Recientemente, un colega y yo nos preparábamos para iniciar un viaje, cuando tuvimos que escuchar del suegro de él instrucciones detalladas acerca de cómo conducir por una calle que nos era bastante conocida. Cuando el anciano terminó de hablar, mi colega dijo:
-Solo espera. Repetirá todo cuando estemos saliendo.
Dicho y hecho. Ya estábamos en el automóvil, listos para partir, cuando las mismas instrucciones fueron repetidas. Su preocupación era que saliéramos y retornáramos seguros al hogar.
Seguir una ruta o un mapa nos garantiza un viaje seguro, y la llegada a destino sin contratiempos. El Antiguo Testamento provee semejante derrotero. Nos habituamos a ver el libro de Josué como una historia dinámica de liberación magnífica, hechos milagrosos y conquistas gloriosas. Es todo eso y mucho más.
En nuestra imaginación, pintamos a Josué como el poderoso guerrero que ayudó a Moisés, espiando en la tierra, luchando por la justicia, liderando a Israel en la travesía del río Jordán y conquistando Jericó. A veces, lo imaginé en el apogeo de sus 40 años de edad, pero él ya era bastante anciano cuando Moisés murió. Caleb, su socio de espionaje, ya había alcanzado los 85 años. Así mismo, habiendo acumulado bastante experiencia, allí estaba él, listo para someterse y seguir fielmente la ruta establecida por Dios para su ministerio.
Dios habló a Josué (Jos. 1:1): Hoy, al Señor todavía le agrada hablar con sus líderes escogidos, así como habló con Josué. De hecho, orar no es solo derramar nuestras peticiones en sus oídos, sino escuchar su voz hablando a nuestro corazón y a nuestra mente. ¿Cómo debemos responder? Escuchando con atención.
Dios instruyó a Josué: “Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo” (Jos. 1:2). Era la expresión del propósito que él tenía establecido para su pueblo. “Ustedes están aquí, pero quiero que se dirijan hacia allá”. Y, al seguir las instrucciones divinas, el pueblo fue impulsado a alcanzar la meta establecida: la Tierra Prometida. ¿Cómo debemos responder hoy? Obedeciendo las instrucciones.
Dios garantizó la victoria: “Yo os he entregado […] todo lugar que pisare la planta de vuestro pie […] Nadie te podrá hacer frente” (Jos. 1:3-5). Los líderes que siguen la conducción de Dios serán imbuidos del poder celestial. Ni fuerzas humanas ni demoníacas tendrán alguna ventaja sobre ti, cuando tus sueños son los sueños de Dios y sigues sus instrucciones. Entonces, ¡aventúrate!
Dios animó a Josué: “Esfuérzate y sé valiente […] no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra” (Jos. 1:6, 7). Los líderes que desean ser exitosos, no pueden oscilar entre dos opiniones. Deben permanecer firmes en una cosa, o fracasarán por cualquier motivo. Empéñate valientemente fue lo que dijo el Señor. Por lo tanto, actúa así.
Dios demostró la condición para el éxito: “Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Jos. 3:5). Como pastores, somos llamados a la santidad. La fe viva y experimental toma en serio la Palabra de Dios, anticipa victorias y nos mantiene en la certeza de que Dios es fiel en el cumplimiento de sus promesas. En primer lugar, consagrémonos a él.
Dios prometió ampliar la influencia de Josué: “Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel” (Jos. 3:7). Es decir: “Te ayudaré a hacer grandes cosas. Ampliaré tu ministerio en la medida en que me permitas ampliar tu visión. Puedes confiarme tu reputación”. Entonces, no tengas miedo de soñar en grande.
Dios preparó el éxito: “Tú, pues, mandarás a los sacerdotes […] cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán” (Jos. 3:8). El milagro no ocurrió hasta que los líderes se pararon junto al río. Hay tiempo de actuar y tiempo de esperar en el Señor, junto a los desafíos, anticipando la liberación de Dios. Sencillamente, lidera al pueblo.
Dios ordenó al pueblo memorizar sus hechos (Jos. 3:8): Israel precisaba memorizar los hechos portentosos de Dios. Así, hombres fuertes transportaron piedras de los barrancos y establecieron un memorial para que las futuras generaciones celebrasen al Señor. Sigamos el derrotero de Dios y celebremos lo que ha hecho por nosotros. Somos sus escogidos, sacerdocio real.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la Asociación General de la IASD.