NO TENDRÁS otras prioridades que no sean las de Dios en tu ministerio.
- No te harás imagen de falsos motivos que te hagan caer en el egocentrismo.
- Acordarte has del día de reposo para guardarlo bien planeado y pleno de espiritualidad. Seis días trabajan los santos y hacen toda su obra, pero el séptimo día es el día de presentar sermones preparados con mucha oración y mensajes llenos del Espíritu Santo. El predicador no debería llegar al sábado con alimento espiritual insuficiente; ni tú, ni el presidente de la asociación, ni un departamental, ni cualquier otra persona que utilice tu pulpito, porque durante seis días los santos han sido zarandeados, mas el séptimo día deben ser alimentados.
- No matarás a tus hermanos obreros con tu lengua ni tus murmuraciones. No matarás a tus feligreses con tu indiferencia ni con demasiados “otros negocios” cuando ellos tienen muchas necesidades desatendidas.
- Honra a tu padre y a tu madre y a cualquiera que te haya asistido a lo largo del camino, porque tus días no serán alargados sobre la tierra si no recuerdas y agradeces a aquellos que te ayudaron en tu peregrinar sobre la tierra.
- No cometerás adulterio.
- No hurtarás a tus compañeros de ministerio predicando sus sermones palabra por palabra.
- No le robarás el precioso tiempo a tu esposa ni a tu familia. No hurtarás el valioso tiempo a tu ministerio ni al campo que Dios te ha dado.
- No levantarás falso testimonio contra la asociación en asuntos de bautismos y blancos.
- No codiciarás ninguna cosa ni ninguna persona.
Sobre el autor: es secretario de la Unión de Columbia, en Columbia, Maryland.