La evangelización en las grandes ciudades
No nos convencemos tan fácilmente cuando se habla de un método eficaz único para evangelizar un área determinada. Las maneras de llegar a la gente con el mensaje del Evangelio son múltiples, así como son variadas las personalidades usuales va destinado. Eso sí, puede demostrarse que la combinación de diversos métodos resulta sumamente productiva en una campaña, cuando los hombres que la dirigen se disponen a trabajar con humildad y sencillez.
Estos son tiempos tremendamente problemáticos. El hombre contemporáneo que habita las grandes urbes ofrece a la evangelización uno de los mayores desafíos de todos los tiempos: con sus gustos pervertidos, su escala de valores en franca subversión, sus intereses mayormente absorbidos por lo material, sometido a intensas tensiones sensuales, pide a gritos que el evangelista revise su método evangelizados.
El espíritu de profecía nos ha dicho reiteradamente que la evangelización es “la más elevada de todas las ciencias” (El Ministerio de Curación, pág. 379), pero algunos de nosotros hemos procedido, por años, no como hombres de ciencia que se guían por los resultados de una investigación paciente y avanzan hacia la conquista de lo desconocido, sino como aficionados.
No quisiéramos que a esta declaración se le dé más valor del que le corresponde, pues aunque ponemos bastante énfasis en los métodos evangelizadores, destacamos aún más la eficacia insustituible de una vigorosa personalidad cristiana puesta al servicio de la “ciencia de salvar almas”. Estos tiempos cambiantes reclaman con urgencia hombres revestidos de un poder espiritual arrollador; hombres y mujeres originales que no se conformen con la mediocridad de la imitación, sino que quieran correr el gran riesgo de la divina aventura del evangelismo; hombres dotados de una equilibrada capacidad de adaptación que quieran ensayar nuevas y antiguas maneras de alcanzar a los habitantes de las grandes ciudades. ¡Dios nos dé estos hombres!
Una campaña exitosa en avellaneda(Argentina)
A partir del 18 de junio de 1960, realizamos en la ciudad de Avellaneda, Buenos Aires, una campaña evangelizadora cuyos resultados, someramente expuestos, registramos a continuación: La ciudad de Avellaneda es una población industrial, considerado el emporio fabril más grande de la República, con sus 330.000 habitantes. Está en el corazón mismo del gran cinturón industrial que rodea a la ciudad de Buenos Aires. La Asociación Bonaerense, en un gran esfuerzo económico y con la buena colaboración de la división, construyó un templo con capacidad para 500 personas sentadas, sobre la principal arteria de la localidad.
El equipo evangelizador se integró con los siguientes obreros, además del que suscribe: Walter Solís, Carlos Viera, Ricardo Liernur, Oscar Palacios (y cada uno de ellos tenía a su cargo una iglesia), Mary May, ¡Enriqueta Ferrares! y Alicia de Viera. De acuerdo con el plan evangelizador, nos pusimos como meta, en primer lugar, captar el interés y el favor del auditorio y, en segundo término, ganarlo para Cristo y la iglesia. Esto lo conseguimos, gracias a Dios, dando primeramente siete conferencias dobles, es decir, cada conferencia del evangelista era precedida por una charla médica de unos veinte minutos de duración, a cargo de dos profesionales adventistas, los Dres. Enrique Schimpf y Alejandro Petre. Nuestro segundo propósito, ganarlos para Cristo y la iglesia, se logró mediante recursos diversos, muy particularmente por medio del cursillo bíblico. Al llegar el 31 de diciembre, habíamos bautizado, gracias a Dios, a cien preciosas almas.
El cursillo bíblico y su importancia fundamental
Ha quedado demostrado, para nosotros por lo menos, que la clase bíblica colectiva es de un valor incuestionable para una campaña evangelizados y de una eficiencia fundamental para la ganancia de almas. Estamos informados de que siempre se vinculó la clase bíblica con el esfuerzo evangelizador, pero asignándole un lugar secundario. Ahora en cambio, concedemos una primerísima importancia al curso bíblico.
En Avellaneda dimos dos clases semanales, sábados y domingos, siendo precedida cada una de ellas de vistas luminosas en colores, con miras de contribuir a la cultura del público. Se inscribieron 360 personas nuevas y 140 miembros de iglesia. Del total de alumnos 150 recibieron un certificado que acredita asistencia y aprovechamiento, por haber concurrido a 13 de las 16 clases dictadas. Otros 70 alumnos asistieron entre 8 y 12 veces.
Deseamos mencionar algunas de las ventajas desde el punto de vista didáctico, que tienen las clases bíblicas sobre las conferencias:
(1) Acortan distancias no sólo en el espacio material, sino también en lo referente a la comunicación espiritual.
