El tema que nos ocupa se trató en la decimotercera sesión de la Asociación General, el 5 de julio de 1995, a las 2.00 p.m. El Dr. Calvin B. Rock presidió la sesión con maestría y tacto, con imparcialidad y gracia, según informó la Revista adventista.
Primero hizo una breve reseña histórica de la evolución que ha tenido el asunto de la ordenación de la mujer al ministerio evangélico en nuestra iglesia desde que se presentó por primera vez en 1881.
“Y ahora”, dijo, “en esta histórica sesión de 1995, el asunto es traído una vez más y tendremos la presentación específica del tema en un momento, pero habiendo revisado el camino que ha seguido desde 1881 hasta este momento, quiero sugerir rápidamente unos pocos puntos en cuanto a la forma en que me gustaría que manejáramos nuestro procedimiento y nuestra discusión de hoy”.
La primera sugerencia era que, según el programa votado, esa sesión terminaría a las 5.00 p.m., y que a esa hora se tomaría la votación. La segunda era que, siendo así que el caso que trataban era “sumamente sensible”, que todos los delegados se sentaran en los lugares que correspondían a sus divisiones a fin de que todos estuvieran en su lugar asignado.
La tercera era una indicación de que la presidencia de la sesión, en uso de las facultades que le concedían las reglas de procedimientos, establecía un tiempo máximo de dos minutos para todos los que quisieran hablar durante el debate. Luego dijo textualmente: “Es obvio que no tenemos tiempo para que todos hablen. Pero les alegrará saber que con anticipación hemos pedido a dos personas que hablen del asunto formalmente. El primero será el Dr. Gerard Damsteegt, profesor asociado de Historia Eclesiástica y Estudios Adventistas en la Universidad Andrews. El hablará en contra de la moción y tomará aproximadamente 20 minutos para hacerlo.
“Luego el Dr. Raoul Dederen, profesor emérito de teología y exdirector del Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día de la Universidad Andrews, hablará a favor de la moción. Estas dos personas, esperamos, resumirán en forma muy suscinta los argumentos y expresarán mucho de lo que puede estar en el corazón de cada uno de nosotros.
“Después que estos caballeros hayan hablado, abriremos la discusión en la sala, pero la presidencia pide que siendo que estamos presionados por el tiempo y que el asunto en cuestión está claramente bosquejado, quitémonos nuestros cascos de batalla y convirtamos nuestras espadas en rejas de arado no dejándonos entrampar en procedimientos parlamentarios.
“Escuchemos, como hermanos y hermanas cristianos, lo que Norteamérica está solicitando, evaluemos esa solicitud y luego votemos conforme a nuestra conciencia.
“En un momento llamaremos a A. C. McClure, presidente de la DN. Él y otros presentarán ante ustedes lo que dicha división desea. Alrededor de las 4:45 p.m. tomaremos un voto secreto. Una vez más la presidencia ejerce una prerrogativa que espero ustedes acepten.
“Un momento antes de que se tome el voto secreto, nuestro presidente mundial dirá algunas palabras…. Después del voto la secretaría de la Asociación General se encargará de que las boletas de votación sean recogidas y contadas y, contando con su paciencia, les daremos el resultado tan pronto como sea posible.
“En este momento llamo al secretario de la sesión para que lea la moción que el Concilio Anual ha pedido que tratemos aquí sin ninguna recomendación, y después que haya sido leída y, espero, secundada, comenzaremos nuestra discusión”.
‘Inclinemos nuestros rostros para orar: Nuestro Padre celestial, nos detenemos ahora, incluso antes de presentar esta moción, esta solicitud, para orar, pidiéndote que permitas que tu dulce paz, que el Espíritu de Cristo mismo, gobierne nuestros corazones. Que tu Santo Espíritu sea nuestro guía, y que la decisión que se tome aquí agrade al cielo, y entonces, Señor, que nuestras actitudes y nuestra caridad de los unos para con los otros sean tales, que el mundo pueda saber que somos tu pueblo. En el nombre de Jesús. Amén.
L. C. COOPER. La moción dice así: Referir a la Sesión de la Asociación General de 1995 la solicitud de la DN de que la Asociación General en sesión adopte provisiones sobre la ordenación según se bosqueja a continuación:
‘La Asociación General confiere a cada división el derecho de autorizar la ordenación de individuos dentro de su territorio en armonía con los reglamentos establecidos. Además, donde las circunstancias no lo desaconsejen, una división puede autorizar la ordenación de individuos calificados independientemente del género. En las divisiones donde las juntas directivas tomen votos específicos aprobando la ordenación de mujeres para el ministerio evangélico, las mujeres pueden ser ordenadas para servir en estas divisiones’.
CALVIN B. ROCK: ‘Ahora, el pastor McClure, presidente de la DN.
A. C. McClure: ‘Gracias, señor presidente. Y gracias a ustedes, hermanos delegados, por el privilegio de presentar ante ustedes, espero, una clara comprensión, así como la razón fundamental de la solicitud que tenemos ante nosotros en este momento. Como se ha dicho, esta solicitud se originó en la DN en las reuniones de fin de año de 1994. Fue presentada al Concilio Anual de la Asociación General inmediatamente después, y viene ante ustedes esperando que pueda ayudarnos a manejar un problema que sentimos muy real en algunas partes del mundo. Hacemos esta solicitud a la iglesia mundial porque creemos que es aquí donde deben ser tratados estos asuntos. Es obvio que el tema ha generado intensas discusiones en los últimos meses.
Mucho se ha escrito, tanto formal como informalmente. Hemos recibido centenares de cartas tanto a favor como en contra del asunto. Hemos leído cuidadosamente, y personalmente contestado, la mayoría de dichas cartas. Hemos estudiado, hemos orado, hemos escuchado a unos y a otros y a Dios, porque deseamos saber cuál es su voluntad. Porque no tenemos otra agenda. Pedimos, por lo tanto, humildemente, que ustedes nos escuchen hoy, que suspendan la idea que puedan haber traído, y que con oración traten de hallar formas de ayudarnos a resolver este dilema.
Primero, queremos que sepan que la DN es una parte, una parte leal, de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Tenemos el compromiso inconmovible de mantener la unidad de la iglesia. Somos un apoyo muy firme de la misión y la unidad de esta iglesia y nos gustaría ver lo mismo de otras partes del mundo. Quiero asegurarles que no deseamos causar un problema. No deseamos avergonzar o dividir al cuerpo de Cristo. Aborrecemos todo lo que podría traer deshonra sobre esta iglesia que amamos. Nuestra preocupación está ligada con la misión. Y es bajo este criterio que venimos ante ustedes.
También quiero asegurarles que nuestro apoyo a la iglesia mundial no está subordinado en ninguna forma a este asunto. Cualquiera sea el resultado hoy, continuaremos siendo una parte responsable de la familia mundial y llevaremos la parte de la carga que hemos sido bendecidos por Dios con la capacidad de proveer.
Soy un siervo de esta iglesia, y haré todo lo que pueda para mantenemos unidos. Por favor, comprendan que esta solicitud no es un ultimátum, sino más bien una súplica que surge de lo más profundo de nuestro corazón pidiendo comprensión, reconocimiento, de lo que vemos como una significativa necesidad misiológica.
Reconozco que, como una comunidad mundial, hemos concordado en un cuerpo de doctrinas que no es negociable. Las creencias fundamentales de esta iglesia están firmemente ancladas en la Escritura y no están abiertas a ninguna enmienda. Están claramente expresadas en las 27 creencias fundamentales y nosotros resistiríamos ardientemente cualquier intento de pisotear tales creencias. En cuestiones de teología no vemos alternativa para la uniformidad global.
