Han sido muchas, y a veces muy duras, las discusiones concernientes a la relación existente entre la ciencia y la religión. Ciertos hombres de ciencia han acusado a los teólogos de un dogmatismo extremo, en tanto que algunos teólogos han condenado a la ciencia como la aliada del ateísmo. Es desafortunado que con tanta frecuencia se haya descripto el problema como una batalla entre la ciencia y la religión. Más bien, las diferencias han existido entre ciertos grupos de teólogos y hombres de ciencia.
Así como la verdadera religión no es necesariamente la enseñanza de un teólogo particular, tampoco las teorías de uno o varios hombres de ciencia no constituyen la ciencia. Como los teólogos difieren mucho entre ellos respecto de la interpretación de la base de sus credos, y los hombres de ciencia también propugnan teorías muy diferentes, no es sorprendente que exista una disparidad de creencia entre vastos sectores de estos dos grupos.
Sin embargo, la transigencia no es una condición para el acuerdo entre la verdadera religión y la ciencia demostrable.
‘’Puesto que el libro de la naturaleza y el de la revelación llevan el sello de la misma mente maestra, no pueden sino hablar en armonía. Con diferentes métodos y lenguajes, dan testimonio de las mismas grandes verdades… El libro de la naturaleza y la palabra escrita, se alumbran mutuamente.”—La Educación, pág. 124.
“El que tiene el conocimiento de Dios y de su palabra mediante la experiencia personal tiene fe arraigada en la divinidad de las Sagradas Escrituras… Sabe que en la verdadera ciencia no puede haber nada contrario a la enseñanza de la palabra; puesto que ambas proceden del mismo Autor, una verdadera inteligencia de ambas probará que hay armonía entre ellas.” —El Ministerio de Curación, pág. 444.
Cuando se advierten discrepancias evidentes entre las teorías enunciadas por los hombres de ciencia y las interpretaciones de las Escrituras adoptadas por los teólogos, se requiere una revisión etílica de ambas posiciones. Una o las dos pueden estar equivocadas. En los días de Galileo los teólogos interpretaron mal algunos textos bíblicos, haciéndoles decir que la tierra era plana y que el sol giraba en torno a ella. Galileo aceptó este punto de vista sin estar convencido. y siempre siguió teniendo fe en la Biblia; por sus observaciones de los cielos, se convenció de que la tierra era redonda y de que giraba. En la actualidad, como entonces, es imprudente adoptar o promover interpretaciones dogmáticas de las Escrituras, a menudo injustificables y absurdas, que evidentemente contradicen los hechos positivos e inequívocos del otro libro de Dios, el libro de la naturaleza. Por otra parte, teorías discutibles basadas en ciertas observaciones científicas deben escudriñarse cuidadosamente a la luz de la revelación y de otros hechos pertinentes de la naturaleza.
Ninguna discusión entre los hombres de ciencia y los teólogos ha recibido una publicación tan amplia como la que se lleva a cabo en torno a la creación y la evolución. En una forma más o menos literal, los creacionistas aceptan el relato mosaico del Génesis. En cambio, los evolucionistas prefieren ignorar el relato bíblico de la creación y aceptar la idea de un origen y desarrollo espontáneos de las características físicas y biológicas actuales de la naturaleza a partir de formas remotas de materia inorganizada o de energía.
La interpretación del relato del Génesis
Sin embargo, la línea demarcatoria de estas dos filosofías no tiene la misma nitidez en todas partes. Algunos que aceptan el relato del Génesis lo interpretan en término de “días’’ ultraproféticos, y suponen que los actos organizadores realizados en la “’semana” de la creación se cumplieron a través de larguísimos períodos, en forma evolutiva. Otros teólogos contemplan un Creador a cuyo mandato se puso en movimiento el universo, organizado en forma primitiva y dejado para que se desarrollase por sí mismo por la acción de impulsos implantados. Los que sostienen que la narración bíblica es absolutamente literal, insisten en que ningún material del universo existía antes del primer día de la semana de la creación, hace 6.000 años, y creen que cada día de esa semana presenció el origen absoluto, por mano del Creador, de nueva materia y nuevas funciones, tanto de seres vivientes como inertes.
