El evangelismo en su expresión más amplia, incluye todos los esfuerzos destinados a conducir al hombre a un conocimiento de Dios y a una comunión con él. Constituye el fundamento de la religión cristiana, el resorte de todo su crecimiento, conquista y expansión. El reino de Dios ha de establecerse únicamente en la medida en que se busque a las ovejas perdidas y se las salve.

El evangelismo personal es una necesidad para cada pastor adventista. El predicador o el pastor evangelista siempre encuentra un lugar en su programa para la obra personal. Su responsabilidad se extiende desde el púlpito hasta dos hogares de las gentes. Muchos que no son miembros de ninguna iglesia no pueden asistir a las reuniones públicas y deben ser alcanzadas con el mensaje en el lugar donde se encuentran. En la obra de ministrar en favor de las almas no debería dejarse afuera a ninguna que sea humanamente posible alcanzar. A causa de la responsabilidad que tenemos, necesitamos entrar en los hogares de la gente. Debemos entrar en estrecho contacto personal con los ricos y los pobres, con los instruidos y los ignorantes.

La llama del evangelismo podrá transmitirse a los miembros de la iglesia únicamente en la medida en que arda activamente en el púlpito. A menos que el predicador esté dispuesto a predicar por las almas en forma ferviente, convincente, y apasionada, no es probable que la feligresía experimente el deseo de trabajar en la obra del evangelismo. El ministro, como dirigente espiritual, siempre debería estar alerta para relacionar a las personas con el Cristo viviente. Si no siente una pasión por las almas, su congregación reflejará su falta de celo. Los miembros de la iglesia necesitan ver a su pastor inflamado por el fuego ganador de almas que estimulará su amor por los perdidos y los impulsará a la acción.

Satisfaced las necesidades de la gente

La ausencia del espíritu del evangelismo personal puede ser la responsable de la poca calidad de muchos sermones, los cuales a menudo no satisfacen las necesidades de la gente. Tales sermones causan la impresión de que el pastor meramente está presentando algo a fin de ocupar el tiempo asignado, antes que pensando en términos del auditorio y de sus necesidades.

Las visitas realizadas a los hogares de los miembros de la iglesia, le ayudan al pastor a descubrir sus necesidades y a satisfacerlas en forma más adecuada mediante sus presentaciones desde el pulpito.

El conocimiento del pastor debería ser tanto teórico como práctico. El trabajo activo en favor de otros enriquece su propia experiencia, y ésta, mezclada con la teoría, lo capacita para presentar mensajes que siempre resultan refrescantes y estimuladores. Los mensajes basados en la experiencia personal son fácilmente comprendidos por los miembros de la iglesia y proporcionan una verdadera inspiración hacia el servicio efectivo en favor de otros.

Más almas se ganan para Cristo mediante el evangelismo personal realizado de casa en casa, que por muchos otros medios combinados. El pastor es el jefe de reclutamiento de la iglesia y se espera que dé directivas en la tarea de ganar almas. La ganancia de almas para Cristo proporciona un gozo indescriptible. El enriquecimiento espiritual es la recompensa del pastor quien continuamente recorre su territorio en busca de personas a quienes conducir a Cristo en la entrega de sus vidas a un Dios viviente. En esta forma el ministro hace el trabajo de un verdadero pastor que está dispuesto a realizar todos los sacrificios posibles a fin de rescatar a sus ovejas. Los conversos que han sido ganados mediante el esfuerzo personal es más probable que permanezcan fieles al mensaje y en efecto se registran menos apostasías entre ellos.

Requisitos para el éxito en la tarea del evangelismo

Realizar este servicio requiere un espíritu consagrado y bien dispuesto y la seguridad de haber sido llamados por Dios para realizar su obra en la tierra. El evangelismo personal apunta a la raíz misma de las necesidades humanas. Es el secreto de obtener decisiones para Cristo. Ninguna clase de evangelismo es completa sin la obra personal. En la iglesia apostólica fue el testimonio espontáneo personal que resultó del derramamiento del Espíritu Santo. Cuando los cristianos están llenos del Espíritu Santo actúan motivados por un amor por las almas de tal manera que están encendidos por Cristo. Este deseo de testificar por Cristo no se instala únicamente a causa de una obligación moral, sino principalmente por una compulsión divina. Una persona puede llegar a ser eficiente en esta vocación altamente especializada únicamente mediante esfuerzos consagrados. El evangelismo personal exige tiempo y fuerza, diligencia y tacto. ‘‘Hay necesidad de que se le dé a la gente una instrucción paciente y bondadosa… los que deben presentar la verdad en cualquier forma han de manifestar gran tacto y paciente esfuerzo” (Evangelism, pág. 228).

