Sugerencias que nos ayudan a mejorar el funcionamiento de los Grupos pequeños.

Pronto cada ser humano trata de identificarse con un grupo. Aprendemos que solos no podemos ser eficientes en la vida. Por medio de nuestras relaciones humanas, diálogos, participación y comunicación comprendemos que “siempre hay alguien, una referencia, un apoyo, una estructura que nos anima y nos impulsa hacia la realización”.[1]

No es por casualidad que “surgen los grupos: gente que se une para alcanzar objetivos específicos, para defender causas, para crear proyectos, para desarrollar actividades sociales comunitarias, para cumplir órdenes ‘dejando afuera lo intrascendente’; en fin, para buscar y desarrollar los más variados objetivos”.[2] Dios puso en el hombre ese deseo de relacionarse, de pertenencia, de amar y ser amado, todo por medio de la convivencia.

Los grandes pensadores de la actualidad nos dicen que el futuro ya llegó y trajo consigo lo moderno, cambios, nuevos conceptos y otros paradigmas que exigen mucha habilidad y agilidad en las actividades de la vida cotidiana. La iglesia no puede quedar al margen de esto; porque Dios, en su sabiduría, nos proporcionó una organización con una estructura sumamente eficaz, que la capacita para satisfacer las necesidades humanas. Estamos hablando de los Grupos pequeños.

Los Grupos pequeños deben funcionar como equipos

“Los especialistas en desarrollo humano afirman que los miembros de los grupos andan juntos, pero no están unidos. Los equipos, en cambio, saben cuáles son sus objetivos en común y se dedican a alcanzarlos entre todos. En un equipo, por lo tanto, hay comunicación verdadera: existe confianza mutua entre sus miembros; asumen juntos los riesgos; las habilidades de los unos posibilitan y complementan las de los otros (..) en fin, hay respeto, amplitud de mente y cooperación”.[3]

Nunca se puede enfatizar demasiado expresiones como colaboración, aptitudes de liderazgo, cambios, cualidades y motivación, cuando nos referimos a la supervivencia y el crecimiento de cualquier organización. La iglesia, aunque no es ni una empresa ni una institución humana, no puede descartar esos elementos si quiere llevar a cabo la tarea de predicar el evangelio en todo el mundo. Por eso, es necesario que transformemos en equipos de trabajo los Grupos pequeños, a fin de que se manifieste en ellos la eficacia de la metodología de los equipos.

Colaboración. Los dirigentes de antaño procuraban colaboración y consejo. Moisés trabajó con Aarón, escuchó el consejo de Jetro y se unió a Josué. Los actos individuales dificultan la concreción de los objetivos conjuntos. “La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca ser terminada antes de que los hombres y las mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra, y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y los dirigentes de las iglesias”.[4] Mientras no exista una íntima colaboración entre los pastores y los miembros voluntarios, el crecimiento de la iglesia no tendrá vía libre.

Liderazgo. “No es el apoyo, ni las características, ni la clase de actividad, ni el tamaño físico, ni la cantidad de obreros y empleados, ni la cantidad de clientes ni la cuenta en el banco lo que hace un equipo de trabajo de una empresa, una institución, una entidad religiosa, un gremio o cualquier grupo. Lo que lo convierte en un equipo unido, productivo, comprometido, bien relacionado, bien dirigido y feliz es un líder. Un líder que se siente responsable de los que invitó, que los incentiva, los hace vibrar, los enaltece, y elogia el proceso y los resultados de una obra bien hecha. Un líder que comparte, oye, delega, agradece y felicita. Un líder, no importa si usa pollera o pantalón. Un líder que se mezcla con la gente, que convive, que siente, que cuida, que administra y que produce nuevos líderes. Líderes que creen que el mejor camino hacia la excelencia es el trabajo en equipo”.[5]

Cambios. Cambiar es desarrollar con responsabilidad los conceptos. Nadie cambia externamente sin que se haya producido previamente un cambio interior. “Los cambios personales abarcan diferentes niveles: el del conocimiento (informaciones, comprensión intelectual), el emocional (sentimientos, preferencias), el de las actitudes (percepciones, predisposición para actividades integradas) y el del comportamiento (actuación y competencia)”.[6]

Si seguimos avanzando por los mismos caminos trillados, llegaremos a los mismos resultados anteriores. Los Grupos pequeños han ayudado a la iglesia a andar por otros caminos y, por consiguiente, a lograr mejores resultados. Por lo tanto, cambie.

Calidad. No basta con que alguien sea bueno en lo que hace; tiene que ser el mejor: esta es la idea de los grandes competidores en el mundo empresarial. La iglesia no está para competir, pero necesita mejorar constantemente la calidad de sus relaciones, y la atención colectiva e individual de sus miembros y sus visitas.

