Pastorear un distrito grande, con muchas iglesias y congregaciones, es un trabajo desafiante. Las dificultades varían según sea la naturaleza del distrito. Por ejemplo, si la iglesia está ubicada en una zona urbana, con una feligresía que comprende a intelectuales y profesionales, los problemas serán de cierto tipo. Si la zona es rural, con muchas congregaciones separadas por grandes distancias, y si el medio de transporte del pastor no es muy adecuado, o si la hermandad es mayormente analfabeta, habrá otra clase de dificultades.

            Un distrito puede tener miembros prósperos e instruidos, pero inoperantes y carentes de motivación para los deberes inherentes al liderazgo. Otro distrito puede tener gente dispuesta y activa, pero falta de instrucción formal y recursos financieros. ¿Cómo debe dirigir el pastor dichas congregaciones?

            Deseo compartir aquí algunas ideas fruto de mi experiencia como pastor en África. Recientemente, por razones financieras, se redujo el conjunto de pastores de nuestra Misión. Ocho de nuestros 21 distritos pastorales fueron absorbidos por otros. Quiere decir que donde teníamos 21 pastores, ahora sólo tenemos trece para hacer el mismo trabajo. Algunos pastores tienen ahora distritos con más de 100 congregaciones.

            En este momento estoy al frente de 53 iglesias y grupos. Posiblemente en dos años esto llegue al doble como consecuencia del éxito de la obra evangélica. El desafío se duplica: por un lado, el cuidado de nuestras congregaciones para que nuestros hermanos permanezcan fieles en todos los aspectos prácticos de su amor al Señor. Por el otro, facilitar el trabajo de los laicos para que no caigan víctimas del desánimo, y tengan tiempo suficiente para sus familias, sus profesiones y su vida espiritual.

            Las siguientes sugerencias pueden ayudar a enfrentar estos desafíos y otros semejantes.

Bautizar y conservar

            Aunque la evangelización sea la principal tarea de la iglesia, no se debe olvidar la necesidad de cuidar a los miembros. Con frecuencia bautizamos centenares de personas cada año, pero después de no mucho tiempo una buena parte de esos nuevos miembros termina apartándose de la iglesia. Entran por una puerta y salen por la otra. A menos que la evangelización externa se equilibre con la interna, nuestras congregaciones no serán fuertes.

            La evangelización interna podría incluir no sólo la nutrición espiritual y doctrinaria, sino asuntos tales como la mayordomía cristiana y, especialmente, el entrenamiento de los líderes, de manera que el cuidado de la iglesia se mantenga adecuadamente. No es necesario ni importante que cada iglesia tenga un pastor pagado por la Asociación o Misión. Donde se entrena a los miembros, y éstos están dispuestos a asumir la conducción, esa iglesia será saludable tanto en la evangelización externa como en su conservación y su crecimiento.

Creencia y práctica

            Los pastores necesitan dedicar tiempo a estudiar las numerosas congregaciones que componen su distrito. ¿Qué contribuye a que una iglesia sea fuerte y otra débil? ¿Por qué una es dinámica y otra estática? ¿Hay conflictos no resueltos entre los hermanos? ¿Cómo andan los diezmos en cada iglesia? ¿En qué iglesias esto anda bien y en cuáles no?

            ¿Comprenden los miembros de las iglesias y los grupos que no basta creer en una serie de doctrinas, y que una comunidad verdaderamente cristiana va más allá de las meras doctrinas y logra que su fe se manifieste en los actos de la vida diaria, de modo que los demás se beneficien y se sientan impulsados a unirse a la congregación? Debemos conseguir que nuestras iglesias y congregaciones descubran el delicado equilibrio que existe entre las creencias y la vida práctica. La congregación que vive sus creencias encontrará maneras de administrar y resolver sus problemas.

