Dos lugares que son el centro de la vida, porque en ambos está presente el Señor. También son lugares donde Dios y el hombre pueden encontrarse en amistad.
Los pasajes que van desde Génesis 2:4 hasta 3:24 contienen terminología y conceptos que se asocian en el Antiguo Testamento con la teología del santuario. Eso ha inducido a algunos a sugerir que el Jardín del Edén “era un tipo del santuario original”.[1] Si bien es cierto que el Edén no era un santuario como lo era el tabernáculo, en el relato del Edén nos encontramos con los antecedentes de la teología del santuario. En este artículo resumiremos unos cuantos estudios teológicos y exegéticos sobre este asunto, hechos por teólogos no adventistas, y exploraremos de qué manera sus conclusiones pueden contribuir a que entendamos mejor la doctrina del santuario.
Paralelismos
Ubicación hacia el oriente. El jardín estaba ubicado en la parte oriental del Edén (Gén. 2:8) y, aparentemente, su entrada también tenía la misma orientación (Gén. 3:24).[2] La entrada del santuario de los israelitas también estaba ubicada en el oriente (Éxo. 27:13-16; 38:13-18).[3] En cierto sentido, la puerta del jardín era más una salida que una entrada, mientras que la del santuario era una entrada ubicada en el oriente.
Fuentes de agua. El Edén era una abundante fuente de agua (Gén. 2:10). El agua se usaba en el santuario para la limpieza y la purificación de los sacerdotes. Había un lavacro cerca de la entrada del santuario (Éxo. 38:8).
Las corrientes de aguas se relacionan a veces con el templo de los israelitas (Sal. 46:4). En Salmo 36:8 al 10 se describe el santuario como “un lugar de refugio de las dificultades de la vida […] Nótese que la palabra traducida como ‘delicias’ (cadnék) es el plural de Edén… Aquí el ‘torrente de tus delicias’ se identifica con ‘el manantial de la vida’”.[4] El agua llega a ser un símbolo de la vida y las bendiciones de Dios. Ezequiel toma esa imagen y la relaciona con el templo escatológico de Dios (Eze. 47:1-12; Joel 3:18; Zac. 14:8).
El árbol de la vida. Generalmente se entiende que el árbol de la vida estaba representado en el santuario por el candelabro de oro. Tenía siete brazos o ramas, y las copas de cada rama tenían forma de flores de almendro decoradas con renuevos y flores (Éxo. 25:31-36). “El uso de expresiones relacionadas con la botánica y la forma del tronco con seis ramas da la impresión de que se trata de algo parecido a un árbol”.[5] Si esa interpretación es correcta, entonces el jardín y el santuario eran lugares donde se encontraba la fuente de la vida.
Oro y piedras preciosas. El relato del Edén menciona oro y piedras preciosas (2:12). Los muebles del tabernáculo estaban recubiertos de oro, y una de las prendas del sacerdote estaba adornada con piedras preciosas (Éxo. 25:13, 18, 24, 7). Algunos encuentran aquí elementos comunes en el jardín y el santuario. La palabra ónix se usa en el Génesis con respecto al santuario (Éxo. 27:7; 28:9-12). Esta relación terminológica es valedera, y apoya la opinión de que el jardín y el santuario tienen algunos conceptos fundamentales en común.
Querubines. El primer pasaje que menciona a los querubines es Génesis 3:24. Se usaba la figura de los querubines para decorar las cortinas del interior del tabernáculo (Éxo. 16:1, 31), y dos de ellos formaban parte del arca del pacto (Éxo. 25:17-22). Estaban allí, como en el Edén, como siervos de Dios. El querubín que se encontraba en la entrada del jardín le recordaba a la gente que Dios todavía estaba a su alcance.
Guardianes en la entrada. La función del querubín era “guardar (shamaf) el camino del árbol de la vida” (Gén. 3:24); es decir, estaban protegiendo la santidad del jardín y el acceso a ese símbolo de la vida. Se ubicó a los levitas en tomo del santuario para que tuvieran “la guarda (shamar) del tabernáculo del testimonio” (Núm. 1:53). Eran responsables de la protección del tabernáculo contra cualquier persona que intentara invadir el lugar sagrado.[6]
El trabajo de Adán. Se puso a los seres humanos en el jardín para que lo “labraran” (cabat) y lo “guardasen” (shamar) (Gén. 2:15). Esos verbos aparecen juntos de nuevo en Números 3:7 y 8; 8:16; 18:5 y 6, con respecto a los levitas que debían trabajar, ministrar y guardar el santuario.[7] Adán llevó a cabo en el Edén una tarea que más tarde desarrollaron los levitas.
