“Así como el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos fue la señal para que huyesen los cristianos de Judea, así la asunción del poder de parte de nuestra nación, con el decreto que imponga el día de descanso papal, será para nosotros una amonestación”.

En el libro de Daniel hay dos expresiones cúlticas que trataré de interpretar de acuerdo al contexto en que aparecen. La primera es la ‘abominación desoladora’ (shiqqusim mes-homem, hashshiqqus mes- homem y shiqqus shomem), de Daniel 9:27; 11:31 y 12:11. La segunda es ‘el’ continuo’ (tamid) que se encuentra en Daniel 8:11-13:11:31 y 12:11.

Probablemente si uno logra interpretar correctamente estas dos expresiones de Daniel 8:11-13; 9:27 y 11:31, en su debido contexto, gramatical e histórico, también pueda interpretar correctamente las dos expresiones cúlticas idénticas que aparecen en Daniel 12:11.

Estoy consciente de la historia exegética de estas dos expresiones cúlticas dentro de nuestra iglesia. También estoy consciente de que en el año 1908 la sierva de Dios se vio en la necesidad de escribir a dos líderes de la Iglesia Adventista que tenían opiniones contrarias sobre la interpretación del ‘continuo’ de Daniel 8:11-13, diciéndoles que no tenía luz especial sobre el punto en discusión y que además no veía la necesidad de discutirlo (carta al pastor W. Prescott). También agregó, entre otras cosas, que en ese momento histórico de la iglesia no debería tocarse el tema, y que en lo que pudiera decirse en favor de cada posición, el silencio era elocuencia (carta al pastor S. N. Haskell).

Alguien podría preguntar, si a la sierva de Dios no se le concedió luz especial sobre estas dos expresiones cúlticas, y que en 1908 el silencio era elocuencia en relación al tema, ¿por qué dedicar tiempo ahora a estudiar esas dos expresiones? ¿Por qué habría de ser importante comprenderlas en nuestros días? Sin adelantarme a la exposición de mi tema, me concretaré a decir que la importancia de estas dos expresiones radica en que están muy relacionadas con los eventos de los últimos días de la historia de nuestro mundo y que es nuestro deber saber en qué momento de la historia nos encontramos.

La señora White, al comentar sobre los líderes de Judá que vivieron en el tiempo del nacimiento de Cristo, escribió: ‘Cuando se produjo el primer advenimiento de Cristo los sacerdotes y fariseos de la ciudad santa, a quienes fueran confiados los oráculos de Dios, habrían podido discernir las señales de los tiempos y proclamar la venida del Mesías prometido. La profecía de Miqueas señalaba el lugar de su nacimiento (Miq. 5:2). Daniel especificaba el tiempo de su nacimiento (Dan. 9:25). Dios había encomendado estas profecías a los caudillos de Israel; no tenían, pues, excusa, por no saber que el Mesías estaba a punto de llegar, y por no habérselo dicho al pueblo. Su ignorancia era el resultado de su descuido. Los judíos estaban levantando monumentos a los profetas de Dios que habían sido muertos, mientras que con la deferencia con que trataban a los grandes de la tierra estaban rindiendo homenaje a los siervos de Satanás. Absortos en sus luchas ambiciosas por los honores mundanos y el poder, perdieron de vista los honores divinos que el Rey de los cielos les había ofrecido’ (El conflicto de los siglos, págs. 358, 359. En lo sucesivo el título de este libro se abreviará CS). Pocos párrafos más adelante añade: *¡Oh, qué lección enseña esta maravillosa historia de Belén! ¡Qué reconvención para nuestra incredulidad, nuestro orgullo y amor propio! ¡Cómo nos amonesta a que tengamos cuidado, no sea que por nuestra criminal indiferencia, nosotros también dejemos de discernir las señales de los tiempos, y no conozcamos el día de nuestra visitación!’ (Id., pág. 360. El énfasis es nuestro).

La misma autora declaró: ‘No debe interpretarse una declaración del Salvador en forma tal que venga a anular otra. Aunque nadie sepa el día ni la hora de su venida, se nos exhorta y se requiere de nosotros que sepamos cuándo está cerca. Se nos enseña, además, que menospreciar su aviso y negarse a averiguar cuándo su advenimiento esté cercano, será tan fatal para nosotros como lo fue para los que viviendo en días de Noé no supieron cuándo vendría el diluvio’ (Id., págs. 420, 421. El énfasis es de la autora).