A fin de poder cumplir bien nuestra misión en un mundo grande y diverso, hay algunas cosas de naturaleza no doctrinal que podemos permitirnos hacer en forma diferente. La lista es larga. No intentaré reproducirla aquí; ustedes están familiarizados con algunos de los temas. Lo que pedimos es sencillamente que donde pueda servir de ayuda para la misión de la iglesia se dé libertad a las divisiones del mundo para hacer tales decisiones.
Ustedes recordarán sin duda que la iglesia primitiva descubrió que hay áreas que son claramente eclesiológicas; es decir, que conciernen a cosas que no son requisitos en las Escrituras, sino que se refieren claramente a la forma como funciona la iglesia. En nuestra iglesia estos asuntos reciben su forma de amplios principios teológicos, por el espíritu de profecía, y luego se aceptan como reglamentos por el cuerpo de la iglesia. Así que ustedes ven que es de ese tipo de principios que estamos hablando.
“Es a este tipo de asuntos que Jesús se refirió en Mateo 18:18 cuando hizo esta dramática declaración a los dirigentes de la iglesia primitiva: ‘Todo lo que atéis en la tierra, será atado en él. cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”.
“Una observación más antes de entrar en el corazón del tema que nos ocupa. Ustedes verán, por la forma en que está expresada nuestra petición, que no estamos pidiendo que otras partes de la iglesia mundial hagan lo mismo que nosotros. Nuestro objetivo es fidelidad inconmovible hacia Dios y su Palabra mientras que todavía reconocemos la diversidad dentro de la unidad.
Creemos que es importante dar a cada miembro o región del cuerpo la libertad de hacer lo que pueda capacitarlo para la misión. Y en vez de debilitar la estructura del edificio de la iglesia, creemos que lo fortalecerá mejor, porque establecerá un precedente de que siempre que haya una desviación propuesta de las prácticas normales de la iglesia, tal petición debe presentarse ante este cuerpo. De modo que, en vez de conducir a la división o desunión, ayuda a mantener la unidad a través de una decisión de esta representación.
Nosotros creemos que la ordenación, independientemente del género, mientras que quizá no es apropiada en algunos lugares, será útil en Norteamérica. Como ya se ha dicho, hace más de una década la Asociación General votó que se podían ordenar a las mujeres como ancianas locales. Esta es la forma en que está redactado el acuerdo: “Votado: aconsejar a cada división que es libre de hacer provisión, según parezca necesario, para la elección y ordenación de mujeres como ancianas de iglesias locales”.
Es probable que ustedes estén conscientes que desde ese tiempo centenares de iglesias han elegido a mujeres como ancianas locales, y ahora hay más de mil sirviendo en esa capacidad en iglesias locales en Norteamérica. Además, hay un incontable número que sirve en esa misma capacidad fuera de la División Norteamericana. Por ejemplo, en Italia. En muchas de estas congregaciones sería un golpe paralizador privarlas de esas liderezas.
Este voto tomado por el Concilio Anual de la Asociación General que se diera a las divisiones la autoridad de hacer una decisión sobre la ordenación fue, en realidad, algo que sentó precedentes. Y yo puedo decirles que no causó ningún problema significativo para aquellas partes del mundo donde no se ha seguido la misma práctica, pero ha permitido a Norteamérica y a algunas otras partes del mundo manejar lo que muchos ven como una seria necesidad para el cumplimiento de la misión en su territorio. Y se ha reconocido un vasto rango de dones que Dios ha dado a las mujeres lo mismo que a los hombres. Nosotros creemos que la iglesia mundial no tiene el propósito de dar marcha atrás en aquella decisión. Decir a aquellas mujeres que han servido tan noblemente, algunas por más de una década, que su iglesia ya no reconoce sus dones o su ordenación sería insostenible.
Nuestras hermanas que sirven con nosotros en el ministerio merecen el mismo reconocimiento de su llamamiento que la iglesia confiere a sus colegas masculinos. Por supuesto, reconozco que algunos de ustedes pueden haber estado luchando con la preocupación de que haya en este asunto implicaciones teológicas. Yo mismo no tuve claro este asunto durante mucho tiempo. Pero después de mucho estudio y lectura, de orar y escuchar, debo decirles que soy un converso de esta posición.
Si nosotros creyéramos por un momento que nuestra petición constituyera un compromiso, bajo ninguna circunstancia lo encontrarían ustedes en esta agenda. Pero mis amados, cuando la Escritura no hace una distinción tal de géneros, ¿cómo puede la iglesia, que toma su compromiso de la Escritura, continuar haciendo tal distinción? De hecho, cuando el Espíritu Santo da el ministerio y los dones a la iglesia, nosotros creemos que es obligación de la iglesia reconocer y afirmar esos dones.
Nosotros tenemos declaraciones definidas como ésta de parte de nuestra profetisa: “La influencia suavizadora y refinadora de las mujeres cristianas se necesita en la gran obra de predicar la verdad. Mujeres que están dispuestas a consagrar algo de su tiempo al servicio del Señor deberían ser nombradas para visitar a los enfermos, para cuidar a los jóvenes, para ministrar las necesidades de los pobres’. Y luego añade: ‘Ellas deberían ser apartadas para esta obra mediante la oración y la imposición de manos”. Este es otro medio de fortalecer y edificar la iglesia.
Quiero estar seguro de que ustedes comprenden el motivo por el cual la iglesia norteamericana está haciendo esta petición. Pueden descansar en la seguridad de que no está motivada por ningún tipo de agenda feminista.
Nuestro motivo es sencillo. Dios ha dado abundantes dones espirituales a la iglesia, independientemente del género. Nosotros necesitamos todos esos dones para cumplir la comisión evangélica, y no viola ninguna enseñanza escríturística que el rito de la ordenación sea extendido a cualquiera que cumpla estos criterios. El género no es uno de esos criterios. No estamos pidiendo a las otras divisiones que se unan con nosotros donde puede ser que no sea aceptable. Nosotros simplemente pedimos que ustedes concedan a cada división el mismo permiso que se les concedió mediante el Concilio Anual sobre el asunto de la ordenación de mujeres como ancianas de iglesias locales. Nosotros creemos que es una petición responsable.
Y ahora, para terminar, permítanme hablar pastoralmente por un momento. Hay quienes temen que, si se concede este permiso, dividirá a la iglesia. Yo no creo que la iglesia sea tan frágil. Pero les aseguro que, cualquiera que sea la decisión que tomen hoy, habrá quienes quedarán profundamente desilusionados; incluso, puede ser que algunos estén temiendo lo peor. Puede ser que algunos abandonen su iglesia, cualquiera sea la decisión que se tome. Mis hermanos creyentes, no debemos permitir que este asunto nos divida.
Hay quienes trazarán una línea en la arena y nos dirán que los liberales están a favor y los conservadores en contra. Yo les digo que esa es una distinción artificial y errónea. El asunto que estamos decidiendo aquí hoy no es quién es conservador y quién liberal. Más bien, lo que estamos decidiendo aquí hoy es lo que creemos que es la voluntad de Dios para su iglesia en este momento de la historia, y eso puede diferir de lo que era correcto para la iglesia hace cinco años. Hombres y mujeres piadosos han debatido y disentido durante siglos sobre las decisiones que la iglesia ha hecho. Mis queridos hermanos delegados, debemos utilizar este momento para mostrar a todos los que están observando cuán fuertemente podemos disentir y sin embargo mantener todavía el debate con los brazos alrededor de unos y otros. De modo que, sea que usted vote hoy con la mayoría o con la minoría, espero que su voz sea sanadora de modo que la oración de Jesús, pidiendo la unidad, pueda cumplirse en nuestros días.