Las vestiduras de Adán y Eva. Después de la caída, Dios proporcionó a Adán y a Eva vestiduras de pieles de animales (Gén. 3:21). En los servicios del santuario, la piel de los animales, el cuero, se daba a los sacerdotes oficiantes (Lev. 7:8).
En la historia del jardín se usan dos términos más que aparecen en el contexto del tabernáculo. El verbo shakan, “habitar”, aparece en Génesis 3:24 y en Éxodo 25:8 (Dios habitó [shakan] entre los israelitas.[8] Génesis 3:8 presenta al Señor como caminando (hithallek, caminando de un lado para otro; del verbo halak, caminar) en el jardín. El mismo verbo se usa en Levítico 26:12 y en Deuteronomio 23:14 para describir la presencia divina en el santuario. “El Señor caminó en el Edén, y después caminó en el tabernáculo”.[9]
Lecciones teológicas
Lugar de encuentro entre Dios y el hombre. Desde una perspectiva teológica, el jardín del Edén era el lugar donde se encontraba Dios con los seres humanos para el desarrollo de una relación armoniosa. El jardín no era la morada de Dios,[10] sino un lugar que el Señor había creado para que el hombre lo habitara (Gén. 2:8, 15).
Encontramos conceptos similares en el santuario de los israelitas. Era el lugar donde se reunían Dios y los hombres. Pero cuando examinamos más a fondo las semejanzas entre el jardín y el santuario como lugares de encuentro, descubrimos que las similitudes con el jardín no son tan exactas. El jardín fue creado por Dios. El hombre vivía en él. El Señor los visitaba y había perfecta armonía entre ellos. El tabernáculo, en cambio, fue construido por los hombres. Dios habitaba en él. Los hombres se encontraban con el Altísimo allí, y el propósito de ese encuentro consistía en restaurar la relación entre la Divinidad y los humanos.
La razón de estas diferencias consiste en que el jardín describe la relación entre Dios y el hombre en un contexto libre de pecado y muerte. El tabernáculo, en cambio, presenta esa misma relación, pero en un contexto de pecado y muerte. En este caso Dios decide habitar con el hombre, ya que este no quiso vivir en el lugar que el Señor había creado para él.
Se presenta a los seres humanos entrando en el santuario desde el este. El oriente en la Biblia podría simbolizar el bien o el mal.[11] Es el lugar de la esclavitud, la opresión (Eze. 25:4) y la idolatría (8:16). El hecho de que vinieran del oriente simbolizaba la sumisión a Dios. No importa de dónde vinieran los israelitas al santuario, estaban volviendo a la experiencia original de armonía y unidad entre Dios y el hombre que prevalecía en el Edén. Era, en cierto modo, un acto de redención, una regeneración.
La actividad judicial de Dios. En el Edén, el Señor era juez. Los eruditos ven “un juicio” en Génesis 3:11 al 20,[12] un proceso legal,[13] una escena de juicio.[14] En esa escena Dios actúa como un fiscal[15] que investiga el crimen cometido por la pareja. La historia “sigue paso a paso el procedimiento de una acción legal”.[16] Hay una acusación (8-10), un interrogatorio y una defensa (11-13), y a continuación una sentencia (14-19).
Dios hizo preguntas para averiguar la naturaleza y las razones del crimen cometido. En esta historia encontramos un juicio de instrucción (investigador) mediante el cual el Señor busca y analiza las evidencias. La pregunta obvia es: si Dios ya estaba al tanto del crimen cometido, ¿por qué tenía que investigar?
Umberto Cassuto, un comentarista judío, formuló esas preguntas y sugirió que “dado que el resto de la historia presenta a Dios como omnipotente, aquí no se describe al Señor como alguien que no sabía qué estaba pasando alrededor”. Añade que “el Juez de toda la Tierra llama a los hombres para pedirles cuenta de sus actos”[17] De acuerdo con otros eruditos, el propósito de las preguntas era (1) establecer los hechos y “aclararles al hombre y a la mujer lo que habían hecho”,[18] (2) dar lugar para que “el mismo hombre se diera cuenta de su crimen”[19] y (3) convencer al acusado “para que confiese su culpa”.[20]
Este es el primer juicio que se menciona en las Escrituras, e incluye una investigación seguida de una sentencia y de su ejecución. Durante la etapa de investigación el Señor interrogó a Adán y a Eva, pero lo sorprendente es que a la serpiente no se le hizo pregunta alguna. Al enemigo no se lo juzga de la misma manera que a la pareja. Sencillamente ya está condenado. Ya se ha pronunciado sentencia contra él.