Como se nota en la última cita, ’se requiere de nosotros que sepamos cuán cerca está’ nuestro Señor, ya que ‘negarse a averiguar cuándo su advenimiento esté cercano” puede ser tan fatal para nuestra iglesia o para nosotros como lo fue para los antediluvianos.

La abominación desoladora.

Con estos pensamientos en mente comencemos nuestro estudio tratando de entender, en primer lugar, la expresión “abominación desoladora’. Pero antes de continuar desearía que quedara bien claro que esta interpretación es tentativa. La presento con el ardiente deseo de estimular la investigación y el estudio de la Palabra de Dios que es la antorcha que alumbra en la oscuridad, hasta que el día amanezca.

Lo primero que quiero hacer notar es que nuestro Señor Jesucristo hizo referencia a la “abominación desoladora’ anunciada por el profeta Daniel, en su sermón escatológico (Mat. 24:15; Mar. 13:14; cf. Luc. 21:20), que tenía que ver con el fin de la nación judía como pueblo de Dios, incluyendo a la ciudad de Jerusalén y el santuario, y que también tiene que ver con el fin del mundo.

En otras palabras, el sermón del Señor Jesús en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 tiene un doble cumplimiento. El primero ya tuvo lugar en los eventos que culminaron con la destrucción de Jerusalén y del santuario en el año 70 d. C. El segundo tendrá lugar en los eventos que van a culminar con la destrucción del mundo.

Estas dos grandes crisis fueron predichas por nuestro Señor Jesús para contestar las dos preguntas que le hicieron sus discípulos. La primera tenía que ver con el tiempo de la destrucción del templo: “¿Cuándo sucederán estas cosas?” Y la segunda tiene que ver con eventos indicadores de la segunda venida de Jesús: “¿Cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?”

La señora White, al comentar sobre el sermón escatológico del Señor Jesús, declaró: “La profecía del Señor entrañaba un doble significado; al par que anunciaba la ruina de Jerusalén, presagiaba también los horrores del gran día final’ (CS., pág. 28). La misma autora, en otro de sus libros, escribió: “En su amonestación a sus discípulos, Jesús no consideró por separado la destrucción de Jerusalén y el gran día de su venida. Combinó la descripción de estos dos acontecimientos. Si hubiese revelado a sus discípulos los acontecimientos futuros como los contemplaba él, no habrían podido soportar la visión. Por misericordia hacia ellos, fusionó la descripción de las dos grandes crisis, dejando a los discípulos estudiar por si mismos el significado. Cuando se refirió a la destrucción de Jerusalén, sus palabras proféticas llegaron más allá de este acontecimiento hasta la conflagración final de aquel día en que el Señor se levantará de su lugar para castigar al mundo por su impiedad, cuando la tierra revelará sus sangres y no encubrirá más sus muertos. Este discurso entero no fue dado solamente para los discípulos, sino también para aquellos que iban a vivir en medio de las últimas escenas de la historia de esta tierra” (El Deseado de todas las gentes, págs. 581,582).

Está claro, pues, que el sermón profético tiene doble cumplimiento.

Ahora tratemos de ver cuál es el significado de la expresión “abominación desoladora” de Daniel 9:27, a la cual se refirió nuestro Señor Jesús en su sermón escatológico.

Para lograr este objetivo debemos descubrir primero cómo utilizaron los autores del Antiguo Testamento o la Biblia Hebrea, la palabra “abominación” (shiqqus). Aquí cabe mencionar que en el idioma hebreo hay tres palabras que se traducen al español como “abominación”. La primera de ellas es ebah, que se utiliza en el área de la ética moral. La segunda es sheqes que, por lo general, se usa en relación a las comidas no limpias o inmundas (Lev. 11:13,20,23; 41,42. La tercera y última es shiqqus que siempre se utiliza en conexión con prácticas idolátricas, ya sea que se refiera al ídolo en si (Jer. 16:18) o a alguna otra cosa relacionada con el ritual idolátrico.

De estas tres palabras hebreas que se traducen como “abominación”, la que más nos interesa comprender es shiqqus, porque ese es el término que se utiliza en los versículos de Daniel 9:27; 11:31:12:11.

