Hay que llegar a un acuerdo al respecto. Es fácil comprender que el aborto es un intento de evitar las consecuencias de nuestras acciones

     Palm Spring, California, es el escenario del furor de las vacaciones de primavera para millares de estudiantes universitarios de la Costa Oeste.

     Durante la Semana Santa de 1989 la policía no se daba abasto con los problemas de borrachera, nudismo, y una rebeldía implacable. Más de mil estudiantes fueron arrestados antes que se restaurara el orden en esa comunidad del desierto.

     Mientras tanto, a 176 kilómetros, en Los Ángeles, un número igual de personas también fueron arrestadas y puestas en la cárcel: no por beber ni por andar en francachelas: eran cristianos que oraban y cantaban en una cruzada contra la pérdida de bebés a través del aborto.

     ¿Hay algún otro problema de moralidad que divida tanto a la sociedad como el aborto? Muchos lo consideran la mayor preocupación moral de nuestro tiempo. La Iglesia Adventista del Séptimo Día debe llegar a un acuerdo con respecto a él. Aquellos que imploran por la supervivencia de los bebés que todavía no han nacido se autodenominan “Pro-Life” (pro-vida), mientras que quienes defienden los derechos de las mujeres a controlar sus propios cuerpos se proclaman como “Pro-choice” (pre-elección). ¿Cuál será nuestra posición? ¿Pro-elección o Pro-vida? Incluso muchos cristianos están confusos en cuanto a qué creer con relación al aborto. Otros hermanos y hermanas en Cristo toman confiadamente posiciones opuestas en una airada y desesperada lucha.

     Desde el mismo comienzo quiero afirmar la sinceridad que he hallado en ambos lados del debate acerca del aborto, tanto dentro como fuera de la iglesia. Me aflige cuando descubro que gente muy razonable y agradable en otros asuntos, que militan en ambos lados del debate, insisten en denigrar a quienes tienen convicciones diferentes al respecto. Encuentro particularmente alarmante que extremistas de ambos lados se gocen en vilipendiar a sus oponentes con expresiones degradantes, al estilo nazi.

     La controversia se ha intensificado a partir de 1973, cuando la Suprema Corte de los Estados Unidos hizo su memorable decisión de legalizar el aborto. Desde entonces, muchos cristianos norteamericanos han luchado por derrocar el dictamen Roe vs. Wade. Otros creyentes igualmente sinceros, uniéndose con activistas seculares, luchan en todos los Estados por preservar la legalidad del aborto.

     Esta controversia no tiene soluciones simplistas. Los cristianos juiciosos valoran la vida como un don sagrado de Dios, pero también atesoran la libertad religiosa, con su libertad de conciencia. No es extraño que muchos se hallen atrapados entre las posiciones opuestas de pro-elección o pro-vida. ¿Es posible sustentar las dos posiciones? Es decir, ¿podemos ser pro-elección o pro-vida al mismo tiempo? Creo que ustedes verán que se puede, en un espíritu tranquilo y precavido de comprensión cristiana.

     Pero hay mucho más aquí de lo que parece a primera vista. El aborto implica mucho más que la terminación del embarazo; se ha convertido en el estilo de vida preferido de muchas personas en nuestra sociedad: la forma en que le hacen frente a cualquier problema que afrontan en la vida. ¿Hay problemas en la escuela? No te preocupes por estudiar como esclavo, simplemente aborta tu educación. Esa es la actitud del menor esfuerzo, que tenemos en la actualidad. ¿Tiene problemas en su trabajo? Abandónelo; aborte su trabajo. ¿Se ha convertido la feliz unión matrimonial en un callejón sin salida? Divórciese: aborte sus votos matrimoniales. ¿Se siente vacilante en su experiencia cristiana? Tome la línea del menor esfuerzo y aborte su relación con Jesús.

     Es fácil comprender que el aborto es un intento de evitar las consecuencias de nuestras acciones. Quienes consideran al aborto como una forma de control natal demorado contradicen una verdad de la Escritura enseñada muy claramente desde el Génesis hasta el Apocalipsis: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gál .6:7,8).