En los próximos minutos ustedes oirán a dos eruditos adventistas altamente respetados. Les insto a escuchar cuidadosamente y con oración, pidiendo a Dios el don del discernimiento para conocer su voluntad. No ataquemos. Escuchemos y respetemos sus opiniones. Que se diga que cuando esta iglesia se reunió en Utrecht para tratar un asunto potencialmente divisivo, el Espíritu Santo halló un camino, Dios hizo clara su voluntad al cuerpo y la iglesia, nuestra iglesia, la iglesia que amamos, salió fortalecida de este debate, más capacitada para cumplir su misión y más estrechamente unida que nunca antes en su historia. Muchas gracias.
CALVIN B. ROCK: Pregunto si el cuerpo permitiría a la presidencia que concediera al caballero que está en el pódium sólo unos minutos. El actual presidente ha pedido al expresidente de la DN que tome tres o cuatro minutos. ¿Estarían ustedes de acuerdo conmigo? Si ustedes me piden que le diga que se siente, tendré que decirle al hermano menor de mi madre que se siente. Pero yo no quiero hacer eso, de modo que me tomo una pequeña libertad Pastor Bradford ¿podría usted tomar tres minutos?
CHARLES E. BRADFORD: No hablo aquí simplemente como norteamericano; de hecho, estoy hablando como un hijo de África. Todos estamos buscando la dirección del Espíritu Santo, y yo espero que cuando terminemos nuestra discusión, hermanos y hermanas, podamos ponernos de pie y decir, ‘pareció bueno al Espíritu Santo y a nosotros*.
Yo no quiero establecer un tono de discusión. Me uno al pastor McClure porque pienso que es apropiado. Yo quiero decir sencillamente que el Espíritu Santo, hermanos y hermanas, es el único que selecciona y escoge a las personas para el ministerio. La ordenación no es un derecho. La ordenación es un privilegio Dios ya ha escogido como sus ministros a quienes deben ser ordenados.
P. GERARD DAMSTEEGT: Es un privilegio para mí, hermanos y hermanas, dirigirme a ustedes en esta solemne ocasión. Oremos. Señor, envía tu Santo Espíritu. Toca nuestros corazones. Y cualquier cosa que hagamos, que sea hecho para tu gloria, y que las palabras de mí boca y la meditación de mi corazón sean aceptable a tu vista. Oh, Señor y Salvador, nuestro Redentor. Amén.
Permítanme decir primero, que yo apoyo firmemente la involucración de las mujeres en la obra de Dios. Las mujeres tienen dones especiales que se necesitan para terminar la obra. Ellas pueden alcanzar a quienes los hombres jamás podrían.
Aun cuando no concuerdo con la solicitud de la DN, simpatizo profunda y verdaderamente con ellos. ¿Cuál es el dilema que está afrontando la iglesia? Hace algunos años el Concilio Anual votó que las mujeres fueran ordenadas como ancianas y pudieran realizar todos los deberes de los pastores ordenados. Y, sin embargo, no pueden ser ordenadas como ministros. Por supuesto, el resultado es muy desagradable. A nadie realmente le gusta la situación. Y algunos acusan a la iglesia de falta de equidad, discriminación e injusticia. ¿Cómo podemos resolver este dilema ahora que estamos juntos y sin embargo preservar la unidad de la iglesia?
Dos opciones fueron citadas por el presidente de la DN. La primera fue comenzar ordenando a mujeres como ancianas de iglesias locales. La segunda fue solicitar que cada división tenga la libertad de ordenar a mujeres como ministros. El liderazgo de la DN ha elegido firmemente la segunda opción. Ellos creen sinceramente que ésta es la forma de preservar la unidad. ¿Por qué no puedo apoyar esta solicitud? Simplemente porque dicha petición entra en conflicto con tres de nuestras doctrinas bíblicas: la doctrina de la iglesia, la doctrina de las Sagradas Escrituras y la doctrina de la unidad del cuerpo de Cristo.
Con el propósito de comprender esto plenamente, hemos de ver todas las implicaciones de esta solicitud. No se trata simplemente de una cuestión de imposición de manos. Hay un buen consejo en el espíritu de profecía que las mujeres sean ordenadas para una obra especial, y ellas podrían hacer una tremenda obra. Pero el asunto es: ¿Ordenación a qué? Esa es la cuestión.
Por eso, si se llega a aprobar la presente petición, introducirá un gran cambio en la estructura del liderazgo de la iglesia. Rechaza la posición adventista generalmente aceptada de que la Biblia enseña las diferencias de función de hombres y mujeres dentro de la iglesia. Supone que la Biblia permite a las mujeres ocupar posiciones de liderazgo espiritual en la iglesia, tales como cabeza de la iglesia local, presidentes de asociación, de unión, de división y de la Asociación General.
¿Cuál es la prueba de nuestra doctrina y nuestra práctica? La Biblia revela claramente en Isaías 8:20: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Ahora nosotros, como adventistas, somos muy afortunados porque hace unos cien años, en 1888, tuvimos una sesión con muchas tensiones. Y allí el Señor reveló que la Biblia debe ser nuestra norma para toda doctrina y práctica. Es la Palabra del Dios viviente que debe decidir todas las controversias, incluyendo la de esta tarde. Y nosotros estamos tratando una práctica muy significativa, la práctica de nombrar liderazgo espiritual en la iglesia de Cristo. Por tanto, amigos, estamos en buenos términos. La Palabra de Dios debe ser nuestro enfoque. Somos una iglesia bíblica.
¡Con frecuencia se hace la declaración de que la Biblia no dice nada con respecto a este asunto y que podemos sencillamente seguir adelante! ¿Habla la Biblia con respecto al derecho de la mujer a ocupar posiciones de liderazgo con plena autoridad eclesiástica? Y esa es una frase que el espíritu de profecía asocia con la ordenación.
Permítanme referirme a la historia de nuestra iglesia. Los primeros adventistas tenían una mente fuertemente reformista y apoyaron muchos movimientos reformadores, como el de abolición de la esclavitud, los derechos de las mujeres y la temperancia. Pero hay un movimiento de reforma al cual se opusieron. Elena G. de White rechazó el movimiento de los derechos de la mujer. ¿Por qué? La profetisa advirtió que aquellas que se sentían llamadas a unirse al movimiento en favor de los derechos de la mujer habrían también cortado todas sus conexiones con el mensaje del tercer ángel. El espíritu, las Escrituras, son bien claros en cuanto a las relaciones y derechos de los hombres y las mujeres. De modo que, ¿trata la Biblia este asunto? Sí lo hace, y muy claramente.
Y ahora, consideremos nuestras tres mayores doctrinas. En primer lugar, la solicitud entra en conflicto con la doctrina de la iglesia. ¿Qué enseña la Biblia sobre las relaciones entre los hombres y las mujeres? El libro de Génesis revela claramente que, por naturaleza, los hombres y las mujeres fueron creados a la imagen de Dios. Segundo, Jesús revela que ante Dios nosotros somos muy preciosos. Dios no muestra ninguna parcialidad, porque todos somos uno en Cristo Jesús. Por tanto, amigos, no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni hembra. Todos estamos de acuerdo en esto. Sin embargo, ¿son los hombres y mujeres iguales en todo sentido? Es claro que la Biblia enseña que todos tienen el mismo valor y la misma posición ante Dios, pero que son diferentes en su rol funcional. Y la petición de la DN pasa por alto esta enseñanza bíblica fundamental. Primera de Timoteo y Tito presentan claramente esta enseñanza que trata directamente el tema que nos ocupa.