Para confirmar este punto de vista veamos algunos ejemplos del uso del término shiqqus en el Antiguo Testamento. En 1 Reyes 11:5 dice: “Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable (shiqqus) de los amonitas”. También en el versículo 7 dice: “Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable (shiqqus) de los hijos de Amón” (véase también 2 Rey. 23:13). Es muy claro en estos dos pasajes que shiqqus tiene que ver con un ídolo pagano.

En Ezequiel 11:18 la misma palabra, aunque en plural, se relaciona con la idolatría: ‘Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones” (shiqqusim). Lo-mismo ocurre en 11:21: “Mas aquellos cuyo corazón anda tras el deseo de sus idolatrías y de sus abominaciones, yo traigo su camino sobre sus propias cabezas, dice Jehová el Señor”.

A la luz de estos ejemplos se puede ver que las palabras “abominación” shiqqus y “abominaciones” shiqqusim están ligadas a un ídolo o ídolos u otra cosa relacionada con el ritual idolátrico.

Ahora surge la pregunta, ¿qué es entonces la “abominación desoladora” de Daniel 9:27, referida por nuestro Señor en su sermón escatológico?

La respuesta no puede ser otra que esa “abominación” tiene que referirse a los ídolos de Roma o a algún otro elemento de Roma relacionado con el culto idolátrico. Si alguno pregunta, ¿por qué Roma? Respondemos, porque ese es el poder que destruye el santuario en Daniel 8 y 9.

Esta respuesta concuerda con el siguiente comentario de la señora White: “Y el Salvador advirtió a sus discípulos: ‘Por tanto, cuando viereis la abominación del asolamiento, que fue dicha por Daniel, profeta, que estará en el lugar santo (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes’ (Mat. 24:15, 16; Luc. 21:20). Tan pronto como los estandartes del ejército romano idólatra fuesen clavados en el suelo sagrado, que se extendía varios estadios más allá de los muros, los creyentes en Cristo debían huir a un lugar seguro. Al ver la señal preventiva, todos los que quisieran escapar debían hacerlo sin tardar” (CS., págs. 28, 29).

Queda establecido, entonces, que la “abominación desoladora’, de la cual habló nuestro Señor Jesús tiene que ver, en su primer cumplimiento, con “los estandartes idolátricos del ejército romano” clavados en el suelo sagrado alrededor de la ciudad de Jerusalén. Pero, ¿qué haremos con la interpretación de san Lucas que intercambia la expresión “abominación desoladora” por “un ejército”? (Luc. 21:20). El problema se resuelve si tomamos en cuenta que ese ejército tenía estandartes idolátricos que eran el símbolo de la autoridad romana. Esta interpretación está en armonía con el uso de la palabra shiqqus (abominación) en el Antiguo Testamento.

Antes de ver qué será la “abominación desoladora” del segundo cumplimiento o del tiempo del fin, tratemos de descubrir el significado probable de la palabra “continuo”.

El continuo

Las palabras “continuo”, “continuamente” y “perpetuo” son los términos utilizados en español para traducir la voz hebrea tamid. Sin embargo, esta misma palabra ha sido traducida en Daniel 8:11-13; 11:31; y 12:11 como ‘continuo sacrificio*. ¿Es al ‘continuo sacrificio’ que se refiere tamid en el libro de Daniel?

Antes de contestar esta pregunta es necesario que veamos cómo se usa la palabra tamid en el Antiguo Testamento. A continuación presento algunos ejemplos:

Éxodo 25:30: “Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente’ (tamid).

Éxodo 29:38: “Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día continuamente” (tamid).

Éxodo 30:8: ‘Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo (tamid) delante de Jehová por vuestras generaciones’.

Levítico 24:2: ‘Manda a los hijos de Israel que te traigan para el alumbrado aceite puro de olivas machacadas, para hacer arder las lámparas continuamente’ (tamid).

Números 28:3: ‘Y les dirás: Esta es la ofrenda encendida que ofreceréis a Jehová: dos corderos sin tacha, de un año, cada día, será el holocausto continuo” (tamid).

Es claro que la palabra hebrea tamid no se utiliza sólo en relación al sacrificio diario del templo judío, sino también en relación a las lámparas, los panes de la proposición y el altar del incienso del santuario de Dios. Por eso me parece más apropiado interpretar la palabra tamid de los versículos de Daniel, dependiendo del contexto en que aparezca, como el culto o servicio del santuario en Jerusalén o simplemente el culto del verdadero Dios.