     No cabe ninguna duda al respecto; la Biblia dice que segaremos lo que sembremos. Pero el aborto como control de la natalidad intenta obviar este hecho fundamental de la vida, deteniendo los latidos de un corazón humano.

     Consideremos, por ejemplo, el caso de una adolescente muy popular, que amaba las diversiones, miembro de una iglesia de la cual una vez fui pastor. Llamémosla Jennifer. Su ansiosa búsqueda de la felicidad la condujo a un embarazo. La solución parecía sumamente sencilla para sus padres excesivamente indulgentes: sacar a su hijita de aquel enredo (y salvar la reputación de la familia) con un aborto. ¿Por qué tendría la familia que sufrir un largo y destructivo embarazo?

     Realizar un aborto siempre es un evento traumático —una realidad que escapa a muchos activistas del grupo pro-vida. Permanece, sin embargo, el hecho de que la cancelación instantánea de un embarazo constituye la ruta más fácil y rápida hacia la normalidad. Esa fue la razón por la cual Jennifer y sus padres optaron por ella.

     Desafortunadamente, después de abortar su problema, Jennifer nunca aprendió su lección. Al siguiente verano quedó embarazada de nuevo. Y el siguiente una vez más. Cuatro abortos antes de cumplir los 21 años, créalo usted o no. En algún lugar de esa ruta dejó de asistir a la iglesia. Cuando llegué para ser su nuevo pastor, ya había abortado el cristianismo con sus normas restrictivas. Me pregunto qué habría ocurrido si Jennifer no hubiera intentado escapar a la realidad con ese primer aborto. Nueve meses de embarazo hubieran sido difíciles, pero ese trauma podría haberte enseñado una de las lecciones más importantes de la vida: que debemos afrontar las consecuencias de nuestras acciones.

     El sistema de valores de nuestra sociedad está envuelto en una terrible confusión. Pensemos en ello por un momento. Supongamos que fuera un pequeño delfín nadando alegremente dentro del vientre de la madre embarazada. Puede estar seguro de que los manifestantes del movimiento salven-al delfín, de Hollywood, defenderían furiosamente su derecho a la vida. Pero los mismos activistas que son tan militantes para preservar la vida de todos los delfines del océano no muestran igual preocupación por un ser humano que está en el vientre.

     Parece extraño, ¿verdad? Es la religión del humanismo secular.

     El cristianismo, por otra parte, evalúa la vida como un don de Dios: un don tan sagrado, que dio su propia vida para preservarla. Por lo tanto, lo que debemos decidir es si un niño que no ha nacido está vivo en realidad. Y si es un ser humano viviente, debemos hacernos la pregunta: ¿Qué ha hecho ese bebé para merecer la muerte?

     Sé lo que muchos de ustedes están pensando. Ustedes creen que un bebé no nacido realmente no está vivo, porque no tiene el aliento de vida. En realidad, el feto ya es un consumidor de oxigeno como cualquier otro, desde el vientre de su madre. Es cierto que se necesita la ayuda de la madre para procesar ese oxigeno sustentador de la vida, pero muchos adultos que están siendo operados también necesitan ayuda para respirar. Sin el respirador automático morirían. ¿Cesan de ser seres humanos durante su operación porque no pueden respirar ellos solos?

     Incluso después de nacer un bebé y de comenzar a respirar por sí mismo, todavía es completamente incapaz de valerse solo. No se puede alimentar por sí mismo, no se puede sostener económicamente, ni siquiera se puede voltear en su cunita. Es obvio, por lo tanto, que la incapacidad de valerse por sí solo no tiene nada que ver con la condición de persona.

     Consideremos también a los ancianos y a los severamente incapacitados, que no pueden vivir sin ayuda. ¿Significa eso que no son personas reales? Este tipo de razonamiento fue el origen de la ‘solución final” de Hitler. Los nazis consideraban demasiado costosos a los miembros dependientes de la sociedad, los “consumidores de alimentos”. Algunas mentes bastante cuidadosas ponderan el increíble costo de más de 25 millones de vidas que no nacieron, y sufren de sólo pensar si no se estará cometiendo un holocausto en el mundo ahora mismo particularmente en Norteamérica.

