Es indudable que hay en nuestro pueblo, incluso entre los obreros denominacionales, ciertos prejuicios y/o conceptos equivocados en cuanto al valor de las campañas de evangelización pública como método misionero. Se las considera demasiado costosas y, a la larga, poco productivas.
Es, naturalmente, el evangelista quien debe desmentir esas acusaciones, y creemos que los resultados objetivos de su trabajo al frente de un equipo de evangelización se encargarán de hacerlo por él, si al iniciar cada campaña tiene en mente tres objetivos:
1. Ganar almas.
2. Formar e inspirar obreros.
3. Prestigiar la evangelización pública. Si consigue solamente una o dos de estas metas, su éxito no ha sido completo. En este artículo trataremos acerca de cómo alcanzar las tres, poniendo en práctica los principios éticos cristianos en las campañas de evangelización.
Planificación cuidadosa
Con suficiente antelación al comienzo de la campaña, hágase una lista de todos los puntos (fondos, elementos de trabajo, equipo humano, metas a alcanzar, etc.) que deberán ser analizados y definidos con la administración del campo y/o las personas involucradas.
En la reunión convocada al efecto, analícense y defínanse con claridad todos los puntos y regístrense los acuerdos por escrito. Deben entregarse copias al presidente, a quienes hayan participado de las deliberaciones y al evangelista. De esta manera cada uno se sentirá moralmente obligado a cumplir fielmente su parte en los acuerdos tomados.
Muchas campañas han fracasado por no haberse tomado ciertas provisiones fundamentales. Dos puntos esenciales en los acuerdos mencionados serán los siguientes:
1. Templo. Ninguna campaña deberá iniciarse sin tenerse la seguridad de contar con un lugar donde los nuevos conversos podrán reunirse en forma permanente. Si los recién bautizados no tienen un templo donde adorar a Dios en forma regular, muy fácilmente recorrerán el camino que conduce a la apostasía. Deambular de salón en salón con la congregación recién nacida, puede resultar fatal.
Además, la angustia que acarrea la inseguridad de contar con un salón para la continuación de la serie, puede quitarle al evangelista y al equipo las energías indispensables para asumir su responsabilidad durante la campaña.
2. Continuador. Asegúrese un evangelista asociado entusiasta y capaz, que será el continuador después de la partida del evangelista. Procúrese que no haya una disparidad de personalidades demasiado marcada entre el continuador y el evangelista. El asociado deberá participar activamente de toda la campaña. Debe haber una clara definición en cuanto al periodo mínimo de permanencia de ese obrero en el lugar después de la campaña. Un cambio inoportuno de obreros perjudicaría la normal confirmación del interés
Cuanto mayor sea el número de clases bautismales, más serán las almas que se ganen. Por lo tanto, un pastor sabio y eficiente hará visitas en su distrito para organizar clases bautismales. El siguiente plan puede ser útil en tales visitas:
– Reunión con el dirigente del grupo para hacer planes.
– Visitar a los interesados para decirles que comenzará una clase bíblica. (El dirigente del grupo puede hacer estas visitas antes de que llegue el pastor).
– Una reunión pública de consagración con un llamado, en la cual se tome nota de los nombres de los interesados y se anuncie el comienzo de la clase bautismal.
– Designación del instructor de la clase bautismal.
– Si es posible, que el pastor enseñe dos o tres de las clases con la presencia del instructor.
– Nombrar un miembro laico para que, juntamente con el instructor, visite a los interesados en sus hogares.
– Establecer una meta de almas a ganar por la congregación.
– Fijar fechas sugerentes para los bautismos.
Si el pastor no puede hacer estas visitas, debería organizar las clases de alguna otra manera, llamando al dirigente del grupo, enviando a un miembro laico activo, o mandando los detalles del plan por escrito.