El instructor bíblico

El instructor bíblico también es como un sembrador que va sembrando. Al ir a las casas de la gente y al decir la palabra debida en el momento debido ayuda a desbaratar las barreras del prejuicio, de la ignorancia y de los malos hábitos de vida. En esta forma se gana a personas a quienes de otra manera el mensaje nunca alcanzaría. El Espíritu de Dios actuará sobre los corazones a medida que los evangelistas personales busquen a la gente en sus hogares y les presenten la verdad con sencillez y sinceridad.

Los estudios bíblicos y el consejo en los hogares le permiten al instructor ayudar a cada persona en sus problemas personales, en la realización de las decisiones debidas y en los ajustes necesarios de los métodos de vida. Mediante la oración sincera y la dirección por el Espíritu Santo estos obreros pueden descubrir los problemas fundamentales del individuo y cambiar su manera de pensar. Estas decisiones hechas en los hogares producen su fruto en el evangelismo público.

En el libro Evangelism, leemos lo siguiente: “Hay necesidad de acercarse más a la gente mediante el esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear, y más tiempo al ministerio personal, se verían mayores resultados… Debemos llorar con aquellos que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Asistidos por el poder de persuasión, el poder de la oración, el poder del amor de Dios, esta obra no quedará sin fruto, y no puede quedar sin fruto” (pág. 459).

Los instructores bíblicos deben mantenerse en estrecho contacto con los que asisten a las reuniones públicas. Deben ocupar el puesto de recepcionistas en la iglesia y familiarizarse con la gente, aprendiendo sus nombres y recordando sus rostros, empleando esos contactos como una cuña de entrada que facilite la admisión a los hogares.

Para llegar al corazón

El arte de la obra personal es el arte de llegar al corazón. Un obrero o ministro puede poseer una excelente instrucción, el don de la oratoria, modales corteses, y una notable capacidad para enseñar, pero además debe aprender el arte de tratar con las necesidades espirituales de la gente en una forma personal, de corazón a corazón, si es que desea tener éxito como ganador de almas. El yo, sin la ayuda del Espíritu Santo, carece de poder. El esfuerzo humano solo es inútil. Si no se resuelven los problemas íntimos de la gente, sus almas no recibirán ayuda espiritual. Si solamente se convence a una persona de la verdad de las doctrinas y si se deja su corazón vacío del amor de Jesús, entonces se incurre en el mayor fracaso en los esfuerzos evangelísticos.

Aprendiendo constantemente en la Escuela de Cristo

El joven ministro debe aprender constantemente en la escuela de Cristo las lecciones enseñadas por Jesús. El Maestro estableció un ejemplo para lograr el éxito en el evangelismo personal, mediante sus entrevistas individuales con la mujer junto al pozo, Nicodemo, y muchos otros. Sus llamamientos personales llegaban al corazón de algunas de las personas más frías y prejuiciosas de su tiempo, tanto judíos como gentiles. Sus palabras y su amor penetraron en las cámaras más ocultas del alma con una ternura que indujo al descubrimiento de las necesidades personales y a una entrega completa al Dios viviente.

Continuamente estamos oyendo hablar de miembros que apostatan y salen del camino. Hay otros millones que casi están abismados en la degradación y el pecado y que también necesitan desesperadamente su ayuda. La misión absorbente de los ministros y los miembros de iglesia, debería consistir en llevar el mensaje final de Dios a esas almas perdidas. El desafío que aumenta a medida que transcurre el tiempo exige que el joven ministro una sus esfuerzos personales con el Maestro de los maestros y se convierta en un colaborador con Dios para la salvación de su familia, sus vecinos y amigos. ¿Por qué nosotros que realizamos esfuerzos casi sobrehumanos para salvar a los hombres y las mujeres de la muerte en un edificio que es presa de las llamas o en un automóvil que se incendia, nos sentimos inclinados a vacilar en rescatarlos de un mundo que pronto será envuelto en llamas? La urgencia del momento exige que la iglesia realice los mayores esfuerzos de su historia.

Sobre el autor: Pastor de la Asociación de Potomac, EE. UU.