Consideremos el mensaje expuesto en la primera epístola a Timoteo, capítulo 1, porque es un mensaje para la iglesia que no depende del tiempo. Timoteo recibió la instrucción de no enseñar diversa doctrina, ni dar oído a fábulas que causan disputas en vez de una piadosa edificación. Y así Dios proveyó consejo acerca de la forma en que podemos rescatar a las iglesias del problema de la división y la herejía. La inspiración le dio a Timoteo un plan, no sólo para el primer siglo, sino para la iglesia hasta el regreso del Señor. La inspiración dice otra vez que estas instrucciones son puestas en circulación para que sepamos cómo debemos comportarnos en la iglesia del Dios viviente.
Analicemos ahora en este libro los principios de la autoridad en la iglesia. Los primeros cristianos encontraron algo similar a lo que estamos confrontando hoy. En ciertos lugares las mujeres interpretaban la libertad del evangelio como libertad para ejercer liderazgo espiritual en la iglesia. La respuesta de Pablo fue rápida: ‘Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre” (1 Tim. 2:12). ¿Qué enseña la Biblia específicamente en esos capítulos, acerca del gran plan de Dios para el liderazgo espiritual? Hay tres argumentos bíblicos principales. Primero, veamos al orden de la creación de Cristo antes de la caída. Pablo basa su primera razón teológica en el orden de la creación de Cristo. Adán fue formado primero, después Eva. Es interesante que las acciones de Jesús aquí no tienen nada que ver con la cultura específicamente.
Segundo, el orden de Cristo después de la caída. Su segunda razón teológica se basa en el orden del pecado. Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, se convirtió en transgresora. Una vez más, hermanos y hermanas, no tiene nada que ver con la cultura específicamente.
Finalmente, el orden de Cristo después de la cruz. Estos roles de dirección del Antiguo Testamento que Jesús instituyó no son cancelados por su obra redentiva. La Palabra de Dios proclama claramente en primera de Corintios que la cabeza de todo hombre es Cristo, la cabeza de toda mujer es su esposo, y la cabeza de Cristo es Dios. Así, el liderazgo sacerdotal del hombre en el hogar y en la iglesia todavía tiene efecto durante la era cristiana.
Ahora consideremos las calificaciones para un anciano o superintendente. ¿Cuáles son los requerimientos para el liderazgo espiritual? Inmediatamente después de la admonición de que la mujer no tenga autoridad espiritual en la iglesia, Pablo señala a quien tiene la autoridad: es decir, el anciano de la iglesia. ¿Cuáles son las características? Un anciano debe ser intachable. En segundo lugar, deber ser marido de una sola mujer. ¡No dice esposa de un marido! Tiene que ser del género masculino. Aquí la palabra griega para esposo es aner, que es siempre un hombre, nunca una mujer. De modo que nombrar a una mujer como anciana basados en la Biblia es antibíblico. Tercero, y esto apoya todo el argumento, el anciano debe ser uno que gobierna bien su casa, teniendo a sus hijos en sujeción, con toda reverencia. ¿Por qué? Porque si un hombre no sabe cómo gobernar su casa, ¿cómo cuidará de la casa de Dios? Ser cabeza del hogar capacita a un hombre para ser cabeza en la iglesia. Esta no es una costumbre cultural sino un principio divinamente ordenado (“como para el Señor”). Así que, ¿cuál es ahora la línea de autoridad en la doctrina de la iglesia? Recordemos lo que hemos votado como creencia fundamental número 11, que la iglesia deriva su autoridad de Cristo, quien es la Palabra encarnada. De modo que la estructura de la autoridad está basada en la Biblia. ¿Cómo funciona? Es muy sencillo.
Cristo, como la cabeza de la iglesia, delega su autoridad en los líderes de la iglesia en armonía con la Biblia. Luego, en armonía con su orden de creación, Jesús asigna para la posición de anciano o superintendente a un hombre, no a una mujer. Cualquier cambio en este plan divino para su iglesia resultará en el descarrilamiento de una iglesia impulsada por la misión.
Mi segunda observación es que la petición viola la doctrina de la Santa Escritura. Recordemos que esta doctrina dice que “las Santas Escrituras son la infalible revelación de su voluntad” y “la prueba de la experiencia”. La gente me dice con frecuencia que Pablo estaba influido por su cultura. La cuestión verdadera es, amigos, ¿podemos confiar en los escritores bíblicos? Sí, porque Dios es el autor de la Biblia, y, por tanto, la Biblia es “la infalible autoridad como regla de fe y práctica”. No está afectada por ningún prejuicio u orgullo humanos. La Biblia, por lo tanto, está libre de prejuicios y es digna de confianza.
Ahora, la pregunta es, ¿cómo interpretamos la Biblia? Sencillamente: “La Palabra de Dios es infalible; acepte lo que dice”. Tenemos abundancia de consejo acerca del peligro de modificar las instrucciones divinas. “El mismo principio de la gran apostasía ocurrió al tratar de suplantar la autoridad de Dios por la de la iglesia. Roma comenzó ordenando lo que Dios había prohibido, y terminó prohibiendo lo que Dios había mandado explícitamente”.. “La verdadera fe consiste en hacer exactamente lo que Dios ha mandado, no en manufacturar cosas que él no ha mandado”. Lo que necesitamos como Adventistas del Séptimo Día, amigos, es sumisión a la Palabra de Dios, no reinterpretación. Ustedes saben, amigos, que somos una parte de la iglesia remanente, y la iglesia remanente es un movimiento en el tiempo del fin que ha de revelar las características de la iglesia del Nuevo Testamento, incluso en la estructura de la autoridad del liderazgo de la iglesia.
Mi tercera observación es que la solicitud destruye la doctrina de la unidad del cuerpo de Cristo. Nuestra doctrina dice simplemente, “a través de la revelación de Jesucristo en las Escrituras compartimos la misma fe y esperanza”, y resulta en un testimonio para todos. ¿Ven ustedes la conexión entre la revelación de Jesús en las Escrituras y el resultado de aprobar la solicitud? ¿Cuál es? Consiste en el uso de dos métodos bíblicos conflictivos para los adventistas del séptimo día. Un método sigue al Antiguo Testamento, a los reformadores protestantes, a los pioneros adventistas, incluyendo a Elena G. de White. Este enfoque favorece el claro significado de la Biblia y sus regulaciones para el liderazgo de la iglesia. El otro método pone el escenario para la aproximación a las iglesias caídas de Babilonia desde 1844. Este nuevo enfoque de la Biblia está fuertemente influido por las tendencias de la cultura actual.
¿Cuáles son los efectos de esos dos métodos de interpretación bíblica en conflicto? Establece dos teologías en conflicto del liderazgo de la iglesia. La ordenación ya no tendrá validez mundial y algunos campos ya no reconocerán el liderazgo de otros. La aprobación conduce a la división, no a la unidad; hacia las iglesias nacionales, no a una iglesia mundial; y finalmente al congregacionalismo. Porque la unidad, adventista del séptimo día, debe seguir la Palabra de Dios.
¿Qué haré? Si esta asamblea aprueba esta proposición, recuerde que Dios nos llama a la unidad en Cristo. Yo permaneceré con esta iglesia. ¿A dónde más ¡ría? La mensajera del Señor dice: “Permanezca con el barco, llegará al puerto de destino”. Puede ser que esté averiado, pero yo permaneceré en el barco. No hay un mejor lugar donde ir. Y usted sabe que el futuro para los adventistas creyentes es grande. Permítanme compartir con ustedes una promesa que se cita en El conflicto de los siglos: “Pero Dios tendrá en la tierra un pueblo que sostendrá la Biblia y la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto debemos cerciorarnos de si lo autoriza un categórico ‘así dice Jehová” (pág. 653).
¿Qué en cuanto a todos los argumentos que escuchamos constantemente? Sí, es bueno para la unidad, por lo tanto, aprobémoslos. Amigos, la unidad no podrá conservarse mediante un reglamento contrario a la Escritura. Trae confusión e impulsa a la gente a irse detrás de los ministerios independientes.