Falta de unanimidad en la hipótesis evolucionista
También los evolucionistas distan mucho de ser unánimes en sus conceptos del origen de todas las cosas. Algunos sostienen que el universo comenzó con la materia uniformemente distribuida, la cual, por atracción o repulsión, se reunió en unidades cósmicas. Otros presumen que unidades de energía difusas finalmente llegaron a ser masas de materia en todo el espacio. Unos pocos hasta piensan que el universo se originó a partir de una gigantesca molécula cósmica que se desintegró en el remoto pasado para formar diversas masas celestes. Sin embargo, todos los evolucionistas concuerdan con alguna clase de teoría acerca del desarrollo biológico terrestre que. partiendo de la materia inorgánica de la tierra conduce a través de varios estados simples e intermedios de formas vivientes hasta llegar al hombre.
Los hombres de ciencia cristianos y la creación del Génesis
Sin embargo, los hombres de ciencia que son cristianos sinceros y que aceptan la Biblia como la revelación de Dios dada al hombre, sostienen que el relato del Génesis es literal y verídico. Como uno de ellos creo firmemente, amparado por un sólido fundamento, que el relato hecho día por día —comenzando con la orden divina del primer día: “Sea la luz,’’ dada a la materia terrestre que estaba en tinieblas, y terminando con la totalidad de la obra de la creación con la santificación del séptimo día sábado como un recordativo de esa Creación— es un informe auténtico del origen de las cosas terrenales. Cuánto tiempo antes, en la existencia eterna de Dios el Padre y de su Hijo, fueron creados la materia de! universo, los innumerables soles y estrellas y sistemas, y toda la hueste celestial, no es cosa revelada en las Escrituras, tampoco debemos pretender averiguarlo o especular acerca del tiempo de su origen.
Pero la Biblia informa, según los apóstoles Juan y Pablo, que Cristo, el Hijo eterno de Dios, fué el agente inmediato que ejecutó la voluntad del Padre en las actividades creadoras. “Para nosotros empero hay un solo Dios, el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él; y un solo Señor, Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1 Cor. 8:6, V. M.) “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. El estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él ni una sola cosa de lo que ha sido hecho fué hecha. En él era la vida; y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1:1-4. V. M.) “Y el Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad.” (Vers. 14.) “El cual [Cristo] es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación: porque por él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra… todas las cosas por medio de él y para él fueron creadas; y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él.” (Col. 1:15-17, V. M.) “Habiendo Dios hablado en el antiguo tiempo a los padres, en diferentes ocasiones, y de diversas maneras, por los profetas, en estos postreros días, nos ha hablado a nosotros por su Hijo a quien ha constituido heredero de todas las cosas, por medio de quien también hizo el universo.” (Heb. 1:1, 2, V. M.) Todos estos pasajes bíblicos están en perfecto acuerdo con las palabras “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” (Gén. 1:26.)
Creación por evolución: Una expresión inapropiada
Parece haber un punto aceptado por creacionistas y evolucionistas; a saber, que en el principio la tierra estaba “desordenada y vacía. Pero cualquiera que continúe creyendo que el evolucionismo y la religión verdaderamente bíblica son compatibles, con toda seguridad no ve los estudiados esfuerzos de los evolucionistas para desestimar o ignorar completamente el relato de la creación que presenta el Génesis. A pesar de la pretensión personal de Henry Ward Beecher, no puede haber una persona que sea un “sincero cristiano evolucionista.” La expresión creación por evolución es inapropiada, una frase engañosa que intenta atraer al incauto a la senda del materialismo o el ateísmo.
“Porque vendrá tiempo en que no sufrirán la enseñanza sana; sino que, teniendo comezón en las orejas, amontonarán para sí maestros, conforme a sus propias concupiscencias; y apartarán de la verdad sus oídos, v los volverán a las fábulas” (2 Tim. 4:3. 4, V. M.)
La educación explotada en favor de la evolución
Prácticamente en todos los campos del conocimiento se enseña la evolución como un hecho consumado o se supone tácitamente que es algo verdadero. Todo el programa de enseñanza de la mayoría de las escuelas públicas y privadas se explota en favor de la evolución a través de los libros de texto usados y mediante los programas de estudio para los profesores. El magisterio ha sido llevado en forma progresiva a una plataforma evolucionista. De manera que no admira que los jóvenes de nuestra generación, con la doctrina de la evolución considerada como la única filosofía aceptable de la vida, hayan olvidado la Biblia y los principios de la regla de oro.