En el santuario de los israelitas Dios aparece como Juez de su pueblo y del mundo. De acuerdo con Deuteronomio 17:8 al 13, la “corte suprema” de Israel se reunía en el tabernáculo y estaba constituida por un grupo de sacerdotes y un juez. Dios les confirió autoridad judicial.
El plan de redención
Dios se reveló en el Edén no sólo como Juez sino también como Redentor. La muerte de Adán y de Eva debería haber ocurrido inmediatamente (Gén. 2:17).[21] La pena de muerte no se ejecutó cuando el Señor le dijo a Adán: “Pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gén. 3:19). Esa muerte sin duda corresponde con la penalidad del pecado; pero Génesis 2:17 dice algo más. La sentencia divina no fue: “En ese día te convertirás en mortal”, sino “ciertamente morirás”. Pero eso no sucedió. Su vida se prolongó porque prevaleció la gracia de Dios.[22]
Esa manifestación de gracia se resume en Génesis 3:15 cuando el Señor les ofrece la seguridad de una vida nueva. El hecho de que la serpiente esté allí como símbolo del mal, y que el descendiente de la mujer le aplastaría la cabeza, sugiere que habrá una victoria final sobre el mal y la muerte. Para la comunidad cristiana esa victoria se convirtió en realidad por medio de Cristo Jesús (Rom. 16:20; Heb. 2:14; Apoc. 12). La muerte de Adán y de Eva no ocurrió en el Edén, porque Cristo es “el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apoc. 13:8).
El pasaje de Génesis 3:21 también podría estar señalando, como ilustración, a esa promesa de salvación: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” La desnudez y la vestimenta son temas importantes en el relato de la creación y la caída. Antes de esta última, la desnudez era normal para Adán y Eva (Gén. 2:21). Eran libres de acercarse a Dios, relacionarse entre sí y reposar de la creación sin tener que usar ropa. Después de la caída la desnudez se convirtió en algo anormal, y apareció como un símbolo de la separación de Dios. Los seres creados ya no podían acercarse a Dios tal como fueron hechos, porque su naturaleza se había alterado como consecuencia de la rebelión. Se produjo una metamorfosis simbolizada por el hecho de que Dios los vistió.
Dios rechazó la solución de Adán y Eva para el problema de su desnudez, es decir, las túnicas hechas con hojas de árboles, y los vistió con pieles de animales. El Señor restableció la posibilidad de aproximarse a él (Éxo. 28:42, 43). Cuando se viste a alguien en la Biblia, eso simboliza la concesión de un nuevo status (Gén. 41:42; Éxo. 28:40, 41; Lev. 8:7, 13; Núm. 20:26).[23]
Esta investidura elevó a Adán y a Eva de un estado de alienación al de personas que podían estar otra vez en comunión con Dios. El Señor les estaba devolviendo algo de la dignidad perdida.[24] Por supuesto, esa comunión no era como la de antes, pero señala un momento en el futuro cuando se la restaurará por completo.
Al decir que Adán y Eva fueron vestidos con pieles de animales, el texto establece implícitamente que, por lo menos, un animal murió. El hecho de que esto no se diga con claridad, no disminuye su significado. La narración bíblica aparentemente está anticipando el concepto de los sacrificios y la muerte de animales”.[25]
Cuando ubicamos Génesis 3:21 en su contexto teológico, la muerte implícita de esos animales se convierte en una ofrenda, un sacrificio. En primer lugar, Adán y Eva deberían haber experimentado la muerte (Gén. 2:17). Sorprendentemente se les preservó la vida. Pero, precisamente cuando estaban amenazados de muerte, ocurrió la muerte de uno o dos animales en lugar de la de ellos. La pena de muerte no recayó sobre ellos, sino sobre uno o dos animales.
En segundo lugar, la muerte del o los animales no es un detalle accidental en la narración; proporciona lo que Adán necesitaba para restaurar su relación con el Señor. Habría esperanza para ellos más allá de la muerte.