     ¿Considera que eso es demasiado difícil de creer? La verdad es que un bebé antes de nacer ya tiene todas las señales de humanidad bien definidas en el primer trimestre de vida fetal. Ya tiene un cuerpo perfectamente formado, con órganos funcionando. Alrededor de los primeros 25 días de la concepción —incluso antes que la madre sepa que está embarazada— ya está bombeando sangre. Los bebés que todavía no han nacido tienen capacidades asombrosas, que la ciencia médica apenas está comenzando a apreciar. Ya tienen su propia personalidad. Pueden reconocer la voz de su madre quien, a su vez, se encuentra atada a esa vida que lleva dentro del vientre. Cuando una madre viola las leyes no escritas del instinto, abortando a su bebé, no extraña que sienta el aguijón de la culpabilidad durante muchos años en el futuro.

     Los que apoyan la posición pro-elección, con el propósito de hacer fácil el aborto para la madre, van demasiado lejos en su negación de que en realidad se le esté quitando la vida a un ser humano. Por ejemplo, la declaración sobre el aborto de una iglesia se refiere al mismo como la “interrupción” del embarazo: como si dijéramos que John Wilkes Booth simplemente “interrumpió” la vida del presidente Lincoln.

     Podemos discutir largamente con respecto a cuándo exactamente comienza la vida, pero la carga de la prueba pertenece a quienes invaden la matriz y terminan esa vida. Es obvio que un corto viaje a través del canal del nacimiento no convierte a un feto despersonalizado en un ser humano; la vida debe comenzar antes de eso. Algunos señalan el paso de un trimestre a otro, pero no hay una transformación mágica de una división del tiempo a la siguiente. La posición más natural y lógica es que la vida comienza en la concepción. Desde ese momento en adelante hasta el estado adulto hay un crecimiento y maduración continuos.

     Detengámonos un momento y pensemos en lo que se llama feto. Si no tiene vida, ¿por qué tiene un corazón que late? Y si no es un ser humano, ¿qué clase de ser es? Y si no es un bebé, ¿por qué se mama el dedo?

     Aquí hay algo más que debemos considerar. Si antes de nacer los bebés no son seres humanos vivientes, ¿dónde estaba Jesús cuando María estaba embarazada? ¿Dejó de existir durante nueve meses?’ No tenemos necesidad de adivinar. La Escritura dice que la Virgen María “había concebido del Espíritu Santo” (Mat. 1 ;18). ¿Ve usted? ¡El Dios eterno era un bebé viviente y real dentro de la matriz de María!

     En varios lugares la Biblia se refiere a los bebés que todavía no han nacido, como personas. Vemos esto cuando Elizabeth, la tía de Jesús, saludó a su madre María: “Y aconteció que cuando oyó Elizabeth la salutación de María, la criatura saltó en su vientre: y Elizabeth fue llena del Espíritu Santo” (Luc. 1:41).

     ¡Según la Biblia, lo que Elizabeth llevaba en su vientre era un bebé! No era una masa de tejido fetal en desarrollo, sino un bebé saltarín. A la luz de la evidencia, tanto bíblica como biológica, ¿podemos escapar a la convicción de que el aborto termina con una vida humana? ¿Y qué derecho tenemos para detener los latidos de esos preciosos corazoncitos?

     La Escritura defiende explícitamente los derechos de los bebés que todavía no han nacido. Si un asaltante, en los tiempos del Antiguo Testamento, golpeaba a una mujer y le provocaba un parto prematuro, era multado. Pero si esa vida que todavía no había nacido se perdía, la sentencia era la muerte: “Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida” (Exo. 21:23).[1]

     Para muchos ateos y agnósticos, un bebé que todavía no ha nacido no es más que tejido fetal que se revuelve en la matriz, símbolo del proceso evolutivo. Una negación tal de la vida que Dios ha dado viola el sexto mandamiento, y también el cuarto. El mandamiento del sábado requiere respeto por la vida creada. El aborto, al sabotear la vida de Dios en la matriz mina el carácter del sábado. En realidad el aborto da a los bebés que no han nacido el valor moral de un tumor. Deshágase “de ello” en la forma que guste, y nadie dice nada. Qué triste.