Visión y misión

            Una iglesia viva es la que tiene visión. Se hace algunas importantes preguntas: ¿Cuál es nuestra misión dentro del marco de nuestra creencia y nuestra fe? ¿Cómo afecta esa misión las relaciones interpersonales dentro de la iglesia, entre los líderes de la congregación, y entre las iglesias y las demás congregaciones del distrito? ¿Cómo nos relacionamos con los dirigentes de la Asociación o Misión? ¿Dónde queremos que lleguen nuestras iglesias en los próximos cinco o diez años? ¿Cuál es nuestra responsabilidad con los niños, los adolescentes, los jóvenes, las familias y los ancianos? ¿De qué manera pretendemos implicar a todos esos segmentos en la vida de la iglesia?

            Una iglesia con visión y misión no puede quedarse estancada, ni con problemas ni complicaciones. Estará tan ocupada que no tendrá tiempo para discusiones internas.

Planificación y entrenamiento

            Además de una definida declaración de visión y misión, en un distrito se pueden trazar planes para estrategias de corto y largo plazo. El primer paso consiste en organizar una comisión de planificación distrital para elaborar, discutir y proponer esas estrategias. Idealmente debe incluir a los principales dirigentes de cada iglesia, representantes de los ancianos, diáconos, diaconisas, directores de departamentos, gente pensadora y expertos en diversos temas.

            Esa comisión es responsable ante la junta de la iglesia. Puede disponer de un período definido de actuación, para tratar asuntos como la planificación, el entrenamiento y la capacitación de los miembros. Puede definir cada una de las tareas en las que participará la familia de la iglesia. Esas actividades deben abarcar la nutrición espiritual, la evangelización, la mayordomía, las finanzas, alguna construcción y los recursos humanos.

            La comisión puede dividir los grandes objetivos de la misión en pequeñas tareas al delegar responsabilidades, al proporcionar entrenamiento (con la participación de especialistas de otros lugares), al elaborar un proyecto de presupuesto, al fijar fechas para el cumplimiento de determinadas tareas y al capacitar a la gente que lleva a cabo estas responsabilidades, de manera que pueda hacer su trabajo con alegría y satisfacción. Si el distrito es muy vasto y extenso hay que organizado por zonas (A, B, C, etc.), y organice una comisión de planificación para cada una de ellas.

Obstáculos y oportunidades

            Los distritos y las iglesias, sean grandes o pequeños, tienen alegrías y preocupaciones, oportunidades y dificultades. La dificultad más grande es la que podríamos llamar “Síndrome de Sambalat y Tobías”, contemporáneos de Nehemías. Toda iglesia manifiesta, en algún momento, ese síndrome. Siempre hay miembros que se sienten impulsados a desempeñar el papel de Sambalat, para presidir el tribunal de la crítica y extender el dedo acusador con el fin de señalar a los que están haciendo algo por la congregación. La respuesta, en estos casos, es la misma de Nehemías: “Yo hago una gran obra, y no puedo ir” (Neh. 6:3).

            Además de las dificultades humanas, las carencias financieras, las limitaciones logísticas, la disponibilidad de tiempo y los procedimientos del grupo se encuentran entre los obstáculos que no son exactamente los que a usted le gustaría encontrar en el camino de su misión. Pero cuando los desafíos son grandes, las oportunidades también lo son. Un distrito fuerte y una iglesia fuerte se construyen por medio de los desafíos humanos, financieros y espirituales. Ese proceso finalmente produce satisfacciones y una sensación de realización en el seno de la comunidad. Tenemos el privilegio de poner énfasis sobre el lado positivo.

            La iglesia es la familia del Señor. Sólo somos sus mayordomos. Si decidimos sometemos a su conducción en el ejercicio de nuestro ministerio y en la administración del distrito, nuestro liderazgo se desarrollará de manera sana y eficaz. Los resultados serán magníficos. La recompensa final, indescriptible.

Sobre el autor: Pastor de distrito en la Misión Mpulunga, Zambia, África.