Algunas personas en el medio adventista han sostenido la posición de que la única o principal manera de identificar los poderes correspondientes a los símbolos de las profecías de Daniel, especialmente los del capítulo 7, es a través de las citas que se encuentran en los libros de Elena de White. Afirman que no es posible entender las visiones de Daniel solo a partir de la Biblia. En este grupo están los que usan este pretexto para confirmar el don profético de Elena de White. Esta interpretación resulta de la comprensión equivocada de las profecías, la historia de la iglesia y la función de la manifestación profética moderna.

 En este artículo procuramos analizar y fundamentar tres conceptos. Primero, que la identificación de los poderes simbolizados por los animales de Daniel 7, especialmente el del cuarto animal, puede hacerse considerando solo la información bíblica, sin necesidad de recurrir a los comentarios de Elena de White. Segundo, que los pioneros adventistas llegaron a la misma conclusión solamente a través del estudio de la Biblia. Tercero, incluso Elena de White no se veía como intérprete final de la Biblia.

El cuarto animal de Daniel 7

Daniel 7 presenta una secuencia de cinco reinos, el último de los cuales es el Reino de Dios. El capítulo está dividido en dos secciones, una es la visión (Dan. 7:1-14); la otra, su interpretación (7:17-27). Los cuatro animales que aparecen en la visión representan cuatro reinos que surgieron de la tierra (7:17, 23).

 Una lectura detallada del libro muestra la similitud entre las visiones y los sueños descriptos en él. La información sobre estos reinos aparece en cuatro capítulos de Daniel (Dan. 2, 7, 8 y 11). En ellos, se describe la ascensión y la caída sucesivas de estos reinos, que culmina en la manifestación y establecimiento del Reino de Dios. La repetición del Reino de Dios en cada capítulo sugiere que los otros reinos mencionados también son recurrentes, de modo que cada bloque se presenta como una repetición que agrega nuevos detalles y énfasis en relación con el bloque anterior. Por lo tanto, ha sido prácticamente unánime la posición que sostiene que Daniel 7 corresponde simétricamente al capítulo 2, más información adicional.

 Para la identificación del cuarto reino de Daniel 7 es indispensable reconocer su correlación con el resto del libro. Aquí, el único reino expresamente identificado es el Reino de Dios. Sin embargo, la repetición de estos reinos, que aparecen en otros capítulos de Daniel con detalles que se amplifican progresivamente, ayuda a identificarlos.

 Por ejemplo, en Daniel 2:37 y 38, se describe al reino de Babilonia como el primero de una secuencia de cinco reinos. En 5:28 y 31 revelan que el reino que sucedería al babilónico sería el de Medopersia. Daniel 8:20 y 21 informan que Medopersia sería derrotada por Grecia. El reino grecohelenístico, a su vez, sería reemplazado por un rey (reino) “altivo de rostro”, que sería destruido “aunque no por mano humana” (8:23, 25). Esta frase hace eco del evento catastrófico causado por la victoria y el establecimiento del Reino de Dios, la roca de Daniel 2:34 y 45.

 A lo largo del libro, el cuarto reino, a diferencia de los demás, no es nombrado. El cuarto animal es la representación de un gobierno humano que, tan pronto como reemplazara al tercer reino, permanecería hasta que el Reino de Dios lo destruyera.

 Considerando la información contextual, el cuarto reino de Daniel 7 (1) vendría después del reino de Grecia (168 a.C.) y sería más fuerte que él; (2) sufriría una división (simbolizada por los diez cuernos/reinos de Daniel 7:24); (3) después de ser dividido surgiría un poder religioso, representado por el cuerno pequeño, que perseguiría a los santos del Altísimo por un período de tiempo; (4) modificaría los Diez Mandamientos; y (5) sería destruido en la manifestación del  Reino de Dios (Dan. 7:20-22, 25, 26).

 En cuanto a la expresión “pensará en cambiar los tiempos y la ley”, es importante señalar que la expresión aramea dat, traducida como “ley” en Daniel 7:25, aparece solo una vez en el Pentateuco, en Deuteronomio 33:2. Su conexión con este pasaje muestra que el cambio no se refiere a la ley (torah) en general, sino específicamente a los Diez Mandamientos. Por otro lado, el término “tiempos” del arameo, zemnin, que también sería cambiado, se refiere a un tiempo establecido, fijo, que se repite. El resultado inevitable de este cambio fue el cambio en el día de reposo semanal, un período de tiempo fijo y establecido, que se “repite” en los Diez Mandamientos.

