World Age. Carlsbad: Hay House, 2009.

Jenkins, John Major. Maya Cosmogenesis 2012. Santa Fe: Bear & Company, 1998.

Stone, Mark Van. “2012 FAQ (Frequently Asked Questions)”, disponible en http://www. famsi.org/research/vanstone/2o12/faq.html.

Robert K. Sitler, “The 2012 Phenomenon: New Age Appropriation of an Ancient Mayan Calendar”, Nova Religio: The Journal of Alternative and Emergent Religions 9 (2006), pp. 24-38.

William Brito Sansores, “Interpretation of a Sacred Calendar of the Dresden Codex”, Latin American Indian Literature Journal 2 (1986), pp. 66-75.