Si esta interpretación es correcta, entonces el”continuo’ de Daniel 8:11-13, que fue quitado por el  “cuerno pequeño”, se refiere al servicio del santuario de Jerusalén que fue descontinuado por el ejército romano cuando literalmente echó por tierra el templo de Jerusalén. También puede referirse el continuo del mismo pasaje al culto del verdadero Dios que fue sustituido por un culto pagano o semipagano en la Edad Media.

La abominación desoladora del tiempo del fin

Ahora veamos el significado de la “abominación desoladora’ del tiempo del fin o de los últimos días.

Comenzamos nuestra argumentación diciendo que nuestro Señor Jesús hizo referencia a la “abominación desoladora’ en su sermón escatológico. También dijimos que dicho sermón tiene doble cumplimiento. Que el primero tuvo lugar en el pasado y que el segundo lo tendrá en el futuro.

Vimos también que la ‘abominación desoladora del primer cumplimiento tuvo que ver con los estandartes idolátricos del ejército romano que eran el símbolo de la autoridad del imperio romano pagano. Ahora nos toca investigar el significado de la “abominación desoladora’ del tiempo del fin.

Todo estudioso sincero y diligente del libro de Daniel encontrará en las profecías de dicho libro que Dios reveló al profeta toda la historia de nuestro mundo, desde su tiempo hasta la venida de nuestro Señor en gloria y majestad.

También encontrará en dichas profecías que en el transcurso de esa historia se levantarían cuatro grandes imperios: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma (Dan. 2). Hallará, además, que el cuarto o último imperio sería dividido y que de ese reino saldría un “cuerno pequeño” que dominaría por “tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” (Dan. 7:25). Según la interpretación de la mayoría de nuestros eruditos, ese “cuerno pequeño” simboliza a la Roma papal que, en una forma u otra, impuso su poder sobre los “santos del Altísimo” desde el año 538 hasta 1798 d. C. Este mismo poder, a nuestra manera de ver, está representado por el “rey” de Daniel 11:36-45, por el “hombre de pecado” de 2 Tesalonicenses 2:1-12 y por la “bestia” que sube del mar de Apocalipsis 13:1-10.

Es en el capítulo 13 de Apocalipsis donde encontramos que esa potencia recibiría una herida de muerte, pero que ésta se curaría (Apoc. 13:3). Este simbolismo de herida y sanamiento nos indica que aunque ese poder recibió una herida de muerte en 1798, cuando le quitaron su poderío, también resurgiría de nuevo con el mismo poder, o aún mayor, a tal punto que los habitantes de la tierra, maravillados, le rendirían culto (Apoc. 13:3,4).

Si esta interpretación es correcta, entonces ese poder político-religioso que está representado por el “cuerno pequeño” de Daniel 7:24-26 y por el “rey” de Daniel 11:36-45 existirá cuando se levante Miguel y el mundo sea sumido en una angustia tal que jamás hombre alguno haya conocido (Dan. 12:1). En otras palabras, ese poder político-religioso estará activo en el “tiempo del fin” (et qes) o en la última parte de la historia de nuestro mundo.

Según Daniel 11:40-45, es en el “tiempo del fin” cuando ese poder entraría “a la tierra gloriosa”. Es en ese tiempo cuando se apoderaría “de los tesoros de oro y plata”. Es en ese tiempo cuando “noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira para destruir y matar a muchos”. Es en ese tiempo cuando “plantará las tiendas de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo”.

Es también en ese “tiempo del fin” cuando Miguel se levantará, cuando ocurrirá el tiempo de angustia y la resurrección especial (Dan. 12:1-3). De paso, es esta porción de Daniel 11:40 al 12:3 que se le dijo al profeta que sellara hasta el “tiempo del fin’ (et qes, Dan. 12:4).

