TEMA: La Evangelización de un Distrito

Rubén Arn es un pastor joven: tiene 29 años de edad, está cumpliendo su quinto año en el ministerio y su primer año como pastor ordenado. Es padre de dos hijos: Gladys y Néstor.

Habíamos oído comentarios de lo que estaba sucediendo en Salto, Uruguay, su lugar de trabajo. Habíamos oído del traslado que la asociación le había votado, el que fue cancelado posteriormente debido a un pedido, que, acompañado de argumentos muy sólidos, presentara la iglesia sede del distrito al que él servía. Habíamos conversado en varias ocasiones con él, pero para palpar en el terreno mismo la realidad de los informes oídos llegamos hasta Salto donde nos encontramos con algunas sorpresas agradables.

En momentos cuando la división, las uniones, los campos y las iglesias están dedicados a planificar las actividades del decenio, consideramos que la experiencia del pastor Rubén Arn podría ser un incentivo para otros obreros que enfrentan el desafío de la evangelización del territorio a ellos encomendado.

El pastor Arn responde así a las preguntas formuladas:

PREGUNTA: ¿Cómo calificaría el terreno donde trabaja actualmente? ¿Es fácil de evangelizar?

RESPUESTA: No es un lugar fácil. Hay prejuicios, aunque anteriormente han sido realizadas varias campañas, la feligresía se ha mantenido más o menos estable. Notamos también hostilidad de parte de algunos habitantes e indiferencia de otros.

P. ¿A qué atribuye su interés tan acentuado por las tareas de evangelización pública?

R. Al imperativo de la hora. Al llegar aquí intenté varios sistemas o métodos sin resultados notables, llegando a la conclusión de que tenía que ser más agresivo e ir con el mensaje donde la gente estaba. Una experiencia fructífera en un sector de la ciudad me inspiró a emprender nuevas y sucesivas empresas.

P. ¿Qué papel atribuye usted a los laicos en la obra de un pastor evangelista?

R. Creo que los laicos son elemento clave en la evangelización. Ellos llegan a darse y a dar de sus medios y talentos cuando ven que hay un plan en marcha, y se les presenta un desafío. Creo, sin embargo, que no se los integrará al trabajo simplemente diciéndoles que hay que trabajar, sino entusiasmándolos con algo que esté dando frutos. Los laicos entusiasmados e inspirados distribuirán volantes, invitarán a sus amigos y familiares a las reuniones, darán estudios bíblicos y cumplirán muchas otras tareas. Lo básico es lograr una identificación tal con el trabajo, que lo consideren “nuestro trabajo” y no “el trabajo del pastor”.

P. ¿Cuál es la estrategia que ha seguido para la evangelización de su distrito?

R. Creo que lo lógico es ir con la iglesia donde la gente está y no esperar que ellos vengan a la iglesia. Para ello compramos con fondos propios una pequeña carpa con capacidad para cien personas, que luego fue ampliada para albergar a 150. En 1974 compramos otra más grande con capacidad para 240 personas. Instalamos esas carpas en diferentes sectores de la ciudad, desarrollando campañas agresivas de evangelización pública. Como resultado, se formaron cinco grupos en diferentes sectores de la ciudad; cada uno existe ahora con vida propia. Luego el plan consideraba la realización de una campaña en el corazón de la ciudad.

P. Usted ha mencionado que usa carpas, ¿qué tipos de carpas ha usado y qué ventajas ve usted en ese tipo de “local”?

R. La iglesia compró con sus propios fondos las carpas. Son pequeñas. Una de ellas es solamente una lona grande con la que se cubre una armazón que hacemos con madera en el mismo lugar de las reuniones. Las hemos comprado y las usamos primeramente porque es difícil encontrar salones que puedan servir a nuestros fines. La carpa quiebra el prejuicio y es de por sí una propaganda. Además, los gastos son generalmente menores, pues está totalmente equipada.