Segundo, alguien proclamará: “Yo tengo un llamamiento del Señor. Dios me dijo que dirigiera y que me hiciera cargo de toda la iglesia”. Recuerde que no todos los llamados ni todos los dones provienen de Dios. “Probad los espíritus si son de Dios”.
¿Qué en relación con el argumento de equidad y justicia? Recuerde, la Biblia es nuestra norma para probar lo que es justo. Debemos seguir la Biblia, no las normas de la sociedad.
Y así, en resumen, ¿por qué no puedo apoyar esta proposición? Porque no armoniza con tres doctrinas adventistas del séptimo día. Antes que nada, está en conflicto con la doctrina de la iglesia al instituir una estructura antiescrituraria. Segundo, viola la doctrina de las Santas Escrituras, no aceptándola como dice textualmente. Y tercero, destruye la doctrina de la unidad del cuerpo de Cristo introduciendo una práctica antibíblica que nulifica la validez mundial de la ordenación.
Recordemos, amigos, que siempre nos hemos considerado los continuadores de la reforma protestante. ¿Es así todavía hoy? Cuando Lulero, el gran reformador, fue confrontado con una elección entre las opiniones humanas y la Biblia, dijo: ’A menos que se me convenza con el testimonio de las Escrituras no puedo ni quiero retractarme”. Desde su humilde origen la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha tenido la misma convicción. ¿Seguiremos siendo los continuadores de la reforma protestante para llegar a un grande y glorioso clímax? Las decisiones de esta tarde revelarán ciertamente el verdadero espíritu de esta enseñanza en nuestra iglesia. Que Dios nos ayude es mi oración.
RAOUL DEDEREN: Inclinemos nuestras cabezas para orar, por favor. Nuestro bondadoso Padre. Tú has guiado a esta iglesia a través de tiempos difíciles. Tú nos has dado el Espíritu que cerrará algunas puertas delante de nosotros y abrirá otras. Te pedimos, Padre, que nos des el mismo Espíritu hoy, a fin de que podamos entender tu Palabra. En el nombre de Jesús. Amén.
Supongo que en este momento lodos están bastante confundidos. Ustedes han escuchado a un cristiano muy honesto decirles que después de haber estudiado la Biblia cuidadosamente, ha llegado a la conclusión de que ésta es una muy recomendable moción para someter a esta asamblea. Y ustedes han oído a otro cristiano muy honesto y sincero decirles que después de estudiar las Escrituras, ha llegado a un punto de vista opuesto. No sorprende que todos estén confundidos. La confusión se debe a que no existe ni una sola declaración en la Escritura que trate este asunto. Por eso existe la confusión.
Como ustedes notaron, ni el Dr. Damsteegt ni el pastor McClure pudieron citar una declaración en las Escrituras diciendo que la mujer no debería ser ordenada al ministerio evangélico. ¿Qué es lo que ha estado ocurriendo? Lo que ha ocurrido es muy sencillo. Y yo espero que seamos lo suficientemente amplios como para escuchar lo que el Espíritu tiene que decirnos hoy, y eso significa que hemos estado actuando sobre la base de inferencias.
Leemos ciertos textos que consideramos verdaderos, y de esos textos que no se relacionan con el tema que nos preocupa, extraemos conclusiones que pensamos se aplican a un asunto en el cual la Biblia no está interesada. Eso lo hacemos con mucha frecuencia. Los Adventistas del Séptimo Día no tienen ningún monopolio sobre la Biblia. Hay razones para que estemos confundidos. Existen diferencias entre nosotros. Entre muy sinceros estudiantes de la Biblia, y no creo que es necesario establecer eso esta tarde. La razón por la cual hay tales diferencias, es que algunos entre nosotros insisten en algún pasaje muy específico de las Escrituras, y está bien que lo hagamos. Y otros entre nosotros, no negando aquellos pasajes específicos de la Biblia sólo queremos ver los principios que fluyen del desarrollo de las Escrituras. Permítanme darles un ejemplo. ¿Cuán a menudo ocurre, incluso fuera de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que alguien viene a nosotros, citando un pasaje bíblico específico, como, por ejemplo, ‘no somos salvos por la observancia de la ley sino por la gracia”, y luego nos pregunta, “cree usted eso? ¿Es eso la Palabra de Dios o no?” Sí, pero hay principios en las Escrituras que nos ayudan a comprender esa declaración. O encontramos a una persona que nos dice: ’Jesús clavó la ley en la cruz por tanto no deberíamos estar guardando el sábado, séptimo día”. Eso es fijarse en textos específicos y olvidar el resto de las Escrituras, la cual citamos inmediatamente para decir que este texto debe entenderse en el contexto y a la luz de la revelación total de las Escrituras.
Permítanme decirles, hermanos y hermanas, que he estado alrededor de este asunto durante mucho tiempo, y podré mostrarles, si me preguntan después, que aquí es donde está la diferencia. ¿Cómo podemos conciliar los puntos de vista de aquellos que se apegan a un pasaje bíblico (el cual, de paso, no existe), y de aquellos que miran a los principios completos de las Escrituras para comprender dicho pasaje que algunos consideran que trata el tema de la ordenación de las mujeres al ministerio? La tarea que me ha sido confiada es explicar por qué creo, como estudioso de las Escrituras, que la ordenación de las mujeres al ministerio no está en contradicción con las Escrituras.
El argumento más poderoso y consistente usado contra la ordenación de las mujeres al ministerio evangélico es el así llamado “orden de la creación”. Los proponentes van al Génesis y sacan de ese libro declaraciones que indican que el hombre existió antes que la mujer, y que el hombre fue creado primero, y que la mujer fue tomada del hombre. Por tanto, el hombre tiene precedencia en tiempo (ciertamente) y además, dicen, en liderazgo. ¿Cómo aplicar eso a la ordenación?
Entonces nos movemos al tercer capítulo del mismo libro de Génesis, cuando después de la caída Dios pronuncia un juicio. Nótese que el juicio cae igualmente sobre el hombre y la mujer, sobre ambos, pero luego viene la declaración usada por aquellos que quieren insistir en el dominio del hombre sobre la mujer. Leo la muy conocida declaración de Génesis 3:16: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Eso tiene que ver con el hogar, no con la iglesia. “Con dolor darás a luz los hijos”. Eso también está en el contexto de la familia. “Y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Es una relación marido/esposa. Y yo me pregunto cuán sabio será usar la relación esposo/es- posa como modelo para imponer la misma clase de dominio a la relación hombre/mujer en general, ya sea en la sociedad o en la iglesia. Ese es el principio que creo yo está en entredicho. Mientras escuchamos lo que nos dice el libro de Génesis, no hay duda acerca de ello.
A mí me gustaría, sin embargo, decirles que, de acuerdo con Elena G. de White, esto no existía al principio. Ella nos dice, por ejemplo, en el tercer volumen de Testimonios para la iglesia, pág. 84: “Cuando Dios creó a Eva, tuvo el designio que ella no tuviera ni inferioridad ni superioridad sobre el hombre, sino que en todas las cosas seria su igual”. “En todas las cosas… su igual* significa que no podemos hablar de un orden de creación. Podemos hablar de un orden de la caída, no hay duda de eso. Se produjeron cambios radicales después de la caída. Sin embargo, y aquí es donde algunos de nosotros disentimos de lo que otros tienen que decir, 4,000 años después de la caída viene la redención a través de Jesucristo, nuestro Señor.
