Entrevista exclusiva para El Ministerio con el Dr. Juan A. Mackay

Por mucho tiempo habíamos admirado al Dr. Mackay a través de sus libros y artículos llenos de notable erudición. Ahora tuvimos el placer de entrevistarlo para beneficio de los lectores de El Ministerio. Por cortesía suya, este reportaje se hizo en español. El ex discípulo y amigo personal de Unamuno, ex profesor de filosofía en la histórica Universidad de San Marcos (Perú) y ex presidente del Seminario de Princenton (EE. UU.) domina tan bien nuestra lengua que hasta ha escrito en ella algunos de sus excelentes trabajos.

Gran cantidad de latinoamericanos tiene prejuicio acerca de la palabra “protestantes”. ¿No quisiera Ud., Dr. Mackay, explicarnos el origen de esta expresión y su verdadero significado?

Dr. Mackay: En ambientes católicos y aun en ciertos círculos protestantes, se toma a mal el vocablo protestantes por el sentido negativo que suele dársele ahora. La etimología del término no tiene nada de negativo, sin embargo. En realidad, protestar es afirmar en forma categórica. Esa palabra llegó a teñirse con ese matiz negativo cuando empezó a designarse con ella a ciertos reformadores alemanes que hacían grandes afirmaciones doctrinales de lo que ellos consideraban la verdad primitiva y que estaba en contra de lo que se enseñaba en sus días. Debido a las asociaciones que se han hecho del término, la mayoría de los protestantes de la América Latina prefieren llamarse evangélicos.

¿Desde cuándo puede trazarse la historia del protestantismo en la América Latina, Dr. Mackay?

Dr. Mackay: En el siglo XVI habían llegado al Brasil algunos misioneros protestantes enviados por Calvino, pero no tuvieron muy buen éxito. Considero que la historia del protestantismo en la América Latina comenzó después de acabado el período colonial, con las revoluciones del siglo XIX. Diego Thomson, por ejemplo, que repartía Biblias, era amigo personal de San Martín. Yo diría que el protestantismo latinoamericano cuenta con 150 años.

¿Cuántos millones de protestantes hay en Iberoamérica?

Dr. Mackay: Entre cinco y siete millones. En el Brasil sólo, hay tres millones.

¿No constituye eso una pequeña minoría en comparación con el número de católicos que dan ciertas estadísticas?

Dr. Mackay: Cuando contamos a los protestantes, nos referimos a los miembros de iglesia. La comparación debe hacerse entonces con los católicos prácticos o militantes. Ahí la desproporción es menor. No hace mucho un sacerdote chileno hizo un estudio del interés religioso del pueblo de su país. Como resultado, halló que sólo el diez por ciento de la población mostraba interés en la iglesia católica, mientras que la cifra para el protestantismo era de once y medio por ciento.

En el Brasil sucede algo similar. Hoy hay más pastores protestantes brasileños que sacerdotes brasileños en el país. Note que no hablo de proporción, sino de comparación numérica. Eso indica la dirección hacia la cual se mueve el país. Algún día el Brasil podrá ser considerado un país protestante. Hay muchos sacerdotes extranjeros en el Brasil.

A propósito de- extranjeros, ¿puede decirse que el protestantismo es algo importado en la América Latina y que necesita aclimatarse, o hay algo en el temperamento latinoamericano afín con el protestantismo?

Dr. Mackay: No es cierto que el protestantismo sea exótico en países hispánicos ni que su temperamento carezca de afinidad con él. Se sabe que hubo un gran movimiento protestante en España en el siglo XVI. Algunos historiadores afirman que si no hubiese sido por la Inquisición, se habría impuesto. Muchos grandes pensadores españoles de la época eran de tendencia protestante. Entre los grandes místicos del siglo de Oro, figuran nada menos que Fray Luis de León, Fray Luis de Granada y Santa Teresa de Jesús, a quienes muchos protestantes reclaman como de sus filas. Por esa misma razón, escribieron algunas de sus obras maestras en la cárcel. Hubo toda una literatura protestante en España.

Eso es muy interesante. Fuera de tendencias manifestadas en escritores como los que Ud. menciona, poco se sabe de un movimiento literario, ¿verdad? ¿Podría Ud. decirnos más acerca de esta importante materia?

