¿Qué dice el culto público de su iglesia acerca de la vida del cuerpo de Cristo en el lugar dónde usted es pastor? No faltan las ideas acerca del culto público en la mayoría de las iglesias de la actualidad. El estilo de culto es amplio dada la cantidad de opiniones al respecto, a menudo expresadas con energía y con la pretensión de disponer de sanción sobrenatural. No importa que el estilo de culto y el culto mismo sean primos hermanos, en el mejor de los casos, ya que de ninguna manera son la misma cosa. Pero parece ser una empresa rentable escuchar y observar lo que podemos captar al concentrarnos en lo que está sucediendo en su iglesia en el “momento del culto”.

En una clase de graduados de Culto Público de la Universidad La Sierra, mis estudiantes y yo desarrollamos una “tarjeta informe”, para usarla en las visitas a los cultos públicos en las iglesias de la región. Los estudiantes visitaron iglesias que representaban cuatro diferentes estilos de culto, según la denominación a la que pertenecían. A fin de poder trabajar bien, creamos un instrumento de registro y análisis para informar, lo suficientemente amplio como para que fuera útil, pero que a la vez no fuera sobrecargado. Nos pusimos de acuerdo en que debería reflejar las Escrituras y dar lugar a diferencias importantes.

Hicimos seis preguntas que parecen sencillas, pero que resultan escrutadoras cuando se las formula en el ambiente de un culto. Es importante afirmar que estudiamos humildemente esos cultos, en muchos lugares donde se reúnen creyentes y discípulos de Jesús.

Nuestro objetivo no era averiguar qué andaba mal, sino, más bien, descubrir qué era lo que estaba dando resultados en el sentido de contribuir al desarrollo de la comunidad de los adoradores, con el objetivo de destacarlo.

Las seis preguntas de nuestro informe procuraban descubrir metas de crecimiento:

  1. ¿Encuentro a Dios durante el culto?
  2. ¿Se aman mutuamente los adoradores?
  3. ¿Se interesan por la comunidad que los rodea?
  4. ¿Hay poder allí?
  5. ¿Aprendí allí algo nuevo?
  6. ¿Cuál es el “factor desorden”?

No tenemos idea de cuántas visitas concurren semana tras semana a los cultos de la Iglesia Adventista en todo el mundo: adoradores que tienen muy poca o ninguna noción de lo que es un culto y cómo se lo lleva a cabo. Redactamos las preguntas de manera que tanto un principiante como alguien experimentado se sintiera estimulado al examinarlas.

Vale la pena descubrir lo que implica cada uno de estos planteamientos.

¿Encuentro a Dios durante el culto?

Otra manera de formular esta pregunta es la siguiente: ¿Cómo puedo abrirme a Dios durante el culto público? Esta pregunta diferente, que apunta hacia una actitud positiva, es crucial para la actitud mental del adorador. Esto es, Dios se acerca a los que quieren que él haga por ellos algo más que lo que haría por los que vienen a adorar de vez en cuando con el fin de “sacarle algo a la iglesia”.

Dios y Jesús aparecen entre nosotros sin previo aviso durante el culto. El Señor está presente “en la iglesia”; pero necesita que lo ayudemos a “hacer contacto”, una verdad bien establecida en El Deseado de todas las gentes: “Como representantes suyos entre los hombres, Cristo no elige ángeles que nunca cayeron, sino a seres humanos (hombres y mujeres] […] de pasiones iguales a las de aquéllos a quienes tratan de salvar. (…] La divinidad necesitaba de la humanidad; porque se requería tanto lo divino como lo humano para traer la salvación al mundo. La divinidad necesitaba de la humanidad, para que esta pudiera proporcionarle un medio de comunicación entre Dios y el hombre [es decir, entre Dios, los hombres y las mujeres]”[1] El canal establecido implica la oración, los himnos, el sermón y toda forma verbal o no verbal de comunicación “en la iglesia”.

¿Se aman mutuamente los adoradores?

Durante las clases, los estudiantes formularon varias preguntas de apoyo. ¿Cómo podemos saber si se aman los unos a los otros? ¿Se hablan entre sí? ¿Les hablamos nosotros? ¿Nos miran, y miramos a los demás a los ojos? ¿Cómo ocupan el espacio que hay entre ellos?

