Hay una declaración que indica cómo podemos aumentar el número de bautismos. La fórmula es simple pero exigente. Consiste en la mayor energía y en la acción más poderosa que se pueda obtener para el ministro en esta época.
“Si nos humilláramos delante de Dios y fuéramos amables y corteses, tiernos y compasivos, habría cien conversiones donde ahora hay una sola” (Testimonies, tomo 9, pág. 189).
Hay cuatro elementos que se unen para formar la estructura de esta característica rara pero esencial, el amor, y éstos son: amabilidad, cortesía, ternura y compasión.
Una de las cosas que le faltaban a la Iglesia de Éfeso, según el testimonio del Testigo Fiel, está señalado en estos textos:
“Yo tengo contra ti que no amas como lo hacías al principio. Acuérdate, pues, cuán lejos has caído. Arrepiéntete y vive como vivías antes. De otra manera, si tu corazón permanece inmutado, vendré a ti y quitaré tu lámpara de su lugar” (Apoc. 2:4, 5, Phillips).
LA PÉRDIDA DEL PRINCIPIO DEL AMOR HACE PELIGRAR LA IGLESIA
Mucho se ha dicho y escrito en estos días por parte de algunos en cuanto a la condición de la iglesia durante el congreso de Minneapolis en 1888 y después de él. Sin entrar en debate en cuanto a lo que es correcto y lo que no lo es en esos ensayos, quisiera que consideráramos algunas afirmaciones de una carta escrita por la Hna. White a O. A. Olsen el 19 de septiembre de 1892, cuatro años después de esa memorable asamblea, cuando la iglesia viró en redondo y comenzó su positiva proclamación de ese gran tema de la verdad bíblica: “el justo por la fe vivirá”.
Hablando del ministerio, ella dijo que la “carga de su mensaje debería ser ‘He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’” (Carta 19d, 1892).
Luego hace una exposición en cuanto a la pérdida del amor en la iglesia y el efecto de esa pérdida en ella.
“¿Sigue morando el amor en la iglesia? ¿Casi no se ha extinguido?… Los hermanos no aman a los hermanos… El Testigo Fiel dice que todos los que han dejado su primer amor han caído. ¿No sabía él el peligro de ellos?” (Ibid.).
La pérdida del “primer amor” abre las puertas de los corazones y de las iglesias a grandes peligros espirituales.
“La pérdida del primer amor ha abierto la puerta a una gran cantidad de egoísmos, malas sospechas, habladurías, envidias, celos y durezas de corazón. Este es el fruto obtenido cuando el fervor del primer amor se ha enfriado. No se ha hecho sino una mínima restricción a la lengua; porque se ha descuidado la oración. Se ha acariciado una justicia farisaica; hay muerte de espiritualidad; y el resultado es una pérdida de la percepción espiritual” (Ibid.).
LA SANTIFICACIÓN DEL MINISTRO ES ESENCIAL PARA EL ÉXITO
Oímos mucho acerca de la predicación poderosa, de la predicación elocuente que cautiva la atención de los oyentes. Poro no oímos bastante acerca de la santificación del predicador… santificado por el mensaje que predica. Esto, es importante, como lo indica lo siguiente:
“Cuando la verdad es presentada por uno que está él mismo santificado por ella, tiene una frescura, una fuerza, que le otorga poder convincente sobre el oyente. La verdad, en su poder sobre el corazón, es preciosa, y la verdad dirigida al entendimiento es clara. Se necesitan ambas cosas, la palabra y el testimonio interior” (Ibid.).
Como ministros, ninguno de nosotros está libre del peligro de la dejadez espiritual, una especie de actitud de conformismo. Como se le oyó a un ministro decir cuando se le preguntó cómo iba el trabajo: “Estoy haciéndolo tan bien como el otro compañero así que, ¿por qué me voy a esforzar por demás?” Bien podríamos nosotros como ministros, subpastores del rebaño sobre el cual nos ha puesto Dios, mirar en nuestros propios corazones cuando hablamos del elevado nivel de apostasías entre nuestras filas en Estados Unidos. Pesemos la siguiente declaración
“Hay muchos en el ministerio que no tienen amor por Dios o por sus semejantes. Están dormidos, y mientras ellos están dormidos, Satanás está sembrando la cizaña. El rebaño de Dios necesita ayuda del cielo, las ovejas y los corderos perecen por falta de alimento… Cristo debe ser levantado delante de las personas; porque mirándolo seremos transformados a su imagen” (Ibid.).