     Las feministas de tipo radical advierten: “¡Quite las manos de sobre mi cuerpo!” Bueno, si Dios ha visto conveniente conceder la vida a los bebés que están en el vientre, ¿no deberíamos nosotros también quitar las manos de sobre sus cuerpecitos?

     Jesús dijo de sí mismo: “El Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21). También declaró: “Tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apoc. 1:18). El acto del aborto atropella lo que es la voluntad de Dios para ese bebé, dando a los seres humanos la prerrogativa de determinar la vida o la muerte. Vemos, entonces, que el aborto en realidad hace que meros mortales se arroguen el papel de Dios. El aborto, por lo tanto, recibe su autoridad de aquel que dijo: “Seréis como dioses” (Gén. 3:5). ¿Será posible que los que defienden el aborto, por muy bien intencionados que sean, promuevan en realidad la obra del diablo? ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

     Creo que usted estará de acuerdo en que hay poderosas razones para adoptar la posición pro-vida, pero ¿qué en cuanto al otro lado de la moneda? ¿Qué en cuanto a la elección humana? ¿Podemos ser también pro-elección? Ciertamente, hasta donde comprendamos que la mujer hace esa elección en el momento de la relación sexual. Si la madre se involucra voluntariamente en relaciones sexuales que resultan en la concepción, ¿no ha ejercitado ya su libertad de elegir?

     No hay tal cosa como libertad de elección ilimitada. La libertad personal no puede violar los derechos de otra persona. En otras palabras, su libertad de hacer oscilar su puño termina donde comienza mi nariz. Y el derecho de una mujer sobre su cuerpo termina donde comienza el cuerpo de su bebé. El hecho de que ese bebé todavía no nato no pueda defenderse no quiere decir que no tenga derechos.

     ¿Pero qué en cuanto a embarazos que son el producto del incesto o la violación? Tales casos merecen consideración especial, puesto que la madre nunca tuvo la oportunidad de ejercer su libertad de elección legítima. ¿Por qué debería ella verse obligada a afrontar las consecuencias del crimen de otra persona? Por esto, muchos que normalmente se oponen al aborto aprueban tal opción en casos de embarazo forzado. Siendo que la madre quedó embarazada sin que fuera su decisión, ¿no debería tener el derecho de defenderse contra tal intrusión? ¿Por qué habría de cosechar lo que no sembró?

     Y ¿qué en cuanto a realizar un aborto para salvar la vida de la madre? Tales casos son relativamente raros, pero ocasionalmente los médicos tienen que hacer frente al terrible dilema de decidir si debe vivir la madre o el niño. En tales situaciones el aborto es el único camino para preservar la vida que es el objeto de nuestras preocupaciones aquí.

     En este punto debemos aventurarnos en un área especialmente delicada. ¿Qué si el bebé que todavía no ha nacido es genéticamente inválido? Muchas veces, cuando se presenta este caso, el cuerpo de la madre resuelve esta crisis por medio de un aborto. Pero supongamos que Dios ve conveniente permitir que el bebé se desarrolle, ¿quiénes somos nosotros para decidir si su calidad de vida es digna de que afrontemos el problema de tener que vérnoslas con un inválido?

     Muchos inválidos disfrutan de una vida profundamente satisfactoria. Se sabe que el famoso compositor Beethoven sufría de tales defectos congénitos que los médicos del siglo XX habrían recomendado abortarlo. Los amantes de la música de todo el mundo deben estar contentos de que la madre de Beethoven no abortó.

     Sé que estamos tratando cuestiones delicadas y controvertidas aquí. Puede hacerse la fuerte declaración de que la vida es tan sagrada, que ningún ser humano tiene el derecho de elegir el aborto bajo ninguna circunstancia. Las respuestas no son fáciles, pero mientras debatimos qué hacer en caso de violación, incesto, incapacidad genética, y la salvación de la vida de la madre, hagamos algo ahora acerca de la vasta mayoría de abortos en los cuales una madre saludable se deshace de un bebé saludable que existe por propia elección de ella. Podríamos relevar inmediatamente a la sociedad de la carga de más de 95 por ciento de sus abortos. Habiendo logrado eso, podríamos continuar discutiendo la ética del aborto en esas otras situaciones.