En Gálatas 3 el apóstol Pablo, después de decirnos que, aunque algunos han utilizado la ley para obtener la salvación, todos deberían entender que nadie es justificado delante de Dios por la ley (porque es a través de la fe que somos salvos), él llega a la conclusión de que las distinciones que los judíos hacían antes de la venida de Cristo, han desaparecido, y luego nos da el bien conocido pasaje. Quizá el pasaje sea demasiado conocido como para tener todavía mucho efecto sobre nosotros, pero pido a Dios que escuchemos reverentemente lo que el apóstol Pablo está diciendo, porque nos dice que lo que Cristo ha traído es una nueva comprensión de las relaciones humanas. La cruz ha derribado la pared intermedia de separación a nivel nacional, porque Pablo dice, “no hay judío ni griego”. Lo mismo ocurre en el nivel social. Ya no hay esclavo ni libre, ya no hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Yo me pregunto por qué mis colegas no comparten el punto de vista que estoy expresando aquí. Por qué no llaman la atención al hecho de que en este pasaje Pablo no está usando para el hombre y la mujer las mismas palabras que usa en todos los otros pasajes que hemos oído. Usa dos palabras muy claras, que hablan de masculino y femenino. Pablo no dice que ya no hay marido y mujer. Por supuesto, Pablo continúa creyendo que, dentro de la familia, como resultado del pecado, todavía tenemos las diferencias entre esposo y esposa, con el esposo en una posición de liderazgo. Y esto es lo que yo creo que está haciendo cuando en 1 Corintios 11, bajo la influencia de la comprensión de Génesis 3, nos dice que en verdad la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la esposa es el esposo. El término es diferente aquí. Y luego declara en 1 Corintios 1:8,9: ‘Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón. Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”. Aquí Pablo está usando los términos que se utilizan en las Escrituras como esposo y esposa.
Yo no creo que el modelo bíblico del esposo sobre la esposa deba utilizarse para imponerlo sobre las relaciones generales que existen entre todos los hombres y todas las mujeres en la iglesia. Yo no creo, como algunos han pretendido, que la subordinación de la mujer al hombre del Antiguo Testamento se repita en el Nuevo, excepto en el contexto de la familia.
Como dije hace un momento, la gran mayoría de los pasajes de las Escrituras que hablan de la relación entre el hombre y la mujer se refieren a la relación que existe entre el esposo y la esposa. Incluso en el famoso pasaje que se leyó hace un momento desde esta plataforma en 1 Timoteo 2, es interesante que mi colega no leyó el resto del texto. Me gustaría leérselos en 1 Timoteo 2: “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. Pero al mismo tiempo, el mismo apóstol nos dice en 1 Corintios 14, que la mujer debe preguntara su esposo. Yo supongo que, en la iglesia cristiana, la libertad dada por el evangelio a los hombres y a las mujeres probablemente perturbó a cierto número de mujeres, especialmente en Corinto y en Éfeso. Se les subió, como solemos decir comúnmente, “a la cabeza”, y tomaron agresivamente su nueva libertad y se convirtieron en objetos de embarazo para el apóstol por su comportamiento. Por razones conocidas sólo por Pablo (bajo la inspiración, sin duda) y por razones bien conocidas en la comunidad, el apóstol exhortó a las mujeres a no enseñar por encima de los hombres.
Mis hermanos y hermanas, díganme, ¿hemos seguido la instrucción? ¿Pueden asegurarme que nunca hemos transgredido esta declaración específica: “porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre”? ¿No tenemos mujeres en posiciones de enseñanza, aun cuando fuera sólo a nivel de maestra de Escuela Sabática? 1 Timoteo 3 declara que los ancianos deben ser esposos de una sola mujer. Pero también añade que deben manejar sus propias casas bien, manteniendo a sus hijos en sujeción. Hermanos y hermanas, ¿estamos siguiendo eso en realidad? ¿Díganme, pueden asegurarme que en nuestra iglesia mundial sólo tenemos ancianos casados? ¿Me están diciendo que nunca hemos ordenado como ancianos a hombres solteros? ¿O varones que son casados pero que no tienen hijos? Deberíamos ser cuidadosos de la forma en que entendemos esto. Deberíamos escuchar lo que las Escrituras están suponiendo y no necesariamente prescribiendo. Y yo concuerdo perfectamente con Gerard cuando dice que la educación de los niños, el mantenimiento de la casa, es un excelente entrenamiento para el oficio de anciano, pero esto no es un criterio absoluto, ni siquiera entre nosotros. ¿Por qué hacemos de un aspecto de la lista de calificaciones un deber y sin embargo sentimos que podemos ignorar los otros? Ni siquiera seguimos las instrucciones de 1 Corintios 11 que se relacionan con las mujeres, de la forma en que debieran comportarse en la casa de Dios y que deberían ponerse un velo. Hemos decidido, bajo la dirección del Espíritu Santo, que esto debe entenderse en el sentido en que Pablo quería que lo entendiesen.
“No hay judío ni gentil”. Eso era sumamente difícil de cambiar en la iglesia primitiva. Había promesas; había un pacto; había una circuncisión. Ellos lo sabían, y bajo la dirección del Espíritu Santo, y gracias al ministerio de Pablo, la iglesia primitiva hizo progresos en ese punto.
¿Qué en cuanto a “no hay esclavo ni libre”? Ustedes saben que yo escuché decir a mi excelente colega, “necesitamos una declaración de las Escrituras para hacer lo que hacemos. ¿Sobre qué bases hemos decidido que debemos ser antiesclavistas? Jesús aceptó la esclavitud; los apóstoles lo aceptaron. Nunca levantaron un dedo contra ella, ni uno solo. Dijeron a los esclavos que deberían ser sumisos con sus amos, aun cuando fueran cristianos.
Jesús usó las relaciones del amo y el esclavo en su parábola sin cuestionar la esclavitud en lo absoluto. Nosotros hemos decidido que ya no debería haber esclavos. ¿Dónde está la declaración bíblica? Nosotros seguimos adelante por los principios, y eso es lo correcto. No hay judío ni gentil, no hay esclavo ni libre. Creo que con el tiempo podremos entender que no hay hombre ni mujer tampoco.
La Biblia no trata específicamente el asunto de la ordenación de las mujeres al ministerio. Me gustaría ver la declaración. Creo que no hay ninguna declaración conclusiva en las Escrituras.
La exégesis de esos pasajes es demasiado divergente entre nosotros. ¿Qué necesitamos hacer? Necesitamos traer el asunto a la iglesia como lo estamos haciendo aquí. La iglesia tiene que decidir, del mismo modo en que decidió en los primeros días en Jerusalén como está registrado en Hechos 15. El problema era la circuncisión. Este tema estaba en el mismo corazón de la relación pactual de los judíos. Había pasajes específicos que podían citar aquellos que deseaban tomar literalmente la Escritura. Pasajes específicos de la Escritura con relación a la circuncisión decían que ésta era una señal perpetua, por los siglos de los siglos, para todas las generaciones hasta el fin del tiempo. Pero también había otros pasajes en las Escrituras que sembraban la semilla y decían que algún día el remanente surgiría de entre todas las naciones, no sólo de entre los judíos. Incluso el eunuco encontraría lugar en la casa de Dios. De modo que había dos grupos de pasajes, las declaraciones literales y el espíritu de la Escritura.
Los creyentes primitivos trajeron el asunto a la iglesia en Jerusalén. Y debatieron en una reunión del concilio de la iglesia. El suceso se encuentra registrado en el libro de los Hechos. Y llegaron a una conclusión. Es lo que estamos haciendo aquí, pero deberíamos ser guiados por el Espíritu para mantener la unidad. Porque como mis dos colegas que me precedieron dijeron claramente, la unidad de la iglesia es incuestionablemente una doctrina revelada, y debemos ponernos de parte de ella. Esta es la unidad que Jesucristo quería. Que Dios nos ayude a comprender eso y que seamos guiados por su Espíritu al llegar a una conclusión.
