Mientras algunos han hecho de la salud el evangelio total, otros la han divorciado totalmente del Evangelio. Los adventistas del séptimo día pueden ofrecer una fusión singular de ambos, que atraerá a otros a Cristo.
La doctrina bíblica de la salud no es un asunto meramente lateral que podemos tomar o dejar. A causa de que el Cielo nos impresiona y se comunica con nosotros por medio del mecanismo físico de los nervios del cerebro (Joyas de los testimonios, t. 1, pág. 254), el bienestar espiritual requiere que el cuerpo, que alberga la mente y tiene tanto efecto sobre su condición, sea mantenido tan libre como sea posible de los resultados de hábitos que destruyen la salud.
El hombre fue creado originalmente a la imagen de Dios -física, mental y espiritualmente (Gén. 1:26, 27; La educación, págs. 15-19). Cuando Adán y Eva cayeron en pecado, las consecuencias involucraron cada aspecto de la imagen de Dios. No sólo la muerte vino sobre la raza humana, sino que los seres humanos “disminuirían su estatura y resistencia física, así como su poder intelectual y moral” (Patriarcas y profetas, pág. 54). El plan de salvación fue establecido para “restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación” (La educación, págs. 15, 16).
Algunos ven el proceso de salvación como una especie de concurso, cósmico en el cual Dios lleva el tanteador. La salvación, entonces, se convierte en el simple asunto de que Cristo muere en la cruz como nuestro sustituto, poniendo el tanteador totalmente a nuestro favor. Esto puede ser cierto en parte, pero Dios es mucho más que un glorificado portador del tanteador. El plan de salvación ha sido diseñado no meramente para contar puntos, sino para restaurar la imagen de Dios en los humanos.
No solamente Jesús es Señor, también debe ser Señor de todo lo que tenemos y somos, Señor en cada área de nuestras vidas. Él ha de ser un Salvador completo. Lo que perdimos por el pecado en el comienzo debe ser restaurado en esta vida tanto como sea posible por medio de Jesús. A veces olvidamos que somos parte del acontecimiento más sobrecogedor y emocionante que el mundo ha podido ver hasta aquí: la terminación de la obra de Dios sobre la tierra por medio de los seres humanos que lo aman lo suficiente como para rendir completamente sus vidas a Él.
El evangelio de la salud
En el sentido más estricto, el mensaje del Evangelio puede ser limitado a las buenas nuevas de que Cristo murió la muerte que era nuestra a fin de que podamos tener la vida que era suya. Sin embargo, los adventistas reconocen que en su sentido más completo se convierte en las buenas nuevas de que Dios, por medio de Cristo, ha restaurado (y continúa restaurando), todo lo que se perdió con el pecado. Le damos una importancia especial al “evangelio eterno” en el marco del mensaje de los tres ángeles y de Apocalipsis 14:6-12. Aquí descubrimos que Dios planea demostrar el funcionamiento práctico del Evangelio por medio de las vidas de sus “santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (vers. 12), aun en medio del conflicto final de Babilonia.
Esta restauración ocurre en lo físico al igual que en lo espiritual. Hablando de esto, Elena G. de White declara: “El Salvador asistía tanto al alma como al cuerpo. El Evangelio que enseñó fue un mensaje de vida espiritual y de restauración física. La salvación del pecado y la curación de la enfermedad iban enlazadas” (El ministerio de curación, pág. 75). ¿Enseñaríamos otro evangelio que el que Jesús enseñó?
La sierva del Señor nos urge fuertemente a unir la reforma pro salud, la que ella llama “el evangelio de la salud”, con el resto del mensaje del Evangelio. “Los principios de la salud se encuentran en la Palabra de Dios. El evangelio de la salud ha de ser ligado firmemente con el ministerio de la palabra. Es el plan de Dios que la influencia restauradora de la reforma pro salud sea una parte del último gran esfuerzo para proclamar el mensaje del Evangelio” (Medical Ministry, pág. 259). La comisión evangélica por sí misma, entonces, incluye la salud y el sanamiento, como se declara en El ministerio de curación, página 100: “La curación física va enlazada con la misión de predicar el Evangelio. En la obra del Evangelio, jamás deben ir separadas la enseñanza y la curación” (la cursiva es nuestra).
Parte del mensaje de los tres ángeles
No sólo el mensaje de la salud “va enlazado con la misión de predicar el evangelio”, sino que se encuentra entre las doctrinas principales que esta iglesia enseña. Puede ser incluida aun como una parte definida en el mensaje de los tres ángeles. Counsels on Health, página 49, declara inequívocamente que “la reforma pro salud es una parte importante del mensaje del tercer ángel”. Divorciar la doctrina de la salud de la doctrina del juicio investigador, de los 2.300 días, del santuario, de la segunda venida de Cristo, del milenio y del sábado puede compararse a separar el brazo derecho del cuerpo. Sin embargo, el mensaje de la salud no ha de convertirse en nuestro único tema, un tema que todo lo absorba. No es el mensaje de los tres ángeles. “El mensaje de la salud está tan estrechamente relacionado con el mensaje del tercer ángel como el brazo lo está con el cuerpo; pero el brazo no puede tomar el lugar del cuerpo… La presentación de los principios de la salud debe unirse con ese mensaje, pero no debe en ningún caso, ser independiente de él, o en ningún caso tomar el lugar de él” (Carta 57, 1896; compárese Testimonies, t. 1, pág. 559; t. 6, pág. 327).