¿Es cierto que se presiona a los educadores para que enseñen la evolución como la base de la instrucción? Consideremos algunos hechos:
Hace algunos años, cuando asistía a la Universidad de Chicago, escuché al Dr. Downing, quien había sido profesor de ciencias en un colegio secundario, en una conferencia sobre los métodos para promover la enseñanza de la evolución en los cursos científicos de los colegios superiores. Al final le preguntaron: ¿Qué haría Vd. si en su localidad se prohibiera la enseñanza de la evolución, como una vez se prohibió en Tennessee, EE.UU.?” Su contestación fué: “Como ciudadano respetuoso de la ley obedecería, pero cruzaría la línea de esa esfera y proclamaría la evolución con tanta fuerza como fuera posible.” Su celo por el adelantamiento de la causa evolucionista era comparable con el que manifestaron los misioneros evangélicos más ardientes.
En una revista distribuida gratuitamente por una gran casa de materiales educativos, cuyos ejemplares llegan prácticamente a cada clase de biología de los Estados Unidos, han aparecido declaraciones como la siguiente:
“Aunque el alumno que se inicia cree que conoce algo del hombre, biológicamente no conoce nada de él. y no puede conocer nada de él sin los antecedentes incluidos en los conceptos del verdadero evolucionismo… No creemos que cada estudiante debe comprobar cada hecho, y valorar personalmente toda la evidencia a fin de poder comprender el cuadro filogenético [historia del desarrollo de la raza]. En realidad resulta imposible una empresa de esta clase para el profesor, quien toma por fe mucho de su material de enseñanza… Pero sostenemos la tesis de (pie el estudiante puede, como efectivamente sucede, comprender mejor el extensamente ramificado reino animal —tremendo, fascinante, importante— si tiene una concepción clara del proceso evolucionista.”—Turtox News, mayo de 1953.
En otro número de la misma publicación, en un artículo titulado “Evolución por acumulación,” aparece el siguiente párrafo:
“Gracias a la prensa popular y a la acumulación gradual de conocimientos, nuestros estudiantes no se sobresaltan ante la idea de que el hombre ha sido creado a través de un proceso de evolución. Sin embargo, el problema de desarrollar el concepto de la evolución es uno de los mayores desafíos para el profesor de biología. … El propósito que me anima aquí es exponer una de las numerosas tretas que considero útiles para la enseñanza de la evolución orgánica.”—Id., mayo de 1954.
La evolución promulgada por la prensa y el púlpito
No hace mucho una revista popular publicó una serie de coloridos artículos dedicados al desarrollo evolucionista del hombre. En el artículo introductorio, los editores sugerían que “las clases de las escuelas dominicales modernas, si es que los mencionan, tienen muy poco que decir acerca de Adán y Eva.” Comentarios editoriales posteriores revelan la tendencia a considerar a Adán como un miembro especial de la secuencia evolucionista, un homínido en cuya nariz Dios alentó su soplo, poniendo “una restricción moral en su libertad animal.” y otorgándole “una conciencia —la señal de la divinidad humana.”— Life. 7 de noviembre de 1955. pág 47.
Es evidente que se utilizan todos los medios posibles para promover el evolucionismo: en algunos casos se recurre hasta al púlpito. La mayor parte de la gente lo acepta como una verdad científica, aunque a menudo no se dan cuenta hasta dónde los conduce.
Premisas de la evolución biológica
A continuación damos algunos de los supuestos que sirven de base a la biología evolutiva:
1. El uniformismo: este postulado sostiene que la velocidad con que se operan los cambios en la época actual constituye un criterio aplicable a todo el tiempo pasado.
2. La probabilidad sostiene que casi cualquier clase de compuesto químico o forma simple de ser viviente podría haber resultado de la unión accidental de otros compuestos o elementos simples.
3. La elaboración y adición accidental pero progresiva de funciones y estructuras en las criaturas vivas cuando se presenta una necesidad o una oportunidad.
4. La selección natural, un proceso que presumiblemente limita las plantas y los animales producidos accidentalmente a aquellos que son capaces de sobrevivir en un medio dado.
5. “La ontogenia recapitula la filogenia”: éste sostiene que el desarrollo embrionario de un individuo animal pasa por estados similares a aquellos por que han pasado las criaturas superiores en su evolución a partir de seres simples.