Supervisión de las clases bautismales
El pastor debería mantenerse al tanto del progreso de las clases bautismales. Puede hacerlo de dos o tres maneras:
1. Visitando periódicamente el distrito, asistiendo a las clases y dando charlas para estimular las decisiones.
2. Por medio de cartas mensuales que contengan ideas prácticas, y en las que le pida al instructor que le envíe noticias y le plantee los problemas que puedan haber surgido.
3. Convocando periódicamente una reunión en la cual los instructores presenten informes.
Para mayores resultados
Haciendo uso sabio de la psicología, el pastor puede acrecentar el rendimiento de sus clases bautismales.
1. Asignando a cada clase una meta de almas.
2. Anunciando a los distritos el progreso de cada clase.
3. Presentando una sabia y discreta comparación de las diversas clases.
4. Ofreciendo premios a las clases que tengan el mayor número de alumnos, o que» obtengan los mejores resultados.
Una abundante cosecha
La fecha de los bautismos de cada congregación debe establecerse con suficiente anticipación, y debe animarse a los instructores a tener listo el mayor número posible de candidatos.
El bautismo debe realizarse en la fecha establecida aun cuando los candidatos sean pocos. Debe hacerse un llamado, y con los que respondan la clase bautismal, de funcionamiento permanente, será renovada.
Se debe animar al instructor con expresiones públicas de agradecimiento, recordando que el ser humano necesita y aprecia que sus esfuerzos sean reconocidos.
Participación del evangelista
La simpatía personal es un elemento utilísimo en la evangelización, y (si se la posee), se la puede explotar positivamente, pero puede convertirse en un arma de dos filos. Es perjudicial cuando se la usa como móvil para atraer y retener al público, o cuando se le asigna un papel preponderante. Cuando eso sucede, al retirarse el evangelista, desaparecerá el motivo principal de atracción, y todo el trabajo hecho se desmoronará. El evangelista no debe construir sobre sí mismo, sino sobre Cristo y el mensaje. La gente debe ver a Cristo y el mensaje a través de la personalidad del orador. (Véase El Evangelismo, pag.353, tercer párrafo; pág. 486, “La personalidad del evangelista”: pag. 154, “Dejad una impresión solemne”; pág. 457, “Sin alabanza”, “El peligro de la adulación”; pags. 464 467, etc.)
El evangelista no debe acaparar la atención, sino dividirla con sus colaboradores, especialmente con el evangelista asociado, que será el continuador de la serie. Desde el mismo comienzo el evangelista asociado deberá participar activamente en las reuniones. A veces ocupará el pulpito, mientras el evangelista hará los anuncios o cumplirá las tareas que normalmente desempeña el asociado.
Cuando la participación del evangelista en la campaña va llegando a su fin, su filosofía en relación con el asociado deberá ser: “A él conviene crecer y a mí menguar”, a fin de lograr que el continuador tenga la simpatía del público. Las últimas noches, la participación del evangelista deberá ser discreta, y la del asociado más visible.
Aunque es agradable ser objeto de un agasajo, el evangelista impedirá que le hagan una reunión de despedida. Esto daría la idea de que lo más importante se terminó, con la consiguiente pérdida para la causa. El éxito que la bendición de Dios le haya dado hasta ese momento, se esfumará si no se afianza el trabajo realizado. Con ese fin, el evangelista tratará de que el asociado cuente con toda la autoridad, el apoyo y la simpatía posibles, aun en detrimento de su propia imagen, si fuere necesario.
Relaciones con los demás
En sus relaciones con los demás obreros del equipo, el evangelista deberá conciliar la amistad y la confianza con la autoridad y la disciplina. Abandonará su propia idea si hay otra mejor, aunque sea la del miembro más humilde del equipo. Reconocerá el buen trabajo hecho por sus colaboradores y dará el crédito a quien lo merezca. Esta actitud, en lugar de rebajarlo, lo enaltecerá ante su equipo.