Dr. Mackay: No se la conoce mucho todavía porque toda esa literatura había sido destruida. Desapareció por tres siglos. Por suerte, a mediados del siglo pasado, un inglés y un llamado Carrascón en una librería de viejo de Sevilla. Al leerlo, se les ocurrió que debería haber más. Se pusieron, pues, en procura del resto. Para ello, recorrieron todas las librerías de Europa. El último ejemplar de esa literatura perdida lo halló un francés en Lisboa en 1926. Se llamaba Diálogo de la Doctrina Cristiana, escrito por Juan de Valdés, el célebre erudito español que fué secretario de Carlos V y del cual Menéndez y Pelayo, el gran crítico literario español, que era muy católico, dijo que era el mejor prosista español después de Cervantes.

¿Cuántos autores llegaron a conocerse de esa escuela o tendencia?

Dr. Mackay: Se lograron reunir obras de dieciséis autores. Algunas comenzaron a editarse ya. Yo tengo toda la colección. También la posee la Universidad de Johns Hopkins.

¿Por qué le parece que no tuvo buen éxito ese movimiento protestante español que menciona y que dio origen a todo un movimiento literario?

Dr. Mackay: Ya mencioné la Inquisición. Otra, que no alcanzó a llegar al pueblo. Se ahogó en círculos intelectuales. Para contestar a su pregunta de si el protestantismo es importado en la América Latina, diré que tuvo que venir de afuera porque había estado prohibido durante la época colonial. Creo que se adapta más a las necesidades de América y que tiene más que ofrecerle. Por eso, cuando de veras se lo conoce, es bien acogido.

¿Qué hechos diría Ud. que prueban esa mayor popularidad actual del protestantismo en Iberoamérica?

Dr. Mackay: En agosto del año pasado, por ejemplo, se celebró en el Brasil el primer centenario del presbiterianismo en el país. Entonces el presidente de la república pronunció un magnífico discurso en la catedral presbiteriana de Río de Janeiro. Era la primera vez que un mandatario latinoamericano hacía algo semejante en una reunión evangélica. En el mismo mes, un congresista brasileño habló largamente ante el Congreso Nacional para hacer la historia del protestantismo en el Brasil, en lo cual tomaron parte otros de sus colegas.

¿A qué se debe, Dr. Mackay, que tantos intelectuales iberoamericanos sean incrédulos?

Dr. Mackay: A la falsa idea que tenían del cristianismo. Recuerde las asociaciones del mismo nombre de Cristo en países como la Argentina. Para referirse a un “pobre diablo” o tonto, usan a veces la expresión: “Ese es un Cristo”.

¿A qué se vuelve la gente cuando, desilusionada, reniega de la religión?

Dr. Mackay: Eso es algo grave. Al no hallar satisfacción en la forma de cristianismo que conocen, recurren a falsos sustitutos, entre ellos el espiritismo que, a mi entender, es a lo menos una regresión primitivista.

En esa misma Conferencia (The Stanford Conference on Latin America), hubo representantes del grupo cristiano más numeroso que, confesaron que nunca se logra completamente la conversión de los indígenas sudamericanos. Ud. que conoce bien a esos indios, ¿tiene el misino informe pesimista que dar acerca de la obra protestante entre ellos?

Dr. Mackay: Es verdad que cierta obra cristiana entre los indios sudamericanos es muy superficial. Los deja en su paganismo, sus vicios y su ignorancia. No hace mucho apareció un libro escrito por una señora, titulado Ídolos Detrás de los Altares. En él se mencionan los diversos ídolos indígenas que fueron bautizados con nombres cristianos.

Existe gran diferencia, sin embargo, en la obra de los misioneros adventistas, por ejemplo, en la zona del lago Titicaca, entre Bolivia y el Perú.

¿A qué atribuye Ud. esa diferencia?

Dr. Mackay: A que no sólo se los bautiza o se les enseñan ritos, sino que se los pone en contacto con el Cristo vivo, capaz de transformarlos para bien. No sólo se convierten y mejoran como individuos. Esa influencia elevadora se nota en comunidades enteras de indios.

¿De qué modo colabora el protestantismo de Iberoamérica para mejorar las condiciones del pueblo?

Dr. Mackay: Por medio de dispensarios, hospitales, asilos y escuelas de todas clases.

Sobre el autor: Director asociado de El Centinela.