1. Aun cuando yo sea un pastor y buen predicador y tenga un lenguaje elocuente y fluido, pero si no consigo que la iglesia trabaje, nada soy. ¿por qué?

Porque “la mejor ayuda que los predicadores pueden dar a los miembros de nuestras iglesias no consiste en sermonearlos, sino en trazarles planes de trabajo. Dad a cada uno un trabajo que ayude al prójimo” (Servicio Cristiano, pág. 89).

“Ministros, predicad las verdades que inducirán a los hermanos a trabajar personalmente en favor de los que están lejos de Cristo” (íbid.).

2. Aun cuando yo sea un excelente director de escuela sabática, y tenga buena asistencia en la clase de maestros, y alcance todos los blancos de ofrendas, pero si no gano almas, nada soy. ¿Por qué?

Porque “la escuela sabática debería ser uno de los instrumentos más grandiosos y más eficaces para traer almas a Cristo” (Consejos sobre la Escuela Sabática, pág. 10).

3. Aun cuando yo sea un director de jóvenes entusiasta, y presente reuniones interesantes y tenga buena asistencia; aun cuando tenga clases progresivas florecientes y bien concurridas, excelentes salidas campestres y reuniones sociales, pero si no llevo a los jóvenes al trabajo misionero, nada soy. ¿Por qué?

Porque “muchas almas podrían ser salvadas si los jóvenes estuviesen donde debieran estar, consagrados a Dios y a la verdad” (Mensajes para los Jóvenes, pág. 204).

Porque el blanco de los JMV es llevar “el mensaje del advenimiento a todo el mundo en esta generación”.

Porque “jóvenes varones y mujeres, Dios os llama a trabajar, a trabajar por él” (Id., pág. 205).

4. Aun cuando yo sea un activo director de actividad misionera, y predique en tres lugares cada semana y tenga una escuela sabática filial los sábados, pero si no organizo a la iglesia para el trabajo, nada soy. ¿Por qué?

Porque debo “promover todas las campañas para ganar almas” (Manual de la Iglesia, pág. 143).

Porque “la formación de pequeños grupos como base del esfuerzo cristiano me ha sido presentada por Uno que no puede errar” (Servicio Cristiano, pág. 92).

Porque debe haber “en cada iglesia grupos bien organizados de obreros que trabajen en el vecindario de la misma” (Ibid.).

5. Aun cuando yo sea un colportor de éxito, y realice excelentes ventas, pero si no gano almas, nada soy. ¿Por qué?

Porque “al salir los colportores al campo con corazones humildes, llenos de ferviente actividad, encontrarán muchas oportunidades para hablar una palabra en sazón a las almas que están a punto de morir en el desánimo” (El Colportor Evangélico, pág. 44)

6.Aun cuando yo sea un miembro de la Iglesia que asista asiduamente a todos los cultos, y que pague el diezmo y de ofrendas liberales, pero si no gano almas, nada soy ¿Por qué?

Porque “uno de los medios mas eficaces por los cuales se puede comunicar de la luz en por el esfuerzo privado y personal. En el círculo de la familia, en los hogares de nuestros vecinos, al lado de los enfermos, muy quedamente podemos leer las Escrituras y decir una palabra en favor de Jesús y la verdad” (Id., pág. 149).

Porque “no hemos de esperar que las almas vengan a nosotros; debemos buscarlas donde estén” (Id., pág. 152).

7. Aun cuando yo sea un joven o una joven, que cante en el coro, trabaje en evangelismo infantil, tome parte activa en los programas MV, pero si no gano almas, nada soy. ¿Por qué?

Porque “el Señor ha designado a los jóvenes para que acudan en su ayuda” (Id., pág. 39).

8. Aun cuando yo sea una maestra competente, y que lleve a los alumnos a un buen desarrollo intelectual, pero si no los gano para Cristo, nada soy. ¿Por qué?

Porque Dios preguntará a los maestros: “¿Dónde está el rebaño que se te dio?”

9. Aun cuando todos los miembros de la iglesia frecuenten más los cultos de oración y contribuyan liberalmente para la obra, pero si no trabajan, nada son. ¿Por qué?

Porque “la obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y dirigentes de la iglesia” (Id., pág. 87).

Sobre el autor: Director de Departamento de la Misión Noroeste del Brasil