El único problema de la carpa es el frío. Pero el problema se resuelve con un buen sistema de calefacción

P. Entiendo que ha habido muestras especiales de generosidad entre los hermanos. ¿A qué atribuye usted ese espíritu?

R. Efectivamente. La Iglesia de Salto, con 110 miembros, apoyó el plan de este año con 10 millones de pesos (10.000 dólares). Aparte de esto, hubo un solo hermano que dio 15 millones de pesos. Según su propio testimonio, dio aquel dinero al ver lo que los bienes materiales podían hacer en favor de la terminación de la obra. Sin ir muy lejos, ayer vino otro hermano trayéndome $ 100.000 para apoyar la campaña del centro.

P. ¿Qué arreglos hace usted para asegurar la continuidad del trabajo luego que la carpa ha sido retirada?

R. Creo que realizar una campaña en un lugar sin dar a los nuevos creyentes un “hogar” propio, equivale a hacer sólo la mitad del trabajo. Por lo tanto primeramente vemos la posibilidad de conseguir un local en la zona, que pueda ser alquilado, a fin de tener todo listo para recibir a los nuevos. Además, designamos a un grupo de hermanos sólidos para que continúen predicando y haciendo obra de confirmación entre los nuevos. Tenemos tres reuniones nocturnas en cada lugar, la reunión de oración y dos reuniones de evangelización. Cuando es necesario, damos a los predicadores una pauta del temario a desarrollar.

P. ¿Cuál es el plan en que está empeñado actualmente?

R. Estamos abocados a la evangelización de la zona central de la ciudad. Alquilamos un buen salón de un club ubicado frente a la plaza “33”, en el que estamos dictando siete conferencias por semana. El salón ha sido alquilado por un mes y medio con posibilidad de renovar el contrato. Hemos formado un equipo de auxiliares integrado por el hermano Daniel Scarone, obrero de la misión; Angélica Sarli, instructora bíblica; Alejandro Sirotko, alumno de teología del CAP y los hermanos Osiris Jure y Alberto Martínez, que se dedican a pintar carteles y ayudan en la publicidad. La iglesia contrató además al Hno. Luis Gaite para que dedique todo su tiempo a atender los grupos que por motivo de la serie podrían quedar desatendidos pastoralmente.

Completamos ya la primera semana de reuniones con un público que consideramos excelente para el lugar. El número oscila en alrededor de 400 personas. Esperamos buenos frutos de este acto de fe.

P. ¿Puede contarnos algún incidente notable de su trabajo en Salto?

R. Tal vez algo que demuestra que los enemigos de la verdad no duermen. En el mes de julio estábamos en dos campañas simultáneas en dos barrios de la ciudad: Cerro y Artigas. En cada lugar teníamos siete conferencias por semana. Una madrugada, luego de cuatro semanas de reuniones, la carpa más grande fue quemada hasta convertirse en cenizas, inutilizando parte del equipo de amplificación y otros materiales. Inmediatamente nos trasladamos a un salón a 50 metros de donde había estado la carpa. El trabajo no pudo ser interrumpido.

P. ¿Qué recomendaciones daría a sus colegas que tienen también la carga de un distrito y deben dedicarse al evangelismo público?

R. Que se lancen sin temor a las lides de la evangelización. Embarquen a la iglesia en la compra de una carpa pequeña e inflámenla de entusiasmo, trabajando arduamente.

Si hay una tarea que da más satisfacciones que otra en el ministerio, es ver los frutos directos de nuestra obra en favor de los perdidos. En otras palabras, no sólo bautizar a los que asisten a la iglesia, sino ir afuera, a buscar y a salvar a los que están sin esperanza y sin Dios en el mundo.

Al salir de la conferencia del pastor Arn, buscamos en el portafolios el plan de la década trazado por la División Sudamericana. Hay 1.031 ciudades con más de 10.000 habitantes donde aún no tenemos obra establecida. Agregamos a ésas, las que tienen cinco, siete, ocho mil o menos. Si pensamos además en las ciudades o barrios donde ya está la obra establecida, pero que están lejos de haber sido evangelizados en forma cabal, nos embarga una sensación de impotencia. Sin embargo, si cada pastor, cada administrador, cada médico, cada profesor, cada miembro de la iglesia sintiera su necesidad de reavivar el amor por las almas y se lanzara de corazón a la evangelización, el panorama cambiaría rápidamente. Le recomendamos, lector, analizar su programa de trabajo y ver —a la luz de esta entrevista— si algo puede ser modificado en él para apoyar más decididamente la conclusión de la tarea.