Las investigaciones que se han practicado con respecto al culto demuestran que “las iglesias que crecen poseen, en promedio, un ‘cociente de amor’ bastante mayor que el de las estancadas o de las que están decayendo”.[2]

Para determinar el cociente de amor, surgieron estas preguntas: ¿Cuánto tiempo pasan juntos los miembros de la iglesia fuera de las reuniones regulares y de los eventos patrocinados por ella? ¿Cuán generosos son los miembros de la iglesia para manifestar aprecio?

Se descubrieron dos principios relativos al cociente de amor: la risa en la iglesia y la hospitalidad. El amor práctico y no fingido tiene un poder magnético de origen divino, mucho más eficaz que los programas de evangelización, que dependen en gran medida de la comunicación verbal.

¿Se interesa la congregación por la comunidad que la rodea?

En la movediza sociedad actual, con gente que recorre kilómetros con el fin de llegar desde sus hogares hasta las iglesias, y cuando las comisiones de construcción de templos eligen lugares de menor costo, la verdadera pregunta debería ser: ¿Qué comunidad o qué zona desea servir la iglesia?

La mayor parte de las iglesias están rodeadas de gente que se podría identificar como vecinos. ¿Qué pueden decir los vecinos acerca del interés de la iglesia por ellos? ¿Qué clases de actividades se fomentan: de tipo proselitista o de servicio desinteresado a la comunidad? ¿Existe un equilibrio entre estas dos categorías?

Es evidente que la tarea de la iglesia consiste en usar sus dones para servir a los no creyentes, y también para concentrarse en sus necesidades y desarrollar temas que podrían favorecer una relación. No es una tarea fácil, como lo demostró el Señor. “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba [con hombres y mujeres] como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme’ “.[3]

¿Hay poder allí?

El poder -o la energía- no necesariamente equivale a actividad y ruido. En nuestra clase de la universidad, redactamos esta pregunta de otra manera: ¿Cuándo llegó el Espíritu, o cuándo “se manifestó”?

¿En qué momento del culto se manifiesta el poder divino para inspirar a la congregación? Convinimos en que cuando alguien es consciente de la “energía divina”, su presencia es sensible. Reconocimos que la inspiración se produce cuando el Espíritu Santo está realmente obrando (y su presencia no es una mera suposición); entonces, tendrá un efecto concreto sobre la forma en que se desarrolla el servicio; incluyendo el ambiente de la reunión y las reacciones de los adoradores.

La gente que asiste a cultos realmente “inspiradores” generalmente asevera que participar en ellos es interesante. Cuando el culto es inspirador (es decir, tiene poder), demuestra a la gente por sí mismo qué es el servicio de adoración.

¿Aprendí algo nuevo?

Los estudiantes convinieron en que un culto no es una conferencia ni un ejercicio académico. Esta no es la cuestión relevante. En realidad, señala directamente al corazón de los deseos creadores de Dios con respecto a su pueblo.

Pensemos en las vividas y fructíferas experiencias que Dios le permite disfrutar a la gente por medio de lo que ve, oye y siente durante el culto. ¡De cuántas maneras se puede cantar, tocar o escuchar un himno! ¡Cuántas lecciones que contrastan entre sí se pueden obtener de la predicación de la Palabra o, si viene al caso, de su representación!

Cuando comenzamos a examinar las innumerables posibilidades que tiene un servicio de adoración, vimos cuán absolutamente infinitas son las maneras en que Dios puede venir a nosotros y comunicarse con nosotros, en formas que nunca habíamos pensado antes. Examinemos esta lista, que no tiene la pretensión de ser exhaustiva:

Expositiva. La exposición de un mensaje bíblico. A menudo, se usa para desarrollar una serie de sermones.

Temática. El desarrollo de un tema, para lo que se usan varios textos con el fin de explicarlo. La mayoría de los sermones evangélicos son temáticos. Lo aplican los predicadores experimentados y creativos.

Historias. La narración de una historia bíblica. Cuando se lo hace correctamente, puede ser muy poderosa; también puede llegar a ser bastante aburrida.

Diálogos. Las dos voces (de dos predicadores) pueden dar un mensaje doblemente poderoso y conmovedor, con tal de que eviten ser muy obvios o caer en la vulgaridad.

Música. La música, en cualquiera de sus formas, es parte integrante del culto. En las culturas actuales, hay una gran variedad de sonidos, preferencias y disponibilidades. El equilibrio entre el culto y el entretenimiento es a veces difícil de lograr. Un respeto sensible por los diferentes gustos musicales puede crear un ambiente de aceptación.

Oración. Las oraciones habladas, cantadas y silenciosas son diferentes formas que se usan en la adoración, y que por siglos se han practicado en el culto público.