En vista de que los miembros del equipo irán a visitar a los interesados, el público deberá tener de ellos el mejor concepto. El evangelista, por lo tanto, hablará de ellos con simpatía y reconocimiento, mencionando que conocen a fondo los temas tratados en las conferencias. No estará fuera de lugar pedir alguna vez a todo el grupo de obreros y colaboradores que pase al frente con él, y solicitar al público un aplauso de agradecimiento para esos esforzados hombres y mujeres sin los cuales sería imposible realizar el trabajo. Por separado puede pedirse un aplauso para el encargado del orden, cuya tarea es tan importante para el éxito de la campaña, y para el operador que proyecta las películas “que tan gratos momentos nos hacen pasar”, etc.
Así como el evangelista espera la lealtad de los miembros de su equipo, éstos esperan que su jefe sea franco y leal con ellos. El evangelista dará la pauta del ambiente emocional que dominará al equipo. Cuando surjan tensiones, mantendrá la calma, la paciencia y la serenidad, aun frente a la circunstancia más adversa.
El evangelista sabio conseguirá la participación plena de los miembros laicos de iglesia en sus campañas. De esta manera, ellos se identificarán con el trabajo en favor de las almas, velarán por ellas como si fueran parte de su responsabilidad, evitando de esa manera posibles apostasías y otras dificultades. Para ello deberá dárseles participación en la planificación de la campaña (o por lo menos, tenerlos ampliamente informados), y en todas las etapas de su ejecución, concediéndoles el crédito que merecen por el éxito logrado.
El evangelista, aunque tiene que ser franco cuando le toca analizar objetivamente los métodos usados por sus colegas, jamás se permitirá la libertad de criticarlos. En sus relaciones con la administración, mediante su trato afable y cortés, siempre dejará bien representada la causa de la evangelizaron.
Informes y gastos
Hay que tener especial cuidado al confeccionar los informes. En nuestras filas es común la expresión “cifras evangelísticas” para referirse a cifras abultadas, irreales. Lamentablemente, a veces esa fama de irresponsabilidad es merecida. La veracidad más absoluta debe caracterizar siempre al que está empeñado en el sagrado ministerio de la reconciliación, lo que redundará en beneficio directo de la causa de la evangelizaron.
En cuanto al aspecto financiero de la actividad evangelizadora, hay que evitar todo gasto superfluo y ceñirse estrictamente al presupuesto. El evangelista debe ser sumamente cuidadoso en su manejo de los fondos denominacionales, y se responsabilizará de que se lleve estricta cuenta y control del dinero gastado en la campaña.
La clave del éxito
La esposa de un pastor dijo lo siguiente al referirse a cierto evangelista que había celebrado una campaña coronada por brillantes resultados: “No es un orador” excepcional, pero su éxito reside en que vive lo que predica”. El evangelista es un ser humano falible como todos los demás, pero el testimonio de su vida debe ser consecuente con el mensaje que predica. “El Evangelio que presentamos debe ser el mismo por medio del cual nuestras almas han sido salvadas”.
Finalmente, como alguien dijo, “el evangelista deberá tener corazón de paloma y piel de elefante”. Más poéticamente, podríamos aplicar al evangelista lo que Ramón Ángel Jara dijo refiriéndose a la madre: “Siendo vigorosa, se estremece con el vagido de un niño, y siendo débil, se reviste a veces con la bravura del león”. El evangelista deberá ser sensible ante la necesidad y el dolor ajenos, y no tan sensible cuando se trata de su propio dolor o de su propia necesidad. No puede darse el lujo de la autocompasión: de él se exigen valor y entusiasmo a toda prueba. Las críticas deben llevarlo al autoanálisis. jamás al abatimiento o al desánimo.
Todo esto se logrará solamente si el evangelista tiene la serena convicción del origen divino del mensaje que predica, y la confiada certeza de que el Príncipe de los pastores cumple cada día y a cada instante su promesa: “He aquí yo estoy contigo… todos los días, hasta el fin del mundo.