(2) Uno está más en su tema cuando analiza, con la Biblia en la mano, los grandes capítulos del plan de la salvación. Recordemos que la Biblia es nuestra especialidad.
(3) Despierta más rápidamente un vivo deseo de estudiar la Biblia en sus más íntimos “misterios”.
(4) Ofrece al evangelista la ocasión de ser maestro y no meramente un orador o conferenciante.
(5) Hace una primera y rápida selección de un público particularmente interesado en cuestiones religiosas.
(6) Facilita el trabajo de los instructores bíblicos asociados. Los hogares abren sus puertas con facilidad a aquellos que van a ayudar en la comprensión de las clases bíblicas.
(7) Proporciona a los interesados una fundamentación doctrinal mucho más sólida.
(8) Los lleva a la decisión con mayor rapidez y menor esfuerzo.
(9) Facilite a sus asociados la tarea personal de visitación e instrucción creando una problemática cuya respuesta debe referir a los instructores. (Puede decir más o menos así: “Este problema es tan importante que no podré atenderlo en este momento por falta material de tiempo, pero Fulano de Tal (el instructor bíblico) conoce la respuesta tan bien como yo. Pregúntele a él y con gusto le ayudará”).
(10) Que cada lección sea la ocasión única para descubrir ante los alumnos la belleza sublime de nuestro Señor y Salvador.
(11) Los temas usados en la campaña de Avellaneda respondieron a estos títulos generales: “La Verdad, el Hombre y el Destino Eterno” y “El Cristo y el Anticristo”. Bajo el primer título general encaramos la respuesta a las siguientes preguntas:
¿Qué es el hombre? (Sal. 8:4).
Después de la muerte, ¿qué? (Job 14:14).
¿Hay un fin o es eterno? (El destino del mundo. Mat. 24:3).
El sufrimiento (Juan 9:1, 2).
La vida futura (Mar. 12:18-23).
La salvación (Hech. 16:30).
La verdadera religión (Juan 4:16-20).
Bajo el segundo título general tratamos los siguientes temas básicos:
El Cristo y el Anticristo.
¿Es Jesucristo Dios? ¿Por qué?
¿Quién es el Anticristo?
El conflicto en el cielo.
El conflicto en la tierra.
El cuerno pequeño y el Anticristo.
La verdad abatida.
Restauración de la verdad abatida.
Las dos bestias de Apocalipsis 13.
La obra del sellamiento divino.
Fin del conflicto y triunfo del pueblo de Dios.
La Hna. White había dicho en 1897: “Si se predicaran la mitad de los sermones que se predican, y en cambio se hiciera el doble de obra personal, tanto en los hogares de la gente como en las congregaciones, se vería un resultado realmente sorprendente” (Manuscrito 139), y en Testimonies, tomo 6, pág. 87 agrega: “Debiera haber menos predicación, y más enseñanza. … A medida que nos aproximamos al fin, he visto que habrá menos predicación y más estudio de la Biblia” (la cursiva es nuestra).
Didáctica de la clase y temas sugerentes
Hay una técnica para la conducción de la clase bíblica. La enseñanza es un arte y una ciencia cuyas leyes conviene conocer. Las siguientes indicaciones resultarán eficaces en cualquier lugar:
(1) Dé jerarquía a la clase, haciendo para la misma suficiente propaganda veraz. Anuncie a su auditorio que estudiará en la Biblia las grandes respuestas para los problemas del hombre contemporáneo.
(2) Organice bien al equipo de ujieres entre los cuales conviene colocar señoritas y jóvenes bien vestidos y de modales agradables.
(3) Lleve algún registro de asistencia y puntualice a sus alumnos que si cumplen con las condiciones, recibirán un hermoso certificado al terminar el curso. Esto contribuirá a mantener. y aun mejorar la asistencia.
(4) Tenga Biblias en número suficiente para prestarlas al comienzo de cada clase. Deben ser todas del mismo tamaño para poder indicar en cada caso, el número de la página donde se encuentra el pasaje que se leerá.
(5) Entregue, al término de cada clase, un resumen impreso de la lección del día. indicando al pie de la página una breve bibliografía, a fin de que los que lo deseen, puedan profundizar la investigación por su cuenta. (Deben ser libros del espíritu de profecía.)
(6) El primero y más importante deber de un buen maestro es ser estudioso. Conozca su tema tan a fondo como le permita su capacidad. Los alumnos se darán cuenta de ello y lo apreciarán más.
(7) Recuerde mientras está enseñando, que Ud. en ese momento es un maestro y no un conferenciante. Utilice todos los recursos didácticos (ilustraciones, pizarra, vistas, telas, etc.) puestos a su alcance.
(8) Sea sencillo en su lenguaje y en su porte al manejar temas profundos. No le tenga miedo a la profundidad, pero huya de la superficialidad.
Sobre el autor: Evangelista de la Unión Austral