En todo el mundo, hoy, muchas familias se debilitan. Lamentablemente, eso ocurre en una cantidad alarmante de familias de pastores.
Por más grandes que sean las presiones que se ejercen ahora sobre el ministerio, un factor determinante que puede contribuir a reducir ese problema es una relación familiar sana y bien estructurada.
Sólo con un hogar bien establecido el pastor está preparado para enfrentar una amenaza a su familia. Es a lo que concluye un reciente estudio pastoral publicado por un importante diario norteamericano. Según ese estudio, los factores que producen problemas conyugales en las familias de los pastores son los siguientes:
- 81 % Poco tiempo juntos.
- 71 % Uso inadecuado del dinero.
- 70 % Entradas insuficientes.
- 64 % Dificultades de comunicación.
- 63 % Expectativas de la congregación.
- 57 % Diferencias en cuanto al manejo de la familia.
- 53 % Dificultades referidas a la educación de los hijos.
- 46 % Problemas sexuales.
- 35 % Diferencias en cuanto a la carrera ministerial.
- 25 % Diferencias acerca del trabajo de la esposa.
La fuerza de las presiones
Hoy nadie discute el hecho de que muchos pastores y sus respectivas familias sufren presiones cada vez más grandes como consecuencia del ambiente en que están trabajando. Considere las presiones que se ejercen sobre el ministerio pastoral:
- El pastor tiene que ver con algo que supera la naturaleza humana: el pecado que está presente en la vida de la gente.
- El pastor cumple una función que jamás se termina. Resuelve problemas que siempre se multiplican.
- La credibilidad del pastor es cada vez más cuestionada por la sociedad.
- El pastor está de turno 168 horas por semana.
- Se espera que el pastor se desempeñe de manera excelente en muchas habilidades, como ser el liderazgo, la comunicación, la administración, el arte de aconsejar, las finanzas y la diplomacia.
- Se espera que el pastor presente mensajes fascinantes, capaces de transformar vidas.
- La gente que trabaja con el pastor es generalmente voluntaria; no recibe remuneración.
- El pastor y su familia aparentemente viven en una especia de acuario: a la vista de todo el mundo.
- Aparentemente, también, el pastor está mal remunerado, no se le da mucho valor, recibe poco entrenamiento y siempre está sobrecargado.
- Como figura pública, el pastor puede recibir las críticas más duras, tanto por parte de la comunidad como de la congregación.
El “círculo interior” tiene prioridad
¿Cómo sobrevivir en medio de tantas presiones? ¿Es necesario que las cosas sean así? Lo más importante: ¿Quiere Dios que sean así? Yo creo que no. A mi modo de ver, esas razones nos llevan a destacar el hecho de que el cuidado de nuestra familia es de vital importancia y define la manera como ejercemos influencia sobre otras familias de la iglesia. Lamentablemente, muchas personas han percibido con más claridad la importancia de la familia que muchos pastores. Es importante destacar que un hogar fuerte comienza con el pastor. Un hogar bien estructurado equivale a un ministerio calificado. Un hogar desorganizado es el equivalente de un ministerio precario.
Elena de White comenta: “Los deberes propios del predicador lo rodean, lejos y cerca; pero su primer deber es para con sus hijos… El mundo no necesita tanto a grandes intelectos como a hombres buenos, que sean una bendición en sus hogares” (Obreros evangélicos, p. 215). Teológicamente, la familia del pastor es su principal campo misionero.
Al tratar de buscar soluciones para las dificultades que encuentra la familia del pastor, creo que lo primero consiste en poner en práctica el consejo de Elena de White: “Ninguna disculpa tiene el predicador por descuidar el círculo interior en favor del círculo mayor. El bienestar espiritual de su familia está ante todo”.
El segundo paso consiste en luchar, con sabiduría, contra los desestabilizadores que por lo común atacan nuestras familias. Hay que encararlos de frente. Por lo tanto, para tener éxito en el matrimonio y en la familia, el pastor necesita enfrentar con determinación ese desafío. Desarrollar seriamente la perspectiva de Dios en relación con su hogar equivale a manejar de manera realista los problemas más comunes que afligen los hogares en nuestra cultura actual.
Precio y recompensa
Antes de comenzar, sin embargo, cada cual tendrá que responder esta pregunta: ¿Quiere usted, realmente, tener una familia feliz? Entienda que Dios ayuda a los que enfrentan problemas al respecto. Usa nuestra voluntad débil, nuestros recursos inadecuados, y los transforma por su poder con el fin de alcanzar sus objetivos. Por lo tanto: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y el enderezará tus veredas” (Prov. 3:5, 6).
Ese ideal tiene un precio y una recompensa. Cuando el pastor y su esposa aceptan la orientación de Dios para el hogar y el ministerio, con la misma seriedad y otorgándole la misma prioridad, levantan una barrera de protección contra las presiones y los inevitables problemas.
La conservación de una familia pastoral ejemplar y feliz implica suficientes problemas como para hacer de ella un desafío, pero vale la pena el esfuerzo. Dios desea que las familias de los pastores florezcan y crezcan, ya que están plantadas en el suelo del ministerio.
Sobre el autor: Coordinadora asociada de AFAM de la División Sudamericana.