Los sermones bíblicos debieran satisfacer las necesidades modernas. John Knox, en su excelente obra, The Integrity of Preaching, dice que la predicación es personal, que el predicador es una persona que se dirige a otras personas” (pág. 59). El Dr. Knox señala además que un predicador no debe asumir la actitud de un experto en el tema de la religión, para informar a sus oyentes, sino más bien la de una persona “que imparte algunas de sus experiencias más íntimas y profundas con otras personas. La predicación no es la disertación acerca de la religión; es una persona religiosa que habla. Es este carácter personal de la predicación lo que hace tan importante la integridad moral del predicador” (pág. 59). Así, los buenos predicadores tienen que ser inevitablemente hombres buenos y, como lo hace inferir el apóstol Pablo, se imparten a sí mismos a su grey.

Más adelante el Dr. Knox observa que el carácter personal de la predicación tiene una relación directa con la preparación para el sermón. Siempre debe tenerse presente que la naturaleza de la predicación es idéntica a la de la comunicación personal. No debe violarse este principio. Lograr un sentido de contacto personal entre el predicador y el oyente es algo vital. El Dr. Knox recalca la importancia de aprender “cómo realizar la preparación necesaria sin perder la realidad de la comunicación personal”. Con esto se refiere a la crítica que comúnmente se hace más o menos con estas palabras: “Si desechara ese sermón y nos hablara con llaneza, las cosas serían diferentes” (págs. 64, 63).

Las barreras que se oponen a la buena comunicación incluyen errores tan evidentes como la falta de preparación y la preparación que concentra la atención sobre el predicador mismo. Knox señala que los verdaderos propósitos de la predicación se violan tanto “por el sermón que llama la atención a sí mismo por su elaboración” como “por el sermón que llama la atención a sí mismo por su desaliño”. Resume la finalidad de la preparación efectuada por el predicador en esta declaración vitalmente significativa: “Pero la finalidad de la preparación es clara; es lograr un hombre preparado, no un sermón preparado” (pág. 67).

Todo esto pone de relieve la experiencia íntima del pastor. Lo que procede de su corazón indudablemente alcanzará el corazón de sus oyentes. Las verdades que se presentan como una parte de la experiencia personal y no como meras abstracciones, en toda su profundidad. pueden ser comprendidas y aprehendidas por los que escuchan. En otras palabras, el verdadero predicador pone su vida en su ministerio y su ministerio en su vida. Esto puede sintetizarse mediante la ilustración presentada en el libro de John Knox. que se refiere a Ghiberti, artista que trabajó durante 50 años en las puertas del Baptisterio de Florencia: “Las grandes puertas no eran tanto su trabajo como su vida. La obra del predicador es personal en el mismo modo íntimo y esencial” (pág. 69).