En mis viajes por las iglesias, los congresos y otras reuniones, me he dado cuenta de la gran disensión que existe en nuestras iglesias en cuanto a cuáles son los fundamentos del cristianismo. Cantamos “Salva al Incrédulo” pero no arrojamos las cuerdas de la salvación. ¿Será posible que el apremio de los blancos financieros, de la edificación de iglesias, de esta campaña o de la otra, por más que sean todas cosas buenas, hayan cegado nuestros ojos y endurecido nuestros corazones ante los clamores de nuestro pueblo, “el rebaño de Dios” comprado con la preciosa sangre del Cordero de Dios? Dios tenga misericordia de nosotros mientras proseguimos en la obra del ministerio evangélico.
¿ORAMOS POR NUESTRAS CONGREGACIONES?
Hermano pastor, ¿oras tú por tu grey? ¿Oras por cada miembro, joven y anciano, de tu congregación? Presta atención cuidadosa a esta parte de la oración de Jesús por los hijos que compró con su sangre:
“‘Padre de bondad y verdad, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos hombres saben ahora que tú me enviaste. Yo he hecho que ellos te conocieran y seguiré haciéndolo para que el amor que tú has tenido hacia mí pueda estar en sus corazones, y que yo también pueda estar allí’” (Juan 17:25, 26, Phillips).
Sí, el pastor debe tener a Jesús en su corazón. No sólo debe enseñar a los niños y las niñas a cantar “Ven, oh Jesús, a mi corazón”, sino que debe experimentar la realidad de este clamor del corazón. El corazón del ministro debe estar completamente santificado hasta el punto que el gran amor que Jesús tenía por la humanidad pueda ser transmitido a él. Ninguna otra cosa puede ser aceptable delante de Dios.
“La evidencia consiste en esto, que Dios nos ha dado la vida eterna, y que esta vida está en su Hijo. El que posee al Hijo tiene la vida. El que no posee al Hijo de Dios no tiene la vida” (Juan 5: 11, 12, Authentic New Testament).
Humanamente hablando, no podemos generar al amor a voluntad. Es un atributo divino derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo. Como Pablo escribe: “El amor de Dios ha inundado nuestras mentes por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom. 5:5, Id.).
PODEMOS TENER AHORA LA EXPERIENCIA PENTECOSTAL
La experiencia del Pentecostés al comienzo de la era cristiana no se debió a una asamblea bíblica en la cual los ministros trataban de allanar problemas doctrinales. Fue un período de profunda búsqueda con el propósito de descubrir los factores esenciales tan necesarios para el éxito de su ministerio, que ellos no habían sabido desarrollar mientras Jesús todavía estaba con ellos en la carne. Escribiendo acerca de este trascendente acontecimiento, Elena G. de White ha dicho: “Después del descenso del Espíritu Santo, los discípulos estaban tan llenos de amor hacia Cristo y hacia aquellos por quienes él murió, que los corazones se conmovían por las palabras que hablaban y las oraciones que ofrecían. Hablaban con el poder del Espíritu; y bajo la influencia de ese poder miles se convirtieron” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 19).
¿AMAMOS A LOS BELICOSOS?
Hermano ministro, escudriña tu corazón antes de contestar esta pregunta: ¿Amas tú a las personas a las cuales predicas? ¿Amas a los miembros de tu iglesia? Quiero decir, a todos los miembros de iglesia —los belicosos, los que crean controversias, los criticones y los tardos de corazón —¿los amas realmente a todos ellos? ¿Pondrías tu vida para salvarlos en el reino de Dios? Si hallas en tu corazón una respuesta positiva, entonces no necesitas temer por el éxito de tu ministerio.
EL AMOR ES EL DINAMISMO DEL MINISTERIO DE ÉXITO
Resumiendo, entonces: El éxito en el ministerio espiritual depende del dinamismo del amor, el “poder de calidad” que imparte energía o fuerza, que hará que los corazones de los hombres se aparten del pecado y se vuelvan a la justicia mirando al Cordero de Dios sobre la cruz quitando sus pecados.
Como dijo Pablo: “Seguid, pues, el camino del amor, mientras deseáis con ansia los dones del Espíritu” (1 Cor. 14:1, Phillips).
Sin este amor, todos nuestros esfuerzos serán como “el resonar de los címbalos” y “no servirían para nada”, “ni habría conseguido nada en absoluto”.
Hagamos nuestras las palabras de Pablo, que nos llegan a través de los siglos, como dulce consejo para el éxito permanente en vivir y servir a nuestro Señor.
“Con profundas raíces y firmes cimientos podáis ser fuertes para entender, con todo el pueblo de Dios, cuál es la anchura y la longitud y la altura y la profundidad del amor de Cristo, y conocerlo, aunque está más allá del conocimiento. Así podáis alcanzar la plenitud del ser, la plenitud de Dios mismo” (Efe. 3:17-19, The New English Bible).