“Vivimos actualmente en las escenas finales de la historia de este mundo. Que los hombres tiemblen al percatarse de la responsabilidad de conocer la verdad. El mundo está llegando a su fin. La consideración correcta de todas estas cosas inducirá a todos a consagrar a su Dios cuanto tienen y cuanto son.

“Recae sobre nosotros la grave responsabilidad de amonestar un mundo con respecto a su condenación venidera. De todas partes, de lejos y de cerca, nos llegan pedidos de ayuda. La iglesia, piadosamente consagrada a la obra, ha de llevar este mensaje al mundo: Venid al banquete del evangelio […]. Han de ganarse coronas, coronas inmortales. Ha de conquistarse el Reino de los cielos. Ha de ser iluminado un mundo que perece en el pecado. Ha de ser hallada la perla perdida. Hay que volver a poner a la oveja perdida a salvo en el redil. ¿Quién se unirá al grupo de los que buscan? ¿Quién llevará la luz a aquellos que andan errantes en la oscuridad del error?

“Deberíamos sentir ahora la responsabilidad de trabajar con intenso fervor en impartir a otros las verdades que Dios ha dado para este tiempo. […] Ahora es el momento de dar la última amonestación. Hay un poder especial en la presentación de la verdad en el tiempo actual; pero ¿cuánto tiempo durará? Tan solo un poquito. Si alguna vez hubo una crisis, es ahora.

“Todos están decidiendo ahora su destino eterno. Es necesario despertar a los hombres para que comprendan la solemnidad del tiempo, la proximidad del día en que terminará el tiempo de prueba de los hombres. Deben hacerse esfuerzos específicos para presentar a la gente, y en forma descollante, el mensaje para este tiempo.

“La obra evangélica, la tarea de abrir las Escrituras a otros, el amonestar a hombres y mujeres acerca de lo que sobrevendrá al mundo, ha de ocupar más y más el tiempo de los siervos de Dios.

“Como pueblo, tenemos gran necesidad de humillar nuestros corazones ante Dios, implorando su perdón por haber descuidado su mandato misionero. Hemos establecido centros importantes en algunos lugares y dejado sin trabajar muchas ciudades populosas. Pongamos mano a la obra asignada, y proclamemos el mensaje que debe hacer comprender su peligro a hombres y mujeres. […]

“Si nuestros ministros comprendieran cuán pronto los habitantes del mundo habrán de comparecer ante el tribunal de Dios, para responder por lo hecho en el cuerpo, ¡con cuánto fervor trabajarían juntamente con Dios para presentar la verdad! ¡Cómo se esforzarían para inducir a la gente a que acepte la verdad! ¡Cuán incansablemente trabajarían para hacer progresar la causa de Dios en el mundo, proclamando de palabra y de hecho: ‘El fin de todas las cosas se acerca’!”


* Extraído de El evangelismo, pp. 15-17.