El único gran objetivo del evangelio de la salud, al igual que la razón principal de nuestro fuerte énfasis en él, es su lugar en el desarrollo del carácter cristiano. Siendo que el cuerpo y el alma no pueden ser separados, la salud es esencial para la plenitud, y la plenitud es la clave del crecimiento cristiano. Antes que ser un asunto lateral de relativa importancia que uno puede tomar o dejar, nuestro mensaje de salud es un ingrediente básico en el proceso sanador, restaurador y transformador que está a la raíz misma de la predicación de los mensajes de los tres ángeles.
El templo del Espíritu Santo
No reconocemos que nuestros cuerpos sean el templo del Espíritu Santo meramente por un sentido de deber o responsabilidad. El placer y el entusiasmo de pertenecer completamente a Dios y ser una parte de su obra en este mundo llena de tal manera nuestros corazones que deseamos más que cualquier otra cosa ser completamente suyos. Vivimos por el gozo de conocer la plenitud de su presencia a medida que Él mora en nosotros por medio del Espíritu Santo.
Jesús presentó la ilustración del cuerpo como templo en el momento en que los judíos estaban desafiando su derecho a limpiar el templo de cambistas y negociantes (véase Juan 2:18-21).
Pablo amplió la figura del cuerpo-templo en una forma asombrosa al presentar a los creyentes de Corinto que el cuerpo tiene una parte significativa que jugar en el plan de Dios de la santificación. La filosofía griega tendía a despreciar el lado físico del hombre, sosteniendo que el alma debe escapar de la degradación del cuerpo material. Pablo rehusó aceptar este concepto, pero presentó al cuerpo como un templo sagrado: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20).
La preocupación de Pablo en este pasaje no era primariamente las necesidades de salud de aquellos a quienes estaba escribiendo, sino sus responsabilidades espirituales, las que están estrechamente ligadas a las pasiones y apetitos. Su énfasis en este texto era “no sois vuestros”. Una vez que hemos aceptado la salvación comprada para nosotros por el amante sacrificio de Cristo, no tenemos más derecho de usar los poderes del cuerpo para propósitos egoístas o pecaminosos de lo que tenemos de usar el diezmo en esa forma. Dios ha de ser glorificado en el uso de cada uno de los poderes físicos.
Elena G. de White expresa esta misma preocupación: “Muchos parecen pensar que tienen el derecho de tratar a sus propios cuerpos como les parece; pero se olvidan de que sus cuerpos no son suyos. El Creador que los formó tiene derechos sobre ellos que no pueden soslayar. Toda transgresión innecesaria de las leyes que Dios estableció en nuestro ser es virtualmente una violación a la ley de Dios, y es un pecado tan grande a la vista del cielo como quebrantar los Diez Mandamientos” (Counsels on Health, pág. 40).
Que nuestra salud, felicidad y santidad dependen grandemente de la conformidad a las leyes de Dios, de la vida, y la salud, es evidente en la ley básica que subyace en toda otra ley: la de causa y efecto. Pablo la destaca en términos inconfundibles en Gálatas 6: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (vers. 7). Como se ha dicho: “Tarde o temprano todos hemos de sentarnos a un banquete de consecuencias”. El menú en la mesa del banquete de consecuencias es el resultado de lo que hemos estado acumulado allí día tras día.
Obviamente, entonces, necesitamos el poder y la gracia de Dios para llevar nuestro estilo de vida total en conformidad con la vida y la salud. Esta era una de las preocupaciones de Pablo en el libro a los Romanos: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2).
El gran ideal de la salud no es la salud en sí misma, sino la santificación y la restauración a la imagen de Dios. “La santificación que presentan las Sagradas Escrituras tiene que ver con el ser entero: el espíritu, el alma y el cuerpo. He aquí el verdadero concepto de una consagración integral… La verdadera santificación es una completa conformidad con la voluntad de Dios… Jesús despierta una nueva vida, que impregna el ser entero” (La edificación del carácter, págs. 7, 10).
El tiempo está maduro
En 1905 Elena G. de White escribió: “Todo obrero evangélico debe comprender que la enseñanza de los principios que rigen la salud forma parte de la tarea que se le ha señalado. Esta obra es muy necesaria y el mundo la espera” (El ministerio de curación, pág. 105). Si el mundo estaba abierto para este mensaje hace ochenta años, lo está mucho más hoy cuando la gente parece tener un interés creciente en la salud. Si usted no lo cree, sencillamente visite una librería y note la cantidad de libros que se están produciendo sobre temas de salud, muchos de ellos enfocados especialmente sobre los aspectos preventivos. Note también cuán a menudo escucha algo sobre este aspecto en radio o televisión.
