Desde 2015, mi esposa y yo estamos sirviendo a Dios y a su iglesia en la Unión del Norte de África y Oriente Medio, con sede en la ciudad de Beirut, en Líbano. Nuestro campo comprende 20 países, desde Marruecos, en el noroeste de África, hasta Omán, en el sur de la península Arábiga. Contamos con una población aproximada de 540 millones de personas que hablan árabe, francés, farsi y turco, entre otros idiomas.
Esa región puede ser considerada la cuna del cristianismo. De acuerdo con los historiadores, hasta el siglo VI el cristianismo era la religión predominante. Actualmente, sin embargo, la mayoría de la población es musulmana y profesa el Islam.
Ustedes pueden imaginar los grandes desafíos que tenemos que enfrentar para llevar adelante la comisión encontrada en Mateo 28:19, entregada por Jesús a sus discípulos y que es fundamental para el cumplimiento de la misión de la iglesia.
No fue difícil adaptarnos al nuevo país, después de haber servido siete años en Brasilia. Ya habíamos trabajado en ADR (Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales) en otros lugares además del Brasil, tales como Ruanda, Bolivia, Angola y Mozambique. Tuvimos la oportunidad de vivir en diferentes culturas y en el Medio Oriente; aunque muchas costumbres son muy diferentes, nos sentimos cómodos. Líbano es un país que tiene una buena relación con la República del Brasil. Para tener una idea, hay más libaneses viviendo en el Brasil que en su propio país. Somos afortunados porque aquí, y en la mayoría de los países de la región, la alimentación es muy saludable, de tal manera que consumimos muchas frutas y verduras.
Con relación a la comunicación, hablamos inglés. En Líbano, las dos lenguas oficiales son el árabe y el francés. Según especialistas, existen más de siete mil idiomas en el mundo, siendo el árabe uno de los cinco más difíciles de aprender. El trabajo no nos permite estudiar en una escuela de idiomas, pues eso demanda mucho tiempo. Sin embargo, ya logramos saludar a las personas en la lengua local, lo que quiebra el hielo, y nos permite tener más y mejor contacto con ellas.
Actualmente soy el director de ADRA en esta región. Tenemos oficinas en seis países: Yemen, Irak, Líbano, Siria, Sudán y Túnez. La mayoría de los proyectos son de respuesta a emergencias. Actualmente, hay conflictos armados en Yemen, en Siria y en Irak. Nuestra agencia ha desarrollado programas que tienen como objetivo atender las necesidades básicas de sus beneficiarios. Reparamos la infraestructura de las casas, de escuelas y de predios en la ciudad de Damasco (capital de Siria), para que sean ocupados por personas que perdieron todo en la guerra civil. Además de esto, distribuimos alimentos, ropa de invierno y vales para que puedan comprar artículos de su necesidad. En Líbano, los niños refugiados que provienen de Siria no tienen oportunidad de matricularse en ninguna escuela del Gobierno por falta de vacantes, pues la estructura local no es suficiente ni siquiera para atender la demanda de los alumnos libaneses. En virtud de esto, ADRA mantiene una escuela para enseñarles las disciplinas que integran el currículum básico, a unos cien niños.
Por su parte, en Sudán y en Túnez, además de proyectos específicos de emergencia nuestra agencia también lleva a cabo programas de desarrollo. En Sudán damos apoyo a las iniciativas de agricultura familiar, y en Túnez atendemos refugiados sirios, iraquíes y libios, a fin de prepararlos para el mercado de trabajo.
Esta es una región muy bonita, de ciudadanos amables y hospitalarios, así como está descrito en la Biblia. A veces somos presentados a personas que, apenas nos conocen, nos invitan para estar en sus casas, comer juntos, conversar y hacer amistad. Sí, también existen lugares en los que los moradores son más reservados en relación con los extranjeros. Sin embargo, yo diría que en general encontramos personas que son muy corteses.
Aunque vivamos en un mundo dominado por el Islam, donde el cristianismo es visto como una religión corrupta, tenemos la seguridad de que el Señor nos está conduciendo. Nosotros nos apegamos a las hermosas promesas de la Palabra de Dios, como la que encontramos en Génesis 28:15, que dice: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Esas palabras que Dios le dijo a Jacob todavía resuenan como un bálsamo y nos llenan de la certeza de que el Señor nos acompaña siempre.
Aprovecho este relato para hacerles un pedido: oren por esta región, por nuestros hermanos y los obreros, y de manera especial por los hermanos musulmanes.
Sobre el autor: director de ADRA en la Unión del Norte de África y Oriente Medio.