Finalmente, el hecho de que Dios les haya hecho ropa y los haya vestido sugiere que el Señor hizo por ellos lo que ellos no podían hacer por sí mismos. Los habilitó por su gracia para que pudieran aproximarse de nuevo a él. Estos conceptos corresponden a la teología del santuario y los servicios del Antiguo Testamento. En verdad, todo lo que era embrionario o estaba escondido en Génesis 3, se convirtió en un cuerpo completo de ideas teológicas en el sistema israelita de sacrificios de animales.
Resumen
El relato del Edén proporciona algunos de los elementos más importantes de la teología del santuario y los servicios del culto israelita. Tanto las relaciones lingüísticas como el uso de imágenes similares señalan que hay una clara conexión entre las dos cosas. Esa conexión es aún más definida en el ámbito teológico.
El jardín del Edén y el santuario son el centro de la vida, porque el Señor está presente en ambos. Son lugares donde Dios y el hombre pueden reunirse como amigos. En los dos lugares Dios juzga el pecado de su pueblo y le promete redención. En realidad, el Señor prefigura la naturaleza de esa redención mediante el sacrificio de una víctima. El santuario israelita parece apuntar hacia la armonía original que existía entre Dios y los seres humanos, como también hacia su restauración futura.
Sobre el autor: Doctor en Teología. Director del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Referencias
[1] Gordon J. Wenham, “Sanctuary Symbolism in the Garden of Edén”, Proceedings of the World Congress of Jeiuish Studies [“El simbolismo del santuario en el jardín del Edén”, Actas del Congreso Mundial de Estudios Judaicos], 1981, p. 9.
[2] Umberto Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis: Genesis 1-6 [Un comentario acerca del libro del Génesis: Génesis 1-6] (Jerusalén: Magnes Press, 1961), p. 174.
[3] David Chilton, Paradise Restored: A Biblica! Theology of Dominion [El paraíso restaurado: una teología bíblica acerca del dominio] (Tyler, Texas: Reconstruction Press, 1985), p. 29.
[4] Levenson, Sinai & Sion: An Entry into the Jewish Bible [Sinaí y Sion: una incursión dentro de la Biblia judía] (Minneapolis: Winston Press, 1985), p. 132.
[5] Carol Myers, “Lampstand”, in Anchor Bible Dictionary [“El candelabro”, en el Diccionario bíblico del ancla] (David Noel Freedman, editor, Nueva York: Doubleday, 1992), t. 4, p. 142.
[6] 6 Victor P. Hamilton, The Book of Génesis: Chapters 1-17 [El libro del Génesis: capítulos 1 al 17] (Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 210.
[7] Gordon Wenham, Ibíd., p. 2
[8] Ibíd., Génesis, p. 86.
[9] Ibíd., p. 20.
[10] Howard N. Wallace, Eden Narrative |La narración del Edén], pp. 70-85.
[11] Leland Ryken, James C. Whithot y Tremper Longman, editores, Dictionary of Biblical Imagery [Diccionario de imágenes bíblicas] (Downers Grove, Illinois, InterVarsity Press, 1998), pp. 225, 226.
[12] Gerhard von Rad, Génesis (Filadelfia: Westminster, 1972), p. 91.
[13] Claus Westermann, Génesis 1-11: A Commentary [Génesis 1 al 11: Un comentario] (Minneapolis: Augsburg, 1984), p. 253.
[14] John H. Sailhamer, Genesis in the Expositor’s Bible Commentary [El Génesis en el comentario bíblico del expositor] (Grand Rapids: Zondervan, 1990), p. 52.
[15] Victor P. Hamilton, Ibíd., p. 194.
[16] Claus Westermann, Ibíd., p. 252.
[17] Umberto Cassuto, Ibíd., p. 155.
[18] Claus Westermann, Ibíd., pp. 254, 255.
[19] Victor P. Hamilton, Ibíd., p. 194.
[20] Gordon J. Wenham, Genesis 1-5, p. 77.
[21] Ibíd., p. 68.
[22] Gerhard von Rad, Ibíd., p. 95.
[23] Roben Oden, The Bible Without Theology: The Theological Tradition and Alternatives to It [La Biblia sin teología: la tradición teológica y sus alternativas) (San Francisco: Harper and Row, 1987), pp. 100, 101.
[24] J. Gamberoni, “Labesh”, in Theological Dictionary of the Old Testament [ “Labesh”, en el Diccionario teológico del Antiguo Testamento] (Grand Rapids Eerdmans, 1995), t. 7, pp. 462, 35.
[25] John Sailhamer, Ibíd., p. 58.