6. La estratigrafía: un estudio del contenido biológico de los depósitos formados por el agua u otros medios, que indica la “edad relativa de un estrato.
7. El contenido mineral de un fósil, como clave para determinar la edad de ese fósil.
8. Un criterio adicional para fijar la “edad de un fósil asociado con los materiales radiactivos. que depende de la radiactividad del uranio, del potasio, del carbón, etc., encontrados dentro o en la proximidad del fósil.
En este artículo analizaremos la primera de estas suposiciones.
Aunque el uniformismo es la piedra fundamental de la filosofía evolucionista, los mismos evolucionistas se ven forzados a reconocer que han ocurrido muchos cambios catastróficos durante la historia de la tierra, muy diferentes en clases y grado de los fenómenos que hoy se están efectuando. Contradiciendo tácitamente su propia filosofía, se refieren libremente a enormes levantamientos y depresiones ocurridos en el curso de la formación de las montañas, de tremendos movimientos glaciares en las esferas subcontinentales, y a acciones volcánicas sin precedentes que produjeron rocas ígneas. Pero casi en forma unánime tienen escrúpulos en admitir la posibilidad de un diluvio universal como el que describe la Biblia. Pedro dice de ellos:
“En los postreros días vendrán escarnecedores… diciendo: ¿Dónde está su prometido advenimiento? ¡pues desde que durmieron los padres, todas las cosas continúan como han sido desde el principio de la creación! Porque voluntariamente se olvidan de esto: que había cielos de antiguo tiempo, y una tierra consolidada de en medio del agua, y por medio del agua, por la palabra de Dios; por medio de las cuales aguas, el mundo de entonces pereció, anegado en agua.” (2 Ped. 3:4-6. VM.)
Nótese la predicción de la doctrina uniformista —“todas las cosas continúan como han sido desde el principio (no el fin) de la creación.” Nótese también la negación de un catastrófico diluvio universal. El significativo aumento de tales creencias es una de las señales positivas de la proximidad del juicio de Dios.
El uniformismo es insostenible
El uniformismo en sus aspectos más vastos no puede recibir el apoyo ele la observación hecha al aire libre. Una gran cantidad de individuos de los reinos animal y vegetal no están siendo sepultados o fosilizados bajo las condiciones que prevalecen en la actualidad. Hace un siglo, millones de bisontes vagaban por las praderas del oeste medio de los Estados Unidos. Ahora apenas se encuentra un hueso de los integrantes de esos enormes rebaños en toda esa zona, porque los animales y la corrupción han destruido completamente sus esqueletos. Para que esos restos se fosilizaran, se habría requerido un extenso y repentino sepultamiento, como no ha ocurrido en la época reciente.
El uniformismo requeriría que todavía se produjera una generación espontánea de formas vivientes. Pero hasta los sostenedores más ardientes de la teoría admiten sin reserva que no se efectúa tal cosa, ni puede darse bajo las condiciones actuales. La misma filosofía uniformista exigiría la aparición espontánea en el presente de nuevas formas de vida, tanto de nuevas especies como nuevos géneros y múltiples variedades, como asimismo modificaciones y mejoras introducidas en los seres que hemos conocido durante toda la historia. Sin embargo, los perros siguen siendo perros con los mismos hábitos que tenían en los albores de las civilizaciones antiguas, los caballos todavía son caballos y los hombres, a no dudarlo, continúan siendo hombres. Es verdad que existe una gran variedad de razas dentro de cada especie o género, pero todos esos cambios están claramente dentro de las mismas clasificaciones como antes.
Se ha intentado acelerar un proceso evolutivo en ciertos insectos, especialmente en la drosófila o mosca de la fruta, utilizando radiaciones o un tratamiento químico. Cientos de generaciones e incontable número de experimentos han enseñado mucho sobre la herencia. Se han descubierto innumerables variaciones, pero cada uno de los insectos continúa siendo un individuo del género drosófila. Las variaciones han afectado únicamente el color de los ojos, la disposición de las franjas, la forma de las alas y otras cosas como éstas. Si es que, como se pretende, el presente es el índice del pasado, no hav evidencia en favor de la evolución.
Sobre el autor: Profesor jubilado del Depto. de Química del Pacific Union College