     Pues bien, esas son mis convicciones en cuanto al aborto. Ojalá pudiera usted saber la agonía que ha representado para mi escribir este artículo. Habiendo sido pastor, conozco algo de las angustias que sufren las mujeres cuando están considerando un aborto. Necesitan compasión, no condenación, no importa lo que decidan hacer. Y si hacen la valiente decisión de preservar la vida que está dentro de ellas, la crisis todavía no ha pasado: no ha hecho más que comenzar. Ellas necesitan ayuda para traer sus hijos al mundo y volver a reunir los pedazos de sus vidas. La iglesia tiene la solemne responsabilidad de ponerse al lado de estas mujeres que sufren.

     George Lawson, un laico adventista de California, ha lanzado la organización Loving Options, que es un ministerio a favor de las mujeres que pasan por la crisis de un embarazo. Profesionales cristianos calificados dedican tiempo voluntariamente en la clínica, ofreciendo consejo y servicios médicos a mujeres embarazadas que desean otras opciones y no el aborto para sus embarazos.[2] Cómo hubiera deseado que Loving Options hubiera estado allí hace 11 años para ayudar a Jennifer, aquella adolescente metida en problemas en una iglesia de donde fui pastor. Junto con servicios médicos y otras ayudas, también le habrían dado aliento espiritual. Ella podría haber oído de ellos algo parecido a esto:

     “Jennifer, por favor, comprende que Dios te ama a pesar de tus errores. Él tiene un plan especial para tu vida, y para la vida de ese pequeño bebé que está dentro de ti. Probablemente tú no puedas proveerle un hogar, pero muchas parejas sin hijos están orando noche tras noche frente a una cunita vacía. Al confiarles tu bebé a su cuidado, cambias tu propia pesadilla en el cumplimiento de sus más anhelados sueños.

     “Quizá te sientas culpable por los abortos que ya has tenido; simplemente confiesa tus pecados a Jesús y pídele el don del perdón. En realidad todos somos culpables de muchos pecados y dignos de muerte. La Biblia dice que todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada uno se ha apartado por su propio camino. Pero gracias a Dios, él puso sobre Jesús crucificado la iniquidad de todos nosotros.

     “Sí, Jennifer, Jesús pagó el precio total de nuestra salvación. Ahora podemos estar limpios delante de Dios, como si nunca nos hubiéramos equivocado. ¡Como si siempre hubiéramos hecho todo perfectamente! Y Dios no sólo nos perdona y nos considera como perfectos; también nos da una nueva vida libre de relaciones pecaminosas y que causan dolor”.

     Me hubiera gustado informar que Jennifer volvió a Jesús y a la iglesia. Esa hubiera sido una bonita manera de terminar esta historia. Aún no ha hecho su decisión definitiva, pero al menos ya aprendió que abortar sus problemas no es la forma de resolverlos.


Referencias:

[1] Los que defienden el aborto intentan probar, basándose en el libro de Éxodo capítulo 21, que el feto en la matriz es vida humana inferior. Yo creo que un análisis del texto hebreo libre de prejuicios demuestra lo contrario. La evidencia para esto está en el artículo de Ron Du Preez, publicado en esta misma revista, “El feto en la ley Bíblica”. Si uno no está de acuerdo con esta interpretación de Éxodo 21:22-25, permanece de todos modos el hecho de que no podemos determinar la calidad de persona porque se decrete o no la pena de muerte por matar esa vida Nótese en el versículo inmediatamente precedente de nuestro pasaje (el veis. 20), en el cual alguien que mata a un esclavo no se le impone la pena de muerte sino sólo un castigo Nadie de nuestra sociedad actual negaría que un esclavo es un ser humano —y sin embargo, la Biblia no impone la pena de muerte por matar a un esclavo.

[2] Loving Options es un ministerio sin fines de lucro a favor de mujeres que sufren la crisis del embarazo. Su órgano oficial está disponible para todos los que se pongan en contacto con ellos en 24769 Redlands Blvd., Suite E, San Bernardino, Ca 92408.