La comisión para una Vida Extendida, reunida en San Marcos, California, Estados Unidos, presentó un informe a comienzos de 1980 prediciendo un incrementado interés por la salud de parte de los habitantes de los Estados Unidos. Entre otras predicciones, prevén una “gran inclinación entre los jóvenes hacia los hábitos saludables, incluyendo una notable disminución del hábito de fumar y un gran incremento en el aerobismo”. Como apoyo de este hecho, hacen notar que ha habido una significativa caída en el hábito de fumar entre los estudiantes terciarios en los últimos cinco años. También predicen un incremento de instalaciones de autoayuda médica, notando que “se han publicado más libros sobre autoayuda médica en los últimos dos años que en los diez previos”. Esto de enseñar a la gente a ayudarse a sí misma a descubrir la salud no sólo tiene significación creciente sino debiera ser un campo en el que los adventistas del séptimo día deberían tomar una posición de liderazgo.
¡Qué oportunidad presenta el énfasis actual sobre la salud y la medicina preventiva para un expandido esfuerzo médico misionero! Y el ministerio de la salud realmente funciona. Ver resultados puede requerir tiempo comparado con otros métodos, pero alcanza a gente que no respondería a los métodos ordinarios. No debiéramos sorprendernos de que funcione tan bien cuando la sierva del Señor aclara que “la obra médico misionera es sagrada, diseñada por Dios mismo… Los que cooperan con Dios en su esfuerzo de salvar, trabajando en las líneas en las que Cristo trabajó, lograrán un éxito total” (Medical Ministry, pág. 131).
El capítulo 58 de Isaías es uno de los grandes capítulos médico misioneros de la Biblia. De acuerdo con Elena G. de White, este capítulo describe el lugar de la obra de amor y restauración en el énfasis evangelizador de la iglesia de Dios de los últimos días (El ministerio de la bondad, pág. 33).
Isaías 58: 6, 7 incluye lo siguiente como ejemplos de tareas en las cuales Dios espera que su pueblo esté involucrado: 1) desatar las ligaduras de impiedad; 2) soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo; 3) compartir nuestro pan con el hambriento; 4) a los pobres errantes albergar en casa; 5) cubrir al desnudo; 6) no escondernos de nuestro hermano.
Nótese cuán espectaculares serán los resultados de esta obra médico misionera cuando pongamos el plan de Dios en operación total. De acuerdo con los versículos 8 y 9: 1) nacerá tu luz como el alba; 2) tu salvación se dejará ver pronto; 3) la justicia del Señor te rodeará; 4) el Señor responderá a tus pedidos.
En el versículo 9 se especifica una condición muy importante para el éxito: “Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad”. Una de las faltas principales del pueblo de Dios de hoy -una falta que la evangelización médico misionera está destinada a ayudar a rectificar- es la falta de interés por las necesidades de otros. Esa indiferencia se manifiesta especialmente en un espíritu de crítica. Cuando una iglesia no es una iglesia de oración y de trabajo, tiende a ser una iglesia criticona. Pero esto puede ser remediado: 1) entregándonos a nosotros mismos en favor de los hambrientos; y 2) satisfaciendo el deseo de los afligidos (vers. 10).
Cuando tal ministerio de amor altruista caracterice a la iglesia de Dios, el resto de la profecía se cumplirá: “En las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan” (Isa. 58:10, 11).
El enfoque de la salud, con su énfasis equilibrado en la restauración y el bienestar de la persona total, no puede menos que mejorar la calidad de experiencia de quienes entran a la iglesia por este medio de acción misionera. La función del enfoque de la salud en la campaña evangelizadora indica que la gente convertida está bien fundada en el mensaje total de la iglesia como resultado del enfoque totalizador empleado.
Si alguna vez hemos de alcanzar a cada persona sobre la tierra con el mensaje del Evangelio, debemos alcanzar a la gente donde está, donde están sus intereses y necesidades, llevándolos gradualmente a sentir una mayor necesidad de Jesucristo y una creciente confianza en El. Dios nos ha dado a cada uno ciertos intereses, talentos y experiencia que podemos usar para alcanzar a la gente para Cristo en muchas formas singulares. Jesús usó el enfoque del “evangelio de la salud” para alcanzar a la gente. “Valiéndose de métodos peculiares, lograba aliviar a los tristes y afligidos. Con gracia tierna y cortés, atendía a las almas enfermas de pecado y les ofrecía salud y fuerza” (El ministerio de curación, pág. 14). Cuando seguimos su ejemplo ocupándonos en un ministerio amante y desinteresado por las necesidades de los que nos rodean, “esta obra no será ni puede ser infructuosa” (Ibíd., pág 102).
Sobre el autor: Leo R. Van Dolson, doctor en Filosofía, es director asociado del departamento de Escuela Sabática de la Asociación General, editor del Folleto de Adultos de la Escuela Sabática y redactor invitado de The Ministry.