La expresión temporal “tiempo del fin’ (et qes), es exclusiva del libro de Daniel (Dan. 8:17; 11:35, 40; 12:4,9). Sin embargo, la palabra qes (fin) por sí sola aparece en otros libros del Antiguo Testamento; y por el uso que se le da en esa sección de la Biblia, se puede concluir que ese término tiene un significado escatológico. Por ejemplo, en Amós 8:2 qes indica el fin del reino de Israel del norte; y en Ezequiel 7:2,6 qes indica el fin del reino de Judá (véase también Habacuc 2:3). En base a estos ejemplos, y al contexto de la visión de Daniel 8, me inclino a pensar que en Daniel 8:17 la expresión “tiempo del fin” puede referirse al fin de la nación judía como pueblo de Dios y también al período final de la historia de nuestro mundo. En cambio, en otros contextos la expresión “tiempo del fin” no puede referirse más que al período final de la historia humana que ha sido determinado por Dios (Dan. 11:40-12:4).

De acuerdo a la señora White “el tiempo del fin” de Daniel 12:4 comenzó en 1798. Notemos sus palabras: “Pero la parte de su profecía que se refería a los últimos días, debía Daniel cerrarla y sellarla ‘hasta el tiempo del fin” (CS., págs. 404, 405). Y pocas líneas más adelante, añadió: “Pero desde 1798 el libro de Daniel ha sido desellado, la ciencia de las profecías ha aumentado y muchos han proclamado el solemne mensaje del juicio cercano” (Ibíd).

Al llegar a esta parte de nuestro estudio es muy importante notar que el profeta Daniel, antes de concluir su libro, nos comenta que oyó a uno que estaba en la orilla del río preguntarle “al varón vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin (qes) de estas maravillas?” (Dan. 12:6). A lo cual respondió el “varón vestido de lino’ que será “por tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” (Dan. 12:7). La pregunta del ángel dirigida al “varón vestido de lino” se puede entender de dos maneras. Dependiendo del contexto, la expresión hebrea ad matay puede significar “hasta cuándo” o “cuánto tiempo”. Por la forma gramatical de la respuesta que le dio “el varón vestido de lino” al ángel, me parece que la pregunta de éste fue la siguiente: ¿Cuánto tiempo será el fin de estas maravillas?, y la respuesta del “varón vestido de lino” fue: “Por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo” (Dan. 12:7).

Si mi interpretación es correcta, las maravillas de la pregunta del ángel son las maravillas de ‘el fin” (qes) del ‘tiempo del fin” (et qes). Sin embargo, Daniel declara que él oyó pero no entendió. De allí que él mismo se atrevió a preguntar: “¿Cuál será el fin (aharit) de estas cosas?’ (Dan. 12:8). En otras palabras, ¿qué evento ocurrirá en la “parte final” (aharit) correspondiente a las maravillas? A pesar de que le dijeron a Daniel que estas cosas estaban cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (Dan. 12:9), le dieron una respuesta: “Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados…” (Dan. 12:10).

Además, siendo que Daniel preguntó por un evento, el “varón vestido de lino” añadió: “Desde el momento que sea quitado el continuo (tamid) y se establezca la abominación desoladora (shiqqus shomem) habrá mil doscientos noventa días” (Dan. 12:11).

Es en este contexto de la visión de la historia que debemos entender la “abominación desoladora” y el “continuo” de Daniel 12:11. En otras palabras, este “continuo” y esta “abominación desoladora’ todavía van a tener su cumplimiento en la ‘parte final” (aharit) del “tiempo del fin” (et qes).

Como ya hemos comentado anteriormente, la palabra “abominación” (shiqqus) tiene que ver con la idolatría, ya sea que se refiera a los ídolos o a alguna otra cosa ligada con el culto pagano. Por lo tanto, la “abominación desoladora’ de Daniel 12:11 también tiene que referirse a un ídolo o ídolos o a alguna otra cosa ligada con el culto idolátrico. Por lo tanto, la “abominación desoladora” de Daniel 12:11 también tiene que referirse a un ídolo o ídolos o alguna otra cosa relacionada con la idolatría. Por el contexto de la visión, es muy probable que esta “abominación” de Daniel 12:11 tenga algo o mucho que ver con el “rey” de Daniel 11:40-45, que es el mismo poder de Apocalipsis 13. Si esto es así, entonces la “abominación” de Daniel 12:11 se refiere a un día que está relacionado con la idolatría, o sea el día domingo, que es el signo o marca de la autoridad de la Roma Papal.