CALVIN B. ROCK: Creo que todos podemos manifestar nuestro agradecimiento al Dr. Damsteegt y al Dr. Dederen. ¡Qué preciosas presentaciones! Si usted tiene sus tenis puestos, o sus patines, o su bicicleta o cualquier otro medio, puede usarlo ahora para llegar ante los micrófonos. [Los delegados forman dos líneas ante los micrófonos. Uno tenía un letrero que decía: A FAVOR. Y el otro: EN CONTRA.] Llegaremos hasta donde el tiempo lo permita. Es posible que ustedes quieran cuestionar a los expositores norteamericanos, o a los dos que presentaron las respectivas posiciones.
El debate fue largo. Muchos hablaron. Y muchos más deseaban hacerlo, pero el tiempo no lo permitió. Las opiniones presentadas fueron en general variantes de lo que ya se había dicho.
He aquí algunas intervenciones:
WENDALL SERRANTO: Hay un tremendo crecimiento en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ordenar a las mujeres al ministerio no es usurpar la autoridad de los hombres, sino más bien, complementarla y suplementaria.
VIOLETO BOCALA: Yo me opongo a la idea de que el asunto de la ordenación de las mujeres sea decidido en cada división y no por la iglesia mundial, porque esto destruiría la armonía de nuestra organización mundial. Por ejemplo: una mujer es ordenada en una división. Cuando esté en esa división es reconocida como ordenada. Pero cuando vaya a otra, no será reconocida. Estaremos convirtiendo a las mujeres en ministros de segunda clase si avanzamos en esa dirección.
LIGIA PADILLA DE ALOMIA: Yo represento a los laicos de la División Sudamericana. He trabajado y traído muchas almas a la iglesia, por lo cual estoy muy agradecida a Dios. Pero creo que no se requiere un título para que mí trabajo sea reconocido. No necesito ninguna licencia especial para ganar almas. Hasta aquí hemos marchado en armonía. ¿Por qué dividirnos ahora, simplemente por el placer de un derecho terrenal? Yo amo a mi Señor Jesús. Y viviré por él, y él es la única cabeza y representante de la iglesia en la tierra.
VICKIBALLOU: Pienso que es importante recordar que los defensores del holocausto usaron la Biblia para defender sus atrocidades. Este no es un asunto teológico; es un asunto cultural. En algunos países las mujeres no pueden manejar automóviles. En otros no sólo manejan automóviles, sino que pilotean aviones comerciales y militares e incluso vuelan al espacio. En algunos países las mujeres no pueden votar; en otros, pueden ser elegidas para los cargos más altos en su país. En algunos países las mujeres no sólo no pueden tener propiedad, sino que ellas mismas son propiedad. En otras naciones las mujeres se encuentran entre las personas más ricas del país. El rol de las mujeres es obviamente cultural, y difiere de cultura a cultura.
NOELENE JOHNSSON: Estoy aquí para hablar en favor de la moción. Me gustaría recordarles que bajo la dirección de Dios todos somos uno…. Me gustaría hacer una súplica en favor de la unidad aquí, que escuchemos al Espíritu Santo; que permitamos que el Espíritu Santo obre a través de nosotros. He escuchado muchos discursos llenos de fuego aquí. Veo que Dios está bendiciendo el ministerio de aquellos que hablan contra esta moción y el de los que hablan a favor de ella. Esto me lleva a creer que es probable que el Espíritu Santo no esté tan atado a este asunto como estamos nosotros, y quizá el Espíritu se siente bien con nosotros, cualquiera sea nuestro punto de vista. Si hay un solo Espíritu, y el Espíritu se une a nosotros, el Espíritu nos guiará al mismo lugar. Apelo ante este cuerpo a confiar en el Espíritu.
TED N. C. WILSON: La solicitud de la División Norteamericana que está delante de nosotros es una proposición sumamente divisiva. Incluso la solicitud podría ser mucho más divisiva que el tema que trata de presentar. Esta solicitud podría poner en operación un enorme fraccionalismo en el seno de la iglesia mundial en un tiempo cuando debemos buscar la unidad en Cristo. Permitir que una o dos divisiones se desvíen de la iglesia mundial en un tema de tanta importancia podría conducir a una variedad de doctrinas, creencias y prácticas en nuestra iglesia. Personalmente he sostenido durante muchos años que la ordenación de las mujeres como ancianas locales y como ministros del evangelio es un asunto teológico y que la Escritura no apoya esta práctica. El tema no es la igualdad. No se cuestiona el hecho de que hombres y mujeres son iguales. Yo creo que nos dirigimos hacia los últimos días de la historia de esta tierra. Yo creo con todo mi corazón que Jesús vendrá pronto. Nada le gustaría más al diablo que dividir y conquistar esta iglesia. Sabemos, por las profecías bíblicas y el espíritu de profecía, que esto no ocurrirá. Cristo, el poder unificador a través del Espíritu Santo, guiará a esta iglesia a una victoria completa. Imploro y pido a los delegados aquí reunidos a considerar cuidadosamente las difíciles consecuencias de dividir a esta iglesia. Yo quisiera instar respetuosamente a cada delegado a votar en contra de esta solicitud de la División Norteamericana.
HUMBERTO M. RASI: Quiero preguntarle, hermano presidente, si su reloj está corriendo. En la introducción usted indicó que a las 4:45 p.m. iba a pedir algunas declaraciones finales y luego tomar la votación. Mi intervención es para recordarle a usted su declaración y sugerir que los individuos que ahora están esperando probablemente van repetir los puntos que ya se expresaron. Creo que la mayoría de los delegados ya han reflexionado sobre este asunto y han arribado a una decisión. Permítaseme instar a la presidencia a que concluya el debate.
CALVIN B. ROCK: La presidencia escucha. La presidencia quiere declarar que su reloj está corriendo y su corazón también, y es por eso que quiero pedirle al caballero que está frente al micrófono que dice A FAVOR que hable, y con él terminaremos las discusiones. (Habló el Dr. Benjamín Reaves).
HUMBERTO M. RASI: Quiero proponer que sigamos el plan que usted sugirió al principio y que nosotros aceptamos cuando comenzamos esta discusión. Propongo que termine esta discusión. Y sugiero que tengamos un breve período de oración antes de la votación.
CALVIN B. ROCK: La propuesta es que se concluya el debate. Ahora votaremos, y si pasa de dos tercios, actuaremos en consecuencia. (La moción de dar por terminado el debate fue votada por una mayoría de dos tercios.)
ROBERTO S. FOLKENBERG: Viena, 1975, Sesión de la Asociación General. Muchos de los que están sentados aquí estuvieron presentes allá. Ustedes pueden recordar aquella bella ciudad. También pueden recordar que eso ocurrió hace bastante tiempo. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Algunas cosas se han borrado de la memoria, se han esfumado de la vista. Una generación más joven está aquí: algunos de ellos ni siquiera habían nacido cuando nos reunimos en Viena, y han escuchado acerca de aquella Sesión de la Asociación General a través de terceras personas. Han escuchado acerca de los debates. Pero aquellos debates, de alguna manera, parecen distantes. Aquellas discusiones fueron la agenda de otras personas, no de ellos. Les parecen verdaderas porque confían en sus pastores, pero de todos modos es la agenda de otras personas.