Silencio. Los cuáqueros llevaron a los Estados Unidos la tradición del silencio en el culto público. El uso apropiado de este, en combinación con otras formas de culto, como ser la oración, la predicación y las representaciones, alguna vez las hemos practicado todos.

Arquitectura. Cuando se presta cuidadosa atención a los alrededores del lugar donde se celebran las reuniones. una capilla, un templo, un salón, una habitación o un anfiteatro al aire libre, los resultados pueden ser ricos e inspiradores. Los símbolos del cristianismo son numerosos; dependen del momento y del lugar. La atención que se le presta al paisaje y a la prolijidad puede dar un testimonio positivo.

En nuestras clases de Culto Público, llegamos a la conclusión de que en nuestros lugares de culto, nuevas experiencias, fuera de la predicación y la música -tanto vocal como instrumental-, son escasas. De manera que los adoradores que acuden los sábados a los cultos podrían obtener una experiencia nueva y luminosa si se aplicara uno o más de los medios que presentamos en la lista anterior.

Los sermones, que para muchos adoradores son su principal fuente de inspiración, deberían ser cuidadosamente preparados, predicados con convicción y pasión, para arrojar una luz de esperanza sobre las vidas de los que vivimos en este mundo desquiciado. Otra manera de formular esta pregunta podría ser: ¿Oí o vi, en el culto, el evangelio en el canto, en la predicación o en una representación? Estamos de acuerdo en que se trata de una lista importante, pero el Señor es más que suficiente para hacerle frente.

¿Qué es el “factor desorden”?

Esta no es una pregunta superficial o formulada al descuido, sino que es profundamente seria, pues tiene que ver con cada aspecto del culto público.

En nuestra clase, llegamos a la conclusión de que el culto público está directamente relacionado con la preparación que hacen los adoradores -y los encargados del culto- para entrar en la presencia de Dios como congregación. Nos pusimos de acuerdo en el hecho de que a Dios se lo puede adorar de muchas maneras y en diversas circunstancias; pero, cuando los santos “vienen a la iglesia”, es mejor que haya previamente una meditación y una planificación cuidadosas y esmeradas.

Para responder a la pregunta, digamos que lo opuesto a una meditación y planificación previas y cuidadosas en el culto público es precisamente el “factor desorden”. El tiempo utilizado en hacer anuncios al azar y sin haberlos preparado previamente, a veces acerca de lo obvio (el estado del tiempo, por ejemplo), complicados recuerdos de la relación del anciano de tumo con el predicador del día en la introducción, servicios de canto vacíos y que no conducen a ninguna parte, oraciones que parecen “minisermones” dirigidos a la congregación, en lugar de ser una verdadera conversación con Dios que presente a la iglesia ante él, todo esto forma parte del “factor desorden”

La “competencia” más importante que afronta el culto público hoy es la televisión y otros medios electrónicos de extraordinaria movilidad. La pura consideración del dinero, el tiempo, los ensayos y la preparación que se necesitan para preparar un aviso de quince segundos, es instructiva. ¿Podemos encarar con menos seriedad la preparación de un culto? ¡Por supuesto que no!

Cuando las diversas partes del culto público: la lectura de las Escrituras, la oración, la música, los anuncios, la predicación y la conclusión se dejan librados a la improvisación, o se los encara en forma casual y rutinaria, el culto se deteriora rápidamente, y la humana indiferencia rechaza al Espíritu de Dios.

Cuando presentamos en clase los informes de nuestras experiencias de fin de semana, nos asombró verificar cuán similares eran los cultos de una amplia gama de adoradores, que iba desde miembros de las iglesias liberales hasta los de congregaciones cuidadosamente tradicionalistas en cuanto a lo litúrgico.

¡Cuán fácil es predecir todo esto! Nuestro Dios, que creó a los petirrojos, las cotorras y los colibríes, debe de anhelar que haya un poco más de creatividad cuando desciende a la tierra para encontrarse con su pueblo. Nos ama, y constantemente nos está atrayendo hacia sí, por lo que debemos estar agradecidos. ¡Démosle una sorpresa el próximo sábado!

Sobre el autor: Doctor en Teología. Profesor en la Facultad de Odontología de la Universidad de Loma Linda, California, Estados Unidos.


Referencias

[1] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1990), p. 263.

[2] Schwartz, Natural Church Development [El desarrollo natural de la iglesia), p. 36.

[3] Elena G. de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1970), p. 102.