“Dios exige orden y sistema en su obra en nuestros días tanto como los exigía en los días de Israel. Todos los que trabajan para él han de actuar con inteligencia, no en forma negligente o al azar. Él quiere que su obra se haga con fe y exactitud, para que pueda poner sobre ella el sello de su aprobación”.[7]

Motivación. Durante mucho tiempo, dirigimos la iglesia en forma colectiva y generalizada. Nos parecía que era mejor decir “ustedes” en lugar de “tú”, y “nosotros” en lugar de “yo”. En términos psicológicos, el trato colectivo no logra el mismo efecto que el personal; y las reacciones también son diferentes. Concebir a la iglesia como una multitud forma parte de la metodología de siglos pasados, y no produce motivación individual suficiente como para que tengamos una congregación dinámica, viva y feliz. Ver al individuo en medio de la multitud, por otro lado, forma parte del plan de Dios para este tiempo, y prepara a la iglesia para una obra más amplia y eficaz.

Objetivos versus propósitos

Algunos confunden con mucha facilidad los objetivos con los propósitos; pero estos son los elementos que se deben usar para alcanzar aquellos. En el caso de los Grupos pequeños, los objetivos están bien delineados: crecimiento espiritual y evangelización. Pero los propósitos también deben estar bien claros en la mente de los miembros. Si no fuere así, no se alcanzarán los objetivos.

Un énfasis excesivo en los objetivos de los Grupos pequeños sin que se den a conocer los propósitos a los miembros y sin dar oportunidad para que los asimilen, equivale a poner a la iglesia a cruzar el océano como si fuera un barco que carezca de botes salvavidas. Sabe a dónde llegar, pero no cuenta con los elementos que le permitirían sobrevivir.

Mientras no equilibremos los propósitos de los Grupos pequeños, no veremos cumplir sus respectivos papeles ni a los líderes ni a los miembros. Como resultado, tendremos una iglesia parcialmente dedicada, que busca realización y satisfacción en lo que no satisface las necesidades de los participantes.

Un trato personalizado

“La gente se realiza en los contextos comunitarios de los cuales forman parte, tanto para dar respuestas a las exigencias profundas de su yo social como para suplir las necesidades de su existencia. Así son: dependientes y necesitados, y revelan en los grupos de los que forman parte las características que les son peculiares: intereses, intenciones, deseos, frustraciones, expectativas, miedos y sentimientos”.[8]

“Mientras más crece la iglesia, más importantes se vuelven los Grupos pequeños para proporcionar atención pastoral. Dan el toque personal que todos necesitamos, especialmente en momentos de crisis”.[9] Manifiestan una afinidad tan grande, que facilita el cuidado personal y la atención que merecen todos los miembros. Y deben estar orientados para alcanzar los más variados propósitos e intereses, como ser relaciones, aprendizaje y adoración.

No nos podemos olvidar de lo que queremos lograr: un crecimiento cualitativo y cuantitativo. Pero, afirmar que el secreto para lograrlo es la definición y el empleo de un solo factor como elemento que facilita las cosas, es una actitud simplista. La iglesia tiene muchas necesidades que deben ser satisfechas. Por eso, el camino más seguro consiste en cambiar de dirección, divulgando y asimilando los propósitos de los Grupos pequeños.

Antes que nada, todo participante de un Grupo pequeño necesita responder con claridad las siguientes preguntas: ¿Por qué existen los Grupos pequeños? (Origen divino). ¿Para que existen? (Propósitos). ¿Adonde quieren llegar? (Objetivos). Si este trípode no está bien asentado ni bien claro en la mente de cada miembro, la estructura entera del Grupo pequeño estará comprometida. “El tiempo es corto, y nuestras fuerzas deben estar organizadas para que podamos hacer una obra más amplia”.[10]

Sobre el autor: Director de Ministerios Personales en la Misión Costa Norte, Rep. Del Brasil.


Referencias

[1] Albigenor y Rose Militáo, Jogos, Dinámicas e Vivencias grupais [Juegos, dinámicas y vivencias en grupos), p. 7.

[2] Ibíd.

[3] Felá Moscovici, Equipes Dáo Certo [Los equipos dan resultados), p. 48.

[4] Elena G. de White, Obreros evangélicos, P 368.

[5] Albigenor y Rose Militáo, Ibíd., p. 9.

[6] Ibíd., p. 19.

[7] Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p 393.

[8] Albigenor y Rose Militáo, Ibíd., p. 13.

[9] Rick Warren, Uma Igreja com Propósitos (Una iglesia con propósitos), p. 396.

[10] Elena G. de White, Testimonios selectos, t. 3, p 295.