Era el año 31 a.C. Nuestro Señor acababa de morir y ascender, y a los discípulos se les había dicho que esperaran el derramamiento del Espíritu Santo. No podían salir y terminar la comisión. No se les permitía predicar a menos que tuvieran la unción del Espíritu. Y a fin de recibir el poder, debían permanecer allí hasta que estuvieran bien unidos. Fue un día de esos que nunca se olvidan. El poder que fluyó a través de los apóstoles fue dramático. Hubo muchos conversos al siguiente día, y este pequeño grupo que tenía un complejo de inferioridad repentinamente vio su pequeño número elevado a millares. Apenas podían creer lo que veían. Todo a causa del poder del Espíritu Santo. Y ellos documentaron esa ocasión registrándola. Y entonces salieron. Alcanzaron Jerusalén, luego Judea y Samaría. Esteban murió, y ellos tuvieron que esparcirse más allá de las fronteras hasta las partes más alejadas de la tierra, y se metieron en problemas.
Los años pasaron. Y a medida que confrontaban a los gentiles, el sentido de lo que significaba seguir a Cristo necesitaba una revisión. Unos veinte años habían pasado. Hace más o menos lo mismo desde que nos reunimos en Viena. Ellos volvieron a Jerusalén. Volvieron para discutir algo que era bíblico, que era dogma, que era doctrina, que era verdad, pero no se sentían muy seguros de lo que debían hacer con ello. Lo que más me impresiona es que después de un vigoroso debate, del cual la Escritura sólo nos da un ligero vislumbre, pudieron tratar un asunto potencialmente divisivo, tomar una posición, y salir para llevar a cabo la misión. Su poder no fue reducido simplemente porque tenían algunos desacuerdos. Hay una razón, creo yo, por la cual el Señor pudo hacer aquello. Hay una razón por la cual el Espíritu Santo pudo ser derramado sobre individuos que tenían opiniones divergentes. Una razón: se amaban unos a otros. El apóstol hace bien claro que una de las características del amor es que usted se preocupa más por las opiniones de los demás que por las suyas propias. Yo espero que ustedes me oigan. Un matrimonio de éxito es uno en el cual un cónyuge está más interesado en la felicidad del otro que en la suya propia.
Ha sido con temor y aprensión que algunos de nosotros veíamos aproximarse el debate de esta tarde. Debo decirles que me siento muy contento por el proceso, el decoro y la claridad con que hemos expresado nuestras opiniones. Las tomo como honestas y válidas representaciones de la opinión de cada orador. Me preocupa pensar, y quiero estar seguro de ellos, que las posiciones que tomemos reflejen la clase de altruismo que demanda el ejemplo de amor de nuestro Señor, que nos vio como más importantes que él mismo. Cada uno hemos dicho al mundo cuáles son nuestras opiniones, y nos enorgullecemos de sostener nuestras opiniones firmemente y acariciarlas dentro de nuestras propias sociedades. Pero yo creo que ha llegado el momento de sujetar nuestras propias opiniones a aquella norma que acabo de mencionarles: a la voluntad de Dios, al amor de nuestro prójimo y a la habilidad de llevar a cabo la misión que Dios ha puesto sobre nosotros como resultado del poder del Espíritu Santo que acompaña nuestro mensaje. No hay nadie, sea hombre, sea mujer, sea ordenado o no, que pueda contribuir en algo al cumplimiento de la misión de esta iglesia, a menos que esté acompañado por el Espíritu Santo. Y quiero decirles que es tiempo, antes de que votemos, de someter todas nuestras opiniones acariciadas a la Palabra de Dios, a su Espíritu, a la elevada planicie del altruismo en el cual consideremos el dolor de nuestro hermano y hermana más importante que el nuestro. Les invito a orar conmigo.
Nuestro bondadoso Padre. Desde hace algún tiempo hemos visto aproximarse este día. Ha sido motivo de aprensión, tristeza y preocupación. Es tan fácil prever la ruina, la lobreguez y las opiniones
divididas, y algunos, una iglesia dividida. Señor, sabemos que esta iglesia es mayor que nuestras opiniones. Sabemos que este mensaje es más poderoso que este voto, porque la cruz de nuestro Señor triunfará. Tú vas a venir pronto a pesar de este voto. Hemos sido comisionados para proclamar las gloriosas nuevas de la seguridad de la salvación en Jesús y las gloriosas nuevas del poder transformador del Espíritu Santo en nuestras vidas; pero Padre, perdonamos si hemos permitido que nuestras opiniones acariciadas se te impongan de modo que nuestras ideas sirvan como obstáculos egoístas que impidan ejercitar nuestra capacidad de oír. Padre, esta tarde queremos estar de acuerdo. Es posible ser que tengamos diversidad de opiniones, pero Padre, que nuestra diversidad se base en una cuidadosa consideración, no sólo de nuestras ideas, sino de las de aquellos que pudieran pensar en forma diferente. Ayúdanos a no juzgar a los que piensan en forma diferente a nosotros. Ayúdanos a reconocer que nosotros podríamos estar equivocados. Y Señor, ayúdanos a quebrantar nuestros corazones en humildad ante ti, porque de otra manera, Padre, seremos canales que obstruyan los impulsos de arriba. Y Señor, esta tarde no podemos salir de aquí sintiendo que un grupo ganó y otro perdió. Debemos ser capaces de salir de aquí con la seguridad de que no importa la decisión que se tome, el cielo ganó. Necesitamos salir de aquí de acuerdo, consagrados a lo que es más importante, ser uno en Cristo a los pies de la cruz, teniendo una tarea que realizar, la de advertir a un mundo de tu inminente retorno. Padre, te rogamos que contestes nuestra oración. En el nombre de Jesús. Amén.
CALVIN B. ROCK: Gracias, señor presidente.
GABRIEL BOAKYE-DANKWA: Señor presidente, ¿podría usted, por favor, explicar o repetir la moción? Algunos de nosotros estamos confundidos.
CALVIN B. ROCK: Tomemos un momento y leamos la moción.
L. C. COOPER: El asunto es una solicitud de la División Norteamericana que la Asociación General en sesión adopte provisiones sobre la ordenación como se expresa a continuación: “La Asociación General confiere a cada división el derecho para autorizar la ordenación de individuos dentro de su territorio en armonía con los reglamentos establecidos. Además, donde las circunstancias no lo desaconsejen, una división puede autorizar la ordenación de individuos calificados, independientemente del género. En divisiones donde las juntas directivas tomen votos específicos autorizando la ordenación de mujeres para el ministerio evangélico, éstas pueden ser ordenadas para servir en esas divisiones”.
J. H. ZACHARY: No sé si éste es un punto de procedimiento apropiado, pero usted no nos ha dicho si esta moción requiere dos tercios o un 51 por ciento para ser aprobada.
CALVIN B. ROCK: Este es un voto de la mayoría.
J. H. ZACHARY: ¿Cincuenta y uno por ciento?
CALVIN B. ROCK: Eso es lo que me aconsejan los parlamentarios.
J. H ZACHARY: Eso podría ser demasiado divisivo. Me gustaría que fueran dos tercios.
CALVIN B. ROCK: Bueno, algunos desearían que fuera 75 por ciento, pero seguiremos las reglas parlamentarias en este caso. Entiendo que tenemos algunos cantos mientras se recogen y se cuentan las boletas de la votación.
LINDA SCALES MERCIER [Dirige a la congregación en el canto hasta que la presidencia está lista. para anunciar el resultado de la votación].
CALVIN B. ROCK: Gracias. Tenemos los resultados de la votación, y se ha observado, y probablemente sea así, que, si bien esto es un asunto excitante y realmente emocionante, el resultado no debería hacernos explotar con ninguna demostración que pudiera evocar sentimientos del tipo “nosotros” contra “ellos”, al salir de aquí. Así que, por favor, absténganse de esas demostraciones lo más que puedan.
Número total de votos 2,154. De ese número, 673 votaron SI, y 1,481 votaron NO. Gracias. La iglesia ha hablado. ¿Tendrían la bondad de ponerse de pie?
R. A. ZEEMAN: [Hizo la oración de clausura].