Esta conclusión concuerda con la siguiente declaración de la señora White: “Así como el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos fue la señal para que huyesen los cristianos de Judea, así la asunción del poder de parte de nuestra nación, con el decreto que imponga el día de descanso papal, será para nosotros una amonestación. Entonces será tiempo de abandonar las grandes ciudades, y prepararnos para abandonar las menores en busca de hogares retraídos en lugares apartados entre las montañas” (Servicio cristiano, pág. 200).

El continuo de Daniel 12:11

Si la imposición del día de descanso papal(domingo) tiene que ver con la “abominación desoladora de Daniel 12:11, ¿a qué se refiere el ‘continuo’ que será quitado?

Como ya hemos visto anteriormente, el ¿continuo’, dependiendo del contexto donde aparezca en las profecías de Daniel, tiene que ver con el servicio, del santuario de Jerusalén o simplemente con el culto del Dios verdadero.

Siendo que en el “tiempo del fin” ya no existe el templo de Jerusalén, ni la nación judía es ya el pueblo escogido de Dios, entonces el “continuo” de Daniel 12:11 tendrá que ver con el culto del Dios verdadero, establecido por él mismo en su Santa Palabra, o con el servicio del Santuario celestial. En otras palabras, Daniel 12:11 presenta el último drama del conflicto entre el bien y el mal y su duración. Es el conflicto entre el Dios verdadero, Creador del cielo y de la tierra, y su día que lo identifica como Creador; y un dios falso y su día, que es el signo de su autoridad.

De acuerdo a la señora White, “la importancia del sábado, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe ‘adorar a Dios’, porque él es el Creador y nosotros somos sus criaturas. Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución” (CS., pág. 490).

Si el “continuo” tiene que ver con el culto del Dios verdadero, y “el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino”, entonces es muy probable que el sábado como día de reposo del Dios verdadero esté en juego en Daniel 12:11.

Conclusión

En resumen, propongo tentativamente que Daniel 12:11 predice que cuando se ponga a un lado el culto del Dios verdadero, representado en el sábado como “parte del fundamento mismo del culto divino” para establecer el signo de la autoridad papal o el día domingo, que es un día relacionado con el culto idolátrico, “habrá 1,290 días” (Dan. 12:11). “Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta y cinco días’ (Dan. 12:12). Estos días, en el contexto de la visión y de la historia, no pueden ser otra cosa que días literales.

Con esta interpretación de Daniel 12:11 en mente, reflexionemos en las siguientes dos citas de la señora Elena G. de White:

“Durante seis mil años, la obra de la rebelión de Satanás ‘hizo temblar la tierra. El convirtió el mundo en un desierto, y destruyó sus ciudades; y a sus prisioneros nunca los soltaba para que volviesen a casa. Durante seis mil años, su prisión (la tumba) ha recibido al pueblo de Dios, y lo habría tenido cautivo para siempre, si Cristo no hubiese roto sus cadenas y libertado a los que tenía presos” (Id., págs. 717, 718).

“La obra de destrucción de Satanás ha terminado para siempre. Durante seis mil años obró a su gusto, llenando la tierra de dolor y causando penas por todo el universo. Toda la tierra gimió y sufrió en angustia. Ahora las criaturas de Dios han sido libradas para siempre de su presencia y de sus tentaciones” (Id., págs. 731, 732).

Si la interpretación de Daniel 12:11 que hemos presentado es correcta, y las últimas dos citas de la señora White señalan el tiempo que Dios ha determinado para toda la historia de la humanidad, entonces el tiempo disponible que tiene la iglesia del Dios vivo para prepararse y predicar el Evangelio antes del decreto dominical, es corto.

Quiera el Dios del cielo ayudamos a entender en qué momento de la historia nos encontramos. Ojalá que en esta etapa crucial de la historia no caigamos en el legalismo del pueblo judío que pretendía amar la ley de Dios pero rechazó al Mesías. Ojalá que tampoco caigamos en el libertinaje del pueblo “cristiano” que pretende amar al Señor Jesús pero pisotea la santa ley de Dios. Recordemos: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12).

Nota: Las conclusiones de este artículo no reflejan necesariamente la posición tradicional de la iglesia en cuanto a la interpretación de este aspecto particular del texto. Tampoco representa la posición de esta revista. Lo publicamos para que, como el autor mismo espera, sirva de estímulo a mayores reflexiones y estudios que, a su vez, puedan conducimos a una mayor comprensión de la brevedad del tiempo.