Hoy, en los Estados Unidos, la observancia del domingo prácticamente ha desaparecido. Son muy pocos los lugares donde aún se lo puede guardar, y suponemos que dentro de un tiempo llegará a secularizarse por completo. La muerte de la observancia del día de reposo[1] se ha producido por varios motivos. El primero de ellos es la secularización del mundo; y en ningún lugar esto es más cierto que en los países comunistas…

La segunda causa del ocaso de la observancia del día de reposo la encontramos en el seno mismo de la iglesia cristiana: Se ha secularizado de tal manera que muchos de los que la integran no lo aprecian plenamente. Este proceso de secularización se origina en la actitud inconsecuente de muchos de sus miembros hacia la Palabra del Señor. En tiempos pasados la observancia del día de reposo se basaba firmemente en la creencia de que se trataba de un inquebrantable mandamiento de Dios. Era una obligación que se originaba en un claro concepto de la autoridad del Señor. Era una orden divina; no humana. Es cierto que el hombre necesita el día de reposo, pero es Dios quien ha mandado que se lo guarde.

Con el advenimiento del liberalismo teológico todo eso cambió… No sólo los grupos que se atienen a la tradición liberal se apartaron de la observancia del día del Señor.[2] Los evangélicos, que profesan aceptar las Escrituras con la mayor seriedad, también se cuentan entre los que dejaron de apoyar con verdadero entusiasmo la observancia del día de reposo.

En el contexto de la teología evangélica, que recalca la doctrina de la gracia y niega al hombre toda posibilidad de salvación mediante cualquier clase de obras, la libertad (que por cierto es una doctrina bíblica) ha sido mal interpretada. Toda idea que tenga algo que ver con tabúes, con los “no hagas esto o aquello”, con el legalismo, está prácticamente pasada de moda. La oscilación del péndulo, que nos aleja del pietismo del siglo XIX o del puritanismo del siglo XVIII, que tan mala fama tienen, nos ha llevado a confundir libertinaje con libertad.

Los hombres, conversos o inconversos (cuyos cuerpos dependen indefectiblemente del aire, el agua y la tierra), son parte de la naturaleza, y como habitantes de esta tierra necesitan el día de reposo.

Resulta importante, incluso para los cristianos, saber que están estrechamente vinculados con el día de descanso debido a que fue hecho para el bienestar físico del hombre. Y este aspecto del día de reposo debería utilizarse para convencer a los no creyentes de la necesidad de guardarlo, aunque lo hagan por motivos diferentes a su principal razón de ser que es la adoración a Dios. El motivo que los cristianos debieran presentar para convencer a los inconversos de guardar el día de reposo es que lo necesitan, que contribuye a su bienestar, y que el no guardarlo les resultará nefasto y los conducirá al desastre con toda seguridad. En este sentido se podría argumentar que la observancia aparente del día de reposo por parte de los no creyentes sería una especie de evangelización previa que podría abrir las puertas para la propagación del Evangelio…

Esto nos lleva a considerar el tema del día de reposo en relación con la crisis energética. Esta no es más que un aspecto de la interrelación que existe entre el hombre y la naturaleza, e incluso la solución de este problema no garantiza que éste finalmente pueda impedir el agotamiento definitivo de los recursos naturales o evitar lo que he llamado en otra parte el suicidio definitivo del hombre. Sin embargo, por el momento éste puede hacer algo en relación con este problema y debe hacerlo. Por otra parte, este asunto está íntimamente relacionado con el mandamiento del día de reposo, ya sea que se lo considere desde el ventajoso punto de vista de la adoración a Dios y la obediencia a su revelación especial, o de la adoración al Creador manifestado en la naturaleza, y en la estrecha relación que existe entre ésta y el hombre.

Ni el hombre ni las máquinas pueden trabajar indefinidamente sin descansar… Se puede pintar fácilmente un cuadro real de los beneficios que obtendrían los habitantes de todas las naciones si obedecieran la ley natural de Dios que consiste en descansar un día de cada siete. Esto significaría que en el día del Señor deberían cerrar todos los negocios, incluso las estaciones de servicio (surtidores de combustibles) y los restaurantes. Puesto que la semana de cinco días se ha generalizado, no hay nada que alguien tenga que hacer que no lo pueda realizar en seis. Nadie necesita conseguir alimentos, ni comer en el restaurante ni comprar alguna cosa durante el séptimo día. Por cierto, siempre habrá obras de beneficencia y caridad que deberán atenderse durante el día de reposo.1

Si los norteamericanos se abstuvieran de usar las autopistas el domingo, a menos que las usen para ir a la iglesia o para hacer frente a una necesidad real, la crisis energética se solucionaría por completo o por lo menos en buena medida…

Si todas las tiendas y fábricas permanecieran cerradas un día, nadie perdería nada puesto que ninguno de sus competidores podría abrir. Habría un ahorro inmediato de un 15% en combustibles, electricidad y otros rubros similares… E incluso podría ser que un domingo así le diera al hombre el tiempo necesario para reflexionar acerca de su relación con la naturaleza, y a su vez acerca de su relación con el Autor de ella, y conducirlo así al conocimiento de Dios…

El uso apropiado del día del Señor,2 aparte de toda connotación religiosa, puede producirse por libre determinación o puede imponerse mediante una ley. Es muy poco probable que esto pueda suceder por decisión voluntaria de la ciudadanía en general. De manera que la única forma de alcanzar este propósito es mediante la fuerza de un mandato legislativo que provenga de los representantes del pueblo debidamente elegidos.

Quisiéramos que el cese de actividades durante el día de reposo1 se basara en el motivo correcto, es a saber, en el reconocimiento de que es la voluntad de Dios para todos los hombres y de que se lo guarda porque existe el deseo de alabarlo. Pero, aunque esta no sea la razón, sigue siendo bueno que se lo guarde, aunque los motivos sean totalmente seculares y no se tome en cuenta nada más que el bienestar del hombre y los beneficios que va a recibir. Se podría decir que esto es humanismo iluminado y humanización efectiva.

Nuestra fe nos compromete a amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos. No habría mejor manera de cumplir la segunda tabla de la ley que abogar insistentemente para que se promulgue una legislación social que beneficie a nuestros semejantes, y demostrar así, por medio de nuestros esfuerzos, que los amamos como a nosotros mismos. Esta podría ser una de las formas más elevadas de acción social originada en nuestra profesión de fe en Cristo Jesús como nuestro Salvador…

Lo malo es que, si no se hace algo, y pronto, esta crisis puede empeorar. Lo bueno es que Dios nos ha dado sabiduría y habilidad mediante las cuales se pueden mejorar las peores situaciones, y se puede subsanar un desastre inminente. Con toda seguridad hemos sido llamados al reino para un momento como éste. Hagamos algo para demostrar que vemos la necesidad, comprendemos el momento en el cual vivimos y estamos dispuestos a darnos por la humanidad en una hora tan angustiosa como la presente.


Referencias

[1] Aquí el autor utiliza la palabra inglesa “sabbath” (sábado, día de reposo), y la aplica evidentemente al domingo.

[2] La expresión inglesa que aquí se usa es “Lord’s day”, día del Señor, también aplicada al domingo.