 Podemos concluir, por las evidencias textuales, que ningún reino en las profecías de Daniel cumple estas descripciones tan adecuadamente como el Imperio Romano. Se estableció justo después de la caída del reino de Grecia. Primero en su fase imperial, y luego como un poder religioso opresivo a través de la Iglesia Romana. Ejercerá influencia y dominio global hasta la manifestación del Reino de Dios en la segunda venida de Cristo.

La interpretación de los pioneros

 En esta sección, destacamos a tres pioneros del movimiento adventista y cómo presentaron la profecía de Daniel 7 en sus obras publicadas. Empezamos con William Miller. En 1836, unos ocho años antes de que Elena de White recibiera su llamado a ser la mensajera del Señor,[1] Miller publicó el libro Evidence from Scripture and History of the Second Coming of Christ, about the Year 1843 [Evidencia de las Escrituras y la Historia de la Segunda Venida de Cristo, alrededor del año 1843]. Fruto de los años de estudio bíblico personal, este libro fue una exposición de sus conclusiones sobre las profecías de Daniel y cómo éstas señalaban el inminente regreso de Cristo al mundo.

 En el tercer capítulo Miller presentó la manera como interpretaba la profecía de las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14. Antes de llegar a este punto, comparó las grandes profecías de Daniel 2, 7 y 8, y explicó cómo esta comparación puede ayudar a interpretar cada una de estas profecías. Su comprensión de Daniel 7:19 y 20 era: “En estos versículos aprendemos que la cuarta bestia sería diversa [es decir, diferente] de las demás. Eso fue cierto con Roma”. Luego, pasando al significado del cuerno pequeño, declaró: “Esta descripción no puede aplicarse a ningún otro poder que no sea la Iglesia de Roma” (p. 42).

 En 1855, James White publicó el libro The Four Universal Monarchies of the Prophecy of Daniel, and God’s Everlasting Kingdom [Las cuatro monarquías universales de la profecía de Daniel, y El Reino Eterno de Dios]. El pequeño volumen de 48 páginas, dividido en tres secciones, es una exposición de los capítulos 2, 7, 8 y 9 de Daniel. Con respecto a la identificación de la cuarta bestia, escribió: “Hay poca disputa sobre lo que significa el cuarto reino. Ningún reino que haya existido jamás en la Tierra le corresponderá, excepto el reino [imperio] romano” (p. 29). Más tarde, identificando el poder representado por el cuerno pequeño utilizando las características descritas en el texto bíblico, enfatizó: “Hay que admitir que tal poder se levantó y que es el Papado” (p. 30).

 En el artículo publicado en la Review and Herald el 17 de febrero de 1874, James White presentó las mismas explicaciones para el cuarto animal y el cuerno pequeño de Daniel 7: “Esta bestia representa el cuarto imperio universal, que es Roma. Es la misma bestia simbolizada por la cuarta división, de hierro, de la gran imagen metálica del capítulo 2 [de Daniel]. Roma corresponde a la profecía en la diversidad [es decir, la diferencia] de los otros reinos y en la universalidad y tiranía de su gobierno férreo”.

 El comentario de Urías Smith conocido como Thoughts on Daniel and Revelation [Reflexiones sobre Daniel y Apocalipsis] fue aceptado por mucho tiempo como referencia para la interpretación de las profecías de Daniel y Apocalipsis. Sobre el cuarto animal de Daniel 7, Smith escribió: “Este animal corresponde, naturalmente, a la cuarta división de la gran imagen: las piernas de hierro. […] ¡Con qué exactitud correspondió Roma a la parte de hierro de la imagen! ¡Con qué precisión corresponde al animal que tenemos ante nosotros! Por el espanto y terror que causó, y por su gran fuerza, Roma correspondió admirablemente con la descripción profética”.[2]

 Comentando sobre el cuerno pequeño de Daniel 7, Smith declaró: “Puesto que estos cuernos significan reinos, el cuerno pequeño también debe denotar un reino, pero no de la misma naturaleza que los demás, porque es diferente de los otros, que eran reinos políticos. Ahora basta averiguar si desde el año 476 d.C. surgió entre las diez divisiones del Imperio Romano algún reino diferente de todos los demás; y si lo hubo, ¿cuál fue? La respuesta es: Sí, el reino espiritual del Papado. Corresponde en cada detalle al símbolo”.[3]

 Podríamos citar a otros pioneros como Joseph Bates, John Andrews, A. T. Jones, S. N. Haskell y W. A. Spicer, que interpretaron a Daniel 7 de la misma manera. Sin embargo, incluso en esta breve muestra, dos cosas quedan en claro: Primero, en ningún momento los pioneros apelaron a los escritos de Elena de White para identificar los poderes descriptos en la profecía de Daniel 7, ni a otras profecías bíblicas. Miller no podría haber llegado a sus conclusiones personales con la ayuda de la Mensajera del Señor, ya que el don profético fue dado a Elena de White años después de su descubrimiento. Incluso Jaime White y Urías Smith, que fueron contemporáneos y muy cercanos a ella, no usaron sus escritos como fuente para explicar las profecías. En segundo lugar, para llegar a sus conclusiones, los pioneros se basaron en el estudio del texto bíblico y de la historia universal. Mirando las características bíblicas de los símbolos, buscaron en el relato de los movimientos históricos los poderes retratados por las profecías.

Elena de White y la interpretación de la Biblia

 La relación entre la autoridad de la Biblia y la autoridad profética de Elena de White ha sido estudiada por autores adventistas durante mucho tiempo.[4] Es importante resaltar que la autoridad de Elena de White está subordinada a la autoridad bíblica. Esto se puede constatar tanto en sus declaraciones como en el serio estudio y evaluación realizados por los eruditos adventistas.

 Por ejemplo, en palabras de Hasel, “Elena de White trató las Escrituras con respeto y deferencia a lo largo de su vida, y valoró la autoridad de la Biblia por encima de cualquier autoridad, incluyendo su propio ministerio profético”. No se “elevó a una posición en la que, a través de su don profético, fuera reconocida como una fuente autorizada para la interpretación de la Escritura”. En cambio, exaltó el gran principio protestante de Sola Scriptura. Además, Elena de White “no asumió el papel de ser la intérprete autorizada de las Escrituras, sino que animó a otros a ser estudiantes diligentes de la Palabra”.[5]

 En sus palabras, ella lo expresa así: “El Señor desea que estudien sus Biblias. Él no dio ninguna luz adicional para tomar el lugar de la Palabra. Esta luz [el don de profecía] se da con el propósito de concentrar en su Palabra”.[6] Ella también declaró: “Si hay un punto de verdad que no comprenden, en el cual no están de acuerdo, investiguen, comparen texto con texto, introduzcan profundamente el barreno de la verdad en la mina de la Palabra de Dios. Deben colocarse a ustedes mismos y sus opiniones en el altar de Dios, poner a un lado sus ideas preconcebidas y dejar que el Espíritu del Cielo los guíe a toda verdad”.[7] “La Biblia es su propio expositor. Un pasaje será la llave que abrirá otros pasajes, y de este modo se arrojará luz sobre el sentido oculto de la Palabra. Al comparar distintos textos que tratan del mismo asunto, al contemplar su relación desde todos los ángulos, se hará evidente el verdadero sentido de las Escrituras”.[8]

Conclusión

 Si queremos ser fieles a los consejos dados por Elena de White, la Biblia debe tener prioridad en nuestra relación con Dios. La mensajera fue fundamental en el nacimiento y desarrollo del movimiento adventista, pero nunca se puso en el lugar de las Sagradas Escrituras. Desde sus raíces milleritas, el adventismo nació como el movimiento del “Libro”, es decir, de la Biblia, y no de los “libros”.

 Si queremos estar en sintonía con nuestra herencia confesional, si queremos ser “adventistas históricos”, no hay nada mejor que recurrir a la Biblia como única fuente de fe y práctica.

Sobre los autores: Clacir Virmes Junior es profesor de Nuevo Testamento en la Facultad Adventista de Bahía, Brasil; e Isael Costa es profesor de Antiguo Testamento en la Facultad Adventista de Bahía.


Referencias

[1] Elena de White recibió su primera visión en diciembre de 1844. No se conoce la fecha exacta (Arthur L. White, Ellen G. White: The Early Years, 1827-1862 [Washington: D.C., Review and Herald, 1985], p. 55).

[2] Uriah Smith, Considerações sobre Daniel e Apocalipse, 2ª ed. (Engenheiro Coelho: SP, Centro White Press, 2014), pp. 68, 69.

[3] Smith, Considerações sobre Daniel e Apocalipse, p. 73.

[4] Denis Kaiser, “Ellen G. White’s Role in Biblical Interpretation: A Survey of Early Seventh-day Adventist Perceptions”, Reflections 60 (2017), pp. 1-6.

[5] Frank M. Hasel, “Ellen G. White’s Use of Scripture”, en Alberto R. Timm y Dwain N. Esmond, eds., The Gift of Prophecy in Scripture and History (Silver Spring: MD, Review and Herald, 2015), pp. 302, 304, 306.

[6] Elena de White, Mensajes selectos (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), t. 3, p. 33.

[7] Elena de White, Mensajes selectos (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), t. 1, p. 495.

[8] Elena de White, Fundamentos de la educación cristiana (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 207.